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Llama.

Tania Castro
tania.9606@gmail.com
(MÉXICO)

Calma. Pureza. Paz. Luz. Esperanza. Vida. Poder. Inestabilidad. Soledad. Peligro. Muerte.
            Te han dicho que eso representas. Te sientes segura de ti, no solo es lo que representas, es lo que eres. Capaz de mantener con vida un cuerpo que sufre con el frío aire de invierno, capaz de arrebatar una vida con una llamarada que lo envuelva. Tienes brillo propio, te mantienes en tu postura, pero el mundo no te deja en paz, todo a tu alrededor parece querer apagar tu alma. Tú te adaptas a tu entorno, bailas al compás del aire que te rodea, te camuflas con el azul del mar y el amarillo del sol. Necesitas espacio propio, libertad, casi rozas en el límite de la soledad. Entonces te da miedo, miedo de que nadie se acerque a ti por temor a quemarse, que solo te admiren de lejos pero no se arriesguen a perderse en tu aparente estado de calma. Tu halo luminoso se ensombrece, ya no solo es delicadeza lo que prevalece en tu alma, sino fragilidad, vulnerabilidad, lo efímero de la existencia. Tus recuerdos te atormentan, la melancolía te abruma, tus anhelos se vuelven ceniza. Te miras en un espejo, ves la llama de una vela, observas las sombras que se reflejan del otro lado del espejo. Te mueves y ellas se mueven contigo, te siguen, te envuelven, te manipulan, pierdes el control, sientes un incendio en tu interior. Una ráfaga de aire se cuela por la habitación, pero tú no cedes. Otra ráfaga entra, esta vez sientes cómo te debilitas. Te miras al espejo una vez más, la llama se está apagando, sientes frío. Esta vez no temes estar sola, esta vez estás lista para enfrentar los cambios radicales de tu existencia. Te das cuenta que tú eres aquella vela, que tu vida se está esfumando, que se escapa de entre tus manos y no puedes hacer nada para evitarlo. Así que te dejas ir con el viento, y aunque tu llama se apague, dejas los rastros de tu existencia en aquella vela que te sostuvo a lo largo del camino, aunque para los demás seas una flama extinta más.

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