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Mario Quintana, Poemas
(Versión de Hugo Gutiérrez Vega)
¿Qué habrá en el cielo?
Si no hay sillas mecedoras en el cielo...
¿qué pasará con mi Tía Elida
que para allá se fue?
El poema
Una hormiguita atravesó en diagonal la página
todavía en blanco. Esa noche, él no escribió
nada. ¿Para qué?, si por esa página ya habían
pasado la inquietud y el misterio de la vida.
Nada más para ella
Doña Cómoda tiene tres cajones y un aire
satisfecho de señora rica. En esos cajones
guarda cosas de otros tiempos nada más
para ella. Siempre fue así Doña Cómoda:
gorda, cerrada, egoísta.
Madrugada
Trotan, trotan desbarrancando mi sueño,
los innumerables burritos de la madrugada.
¿Llevan naranjas? ¿llevan repollos? ¿llevan calabazas? No.
Llevan colores: verdes tiernos, amarillos
vivaces, morados, rosas, ocres.
Son los burritos pintores.
Carrito
Amar es cambiar el alma de domicilio.
Horror
Con sus oooes de espanto, sus errres guturales
y su hirsuta h, horror es una palabra con los
cabellos erizados, asustada de su propio
significado.
La adolescente
Va andando y va creciendo.
Todo en ella es alto y flaco:
la voz, los gestos, las piernas...
¡Antílopes! Veo antílopes cuando pasa,
Pinta al pasar un friso de antílopes,
de bambúes al viento, de lunas caminantes,
mutables, crecientes...
Nocturno
El reloj pespuntea, meticulosamente, quilómetros
y quilómetros de silencio nocturno.
De vez en cuando, los viejos roperos crujen
como huesos.
En la isla del patio, el perro ladrando.
Es la luna.
Y, al recordar otra luna, los ojos de Lilí
sorprendidos, se abren en la obscuridad.
Clarice Lispector, Silencio
(Versión de Hilda Figueroa)
Silencio
Es inmenso el silencio de la noche en la montaña. Es tan yermo. En vano se intenta el esfuerzo para no escuchar, pensar aprisa para disfrazarlo. O inventar un plan, frágil punto que mal nos une al súbitamente improbable mañana. Cómo trascender esa paz que nos acecha. Tan gran silencio, que la desesperación tiene pudor. Montañas tan altas, que la angustia siente pudor. Los oídos se afinan, se inclina la cabeza, el cuerpo todo escucha: ni un solo rumor. Ni un gallo. Estar al alcance de esa profunda meditación del silencio. De ese silencio sin memoria de palabras. Si es muerte, cómo alcanzarte...
Es un silencio insomne, inmóvil, mas insomne; y sin fantasmas. Es terrible —Sin un solo fantasma. Inútil provocarlo con la posibilidad de una puerta que crujiente se abra, de un velo que al abrirse pronuncia alguna cosa. Él es vacío, sin promesa. Si al menos hubiese aire. Viento es ira, ira es vida. O nieve. Que es muda, mas deja rastro —todo blanquece, los niños ríen, los pasos crujen y marcan. Hay una continuidad que es vida. Mas este silencio no deja testimonio. No se puede hablar del silencio como de la nieve: ¿Sentiste el silencio de esta noche? Quien escuchó, calla.
La noche, desciende con las pequeñas alegrías de quien enciende lámparas con el cansancio que tanto justifica al día. Los niños de Berna dormitan, se cierran las últimas puertas. Brillan las calles en las piedras del suelo, brillan vacías. Y finalmente las luces más distantes se extinguen.
Mas este primer silencio aún no es el silencio. Que se espere, pues las hojas de los árboles van a acomodarse mejor todavía. Tal vez algún tardío paso, con esperanza se atreva por los peldaños.
Mas hay un momento en que se yergue el espíritu atento del cuerpo descansado, y de la tierra, la alta luna. Entonces él, el silencio, aparece.
Late el corazón al advertirlo.
Se puede pensar aprisa en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y se perdieron para siempre. Mas es inútil desdeñarlo: hay silencio. Aún el peor sufrimiento, que es el de la amistad perdida, es apenas fuga. Pues si al comienzo, el silencio parece aguardar una respuesta —Cómo ansiamos ser llamados a responder— pronto se descubre que de ti, nada exige, apenas tal vez tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te sentencia —como esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forjadas, humildes disculpas hasta la dignidad. Es tan delicado para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la disculpa de que se es un ser humillado de nacimiento.
Hasta que descubre que ni su indignidad quiere él. Él es el silencio. Se puede intentar también engañarlo. Dejar caer al suelo el libro de cabecera como por acaso. Mas, horror —El libro cae dentro del silencio y se pierde en él, en su abismal y muda pausa. ¿Y si cantara enloquecido un pájaro? Inútil esperanza. El canto cruzaría apenas el silencio, como una leve flauta.
Entonces, si hay osadía, no se lucha más. Se entra en él. Se va con él. Nosotros, los únicos fantasmas de una noche de Berna. Que se entre. Que no se espere el resto de la oscuridad delante de sí, sólo a él. Será como si estuviéramos en un navío tan descomunalmente grande que ignoráramos estar en una nave. Y que ésta navegara de tal modo que ignorásemos estarnos yendo. Un hombre no puede más que eso. Vivir en la orilla de la muerte y de las estrellas es vibración, pero más tensa de lo que las cuerdas de las venas podrían soportar. No hay siquiera un hijo de astro y de mujer como piadoso intermediario. El corazón tiene que presentarse solo frente a la nada y solo golpear alto en las tinieblas. Solo se siente en los oídos el propio corazón. Cuando éste se presenta al desnudo, no es comunicación, es sumisión, pues no fuimos hechos sino para el pequeño silencio.
Si no hay valor, que no se entre. Que se espere el resto de la oscuridad frente al silencio. Con sólo los pies mojados por la espuma de algo que se extiende dentro de nosotros. Que se espere. Uno indisoluble por el otro. Uno al lado del otro. Dos cosas que no se ven en la oscuridad. Que se espere. No el fin del silencio, sino el bendito auxilio de un tercer elemento, la luz del alba.
Después nunca más se olvida. Inútil huir a otra ciudad. Pues cuando menos se espera se le puede reconocer —de repente. Al cruzar una calle en medio de las bocinas de los coches. Entre una y otra carcajada fantasmagórica. Después de una palabra dicha. A veces en el mismo corazón de la palabra. Los oídos se asombran, la mirada se desorbita. Desde entonces es fantasma.
Cecilia Meireles, De la soledad, Canción
(Versión de Blanca Luz Pulido)
De la soledad
Hay muchas personas que sufren del mal de la soledad. Basta que alrededor de ellas surja el silencio, que no se manifieste ante sus ojos ninguna presencia humana, para que se apodere de ellas una inmensa angustia: como si el peso del cielo cayera sobre su cabeza, como si se levantara del horizonte el anuncio del fin de mundo.
Sin embargo, ¿existirá en la tierra la verdadera soledad? ¿Acaso no estamos todos cercados por innumerables objetos, por infinitas formas de la naturaleza, y nuestro mundo particular no está lleno de recuerdos, de sueños, de razonamientos, de ideas, que impiden una soledad total? Todo está vivo y todo habla alrededor de nosotros, aunque con vida y voz que no son humanas pero que podemos aprender a escuchar, porque muchas veces ese lenguaje secreto nos ayuda a esclarecer nuestro propio misterio. Como Malmud, el sultán que entendía el habla de los pájaros, podemos aplicar toda nuestra sensibilidad a ese aparente vacío de soledad: y poco a poco nos sentiremos enriquecidos.
Pintores, fotógrafos, rondan a los objetos en busca de ángulos, juegos de luz, elocuencia de formas, para revelar no sólo aquello que les parece el más estético de sus aspectos, sino también el más comunicable, el más lleno de sugerencias, el más capaz de transmitir lo que excede los límites físicos de esos objetos, lo que constituye, de cierto modo, su espíritu y su alma.
Hagámonos videntes también de esa manera: miremos despacio el color de las paredes, el diseño de las sillas, la transparencia de las ventanas, las suaves telas tejidas sin mayores pretensiones. No busquemos en ellos la belleza que deslumbra la mirada, el equilibrio de líneas, la grandeza de las proporciones: muchas veces su aspecto, como en las criaturas humanas, es humilde y torpe. Amemos en esas humildes cosas la carga de experiencia que representan, y la repercusión que en ellas puede sentirse de tanto trabajo humano por interminables siglos. Amemos lo que sentimos de nosotros mismos en esas variadas cosas, puesto que, egoístas como somos, no sabemos amar mas que aquello en donde nos reconocemos. Amemos el antiguo encantamiento de nuestros ojos infantiles, cuando empezaban a descubrir el mundo: las nervaduras de la madera, con sus caminos de bosques y ondas y horizontes; el dibujo de los azulejos; el esmalte de las vajillas; los tranquilos, metódicos tejados... Amemos el rumor del agua que corre, los sonidos de las máquinas, la inquieta voz de los animales, que desearíamos traducir. Todo palpita alrededor de nosotros, y es como un deber de amor dedicar el oído, la vista, el corazón, a esa infinidad de formas naturales o artificiales que encierran su secreto, sus memorias, sus silenciosas experiencias. La rosa que se despide de sí misma, el espejo donde descansa nuestro rostro, la funda donde se dibujan los sueños de quien duerme, todo, todo es un mundo con pasado, presente y futuro, por el que transitamos atentos o distraídos. Mundo delicado, que no se impone con violencia: que acepta nuestra frivolidad o nuestro respeto; que espera que lo descubramos, sin mostrar ninguna urgencia de dominio; que puede quedar siempre ignorado, sin por eso dejar de existir; que no hace de su presencia un anuncio exigente: "¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!" Concentrado en su esencia, se nos revela cuando nuestros sentidos están aptos para descubrirlo. Y en silencio nos ofrece su múltiple compañía, generosa e invisible.
Si se quejan de soledad humana, presten atención a esa poderosa presencia alrededor de ustedes, a ese copioso lenguaje que de todo se derrama y que conversará con ustedes interminablemente.
Canción
Puse en mi sueño un navío
y al navío sobre el mar;
después, abrí el mar con las manos,
y mi sueño naufragó.
Mis manos están aún mojadas
del azul de las abiertas olas,
y el color gotea de mis dedos
pintando la arena desierta.
El viento llegó de muy lejos,
la noche se dobla de frío;
debajo del agua ya muere
mi sueño, dentro de un navío.
Lloraré cuando sea preciso,
para que el mar se levante,
y mi navío llegue al fondo
y mi sueño ya no exista.
Después, todo será perfecto:
playa en calma, aguas quietas,
mis ojos secos como piedras
y mis dos manos quebradas.
Floriano Martins, El Notario, Otras formas de extravío
(Versión de Benjamín Valdivia)
Otras fromas de extravío
¿Cuál es el soplo quemante de tu eternidad?
Ahora estamos a la medida de la ruptura.
Tomar nota del vuelo para identificar el ave,
los gemidos del fuego que suena feliz en su función.
Ahora es indagar de la virgen dónde recorrer
la llama de su origen, el incierto buceo
en los párpados reflejados de sus visiones.
Para ella, todo sentido es movimiento. Más breve
aquél que le toque antes que lo perciba.
Se desata la animada criatura en apariciones,
velada por sus ídolos, que no nadan
como las criaturas de Santa Teresa.
Apenas el río, circundado por la sombra
de su fino papiro que se escribe a sí mismo,
mares a hilo. ¿Quién te envía?, si no quieres
ser la medida de tu propio extravío.
Outras formas de extravio
Qual o sopro queimante de tua eternidade?
Agora estamos para a medida da ruptura.
Tomar nota do vôo para identificar a ave,
os soluços do fogo que soa feliz em sua função.
Agora é indagar da virgem por onde percorrer
a chama de sua origem, o mergulho incerto
nas pálpebras espelhadas de tantas visões.
Para ela, todo sentido é movimento. Mais breve
aquele que lhe toque antes que o perceba.
Desata-se a animada criatura em aparições,
velada por seus ídolos, que não nadam
(nadam) como as criaturas de Santa Teresa.
Apenas o rio, circundado pela sombra
de seu fino papiro que se escreve a si mesmo,
mares a fio. Quem te envia, se não queres
ser a medida de teu próprio extravio?
El notario
Un nombre para las partes de tu cuerpo que emiten fuego,
otro para el rostro que se cubre de tus flamas.
Un nombre que sea para el guía de tus piernas fluctuantes,
y otro más para los campos que evitan tu morada.
Todos estarán felices con sus nombres. Unos con más de uno,
otros a punto de perderlo. El nombre los torna casi perfectos.
Anótame un dios sin nombre y de esto me hago cargo.
Serán bellos o tristes, vendados o traídos por la corte,
violentos o angustiados. Hay los que se sienten únicos
y se juzgan renacidos cada vez que el nombre es pronunciado.
Pues siendo iguales, los nombres también son distintos.
Los distribuyo cargados de ilusiones. Fábulas o decretos,
rúbrica de todo lo que somos o rechazamos. No te protege
el infierno del nombre cierto, traje con el que subes a la escena.
O tabelião
Um nome para as partes de teu corpo que emitem fogo,
outro para o rosto que se guarda de tais chamas.
Um nome que seja para o guia de tuas pernas flutuantes,
e outro mais para os campos que evitam tua morada.
Todos estarão felizes com seus nomes. Uns com mais de um,
outros a ponto de perdê-lo. O nome os torna quase perfeitos.
Aponta-me um deus sem nome e disto me encarrego.
Serão belos ou tristes, enfaixados ou traídos pela corte,
violentos ou angustiados. Há os que se sentem únicos
e julgam-se renascidos a cada vez que o nome é pronunciado.
Mesmo sendo iguais, os nomes também são distintos.
Distribuo-os carregados de ilusões. Fábulas ou decretos,
rubrica de tudo o que somos ou rejeitamos. Não te protege
o inferno do nome certo, traje com que entras em cena.
Claudio Willer, Poética, Llegar allá
(Versión de Benjamín Valdivia)
Poética
1
entonces es eso
cuando encontramos que vivimos extrañas experiencias
la vida como una película pasando
o chispas saltando de un núcleo
no propiamente la experiencia amorosa
no obstante aquello que la precede
y que es aire
concreción cargada de todo:
la ciudad refluyendo hacia su hora nocturna y todos yendo a casa o señalando entonces encuentros improbables y absurdos, barullo de multitud circulando por el centro y por los barrios mientras las tiendas cerradas todavía tienen luz, los locos discurren por las esquinas, la unidad de la lluvia que aún no pasó, hasta el recuerdo mismo de la noche anterior en la alcoba revolviéndonos en caricias y además nuestro encuentro en la tibia oscuridad de un bar —hora confesional, descubriendo las capas sucesivas de lo que tiene que ver— donde la proximidad de los cuerpos confunde todo, palabra y beso, gesto y caricia
TODO GRABADO EN EL AIRE
y no lo hacemos por voluntad propia
sino por atavismo
2
la sensación de estar allí mismo
armonía no necesariamente cósmica
plenitud muy poco mística
porém simples proximidade
de la aberrante experiencia de vivir
algo como el calor
sentido al estar junto de una fragua
(tal vez debiera yo viajar, o mejor, ser llevado al viaje, acarrear todo junto, dejarse conducir consigo mismo)
al penetrar en el acuario opalino
(eso tiene que ver con estar juntos)
y sentir el mundo en la temperatura del cuerpo
mientras que allá afuera (lejos, muy lejos) todo es otra cosa
entonces
el poema es despreocupación.
Llegar allá
Y ahora quiero la palabra reducida al simple gesto de agarrar alguna cosa, pura denotación, lenguaje referencial, mano extendida apuntando hacia esos pedazos de realidad —o también la fiesta con todos sus fantasmas sentados en el sillón de absinto en tanto sangran los dedos de la memoria, todo verdadero en el límite de lo que pueda ser verdad, el cuaderno escrito de atrás para adelante y el libro leído a partir de la última página, y también podría hablar de las nubes de vapor y cortinas de humareda en las habitaciones, y narrar la historia completa de las fiebres tropicales —sin embargo sólo nosotros dos fuimos capaces de movernos en ese plano intermedio en el que realidad y sueño se confunden, tocados por la sugestión de otra escena o situación. Esencia, es ese el nombre de nuestra transacción. ¡Esencia, esencia!—grita la legión de los Irreales desde el bloque de su existencia probable. Esencia, el verdadero nombre del juego de las mutaciones. Innecesario hablar en alucinaciones —es como atravesar una pared invisible, y ya estamos allá. El texto febril. Las luces prendidas. Las luces prendidas. Las luces —prendidas. Por ejemplo —mas el número de ejemplos es mayor que la existencia— por ejemplo las luces prendidas, rebatidas medio crudamente por los azulejos blancos iluminando nuestros cuerpos mientras nos preparábamos para comenzar otro juego amoroso. Me acuerdo también de las playas desiertas, recorridas de punta a punta. O cuando descubrimos aquella cascada en mitad del follaje, aquella cascada que debía tener unos 30 o 50 metros de caída libre, sus frías salpicaduras nos alcanzaban en la orilla, imposible llegar muy cerca —aquella cascada descubierta en mitad del follaje nos inducía a la complicidad. Las luces prendidas. Complicidad. Esencia. Y aquel espejo antiguo —aquel espejo antiguo biselado, con pátina, recubierto por el amarillo del tiempo— aquel espejo antiguo nos reflejó durante una tarde. Estaba en el peinador delante de la cama en el cuarto de la casona colonial de la hacienda, como los demás muebles macizos y pesados y el olor a polvo, a cosa antigua del cuarto. También encontramos muchos santuarios religiosos en nuestros viajes, era como si nos impulsase una atracción magnética hacia lo sagrado. Ciertas tardes insoportablemente cálidas, abochornadas de más. Hubo un tiempo en que. Las luces. Esencia. Impregnando irremediablemente todo lo que fue hecho después. Como la transgresión es cotidiana e imperceptible, como ser maldito es apenas una especie de indiferencia, lasitud, el dejarse llevar. El olor a polvo sobre los estofados. Yo quiero que todo quede muy claro. No son las palabras, el texto, sino otro plano, ahora definitivamente adherido a lo real. Llegó un olor extraño, impregnando la piel. Todo verdadero. Todo. Pero ese gesto de contar historias imposibles, ¿cuál es su significado? ¿Qué capullo se abrió? Y ahora, no dejar piedra sobre piedra. Transformar lo cotidiano en hipérbole, laberinto donde todos se perderán jugando despreocupadamente. La opacidad es casi banal. El juego de la vida y de la muerte es trivial. Despertemos el niño terrible que habita dentro de cada uno de nosotros. No hay misterio. Que no se hable de locura. El lado de allá, el lado de allá que camina suavemente sobre sus zapatillas de suela de goma, el lado de allá disfrazado en arte plumaria, el lado de allá que sonríe afectuosamente mientras nos mira de soslayo, el lado de allá es simple y está aquí, basta estar abierto y disponible. Somos dioses.
José Nêummane, Garabatos de mar, Madero
(Versión de Hilda Figueroa)
Garabatos de bar
La verdad verdadera,
la verdad profunda,
aquella que acecha
en la falla de San Andrés
y vive en la Gruta del Maquiné;
verdad de los peces
que nadan en el Atolón de Muroroa,
no se encuentra en antologías,
en novelas de amor,
en tratados de filosofía,
en libros de poemas
ni en diarios
en revistas
o noticiarios
de radio y TV.
La verdad desnuda
-romanticismo tardío
del "Adagetto" de Mahler-;
la verdad fría de iceberg
que hundió al Titanic;
la verdad cruel de la piedra
que afilaba el cincel de Aleijadinho,
esculpiendo profetas;
la verdad húmeda y rósea
de la mucosa extraviada
entre los vellos y las piernas de Salomé,
y de la lengua entre los dientes
de Salomé;
la verdad cruel
del bigotito de Hitler
y la verdad alegre
del bigotito de Chaplin;
esta verdad adolescente
sana y doliente,
esta verdad febril,
no está ella en las canciones
de Rodgers y Hart
tampoco en los cocos de doña Selma
o en sambas de Cartola.
Ella no siente celos
Ni usa boxers
Ni pantaloncillos de encajes de Ceará.
Esta verdad sólo se halla
en la poesía
de las servilletas de papel
de algún bar de Lapa,
manchadas de sangre y semen,
sudor y cerveza.
Madero
Mi padre está en el cielo
y me mandó el don de la vida
posar del beso de un colibrí.
Cuando la simiente cayó,
la estrechó el vientre virgen de mi madre.
Debajo del regazo de la tierra
me nutrí de lava de volcanes
bebí limpia agua de estanques,
chupé la fuerza fétida
de materia podrida.
Crecí en el seno de la selva,
vestí las cáscaras del tiempo.
Soplé vientos primitivos,
traídos de los campos,
donde el trigo fenece.
Destilé el perfume de las flores
y el sabor de la fruta de estación.
Refresqué con rocío de mi llanto
el asfalto que a mis pies quemaba.
a la sombra de mi presencia,
abrigué caricias ajenas
y en mis miembros
derramé nidos y espinos.
Canté canciones ancestrales
en lenguas muertas de las aves,
que no me dejan callar.
Fijaron con clavos mis piernas
en este bosque de alquitrán y acero.
Ahora, heme aquí de nuevo,
dispuesto al perdón,
para eso fui clavado.
Abro bien los brazos
dejo el pecho a la vista;
mi viejo corazón vegetal
carece apenas de una mirada caritativa
para impulsar su compasión.
¡Mírame bien,
transeunte urbano
de mi agonía!
Mientras me encuentres,
tu pulmón de cristal
no estallará.
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Moacir Amâncio, Poemas
(Originales en español)
La descripción de la noche
empieza con los rumores
de una tarde o de colores
grises, amarillos, verdes
dentro el verde, las violetas
entre ráfagas, los blancos.
Lluvia hacedora, timbre,
tinieblas, cristal corriente.
***
Acequia cuando río,
movimiento de estrella.
Ya no hay, es luz muerta,
flor que estaba, no, hay,
lago abierto, parado,
todavía hace fuentes,
ojo despierto, rayos,
manos que hacen la tierra.
Naranja para el sol.
Cristal, el árbol, agua.
***
Por la noche, no más,
caminan y caminan.
Dentro de las paredes,
el fondo de los ríos.
Caminan y caminan
hasta el día, frontera.
Bajo luz, el trazado
de la noche disponen
para que entonces sigan
por el camino, sigan,
perros ciegos sin tiempo.
***
Las casas son blancas,
el cielo más blanco
y el campo más
más blanco.
Les falta presencia –
situación de cosa
en libro abierto.
Hasta que la mar
o alas de cigüeña
llegue con los vientos
y explique la cal,
sol del mediodía–
colores siguientes:
Leontino Filho, En la noche pienso en ti, Tristeza
(Versión de Hilda Figueroa)
En la noche, pienso en ti
Vuelta y media
sigo rumbo a la isla del amor,
antiguas cosas que se quedaron,
nave perdida en puerto abandonado,
barco sin vela
persiste en el dibujo
que forman las aguas de los ríos.
Vuelta y media
el flujo de imágenes flota en las aguas
y sigo consumiendo
la cauda de los sueños,
volviendo al suelo discontinuo del ilusorio
camino del bien querer:
Es otra historia.
Vuelta y media
el amor perturba el sueño triste de las estrellas
y la luz de la luna confundida
por tantos murmullos
arma la tienda fugaz de la pasión:
El mirar de neblina, mío,
cosido en la memoria
teje la infancia medieval
de tu cuerpo.
Tristeza
Las sombras resecas de la noche
como ágil visión del cuerpo,
camino de aflicción inscrito en piedra
recuerdan
este exilio:
pergaminos del alma
al sol.
En los locos oficios de la vida
la palabra vence
y la muerte del tiempo
se desborda en este azul de nostalgia
imágenes de la despedida
también
corazón sin versos
vencido por el cansancio del silencio
Exilios
del único cuerpo deshuesado
en la neblina taciturna
del alma:
Manos que no soportan
la claridad de los cielos
pensamientos
de amantes enfurecidos
Contador Borges, Poemas
(Versión de Hilda Figueroa)
Desierto en nube...
Desierto en nube, hoja blanca que sabe que va a llover mas tiene que esperar. Mientras espera, concibe la lluvia en un sueño incandescente de la espera. He aquí el momento en que el proyecto se venga, dejando tras de sí la caudalosa soledad del esbozo, en perenne estado de guerra con las adyacencias de los límites siempre renovados, y que se aproxima en las patas de un caballo efímero sin tocar el suelo: Pegaso en forma de incendio. El móvil del deseo se diluye. Y cuando finalmente es vencido el brazo extremo de las circunstancias, (inmovilizado a nuestro favor), en la férrea lucha con los demonios del acaso y las líneas sin ternura de los acontecimientos más dispares, su carne se desnuda hasta el dócil límite de los huesos. El espíritu entonces, adquiere un rubor que inflama la ocasión coronando la mesa del instante, pero nada más sobra para los ojos. Lo que interesa está allá, en la ligera tierra de la alegoría, en la unión sublime a las plantas de Aquiles, tales son los incalculables subterfugios de la conquista. El tiempo de la actuación pasó. Nada resta por hacer. El ideal está de nuevo al otro lado del horizonte, bañado y vestido con los colores de su antigua desnudez.
Deserto em nuvem....
Deserto em nuvem, a folha branca sabe que irá chover, mas tem de esperar. Enquanto espera concebe a chuva num sonho incandescente. Eis o momento em que o projeto se vinga deixando para trás a solidão caudalosa do rascunho em perene estado de guerra com as adjacências dos limites sempre renovados quando se aproxima nas patas de um cavalo efêmero sem tocar o solo: Pégaso em forma de incêndio. O móvel do desejo se dilui. E quando o braço extremo das circunstâncias é finalmente vencido (imobilizado a nosso favor) na luta de ferro com os demônios do acaso e as linhas sem ternura dos acontecimentos mais díspares, sua carne se desnuda até o dócil limite com os ossos. O espírito então adquire um rubor que acende a ocasião coroando a mesa do instante, mas nada mais sobrou para os olhos. O que interessa está além, no chão ligeiro da alegoria, na aderência sublime à sola dos pés de Aquiles, tais os incalculáveis subterfúgios da conquista. O tempo de atuação já passou. Nada resta a fazer. O ideal está de volta no outro lado do horizonte banhado e vestido com as cores de sua antiga nudez.
Ojos encendidos de alcohol...
Ojos encendidos de alcohol. Incendio que a un tiempo une y separa. Nada aprendí con el tiempo, sólo con las cenizas en la disolución de cosas íntimas, expresión devastada por el instante (su brillo ciego), donde la pequeña voz (su júbilo) socorre al alma en medio de escombros. ¿Para qué sirve el poema? ¿La danza de las vocales rarefactas? ¿Tocar con furia enmarañada en ternura los grandes hombros de los eventos dispares? Y como quien renuncia a los movimientos en la oscuridad o baja los ojos ocultando la inquietud, se sacrifica el tiempo a las palabras esparcidas por el párpado. Mejor que eso es beber al acaso la leche negra del olvido.
Olhos acesos no álcool...
Olhos acesos no álcool. O incêndio ao mesmo tempo nos une e separa. Nada aprendi com o tempo, só com as cinzas na dissolução das coisas íntimas, dos gestos assolados pelo instante (seu brilho cego), onde a voz pequena (seu júbilo) socorre a alma em meio a escombros. Para que serve o poema? A dança das vogais rarefeitas? Tocar com fúria enovelada em ternura os ombros grandes dos eventos díspares? E como quem depõe os gestos no escuro ou desarma os olhos cobrindo o tumulto, sacrifica-se o tempo às palavras derramadas pela pálpebra. Melhor que isso é beber a esmo o leite negro do esquecimento.
Considerarlo todo a partir de lo que vibra...
Considerarlo todo a partir de lo que vibra. En la exhuberancia, donde los sentidos se erizan al tocar las cosas y las encarnan en la aspereza de sus pelos vivos. Será ése el rumbo. El mar de resonancias es el horizonte de donde derivaremos nuestro flujo más nítido, así como toda corriente o efecto de concha más íntima de que se tiene noticia. Ningún resabio o fragancia indebidos pasarán próximos a los elementos de ataque con los que el poema acostumbra abrir oídos y párpados a la efervescencia. Sus falanges derribarán la línea divisoria con la extrañeza, pues a esa altura todos comulgarán del legado que congrega a los ánimos adeptos de los atajos y desvíos altaneros. En este escenario, hasta la última piedra de la ilusión, todo será concluido en cuestión de escombros y ruinas. Y todo desamparo será su propia bandera desplegada al batir de los párpados.
Considerar tudo a partir do que vibra...
Considerar tudo a partir do que vibra. Doravante será esse o rumo a ser tomado na exuberância onde os sentidos se arrepiam ao tocar as coisas e encarná-las na aspereza de seus pêlos vivos. O mar de ressonâncias é o horizonte de onde derivaremos nosso fluxo mais nítido e toda correnteza o efeito da concha mais íntima de que se tem notícia. Nenhum ressaibo ou fragrância indevidos passarão rente aos elementos de ataque com que o poema costuma abrir ouvidos e pálpebras à efervescência. Suas falanges derrubarão a linha divisória com a estranheza, pois a essa altura todos comungarão da herança que congrega os ânimos adeptos dos atalhos e desvios altaneiros. Neste cenário, até a última pedra da miragem, tudo será concluído em questão de escombros e ruínas. E todo desamparo será sua própria bandeira desfraldada ao bater as pálpebras.
Marco Lucchesi, El otro, Las pléyades
(Versión de Hilda Figueroa)
El otro
Perdido
en la trama
de la noche
bajo los rayos
de luna
en la sombra
de los vivos
en el sueño
de los muertos
un ángel
chueco y fatigado
un ángel
de polvo y llanto
vagaba
por mi cuarto
(había
un fuerte
olor de azufre)
rostro
descompuesto
y alas de hollín
vagaba
por mi cuarto
siguiendo
la sombra
de los muertos
rostro
descompuesto
y alas de hollín
sin saber
de cierto
a dónde voy
en la sombra
de los vivos
en el sueño
de los muertos.
Las pléyades
¡Son más de mil
demonios
que pueblan,
estrellas
solitarias!,
el vórtice
de la noche…
Orión
dirige
a las pléyades
su arco
luminoso
y la flecha
puntiaguda
torna
más frío
nuestro dolor
y más
denso...
Flecha
súbita
hiere
y arrebata
los más de mil
demonios
que pueblan
el vórtice
del tiempo,
la noche
fría
Basel, 4.3. 94
Luisa Negra, Acantilados
(Versión de Hilda Figueroa)
Acantilados
Más allá de mí mismo
en algún lado aguardo mi llegada
Octavio Paz
En mi recordar encontré un azul
de mar y pisé con pies sedientos
en la arena rosada de Búzios.
Veo en la transparencia su fondo,
reflejos de olas serpentean el agua
tibia, el sol dora y el viento musiziert,
crecen los peñascos y sus fulcros.
De aquí encima veo el suelo azul líquido,
una mantarraya vuela en esta inmensidad salada,
cardúmenes escapan de las redes
tiradas por barcos pesqueros esparcidos.
Peñascos alcanzan su cúspide y paseo
en sus pensamientos. ¿Qué será lo
que los riscos piensan? Paseo sobre
pensamientos montañosos y veo a lo lejos
las islas distantes, engastadas en el horizonte.
¿Qué puedo hacer para que
el viento del olvido no pase
y deshaga como castillo de arena
esta reminiscencia?
Queriendo evaporarme
para después solidificarme en roca
para quedar perpetuamente
oteando al mar y a las islas bañadas
en claridad
Y sentir las olas
ininterrumpidamente transformándome…
Vicente Cecim, Hombres y Cenizas, El césped negro de los sonidos, Centeno y luz
(Versión de César Pérez Moreno y Elizabeth Nazzari Verani)
Hombres y cenizas
hombres y cenizas caminan temprano
Desierto, pasos de centeno negro
Ahí
horizonte y noche y alimento Uno.
Las estaciones por donde pasan
La más rítmica tierra aúlla lejos Silencio
entre claridades
Y clamo
Los trigales sagrados
La hierba de los desórdenes
Ex-voz interminablemente siempre regresa un éxtasis
El césped negro de los sonidos
Quien niega este desierto es la ruina de la más antigua
residencia, La Aniquilada
Las esmeraldas de este funeral
Este trabajo es luminoso cuando sorprendido en flagrante crimen contra la tierra
en sueños
Verano,
y a la noche te vendrán los cantos, El césped
negro de los sonidos
en sueños
desnuda, tu planicie entre aves
y tu anochecer de lana de hombre al mar
A relva negra dos sons
Quem nega este deserto é a ruína da mais antiga
residência, A Aniquilada
Centeno y luz
He aquí la cosecha y en ti ni ave hay, y allá la fruta, hembra de ceniza
te dejan los árboles, la fibra y la residencia Y vienes
De noche,
sigue en círculos la vida y la colmena Abeja
y víctima, los vicios del mal
Espera y canto
Las estaciones
Trigal azul los días
y los hombres beben un mar yendo a la deriva e invisible
oscura hora pasa en ti, Lugar de velos
Centeno y luz, entonces
Sólo amanecen el grano y la soledad
Y en la mañana, tu llamado más salvaje
Te anuncian eclipse y alimento
y la voz incinerada
y la incinerada ala entre claridades
y la lama y el viento e la isla de los desórdenes pues es el césped real del verano
y despidiéndose de las suertes y de las ruinas, una vez más está lista la semilla.
Del libro inédito, Sonhos da lua e do sol.
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