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Volumen 8, número 21  / Enero-Diciembre 2021  
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Antuán.

Glen Chavez


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Antuán [1] abrió los ojos debajo del árbol donde solía subir con sus amigos en las tardes… ese árbol era más que su cuartel o centro de reuniones para elaborar planes pueriles, era un verdadero refugio.
            Antuán es de cuna pobre, su madre trabaja dando limpieza a los baños y pasillos de un hospital, su padre es voceador, pero en realidad no tiene ninguna ganancia de su oficio… es alcohólico… el Árbol representa para Antuán el lugar donde nadie más que sus amigos saben de él… ahí se esconde de su padre, de su madre y… se esconde.
            Para su edad ha vivido en situaciones exageras, nadie en su cabal juicio imagina a un niño viajando en laberintos semi-oníricos producidos por efecto de inhalar solventes. Esta es su fuga real y el árbol es su plataforma de despegue, sube hasta la copa y toca el cielo, los astros se multiplican, mil lunas y en cada segundo una más, hasta que se encuentra sumergido en un fondo blanco-amarillento, nada alrededor más que él y su creciente inundación de espejos, conoce los océanos sin verlos, juega con las nubes, pero principalmente olvida los fuertes golpes que su padre da con una tabla a él, a sus hermanos y a su madre, ¡Pobre de su Consuelito! Antuán podría recibir diez mil azotes, pero sólo uno que recibiese su progenitora representaba el dolor más infinito.
            Antuán despertó debajo de aquel árbol donde subía con sus amigos en las tardes, no supo la hora, pero creyó que era muy tarde porque despertó envuelto en el frío que solamente expresa la alborada.
            Abrió los ojos y sus camaradas, ya lo habían abandonado…
            -Por qué se marcharían… torpes.
se puso de pie inmediatamente y corrió hacia casa, esta vez el camino se hizo tan, tan largo, quizá porque tenía miedo de llegar y enfrentarse a las manos del voceador armadas con la tabla de castigo, o quizá peor, que el hombre en su arranque de furia hubiese golpeado a Consuelito… Por fin llegó, la acción de siempre era observar por la ventana para aseverar que podía omitir los golpes o regaños, pero esta vez fue muy extraño, la casa se veía desolada, pareciera que su padre y los demás habitantes se hubiesen negado a llegar o a estar. Rodeó la casa y miró por la ventana de la habitación que comparte con sus otros cinco hermanos.
            La sorpresa fue mayor ya que en verdad no había nadie, la habitación se encontraba en ausencia de elementos… esto causó más extrañeza al chiquillo, aunque decidió aprovechar la situación e instalarse en su cuarto y dormir, o al menos fingir que lo hacía por si llegaba el padre.
            En no mucho tiempo, el sol baño las ventanas, Antuán abrió los ojos y fue aún mayor su sorpresa, en la casa no se oía ningún ruido, solamente un sollozo que parecía provenir de la habitación contigua… reconoció el tono inmediatamente, era el llanto de Consuelo, sigilosamente se acercó, entro en el cuarto y a piso de cama preguntó:

            -¿Qué pasa madrecita?

            Pero pareciere que su voz no produjo ningún eco, Consuelo sin siquiera inmutar prosiguió el llanto… la falta de atención era común, así que Antuán salió nuevamente de la casa. Ese día fue distinto, no sintió necesidad de ninguna sustancia, todo era tan hermoso, descubrió el mundo como una verdadera obra de arte, sol radiante, cielo azul profundo e incluso sintió que sus pasos eran tan ligeros que sentía volar, sí, volar es el verbo adecuado, ese día Antuán literalmente voló.
            Después de mucho tiempo, ese día decidió no visitar la basé ni al tropel, en cierta forma fue mejor o no sé, eso pienso.
            Cuando la luna mostró su primer reflejo, Antuán decidió volver. El camino aunque era el mismo, fue un paisaje muy distinto… llegó a casa y aunque hoy no tenía motivo para espiar, decidió como siempre frenar bajo la ventana y observar… todo era confusión… llantos, gritos, desconcierto, la angustia era la atmósfera que oscurecía el escenario… es curioso, el corazón debió latir a mil pulsos por minuto, pero él no sintió esa taquicardia característica que provoca el miedo, volvió a asomarse y divisó una caja ocre al centro de la sala… una caja fúnebre, sí, una caja pobre de ornamentos, pero era fácil distinguirla…
            Mil ideas se extendieron en la mente del chiquillo, Consuelito estaba exenta, recordemos que la vio en la mañana, los hermanos… no lo creía…
            -El voceador… ojalá y fuese él…
se repetía una y otra vez, decidió despejar dudas y entrar sin que nadie lo viera, y pareció que así fue, nadie mostró atención hacia sus pasos,
            -Sí
pensaba Antuán
            -Debe ser el viejo…
llegó presto al costado del ataúd y aguardó a tener valor para mirar por la escotilla que permite ver el rostro del cadáver… lo hizo, por fin lo hizo… pero sus ojos no proveían crédito…era como un espejo, el rostro era su rostro…centró entonces su atención en la voz colectiva, que decía:
            -Pobre chiquillo, lo encontraron bajo un árbol, creo que se desplomó y del golpe se murió instantáneamente, ojalá y que su alma este con dios y no ande penado por ahí…

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[1] Así aparece el nombre en el acta de nacimiento, lo correcto sería Antoine.

 

 
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