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Volumen 8, número 21  / Enero-Diciembre 2021  
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Física del rastro.

Ricardo Hernández Vázquez


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No basta con procurar la libertad,
Soñar es con paleta de tonos apagados
Mariposas que no alcanzan el vuelo
Equinoccio en equidad de luz.
Serían mejor las noches más largas
Las auroras y los dirigibles por calor;
Suspensa la certidumbre:
Nacimos en la entropía
Incertidumbre celular de un recuerdo primario,
De mensaje corrupto en amor y odio.

Palabra destilada en jacarandas de antaño:
En un andar de garabato y claustrofobia
Escondidos en nuestra propia masa
Por la fuerza gravitatoria de nuestros actos;
Que nos internan desde la carne,
Nos hunden con el peso de lo antiguo
Nos vuelven  simétricos, colapsados
Por todas nuestras despedidas
De orden y caos subjetivo.

Y en  la lente que es conjunto, que forma
Que transita en un prisma y espectros
De oleaje marino y blindaje facial
De la longitud de onda paralela
A los momentos circulares,
Que emito cuando la encuentro:
En el cielo del mediodía
Intacta, con su mirar de asesino
Con sus manos de artilugio
Y su mirar de rapto y cofradía
Promulgando redención desde la farsa
De caminar juntos
Siempre y cuando sea en estado grato
Estabilidad con forma de ficción
Comodidad pretendida
Sin fango, y aliento putrefacto.

A la hoguera los reposos,
La toxicidad y el plomo de mi sangre;
Las quejas desde la egocentría,
Las falsas doctrinas
Su aroma de laberinto
La comodidad de su piel de durazno
Y el epicentro de sus labios en fuga.

Ruptura de la simetría en el vaso
Arca testimonial de un incendio
De los ventrílocuos del pasto ralo.
Paracaídas roto en gravedad cero
Que nos sitúa, que nos ordena:
Volvernos densos conforme partimos
Sin identificar patrones oblicuos
Señal de alto, señal de freno,
Todo se permite tras bastidores
En la noche cargada de estrellas
Que son fantasmas titilantes de frío
Luz del pasado saliente
Arco de poéticas perdidas
En constelaciones por descubrir.
Cantar de radiación en microondas
Que revelan nuestro andamiaje
De polvo y cansancio;
De arrastrar los pies
Por la mediocridad del día a día

Y de repente lo sabes,
Empezar de nuevo
Con la forma de los dioses y héroes
Disfraz ofrecido en plegarias moribundas
Que se acumulan en un diván y debajo de la cama.
Con el manto oculto de la letanía
Con la singularidad de omitir una y otra vez
El canto de las sirenas
Buscando respuestas escondidas en la luna
En las cuerdas de tu voz,
En la adaptabilidad enunciada
De  ondas luminosas por tu cabellera
De multitudes esparcidas en mi ansiedad reducida,
En el caer constante,
En la rueda que no cesa
Con velocidad de espantapájaros.

Impulso reducido a un intento
A buscar vivir en un discurso exacto
Y caer por galaxias inapreciables de lo que eras
Ese instante fugaz,
Esa muerte más muerte e inoperante
Que se vive en vida de hoz y roca
Ignorada en mis esfuerzos
Que no alcanzan, que se diluyen:
En tu necesidad del alabastro.
De ídolos rotos por la continuidad
De planetas orbitando estrellas.

El principio de incertidumbre
Comienza en tu voz,
Transita desde adentro
Se instala, mutación natural
En los terremotos que dejas a tu paso
En la imprecisión de tus actos
De tu naturaleza humana
De la apariencia de mentira
De ángel caído tras el galope

Simultanea de mi forma
Inmarcesible de mi tacto
Entrelazamiento cuántico constreñido
A la representación de mis manos
Evolucionas por los siglos de mis relatos
Te haces pequeña, de pies pequeños
Microcosmos de la vida que pudo ser
Como una singularidad de mi espacio y de mi tiempo

Inicio y final,
Nacimiento nuclear en cada hálito,
Respiro visible de frecuencia infinita
Que me alcanza, me sustrae
Mineral violentado por la mano que asiste
Al boicot de los grandes enunciados
De las teorías unificadas
De nuestros cuerpos coexistiendo
En el mismo punto de la mudez.

Algo se apaga
Roe mi cinismo, lo transforma
Energía en decremento
De un astro en declive
Adaptabilidad perdida
Nos volvemos más viejos,
Más claros y más violentos
Como mapas del universo primario
En su relativa pausa de flama y chasquido
Que evapora campos de cosecha.
La longitud del mar se abre
Luego vuelvo en años luz midiendo
Como colapsa una estrella
En la distancia de nuestros dedos.

Oleaje del colapso de mis irregularidades
Vibración de noches extraviadas
Como el paso de un vagabundo receloso:

En ocasiones digo adiós y yo me quedo.

 

 

Poemario de la persistencia.

Ricardo Hernández Vázquez

I.
Es en esta masa de huesos y costumbres
Que coincide mi diversidad;
Me convierto en vaso, en caja, en recipiente
Fondo diluido en la forma que deja de ser.
Horno continuo que sujeta una explosión discreta,
Árbol plantado en vapor.
Y la semilla de la discordia
Amenaza la marcha de los transeúntes.

Un Andar tranquilo de estrella
Mana como anhelo desgarrado.
Algo cae, un vuelco, un ruido atroz
La voz se asfixia y los pulmones se agrandan
Formando un vacio colosal.
Es el estado gaseoso de mis pensamientos,
Algo se detiene, amparo de luciérnagas
Que viven en resignación
Con la luz titilante y aturdida
Ante las vueltas del desgane imparcial.

Todo es sueño,
Desgaste insaciable
Cerrar los ojos a la muerte temprana
Dormir en apatía las pasiones humanas
Algo se acorta, el pulso se dilata…

II.
Ancla de variaciones en el alma impaciente
Un chopo de agua se levanta
Naufragio insólito de mi prudencia en viento pesado.

Estamos rotos en el cimiento
Cuerpo color de soles navega la mar,
Cercena los ojos y alienta el paso
Como constreñido en la mirada distraída
Que atiendo sin prejuicio
Volviéndome más viejo, más cansado
Sentado en cuclillas para ver el mundo arder
Bajo la palma de mi mano.
Todo se vuelve eternidad
Una paja, una hoz y nada avanza.
Un tic tac armonioso en el pie izquierdo
Sin gobernarse, sin prometer nada
Los segundos transcurren como aletargados
Ante la presión iracunda de la realidad
Nada pasa, todo ocurre, nada pasa.
Desdicha disfrazada de paloma mensajera
Pretendiente en arrullo,
Sosteniendo montañas en un soplo insostenible.
Fluyo entre presencias discontinuas
Armonías de un final feliz comprometido
Un reflejo me parte en cientos
Diseminado como un quejido en el trueno
Concede la voz, concede el olfato
Un momento del invierno en un misterio paralelo.

III.
Un bosque de cristal,
Tierra de nadie,
En caminos que da miedo andar
Busco rostros y encuentro relámpagos
Desvanecidos entre ramas altas;
En fragmentos de años desperdiciados
Como esquirlas de manantial seco
Que arden en la faringe,
Que arden como aquelarres crepusculares 
En un espacio a oscuras.

Sombra de mis sobras
Vivo de un anhelo 
Piel durazno como espejismo
Que me vuelve errante,
Destino pospuesto antes
En la inmensidad de un grito que se calla
Que rompe pulmones desde adentro.

El cielo enmudece entre tonalidades pastel,
Soledad sin plurales compuestos
Busco la luna que se oculta entre mis dedos
Los puntos cardinales se vuelven borrosos
Mis manos se amotinan, se inquietan
Bailan a su propio ritmo,
Grietas en la piel y en la roca:
Un vals de ansiedad disfrazada en cordialidad.

IV.
Hay una tentación de agotamiento:
Dormir el sueño de los sordomudos
Respirar no basta si vives después de los cuarenta
Con metas depositadas en pedestales de aliento
De coctel y de estrafalaria condición mutable
Equilibrista en apuro,
Cuerda floja, caída libre:
Donde la masa vuelve, se arquea, se domina
Con una nota fina de figura vacilante
Que ronda el agua, la burbuja hipnotizante
Que se vuelve espuma y no respuesta.
Entonces se pincha todo, la sangre vuelve
Surge una humareda espesa
Con los dioses muertos,
Y la caligrafía expuesta de un nombre desnudo
Se entorpece y se borra en columnas de vapor

Hogueras infinitas en el borde del descanso
Cerrar los ojos y quebrarse por dentro
Mármol cincelado en su interior
Un cimiento que vacila en ondas sonoras,
Gitano enjaulado
Grito que se demora por ser escuchado
Y las hojas de un naranjo caen despacio;
Una a una en su paso estático
Que prolonga en madera y verde
El espanto de lo que duele cuando no importa.

V.
Hay tantos secretos en el agua
Gota cayendo en cámara lenta
Ondas de energía disolviendo la paz
Un instante de uno misma que pasa
Se arquea, con rumbo incierto
Timón y remo hablando lenguas distintas
Sin entender al viento y al agua
Propagando un babel de celofán
En los pliegues de mi infancia.
Hay tantos secretos con pasado y alarma
Historias de una sola mano erguida
Retumban en la sien;
Aturdido el cuervo, aturdido el búho que gira
Sin rumbo fijo por el hondo paisaje de enero.
Ahí me lo encuentro, le doy el pase
Lo acompaño por caminos de metafísica delirante
Construimos un refugio con palabras seguras,
Rompemos una cadena y hacemos hogueras
Con nuestros antiguos cuerpos
Los volvemos uno y cosechamos pan de fiesta
Celebración tardía, festín irregular de vocablos en desuso.
Corro la suerte del filántropo, horca y guillotina pretendida
Cascada con filamentos graduales de ansiedad
Que busca mi nombre, se lo apropia lo restriega y manipula
Con un súbito andar de caravana y tambores
Que vuelven y anticipan:
Un andar de trampa y desconsuelo figurado.

Hablamos de la fragilidad de la síntesis humana.

 

 
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