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Departamento de Estudios Literarios

e-ISSN: 1562-4072  

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Poesía

 
 

Carmen Villoro

Bebo la iniciación de tus pupilas...

Bebo la iniciación de tus pupilas en mi territorio expuesto. Guardo en las pausas de mi aliento un rezo calcinante. De tu saliva tiemblo, de tus labios humedezco la cima eréctil. Rosado es el pabilo que te imanta hasta encender la aurora. Busco tus dedos en la oscuridad. Sedienta de tus llamas, de tus yemas, salgo a los corredores donde la voz se vuelve un eco antes de tiempo. Adelgazo la sangre hasta encontrar el río donde bañas cada relámpago, para escuchar mejor su discurso de lluvia. Pueden más estos labios que el acabalgamiento del silencio. Por eso muerdo, para trenzar la noche a mis tejidos, para trenzar tu piel a este estado de cosas casi fuego. Mi orilla está en espera. No hay guarida en esta selva de escaleras nocturnas.

***

Sufro el mar de la calle...

Sufro el mar de la calle. La distancia que separa las llamas de tu coche que da vuelta  en esa esquina para siempre otra. Este hogar se desangra. Tejo el poema con las palabras que dejaste heridas sobre el plato. Palabras inconclusas. Crece la bugambilia sobre una barda demasiado lisa y la luna levanta su grito blanco sobre la  azotea de mi diluvio. Tengo un tigre en la piel. Salgo a buscar las huellas de una ruta trazada en el aire de esta ciudad abierta hacia el abismo. Quiero seguir la trayectoria de tu aroma en el bosque que inicia en la banqueta. Presa tibia tu corazón alado que se aleja de mis armas de fuego. Queda el olor a pólvora y el humo de una rendición que en la cocina de mis besos toma el sabor de la renuncia. Dónde. Dónde las coordenadas para tender la trampa. Qué sino he de invocar, qué aullido, para hacerte salir del escondite sin orillas, de la ausencia.

Sara Rosell

Poemas del exilio (fragmentos)

I

Yo sueño que regreso
un día cualquiera
to the pleasure of letting
la tierra correr entre mis dedos
Yo vivo en permanente exilio
cuando sueño
I can only speak in the tongue of desire
Yo sólo puedo hablar la lengua del deseo
When I dream
your stretched body is my island
esperándome
Yo puedo perderme en las prominencia
de tu cuerpo
in the sugar cane flavor of your tongue
in the dark cinnamon color of your gaze
Yo puedo perderme rozando tus riberas
like a wave
get lost inside of you
Yo sólo sueño que regreso
I can only speak in the tongue of desire
in exile
from your body
 

II

El barco se aleja
el ojo se cierra al
horizonte
más distante
en su rojiza desnudez
abierta

Se hincha la ola
hasta esconder el muelle
partir
es naufragar de nuevo
entre tus piernas
enlazada
tu adiós de espuma
doliéndome en el vientre

Cuánto dolor de azul y lejanía
 

III

Dónde tirar el ancla
que no arañe
los dientes amarillos
del ahogado
el ladrido de un perro
en lontananza
los ojos de la mujer-pez
en su agonía
la lengua de la costa
en la marea

Dónde tocar fondo
sin hundirse
en el ojo parpadeante
del faro que se aleja
en la desgarradura
de saberse cerca
y ajena más que nunca
en el delirio
de la espera
 

IV

El mar
más allá
o más acá
de la nada
negándome

Cada costa
es un costado
de tu cuerpo
perdido
entre mis manos

Tu pubis
un alga
misteriosa
con la pupila
abierta
a la nostalgia

Sólo en el puente
de tu abrazo
he de desembarcar
y ser

Silvia Eugenia Castillero

Mi cuerpo era una casa de ventanas anchas...

Mi cuerpo era una casa de ventanas anchas,
y creció hasta quedar más allá de esas ventanas
y creció hasta olvidarse de los muebles de esa casa.
Se alejó del simple latir mío de siempre;
se fue a vivir a la distancia.

Mi cuerpo esperó noticias de su cuerpo.
Y llegaron dos papeles blancos
dos intentos del papel por volar,
dos minúsculos armarios que contenían viento.

Adriana Leal

Cantos de silencio(fragmentos)

I

Siete años de sillas viejas, de sofá gris, azotea lunar y amor al borde del precipicio, siete años de jugar con tu semen en mi lengua, de lamer el almizcle de tus axilas, siete años, uno tras otro, de paredes cayendo al ritmo de nuestros jadeos, de lágrimas y risas como en los cuentos… Siete años que setenta veces siete multiplicados, llegarían hasta los huesos, las vísceras y las cenizas después de habernos derramado en el vacío, siete años de ahogarnos en un lago de fuego inventado, de ser bestias olisqueando la sangre para desarrollarnos, para al fin ser humanos y llevarnos el dolor del otro a la tumba muriendo de placer.

II

Nos perdemos en el pegajoso almizcle de nuestros cuerpos, consumidos en placer, en el mar bramido y lamento. Como si fuese un lirio que bebiese agua, como si fuese lengua y tetas erizadas, abro mi cuerpo para que entres y nunca salgas.

III

¿Qué miras cuando cierras la realidad de tus días lentos? ¿Acaso la suavidad verde de los árboles del parque, o ves pasar hermosos huertos y sus manzanas colgantes y sus caderas de muchacha?

IV

No me gustan las almohadas blancas porque no puedo tocarlas, porque tienen la consistencia de las nubes, sólo si tuvieran alas y grandes colmillos para sorber el sabor celestial del infinito, para tenerlo entre la lengua y el paladar, para crecer junto a los peces y los ángeles.

Linda Pastan

La contestadora
(Versión de Isabel Jazmín Ángeles)

Llamé y escuché tu voz
en la contestadora
semanas después de tu muerte,
un fantasma inexperto todavía anhelante
de mensajes humanos.

¿Debería dejar uno, contando
cómo el tejido de nuestras vidas
ha sido rasgado antes
pero que esta lágrima repentina no
será remendada ni rápida ni fácilmente?

En tu casa vacía, otros
enrollan alfombras, empacan libros,
beben café en tu mesa antigua,
y escuchan los mensajes recibidos
en una contestadora encantada

por el timbre de tu voz,
más palpable que las fotografías
o que las huellas dactilares. En este primer día
de este primer otoño sin ti,
avergonzada y aguantando

pero urgida, marco de nuevo
el número que sé de memoria,
agradecida en un mundo reducido
por la accidental compasión de las máquinas,
después escucho y cuelgo.

Dolores Hernández, Historia

Historia

Esta es la historia de una mujer
que va desapareciendo,
va desapareciendo tras las gafas
tras el velo oscuro de sus recuerdos.

Esta es la historia de una mujer
que se lava todos los días
para desaparecer sus culpas,
para desaparecer su culpable sexo.

Esta es la historia de una mujer
que envuelta en pecado recorrió la noche en silencio
para encontrar el placer prohibido a las oscuras mujeres
que se pretenden bajo el sol todos los días;
prohibido a las mujeres camaleón de otros deseos.

Esta mujer dibujó signos en su cara
para encontrar respuestas
que pudieran revivir su putrefacta existencia
que pudieran limpiar la pestilente azotea de su memoria
habitada de aves enfermas y desconfiadas.

Esta mujer anda oscilando entre el bien y el mal
entre el deber y el vivir,
entre el morir y el hacer,
entre su yo y los demás,
entre la guerra y la paz.

Ella recorrió el espejo
en busca de una silueta por lo menos,
de una sombra por lo menos,
de una sonrisa por lo menos,
que le recordara que una vez existió
en algún lugar del tiempo.

Esta es la historia de una mujer
que atrapada al fin por la culpa,
por las razones maternas,
por opiniones enfermas,
por voluntades ajenas,
por la vergüenza de saberse mujer completa…
se resignó a desaparecer...

Lisi Turrá

Desafinada (Fragmentos)

yo la maldita
doy el poema igual
con baba que le cuelga al desamor
con el sudor de todas las axilas
con la bilis de todos los enfermos lo doy

Laura Yasan

3

Sonreír con la ropa puesta
las picaduras de pulgas
el corsé
desde la tarima que cruje
bajo los tacones
una vez abrió su boca
como una ostra
venus de nácar perfumada
algunos dientes menos
al piano de Mikele
su Mikele
masticando para ella la música...
la putita clava los puñales
en cada copa
sale airosa entre el vidrio
y lo que queda del fox trot
paga la noche
la uña rota de su voz
y una tocada de culo.

5

bastón y sombrero
desparramo de gallos
los foquitos rojos estallan
como las venas de su garganta
la pierna levantada
arde y lastima
vahos del sexo alimañas
de haber probado todo
besos descarnados
costras de silencio
el dolor de origen
su foto desnuda en el folletín
bajo un charco de semen
podría guardar las penas
en el pianito
Mikele se llevó las suyas a la tumba
y la dejó sola
nadie como él la llamó
putita

6

no hay rastro de juventud
lívido pájaro
mil años huesos turbios
de abrir las piernas
ofrecer su nido de víboras
inversamente proporcional
es lo que cuesta
burla despiadada vestuario y maquillaje
desvestirse sombríamente
graznar una que otra canción
todas las noches
puta de furia del olvido
la vida le manosea las tetas

10

La ventana abierta
con su amanecer intacto con su
pajarito malvón tul
la desafinada ríe         rabiosa
le dan ganas de morder
una caricia el viento
donde su boca encontró
el único beso
no funciona el pianito ya no
y ahora
cómo afinar su voz quebrada
su voz que se apaga diciendo
señor mío señor mío...
Irá al cielo puta de Dios
él le hará el amor y cantará.

 

María Luisa Castillo

Espiral

La mujer que hay en mí
busca a la niña
que soy
niña que sola cae
al abismo de paredes lisas
pájaro en su primer vuelo
la mujer que hay en mí
extiende sus alas
atrapa a la niña
la regresa a la mujer que soy.

El otro ejército (fragmento)

IX

La sangre corre por mis manos
el vacío llena ahora mi vientre
tanto correr y correr para nada
aquí estoy frente a Pedro
que cuelga del árbol
como si fruto maduro
su lengua de fuera,
vacía de palabras
nada me dice
las espinas de los cardos son agujas
que se clavan en el alma
mi Pedro
se parece cada vez más
a la muerte.

Odette Alonso

Transparencia

A Teresa. A Darsi

Yo nunca fui la luz
yo sólo era la lámpara que su mano encendía
o el fuego primigenio que ella me descubrió.
Toda anticipación era ilusoria
yo broté de su mano como una planta nueva
me inflamé en esa llama    torpe viento.
Yo nunca fui la luz
y nunca volverá a ser lo que era
polvo que se dispersa y me vacía.
Veo llegar la muerte como un sueño
y el sueño es esa franja transparente
donde todo es mentira.

 

Steven F. White

Siete salmos penitenciales

1

Corrígeme en tu cólera, castígame en tu furor.
Líbrame para un larguísimo recuerdo de transgresión,
porque en la muerte nadie de ti se acuerda,
en el Seol, ¿quién te puede alabar?
Aniquila los límites de mi flujo y reflujo.
Bebe mi melodía, y el canto de mí mismo es tuyo.
No espero perpetuar la especie como mis enemigos.
Sólo deseo la divina retribución del deseo.
Sálvame para tu amor constante
en el cuero negro de una bestia del Edén.
Con la serpiente tatuada sobre tus senos
y el azote de tu verbo,
cabálgame como una perfecta desconocida.
Acércate a mi rostro como una lágrima de sangre,
después asola mis ojos.
Hazme llorar y gemir
en tu cama celeste.

2

Dichoso aquél que transgrede los límites
y conoce tu cuerpo que no perdona.
Cuando las noches eran largas en nosotros
y florecimos uno en el otro
con un veneno visionario,
agredimos la belleza de nuestra unión
tornándola invisible.
Confesé mis transgresiones
en pleno calor de verano
cuando pesabas sobre mí
y no había cómo parar
el cause de la pasión
como la furia de las aguas torrenciales.
Que los que sean divinos te posean
por un instante, sin importar el sexo:
los peregrinos tienen dientes y lenguas
para adorarte, para desgastarte lentamente
antes de que quiebres la forma de sus huesos.

3

¡No me abandones! Estoy esperándote
para que claves tu punta aguda otra vez en mí
y para que tu pulgar apriete la luz líquida
en la vena donde todos mis estados de ser
migran en una sola dirección.
Dejaste las marcas en mi antebrazo.
Circulas y subes a la superficie, herida tras herida.
El regalo de tu beso dispara por mi corazón
como el fuego devora la leña seca.
Los que buscan mi vida quieren gozar
del arder de nuestro amor desde lejos.
Ellos hablan de tenerme en la mira
cuando estoy en el auge del deseo,
trasmutado y temblando.
Cuando te retiras para salvarte,
estoy gastado y abatido.
Y tiemblo sin ti, y mi piel gatea
hacia desierto de las almas perdidas,
y te pierdo de vista cuando te apartas
porque sabes de tantos otros lugares
donde nutrirte de la necesaria salvación.

4

Tenme piedad en tu amor más allá del pecado,
lávame con las nieves eternas de tu mirada.
Devuélveme el gozo de ser
tan simple como tu espejo.
Cuando beso tus labios, me torno súbdito
de tu imperio de ocultos lazos eróticos.
Déjame tomar la alianza de tu lengua en mi boca.
Ámame como el fin del mundo
cuando los ojos brillantes tiemblen y caigan de un cielo anaranjado,
cuando algo sin viento rasgue la piel de la tierra
y rompa las ramas de los árboles.
Reabsórbeme gota a gota
en el mar de sal de tu sexo.
No hay forma de concebir la belleza
de esos cantos de inocencia
multiplicándose como peces y panes
como alimento del milenio.
Alza mi cuerpo de corazón limpio
en el altar de tu pelvis.
Regocíjate con nuestro sacrificio,
este sacramento de fuego, esta ofrenda quemada.

 

5

No ocultes de mí tu rostro.
¿Tienes miedo porque llevo el cielo en mis ojos?
El único infierno es no verte en mí.
Nuestros días se deslizan entre los dedos como humo.
De mi voz de fuego sólo queda ceniza.
Si pudiéramos simularnos.
Si pudiéramos capturar la superficie de cada uno.
Cúbrete conmigo como si yo fuera ropa negra
hasta que caiga de tus hombres en harapos
y aparezcas como una mendiga santa, carne y hueso,
gritando tal como te llamé
como un buitre, como un búho, como un solitario pájaro en el tejado.
Te vestiré como un collar.
Perfora mis orejas, y déjame deslizar el dedo
en el círculo enjoyado de tu cuerpo.
Pinta tu ropa en mi piel
como si yo fuera el fetiche que realmente necesitaras
y nada pudieras hacer sin mí.
Rasgar el tejido es hacerme sangrar.
Desvestirme para el amor es matarme.

6

Si pudiéramos quedarnos en las profundidades
de la larguísima noche de desobediencia,
conspirando, susurrando en los oídos.
¿Si segamos al centinela, podremos eclipsar la aurora?
¿Cómo podemos impedir que el espía violento
nazca en nuestra ventana
y lacere nuestra carne con luz?
Luna nueva de invierno, flor negra de nuestro abrazo...
La nieve afuera, el calor verde del exilio entre nuestras piernas...
Te esperé más de lo que los muertos esperaron las trompetas.
Que este sea un canto de ascensión a una oscuridad más profunda,
una noche futura, para que yo pueda perdonarte cuando nos despidamos
del peligro de caer de nuestros cuerpos de la tierra,
cuando nos marchemos solos para afinar nuestras habilidades mercenarias.
Olvidémonos de nuestras patrias y sus iniquidades,
porque nunca serán redimidas.
Que nuestro único país sea el hechizo de la piel de esta noche
y cuanto pueda el espacio de las manos acariciar.

7

Entrégame a mi enemigo, a ti.
Me persigues, y me derrumbas al suelo.
Trato de esconderme de ti dentro de ti.
Me haces yacer contigo en las tinieblas como los muertos para siempre.
Trabajas mi cantera en busca de señales de amor.
Me violas sobre la piedra fría.
El río final de mi sangre transgrede los márgenes.
Por tu nombre, no preserves mi vida.
En vez de eso, desmiémbrame en un rito,
y canibaliza mis partes.
O haz un hechizo y dame a luz.
Hocus pocus, hoc est corpus.
Éste es mi cuerpo. Libra este niño
que, no tragado, podría abrirte algún día
para consumir el refugio de tu útero.

De Fuego que engendra fuego
Ed. Verbum, Madrid, 2000.

Raúl Bañuelos

Pendular (fragmento)

La palabra tantito dice más
que cualquier mudo diccionario de la lengua
aunque tenga todas las palabras registradas:
"nomás tantito": te han dicho del cuerpo
de la luz, del llover, del poema. Y cuánto ha sido
torrencial
"nomás tantito": has dicho y cuantimás ha sido dado
Hay palabras que pendulan
en el lenguaje: suben a lo más alto
de un extremo y bajan al centro esencial
sin detenerse en su movilidad orillera: pendular
Uno va y viene
en el lenguaje con la palabra
                en su nombre: es una palabra, un oficio
                una vocación
La palabra lo llama con su nombre
en los oficios del conocimiento y la experiencia
La palabra se da por uno en las circunstancias
del diario día que lo arrastra y lo encumbra pendular
y toca fondo en el centro de su movimiento
cuando más tocando está los suelos de la tierra
temporal o de donde el péndulo pulsa su sentido:
hacia arriba o hacia el dónde de su correspondencia
según vaya el ir y el venir
Aunque duela: el no temporal tiene su ritmo
y el abismo tiene comunión con la cumbre
a donde asoma el gusano que el cóndor
no alcanza a nombrar
     Aunque goce: el temporal ritma sus haberes
     y el éxtasis gime su desmayo
hacia la punta orillera donde la mariposa
    ahonda las flores del colibrí.

Gonzalo Hernández Sanjorge

En espera del viento

A cierta altura de la madrugada
el asfalto toma la lentitud de la nostalgia.
Obligado de navíos indescriptibles
y brújulas de trasminada huella
he derramado sangre ajena,
he cometido la traición
de aplastar un colibrí con una plancha.
El mundo está hecho de cosas terribles,
¡pasen y vean!,
¡miren y lo comprobarán!
Absurdo este viaje sin mesones,
sin linternas, sin arcones.
Aturdidora sucesión de inabarcables despedidas,
la vida.
Sólo conozco el olor de la carne sobre la llama
y pese al espanto nunca abandono el fuego.
Hay laberintos que no debieran transitarse,
pero el deseo es más fuerte
y nos arrastra:
somos una flecha
que atraviesa una manzana
en un desierto.
Quise decir
que somos la flecha, la manzana y el desierto.
Debajo de mi piel
hay cuchillas más poderosas
que mis mejores vocaciones.
No tengo otra historia que la del instante.
Nunca me quiebro,
a costa de no ser enteramente algo,
salvo cuando el amor es una ausencia.
La soledad nos convierte en esculturas de arena.
A veces me tiendo en el suelo
a esperar que llegue el viento.

 

Del libro inédito La sangre es un hechizo transitorio

Javier Ramírez

La ronda de los solos

Si en mí se resume
la extensión del hombre,
su historia,
su miel y su amargura,
los encontrados mundos que lo forman,
yo hablo entonces de mí
que soy ustedes.

Y si digo a veces,
muchas veces,
que la soledad nos toma de la mano,
es que estamos jugando
a la ronda de los solos,
dándonos la espalda,
buscando en el vacío nuestro reflejo.

Pero a veces,
pocas veces,
alguien rompe la cuerda
y se va,
lleno de todos nosotros,
y entonces cerramos más la rueda,
apretamos los ojos
y jugamos con el miedo
otros mil años.

Alejandra Villarreal

Risas en el ataúd del follaje...

Risas en el ataúd del follaje
Ecos en la asfixia lúcida de tu textura
Cadencias de párpados
                        En hallazgos de cicatriz tu aire
Enredos de umbrales débiles en tu hojarasca

Todo se devora en la espina de tu espesura
todo se guarda en tus luciérnagas de palabras
             yo me absorbo           en rastros desciendo con tu gesto
–sosegante aroma en ademán de carcajada–
me adorno con la mano que esconde tu murmullo
            y mi vapor arde
            en el todo umbrío que estalla frente a tus ojos

Risas de humo invisible fobia en tu paisaje
                        Fisuras en el sostén fecundo de tu ausencia
Burlas en la visión cautiva de tu horizonte

Eres un inhabitable bosque de reflejo
                        ascendente instante de mi púrpura agonía
           y yo      de nuevo engendro desorden en tus hojas
descenso en la memoria que asciende en tu follaje.

Luis Medina

El largo tren*

Beatriz:

Desde el bordo de mi barco
–un colchón varado en la sequía del suelo
donde duerme una familia entera–
te recuerdo como mi compañera de banca
en el salón de clases
donde sólo caben dos: tú y yo
con nuestros útiles en unas bolsas rayadas
y que se usan para el "mandado",
pero que en la escuela son como dos tigres
dormidos a nuestros pies.
Me pregunto en que posición
estará ahora tu cuerpo cuando duermes,
a dónde irá ese humo dulce de tu carne
en qué parte andarán tus ojos rasgados
y qué deseará tu boca cerrada
por ese dedo nocturno y frío

Te imagino como a ese tren detenido
en el aparador de la Colonial de Mexicaltzingo
con la misma hermosura
del niño que desea su juguete

El tren es como tu pierna atravesada
en esa inmensa parte del mundo
y tu brazo desvanecido
ese riel fuera del camino
que busca unirse con la mano ausente

Su silbato es tu lengua que salta
anunciando la llegada del molusco bajo la lluvia
el beso adolescente que algún día llegará
–a las puertas de la secundaria para señoritas–
como un misterioso túnel que devora el último vagón

Del poemario inédito Derrama el vino

*Título tomado de una canción de The Doobie Brothers

Ángel Manuel Gómez

Maneras de no estar muerto
(fragmentos)

(primera)

Subirse a los árboles y gritar,
romper cristales o jarrones de un pelotazo,
levantarle las faldas a las chicas,
bañarse desnudos en el río las mañanas de mayo,
hacer novillos en clase de Lengua los jueves,
robar caramelos de eucalipto en el quiosco,
dejarse media vida en los pedales de la bicicleta,
compartir tu bocadillo de nocilla en el recreo
y las ilusiones más estúpidas que se hayan visto,
llorar con la ternura de Stan Laurel y Oliver Hardy.
Volver a la infancia al menos dos veces por semana.

(séptima)

Pacta con el diablo de vez en cuando.
En estos días de locos, los súcubos se metamorfosean
en delicados y ceñidos pantalones vaqueros Levi's 501 de la talla 38
o en escotes Calvin Klein sin mesura ni censura.
Persíguelos. Conviértete en su sombra.
En sus rinconces está la vida.

(décima)

Coge, niña, el capullo de las rosas,
no aguardes a que florezcan
y estallen en todo su esplendor.
Arráncalos y sácale todo el partido.
En este mundo repleto de prisas
no merece la pena esperar tanto.

Tampoco la vida esperará a que tú decidas.
Cualquier otra puede llegar primero,
y entonces ya me dirás qué hacemos.

De Mediodía en la otra orilla

Roberto Daniel Malatesta

Diez mil pinos

Los diez mil pinos que oyó Li Po en el tañer del laud del Monje Chun
no eran la gracia del verdor alzado
allá en las laderas y valles del oriente,
no el paisaje de una tierra añorada desde la distancia
a la cual la música arranca del territorio que linda al olvido.

Li Po oyó los vientos de su corazón y así
interpretó los corazones de su tiempo,
allá en Szechuan y sus alrededores, –no es posible
conocer los lindes de los círculos en el estanque claro,
se parte del misterio
que origina el impulso sobre la piedra,
los círculos concéntricos del agua
abarcan todo el lago-.

"Mi corazón se purifica como el agua que fluye"
cantó Li Po, y fue acertado referir a los diez mil pinos
elevándose sobre eras de error, inalterados.
Cantó Li Po su palabra viva
y el lamento del viento entre los pinos se interpuso
entre mi lectura y el silencio:
ráfagas, quizás todo el poema más allá de las palabras:
Espíritu vivo entre letra muerta.
Szechuan y sus alrededores.

Karina Gil

Tengo los ojos...

tengo los ojos
plasmados de tu espacio
llenos de armonía
que al acercarte me toma

tengo el pecho
lleno de flores
perfumado con tus sensaciones
y me presionan el alma

tengo la boca
llena de palabras
que intentan salir, y no pueden
de tanto que te aman

tengo la vida
usurpada por acordes
de tu pelo en mi cuerpo
de tu música que me encanta.

Carlos López Dzur

Las Esfinges
(fragmentos)

10

A veces uno sacude el coxis demasiado.
Camina, baila, despasea, vaga y recula
con pura cáscara,
con mecanismos a la mano
y fastidios ordenados
y niega el placer a la sombra,
quieta y muerta, al parecer,
del fondo de los mares.

Pero, para la sagrada misión
de lo exceptuado, para la escapatoria
(hacia la roja víscera de la hada durmiente)
está la mano prostituta del poema,
la sabrosa salvaje que hace a los sesos
su delicia y conforta con tranquila inducción
de oxitocina la corva navaja,
la afila de tal modo
que se monda sola y se babea
como morronga chipocluda
y escupe lo que el molino tiene que decir
para la harina, el bollo blando de pan de canelón
(que es duro, por más levadura, que lo amase).

¡Qué terapia después del urbano paisaje
tu callejón de manotas, qué terapia
a los ojos llenos de polvo e imágenes comunes
que estés ahí, sedienta de polla,
sin otro apetito visual que tu agarrada de bolas,
tus ónticas deudas traducidas a pivote,
palanca para voltear el mundo!

11.

Suerte que eres ilícita.
¡Y qué rico es estar a solas con tus uñas
tendidas, a yemas, sobre mi ombligo
como táctiles estrofas
y tu lengua que gana mirtos al alba,
cuando chupa, tus labios que son dos estrellas,
bajo el estómago que secan la vía láctea!

¡Vale la pena dar par de limosnas
a tu eterna cochambre de musa
y dejar que metas musarañas con el ápice
de tus colmillos afilados de víbora
en lo profundo del sol que vas babeando
para que la punta del capullo pierda el nombre
y de la rabadilla final, callejón sin salida,
salga el poema, texto seminal, desconocido!

12.

¡Ahora sé por qué bucean los sapos y los cocodrilos
y por qué duerme en la rana, el útero divino!
Chotéame, de punta a punta,
hasta donde el sol no quema:
la gramática diaria del ajoro, el sudor y la fatiga.

Entra por detrás y por debajo
hacia el túnel del cráneo
bajo el piojo y la grasa de lo externo.
Y aplica manos santas, dedos tenues.

13.

Suerte que ella es ilícita
y gusta de la fantasía de la frontera:
hallarse en aras de beneficencia
en el downtown inframundo.
Darse un cartel falso de loca y menesterosa
para sincerarse con rufianes y mendigos,
con hambrientos de ella, con ladrones,
con exilados sin comunicación.
Y aplicar sus manos ligeritas de ratera,
sin hablar lengua de culpa
ni masticar más rumor que gorgoritos
por su lanzada boca mamadora...

¡Qué señora la palma de sus manos
cuando nos mira sin trusa de homo habilis
y nos grita: ... Respira, desténsate, goza,
mono bruto, jorobado, sin pañales
y seamos crudos, verdes, medio-chiles,
felices, naturales, ricos en potasio
como pulpa de plátano!

14.

¡Ay, qué piruja más coñosa,
qué perrada de soluto se aprendió de memoria
para soltar mi trapo y el suyo
en un masaje de Eros tan sabroso!

Ahora me gusta el mar profundo
con el peso de las olas hecho dedos, labios,
víboras que se agitan sobre arrugas mal cicatrizadas
y superficies de derrumbamiento en mi ser!
Ahora sé que hay olas imprevistas,
con olor a yodo, pero saladas de vida.

Laura Ríos

Entrevista al poeta Raúl Bañuelos

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