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Volumen 7, número 20  / Junio-Junio 2020  
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Libro de la fotografía * .

Ome Galindo
miguel.galindo1713@alumnos.udg.mx

(MÉXICO)

* El poema “Cuando el arte de la fotografía no resiste a la belleza de Instagram” hace referencia a tres fotos de Steve Mc Curry. La primera es “Pescadores, Weligama, Costa Meridional, 1995”. La siguiente es la famosa niña afgana retratada por Mc Curry cuando tenía 12 años, en junio de 1984 en el campo de refugiados de Nasir Bagh, durante la guerra de Afganistán. La tercera cuyo título se menciona en el poema, llevó un pie de foto en The Guardian que comenzaba así: "Era el año 1984, iba en un taxi conduciendo a través del desierto en Rajasthan en el noroeste de la India. Era junio, el mes más caluroso, y se levantó esta tormenta de arena...”

El segundo poema titulado “Punto de Vista desde la ventana en Le Gras” refiere a la fotografía más antigua que se conserva: “La cour du domaine du Gras”, tomada por Joseph Nicéphore Niépce en 1826, desde una ventana del tercer piso de su casa de campo en Le Gras, Saint-Loup-de-Varennes, Francia.

El tercer poema “Todo lo humano desaparece...” refiere a una exposición de los Daguerrotipos tomados entre 1839 y 1840, que siendo las imágenes más antiguas de México están en la colección Gabriel Cromer del Museo George Eastman de Fotografía, Rochester, New York

 

   
     

Cuando el arte de la fotografía no resiste a la belleza de Instagram

“Las buenas fotografías son aquellas que no puedes olvidar,
que permanecen contigo, aquellas
de las que aprendes, las que te cambian.”
Steve Mc Curry

I

Los pescadores de Weligama, ahora,
son músicos. Dirigen con largas cañas,
sobre zancos, la orquesta de las olas.

Por unos pocos dólares, posan
para turistas que quieren arrancarles
una experiencia de verdad: otra foto.

Fue ahí, en Sri Lanka donde sacó
Steve Mc Curry la foto original;
pero la palabra “sacar” es imprecisa,

no dice “pesca”, “miseria”, “guerra”.
Difícil definirlo, como si trataras
del océano retener una gota entre las olas.

¿Captó? ¿Algo inesperado? ¿Develó?
En concreto, los pescadores de los turistas
no existen -no existieron. Son sólo actores

entre la verdad de los peces y, alguna vez, 
un protagónico en la gran escena. Pero
una foto -¡tan bella!- es un dios que miente.

II

Sharbat Ghula, la niña afgana
tiene los ojos enormes, filosos
y con la amargura justa la boca
de una inteligencia engañada:
Un retrato es una cara decapitada. 

Pero ¡cuánto la foto puede inventar!
La llamaste “lo bello inesperado”,
en un laberinto de tiendas de campaña
y cientos de rostros de refugiados:
Una niña tan cerca de nada y todo.

No es menos cierto que el tiempo
lograste detener en ese instante,
sin arrugas, lejos del lento goteo
de los días y las noches, memorial
en el cielo limpio de las revistas.
En pose de monumento la dejaste
la vida entera, aunque debo decir:
después, desencantaste a la niña:
Ya esos ojos tenían otra cara
helada, envejecida, intraducible.
¿Qué cosa es una cara? ¿El retrato 
de un dios que ensaya su semejanza?
No sos ella, pero algo te pertenece.
Es la triste distancia entre el que ve
y el que mira, entre una y otra verdad.

III

“Tormenta de arena”, así lo llamaste.
Al borde de la ruta de Rajasthan,
siete mujeres en ronda se entrelazan.
A esos cuerpos los envuelven
chales y túnicas que flotan en el viento.
Apenas, una cara hay
de perfil, a punto de dar la vuelta.

Como uno dentro del otro, vemos
un segundo remolino de arena naranja,
entre las ramas secas de los árboles
(probablemente acacias) y al pie,
delante de toda la escena
las vasijas de barro: dos agujeros sin fondo.

Cantaban, eso escuchaste. “Algo religioso,
ajeno para mí pero angustioso”.

Lo inolvidable se esconde,
ocurre en los oídos.

 

PUNTO DE VISTA DESDE LA VENTANA EN LE GRAS,
SAINT-LOUP DE VARENNES

I

La decisión de este punto de vista
quedó sobre una placa de peltre
recubierta de betún de Judea.

Necesitó ocho horas de su tiempo
expuesta a la luz de esa ventana
sobre los techos,
insignificante y sin belleza.

El disolvente de aceite
de lavanda y el petróleo blanco
dejó ver  sombras,
coágulos y cicatrices:
los primeros olores de la luz.

II

Y esto dijo desde su lugar:
“No me muevo”  y no lo hizo
como no lo hace el árbol
que la tormenta quiere arrancar;
como no lo hace el mar
ni la recta que se cree infinita.
Sólo en la fijeza hay un reflejo,
algo que de ninguna otra forma
alguien podría haber visto.

III

Hubo que dejar congelado
el insignificante techo
sobre el que calentó el sol un día
de mil ochocientos veintipico.

No hay emoción alguna
sino un entusiasmo del ojo
por las claridades ahora borrosas.

La épica de la tecnología
sedujo el corazón del mundo.

IV

No se trata tampoco
de haber logrado la eternidad.

Su quietud apenas tardará un poco más
que nuestro vértigo histórico.

La duración dejó ahí una huella
abandonada a un costado,
como después de una fiesta.

V

Ni  la parodia obligada de la historia
puede cambiar este punto de vista.

Esta retícula intervino en la realidad
para inventarle otro idioma
y cualquier traducción será inútil.

 


TODO LO HUMANO DESAPARECE COMO EN UN DAGUERROTIPO

I

En el museo de México hay una serie de fotos.
Son del siglo diecinueve, cuando quince minutos
congelaban una imagen, creían, para siempre.

Queda entonces, ese  momento preciso, oscuro
resquicio, un punto más en la infinita fuga.

El puerto, la calle, la plaza aparecen, así,
deshabitados. Del perro, del carruaje,
de la mujer que vende fruta, del hombre de gorra azul
que entra a la catedral, todo lo que uno imagina
que se movió, corrió, anduvo y escapó
al irrefutable documento y a la falsa quietud.
Todo lo humano  ha desaparecido.

II

Cada cosa se ordena junto a otra: tu mano
junto al frío de la tarde, ahí, en la orilla;
encajan en un orden deseado, necesario.

Y sorprende que algo se salga del límite:
Esa mañana, en la fotografía, sentados en la arena
descubrimos un neumático a la deriva;
flotaba, borracho, sobre la superficie crespa...

¿De dónde llega? ¿Qué abandono
lo movió hacia la inutilidad?

El azul planchado de la superficie impuso
un negro brillante a su accidentada existencia.
Vimos -o quisimos ver-
la inocencia extraña de no encajar,
de no estar en el lugar donde
se debe ser todo lo que se puede ser.

Y me preguntaste, aún lo recuerdo,

¿lo que siempre queda queda fuera de lugar?

 

           
 
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