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Volumen 7, número 20  / Junio-Junio 2020  
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Curriculum vitae.

Vianey de Jesus Mendoza Ruelas
Vianeymendoza2016@outlook.com

(MÉXICO)

   
   

Llegar a los 30 con plenitud no es cuestión de suerte, es más bien cuestión de éxito que según la sociedad, ya marca todo en tu vida.
            Cuando tienes 30, ya debes poseer una familia o por lo menos una pareja, tener hijos, un trabajo estable, una trayectoria bien realizada, haber besado a más de una boca, unos zapatos formales, un traje sastre, y madurez… por lo menos.
            ¿Y si no es así? y si te pasaste la vida aprendiendo teorías sobre la sociedad y el comportamiento de la humanidad, cuando lo único que en verdad deseabas era escribir poesía sobre cada fragmento del universo, y si nadie se fija en ti… ¡fracasaste!
            El lunes llevaré mi curriculum vitae a un lugar lleno de gente con futuro, grados académicos y formalidad.
            El lunes mi vida entera cobrará sentido, porque lo dice el horóscopo de la mañana, porque esta es mi gran oportunidad para borrar todos los errores del pasado, y tener por fin una fotografía de éxito para las redes sociales cerrándole la boca a todos esos que me dijeron que fracase…seguramente así será y ese día mi madre llena de emoción dirá:
            –Que te vaya bien hija que te acompañen todas las cosas buenas que te enseñe, que la ansiedad no te gane la batalle, que seas capaz de dar tus propios pasos, que nunca te avergüence todo el tiempo que te costó caminar hasta tu meta, y que aunque envejezcas recuerdes siempre lo mucho que te quise siempre.
            Pero volvamos al punto, el lunes llevaré la frente en alto, cada paso que dé irradiará grandeza, si es que no me tropiezo con los tacones que nunca aprendí a usar, ¿para qué? Por mi estatura no los necesito, pero las revistas de moda de mi hermana dicen que dan formalidad, y yo tengo que encajar, mi título universitario debe ocultar las lágrimas, los defectos, todas las veces que perdí la fe, y que me recosté maldiciendo no haber sido elegida para bailar, y que me hayan dejado plantada a los diecisiete por una de veinte.
            El lunes el reclutador me recibirá con una amable sonrisa, y preguntará seguramente porque elegí estudiar mi carrera y aún no un posgrado, y yo seguramente contestaré lo que me grabé toda la noche anterior porque las normas sociales lo dicen, ¿o no? El camino más fácil no siempre es el mejor.
            Mi profesionalidad solo mostrará lo necesario en la entrevista, aunque en realidad desearía gritar “cuanto extraño a mi padre, y el pequeño cachorro que murió dos meses después de que él cerró sus ojos, que mi mejor amigo se quedó esperándome para llevarlo a un paseo cuando más triste estaba antes de morir”, ¡no señor!, eso se debe ocultar muy bien, me lo enseñaron las reglas de protocolo de la universidad y Los poemas de la Oficina de Benedetti.
            Y el martes…el martes yo seré una persona nueva, agotada de éxito, y con un mejor léxico. Seguramente encontraré al hombre ideal, y querrá formar una familia conmigo y nunca le pasará por la cabeza abandonarme por una persona que no olvide el televisor prendido para poder dormir sin ansiedad.
            Cuando salga de ahí, caminaré con el pasado atrás, mi folder y mi curriculum vitae impecablemente redactado, seguramente las víboras envidiosas de mis vecinas me verán con recelo y dirán:
            –Ahí viene por fin la solterona que no dio una, pero que ya tiene un trabajo estable como licenciada en…
            Que importa, lo importante es disfrutar que se siente poseer algo que los demás desean, y que ahora por azares del destino es solo mío.
            Y bien dejémonos de soliloquios y argumentos falaces, ahora sí, la mediocre por fin logró algo importante en su vida, mi adorable familia que siempre estuvo al pendiente de mi miseria tendrán que reconocerlo, mis tíos y mis primos tendrán que aceptarlo: de amor a lo que haces si se vive y mis zapatos combinarán perfectamente con los libros que leí, y mi bolso será elegante como el maniquí del aparador, más le vale que sea así, porque lo tendré que pagar a 12 mensualidades y no hay cambios ni devoluciones…
            Llegado el lunes, me recibió un hombre de aspecto formal, y con corbata. De hecho, éramos varios los que apostábamos por la vacante, y nos miramos de reojo y con recelo; seguramente la mayoría de los que estaban ahí, ya conocían al amor de su vida, tenían amigos que nunca olvidaron invitarlos a sus fiestas, y nunca los dejaron plantados por no ser divertidos –volvió la ansiedad– pensé al ver mis manos sudorosas y temblando.
            –Adelante maestra, podría por favor decirme por qué desea el puesto, hablarme un poco de su trayectoria profesional y su persona, podría hablarme de lo que contiene su curriculum vitae
            –Claro que si con gusto:
            “Aprendí de memoria los versos de Villaurrutia y Baudelaire, antes que la estructuración de un organismo y con ello me gané el derecho a la rareza.
            En mi familia me enseñaron cosas fundamentales: a dar la mano como símbolo de fraternidad, y de miedo a nunca ser aceptados, a repartir la cena de navidad tan perfectamente que alcanzara para ocultar los resentimientos, y a dejar tomar asiento a las personas con todos sus rostros y todos sus abismos, a seguir una religión que nunca entendí, y a comprender que un día tenía que morir.
            No tengo deudas hipotecarias, solo algunas que no se pagan con dinero, no tengo hijos, éxitos, ni prudencia, no se fumar, bailar, ni beber, acumule algunos diplomas y calamidades, entre otras cosas valiosas. Nunca he dominado la física ni las calles sin salida, los halagos, el amor y las ganas de llorar. Planeo perfeccionar mi ortografía, perder la razón, ser autentica sin una gota de honestidad, no aislar a los demás con mi rareza y sentarme a contemplar mis últimos años en el nosocomio de mis tristezas.
            Quiero agregar para finalizar que odio las flores, que aprendí más cosas en la oscuridad del camino y en los libros, que en los cursos para perfeccionarse uno mismo, que me titule con honores, para vencerme a mí misma sin rencores y renovar mis temores…creo que poseo el perfil adecuado para no lograr algo transcendente en la vida”.

 

     
           
 
 
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