Departamento de Letras
Departamento de Estudios Literarios

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e-ISSN: 1562-4072
Volumen 7, número 20  / Junio-Junio 2020  
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    Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades    

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Extremos.

María Fernanda Rojas González
130198fer@gmail.com
fersi_linda@hotmail.com

(MÉXICO)

   
   

Entro a la sala, la luz es sumamente brillante, me encandila y para acabarla las paredes son blancas, hay un escritorio, el doctor me espera mientras revisa su libreta.
            El escritorio es de madera, no parece estar manchado desde aquí, pero tiene tenues líneas en desorden, ¿querrán decir algo?, no sé, hay dos sillas en el escritorio, ¡detesto los hospitales!
            Nunca se sabe qué clase de personas estuvieron sentados en estas sillas, con quién sabe qué enfermedades, las sillas son negras su color no me permite diferenciar si en realidad están sucias, así no puedo determinar en cual es preferible sentarse, ¿cual estará más impía?
            Reviso con la mirada el cochón negro que las recubre, ¿cuál se ve menos desgastado?
            Comparo rápidamente con la mirada, mis ojos van de una a otra, ¿Cual estará menos usada?
            Esta, ¡NO!, Esta mejor ¡AHHH! ¡Ya no sé! Una está más derecha que la otra mm... Al percibir mi presencia el doctor levanta la mirada, me siento rápidamente en la de la izquierda la más derecha, me recrimino tal vez no era la adecuada, ¿Y si un enfermo se sentó aquí? Mis pensamientos me causan escalofríos, siento mis pensamientos encima de mí, respira Grun, respira, calma.
            — ¿Estás bien? —El doctor irrumpe mis pensamientos con sus palabras, me ve con una mirada bastante crítica.
            — ¡Sí! —Me apresuro a contestar.
            ¿Seguro?, —Si —respondo de nuevo más despacio.
            — Bien, ¿Cómo has estado Grungreen?
            No quiero mirarlo.
            —Bien —le contesto viendo fijamente el escritorio.
            La verdad es que es mentira, no he estado bien, nada bien... pero él no me entendería me tomaría por loco, ¡NO!, no puedo hablar de ello.
            —Muy bien, ¿Has estado tomando tus medicamentos?
            —Si —respondo, sigo mirando el escritorio, siento los pies y las manos calientes, mis manos sudan bajo mis guantes.
            — ¿Hay algo de lo que me quieras hablar?, ¿algo que me quieras contar?
            Mm... tal vez sería bueno... me quedo en silencio pensando unos segundos.
            — ¿Grun? —Me apresura el doctor.
            —No, todo está bien —respondo.
            —Bueno, ¿Qué te parece el consultorio?, es nuevo de hecho eres mi primera consulta aquí, me cambiaron de salón, y me gustaría saber que opinan mis pacientes del cambio.
            —Mm... Se ve bien, supongo que es adecuado.
            —Si es bastante amplio, pero bueno me alegra que no te desagradara, y bien, ¿cómo te ha ido, te vez un tanto más delgado? ¿Has salido a caminar como te recomendé?
            —Pues algunas veces... pero prefiero quedarme en casa.
            —Pero siempre es bueno tomar un poco de aire fresco, ¿Has hablado con amigos?
            —Si a veces... Pero bueno doctor gracias por todo, pero me tengo que ir tengo pendientes en casa y no quiero quitarle más el tiempo, yo estoy bien —le digo mientras me levanto con cuidado, evitando tocar el escritorio.
            —Grungreen, espera aún no hemos terminado la terapia, ¿de verdad estas bien? Sabes que puedes confiar en mí, estoy aquí para ayudarte.
            —Estoy bien.
            —Bueno te voy a dejar salir temprano esta vez, pero sabes que si te sientes mal mi teléfono está 24 horas disponibles, te espero la próxima semana, toma tus medicamentos y trata paulatinamente de salir de tu casa.
            —Sí, doctor —Salgo de la sala.
            Porque tiene que hacerme tantas preguntas, Seguro ya lo sabe, me vio tardarme en sentarme en la silla, esa mugrosa silla salida de quien sabe dónde y todo por su culpa, si termino enfermo será su culpa, el me obligo a sentarme con su mirada crítica y pues tengo que aparentar ser más normal, no quiero terminar encerrado con gente que seguramente no tienen idea de lo que es la higiene siento nauseas solo de pensar en compartir el baño con tantas personas enfermas, ¡NO! Definitivamente no quiero acabar así.
            Salgo de la sala hay gente esperando su hora de consulta siento como todos me observan sus miradas me incomodan, porque tienen que observarme tanto, trato de disimular tranquilidad y camino lo más normal posible hacia la entrada de la clínica, al fin logro salir, porque hay tanta gente, pasan muy cerca de mí me empujan no soporto esto la gente parece no darse cuenta de que están invadiendo mi espacio, rozándome con sus sucias e infectadas ropas, trato de esquivarlos, pero no puedo evitar que me toquen, ¡ya no soporto esto!
            Comienzo a sentirme mareado—Respira, Grun, respira —me repito a mí mismo, no pasa nada, tu camisa de manga larga te cubre hasta el cuello solo han tocado tu ropa, aun tienes oportunidad de estar limpio, imagino llegar a mi casa cambiarme de ropa, tirare estos trapos contaminados, conseguiré ropa nueva aún hay esperanza, solo tengo que tener cuidado al cambiarme de que la parte de afuera de la ropa no toque mi piel, sigo avanzando, veo el suelo groseramente manchado de aceite, lo que me faltaba, no puede ser estos son mis tenis favoritos de que extraño lugar procederá este aceite, —Respira Grun respira —me repito de nuevo, solo son unos zapatos total ya conseguiré otros... sigo caminando, la calle esta mas vacía, tomo espacio de la gente, trato de ir por los lugares más vacios, camino y sigo caminando veo el suelo piso los pedazos de pavimento más decentes, estoy justo fuera de mi casa cuando me exalto al escuchar un murmullo detrás de mí, demasiado cerca para mi gusto, me volteo aterrorizado, me encuentro con una mezcla de cabello rojizo y ojos marrones.
            — ¿Grungreen?
            Me cuesta trabajo enfocar su rostro solo puedo ver sus tupidas pecas, regreso a sus ojos son grandes y marrones como los de una muñeca de porcelana, tal como los de la chica que me defendió aquella vez cuando los siniestros chicos se burlaban de mí. Pero... cuál era su nombre mm...
            — ¡ERES TÚ! —dice la chica pelirroja mientras que se lanza inesperadamente a rodearme con sus brazos.
            Me paralizo siento como mis pies quedan plantados en la tierra, ¡¿Qué hago?! Tranquilo Grun respira —Me repito en silencio.
            De repente la chica me suelta y se aparta un poco.
            — ¿Grun? ¿Estás bien? ¡Parece que has visto un fantasma! ¿Qué no me recuerdas?
            Escucho sus palabras pero mi mente está paralizada —Amm si... Hola, amm...—digo torpemente, no logro recordar su nombre.
            — ¡Ah! A que no recuerdas mi nombre, hay Grun ¡soy Rouse! –dice la chica pelirroja con una gran sonrisa, mostrando sus sospechosos dientes blancos, mientras en mi mente se reproduce la misma sonrisa, pero en una chica más joven.
            —Oh Rouse.
            — ¡Sí!! Rouse! de la primaria, vamos Grun, ¿Apoco has visto a tantas pelirrojas para no recordarme?
            —No, no es eso es que me sorprendiste... si te recuerdo (en realidad no recuerdo mucho de ella).
            —Menos mal, comenzaba a preocuparme imagínate lo rara que me vería abrazando a desconocidos, ¡me alegra que seas tú! De lejos lo dude, pero tu playera de manga larga y cuello largo te delato, sigues llevándola tal cual que en la primaria.
            —Sí, me protegen del sol... bueno me alegro verte Rouse, pero tengo que entrar no he comido.
            — ¿Me dejaras a fuera? —pregunta fingiendo exageradamente una cara de tristeza.
            —Am es que la casa no está muy limpia —me apresuro a decir tratando de evitar que insista en querer pasar.
            —No pasa nada, te ayudo a limpiarla a parte, yo tampoco he desayunado —dice mientras da un paso hacia mí, instintivamente doy uno para atrás me estrello contra el barandal llamando la atención de los vecinos que van pasando y siento su mirada pesada sobre mí, ella ríe.
            —Tranquilo, no muerdo, mira que si no quieres hoy no pasa nada, volveré luego, me dio gusto verte Grun espero me permitas visitarte más seguido.
            —Sí, estaría bien respondo.
            Antes de que pueda esquivarla me abraza y besa mi mejilla, quedo inmóvil.
            —Adiós Grun sonríe y se aleja.
            Pasan minutos hasta que recupero de nuevo el movimiento siento acido en la garganta y mi espalda tensa, ¡¿Porque tenía que acercarse tanto a mí?! Siento mi respiración acelerada entro deprisa a mi casa, me quito la ropa la tiro en la basura, me baño a detalle tallo mis mejilla con especial atención una, dos, tres, 20 veces hasta que me arden, tres horas después salgo de bañarme, me pongo ropa nueva, tomo mis pastillas y me recuesto en mi cama, los pensamientos alrededor de la chica no me dejan en paz, siento que hay algo importante que no logro recordar, al rato me quedo dormido.
            Tengo ocho años, los niños se burlan de mi cantan ¡Grun está loco, Grun está loco! Y ríen.
            Rouse me abraza —Tranquilo Grun, respira —me dice Rouse la chica pelirroja que va conmigo a todos lados.
            De repente estoy en mi vieja habitación, mi madre habla con mi padre afuera.
            — ¡Es tu culpa! ¡No debiste tomar tantas pastillas! Por eso nuestro hijo esta así —oigo gritar a mi padre.
            Mi mamá entra al cuarto, me abraza amor necesito que estés bien, mira no puedes seguir hablando solo.
            —No hablo solo, tengo una amiga te lo he dicho es Rouse.
            —Cariño, Rouse no existe.
            De pronto estoy en el baño, lavo mis manos intensamente, las tallo fuertemente hasta que me arden entonces despierto restregando mis manos una contra la otra, están rojas y me arden, estoy bañado en sudor, siento nauseas me levanto y vomito devuelvo todo hasta que no sale nada, los espasmos de vomito siguen ahí pero no sale nada, me baño de nuevo.
            “Rouse no existe” esas palabras me atormentan toda la noche, duermo hecho un ovillo a la semana siguiente el día indicado llego al psiquiatra.
            Estoy de nuevo sentado en la sala del escritorio de madera en la silla más derecha de color negro, el doctor me mira críticamente
            — ¿Hay algo que quieras contarme Grun? —pregunta
            Tal vez debería... NO, no puedo contarle, no lo entendería.
            —No, nada estoy bien —le respondo mientras miro fijamente el escritorio.

 

     
           
 
 
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