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e-ISSN: 1562-4072
  Volumen 7, número 19 / Enero-Junio 2020  
Revista electrónica semestral
de estudios y creación literaria
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Sonidos de soneto

Luis Antonio Beauxis Cónsul

   
 

Por gusto

Con sumo gusto escribo sobre el gusto
pues no hay, según se dice, nada escrito.
Por lo tanto, a las pruebas me remito,
intentaré decir lo que halle justo.

Son amargos las penas y el disgusto,
insulso el cuerpo de Dios en el rito,
fruto agridulce es el Amor bendito
y a vinagre nos sabe un gesto adusto.

En lágrimas la sal yo no quisiera,
prefiero de este mundo los placeres.
La miel de la salud no es duradera.
No sabes cuánto vives, cuándo mueres...
No confíes tener la vida entera.
¡Gusta comidas, vinos y mujeres!


Díptico de Santiago Apostol


I

Sobre el Pilar, María resplandece
con la Gloria Divina coronada.
En torno a ella se encuentra congregada
de fieles multitud que crece y crece…

Entre todos, Santiago se aparece;
en lágrimas su vista está anegada.
La Virgen le susurra, emocionada,
y el cuerpo del Apóstol se estremece:

místicas convulsiones lo sacuden,
su mirada es ardiente como tea.
Atanasio y Teodoro a él acuden.

Santiago está inflamado por la idea
y aunque sus compañeros mucho duden,
con voz de trueno anuncia: “¡Iré a Judea!”

 

II

A Iria Flavia llegó duro navío,
trayendo de regreso al varón santo
quien por amor, en vida, hiciera tanto
que es su memoria permanente estío.

Boanerges llamado, por su brío
que no menguó la pena ni el quebranto.
A su paso, las gentes, con su llanto
envían, hacia el mar, salobre río.

Jamás le ataron las humanas leyes
al predicar la Palabra Divina.
Viaja ahora en un carro con sus bueyes

para, al fin, reposar en la colina
a la que acudirán Obispos, Reyes…
¡Santiago y cierra España peregrina!


A María de Vargas 

Única hija del noble Juan de Vargas:
María, que es la niña de sus ojos,
bucles negros, piel blanca, labios rojos,
yace deshecha en lágrimas amargas.

La abruma la más cruenta de las cargas:
la enfermedad la redujo a despojos.
Nada han valido pócimas ni enojos,
las horas que le restan no son largas.

El pío Isidro ha sido convocado.
Ruega al Señor, postrado ante la cama.
Los ojos de la niña se han cerrado,
en derredor se ha desatado el drama.
“¡Vuelve, María!” el fiel ha reclamado…
Y ella dice: “¿Por qué Isidro me llama?”


El regreso

… y al fin, Juan Diego  retornó a Teruel,
tras todo un lustro de esforzada ausencia.
Venía henchido el cofre de opulencia
con los cien mil sueldos que había en él.

Ya desposada se encontró a Isabel,
cumpliendo de su padre cruel sentencia.
Muy feliz se sintió ella en su presencia
mas al marido impuesto le fue fiel.

Rogó Juan Diego: “¡Sólo dame un beso!”
Negó Isabel, con voz atormentada:
“No puedo ahora… ¡Debí dártelo antes!”

Amor y Honor abruman con su peso.
¡Desdichado! cual ella desdichada,
se unieron en su tumba ambos amantes.


El Monte de la ánimas

Internándose en el Monte y en la noche
Alonso fue a buscar la banda aquella,
que extravió Doña Beatriz la bella
quien le lanzó un injusto y cruel reproche.

La aventura encontró un luctuoso broche:
pues dio la Muerte fin a la querella,
dejando en la familia amarga huella
de tanta joven vida tal derroche...

Hay sucesos que son como la espuma
de las olas y no dejan memoria,
el tiempo los disipa cual la bruma
mas un noble adoptivo hijo de Soria
tornó inmortal, con su inspirada pluma,
de Alonso y Beatriz la triste historia.


Reina y amante

Doña Urraca está en lo alto de la torre
por su celoso esposo confinada,
mas al Amor no lo detiene nada
y Don Gómez González la socorre.

Es turbulento ese tiempo que corre:
la Sucesión se encuentra cuestionada
pero el Conde sólo piensa en su amada
¡que esa Pasión no hay cosa que la borre!

Fue tal su sentimiento, tal su afán,
lo cuenta la Leyenda (no la Historia)
la Reina y aquel que fuese su galán,
que en Candespina hallase muerte y gloria,
unidos de la mano siempre van
paseando por las calles de Soria…


Soria sublevada

Alguien planteó, de forma muy honesta,
jamás podrás decir: "En Soria he estado,
sin sentir la presencia de Machado”.
Lo recordaba y trepaba la cuesta

por la ciudad del arco de ballesta
cuyo cielo, que estuvo despejado,
se arropaba en capote apizarrado
y amenazaba con aguar la fiesta.

Ni bien crucé el portal del camposanto
los nubarrones se tornaron llanto
y pañuelos los tejados de Soria.
Al fin, el sol se abrió, como una flor,
bañando con destellos de su gloria
la rosa en la tumba de Leonor…

Plaz Mayor

Donde nace la calle del Collado,
bien apoyada en la sólida silla,
se alza la efigie de aquella chiquilla:
Leonor Izquierdo, amor de Machado.

En la silla no está Antonio sentado
y no ha mediado entre ambos cruel rencilla.
La razón es bastante más sencilla:
él, frente al Instituto, fue emplazado.

Mas no abandonan la esperanza arcana
de alcanzar algún día el mayor goce
(día que bien podría ser mañana)
y mientras el reloj les dé las doce,
con ambos campanillos repicando,
Antonio y Leonor juntos… ¡bailando!

 

Elegía

Me he despertado y sigo de vigilia
en Nueva York ¡cinco de la mañana!
Con un libro  me acerco a la ventana,
febril, mi mente el sueño no concilia.

Un poema de Diego para Emilia:
una tierna elegía por su hermana,
en el libro de esa España lejana
que hace tiempo me enviara mi familia.

Leyéndolo vuelvo a sentirme niño:
el monte, el Duero, el sol, el aire puro...
dando lumbre a la hoguera del cariño

donde antes estuviese todo oscuro
el cielo se me enciende en mil y un rojos,

vuelvo a dormir, con llanto entre los ojos...

 

   
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