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Los Tres Pilares
Osiris María Echeverría Ríos
Estoy sola, nadie vendrá por mí y a nadie le importo. Mis compañeros dicen que estoy incompleta, que me falta algo o quizá debo ser un modelo distinto a ellos porque no soy normal, no como ellos. Pero aun así ellos son lo único que tengo, sus charlas y gestos es lo único que existe y a pesar de eso, estoy sola.
A veces pienso que ellos son los que no me entienden porque dicen que no debemos parecernos a la gente que vive en el otro planeta, porque somos muy diferentes, nos bastamos solos y no necesitamos de nadie, ni de nada. Y quizá tienen razón, porque nosotros no moriremos nunca, a menos que nos programen para ello o nos desgastemos con el tiempo, entonces comenzamos a fallar y por último nuestros ojos se cierran.
Aquí todos dicen que ellos mueren de la misma manera, aunque las causas de su muerte sean diferentes, todos al final dejan de moverse…funcionar, y no pueden ser reparados, ni revividos, que por más que lo han intentado, simplemente desaparecen y eventualmente son olvidados. Ahora que lo pienso es un final muy triste el no poder salvarse así mismos, pero a pesar de eso, ellos y nosotros somos muy parecidos.
Mis compañeros dicen que para ellos la muerte es un proceso muy natural como la vida misma y… ¿qué es la vida?, supongo que ellos tienen todas las respuestas; en nuestro planeta todos saben estas respuestas, fueron programados para ello, pero yo no, yo lo estoy aprendiendo de poco a poco a los que pasan por aquí.
Muchos me miran con recelo y otros tantos ni siquiera se inmutan, su reacción depende de su programación y lo que hacen cada día que pasa también depende de eso. Yo pienso que debería ser por las decisiones que toma cada quien, por eso los envidio, porque ellos a diferencia de nosotros pueden hacer lo que quieran, pueden decidir por si mismos qué quieren ser y qué quieren hacer y juegan a ser Dios.
Por el contrario, nuestros dioses son ellos porque son nuestros creadores y los de ellos es alguien desconocido que tiene varios nombres, lo cual a todos aquí nos confunde. Al mismo tiempo, tampoco entendemos cómo nuestros creadores pueden ser todos distintos, ninguno de ellos es igual a otro. A diferencia de mis compañeros que suelen tener a otro que es idéntico a ellos mismos y con quien pueden entablar conversación e incluso intercambiarse partes, repararse entre sí y demás cosas. A veces los veo acompañados con sus iguales y me preguntan si no tengo compañía o dónde está mi par idéntico.
Pero la respuesta es la misma de siempre, todos los días que pasan me encuentro sola, a pesar de que mis compañeros andan juntos, aquí la compañía no es necesaria y al final del día cada quien está solo y sin embargo estoy segura que hay algo en mí que desea encontrar a mi igual.
A pesar de ello, los días aquí no se detienen, y el paso del tiempo continua de la misma manera, mis compañeros pasan seguido, me saludan cuando me ven recargada sobre el marco de la ventana y se van a hacer sus labores.
No obstante, yo sigo en el mismo lugar de siempre porque el programa que tengo no especifica lo que debo hacer, tampoco quiero moverme de mi lugar, es un tanto extraño, ellos están esclavizados desde que comienza el día. Con sus actividades haciendo lo mismo que la gente del otro planeta les decía y reconstruyendo lo que dejaron olvidado. Y yo por el contrario no encuentro un motivo o un objetivo para dejar este lugar, y siempre me preguntó: ¿por qué no me crearon como ellos?, ¿qué hay de malo en mí?, ¿es que no funcionó correctamente?
Luego pienso otra vez en el lugar donde me encuentro, en una pequeña casa en medio de varios escombros cerca de donde aterricé la primera vez que llegué a este planeta. No estaba habitada cuando salí del lugar donde mi nave quedo inservible. Cuando me rescataron el anciano del lugar apenas podía creer que hubiera salido ilesa; a diferencia de mi transporte, cuando me lo dijo, yo apenas entendía de lo que hablaba, aunque suelo aprender demasiado rápido, no terminaba de comprender por qué estaba tan sorprendido.
Yo le digo anciano por su aspecto, pero aquí todos dicen que realmente es el ocupante más antiguo de este planeta, muchos dicen que ellos se olvidaron de él cuando los tres pilares se hicieron trizas. Aquí nadie ha visto las ruinas de los pilares, al parecer es una cosa prohibida.
De hecho, últimamente ya nadie viene a este planeta, mis compañeros dicen que la gente del otro planeta lo contaminaron tanto que no es apto para la vida, que vivimos entre sus desechos y nos mandaron aquí porque nosotros somos inmunes a la contaminación.
A pesar de ello, la casa donde me encuentro es lo único que tengo y aunque hay muchos artefactos que no son necesarios para mi o mis compañeros, los conservamos y reparamos por la gente que vive en el otro planeta. Estas acciones son lo único que he imitado de mis compañeros, quienes mueven la cabeza negativamente cada vez que lo hago mal. Eso no me pone triste porque estoy segura que un día de estos mejoraré…
De pronto, ensimismada en mis observaciones del proceso que trato de realizar lo más perfecto posible, se escuchó un estallido a lo lejos, volví a mirar hacia el campo de aterrizaje, la explosión había sido muy fuerte y por un instante me olvidé de mi soledad, tal vez desaparecería si iba al encuentro de quien acababa de aterrizar.
Pero algo me detenía, en mi interior dos fuerzas luchaban, aquello era nuevo para mí porque no sabía quién ganaría, las dos eran muy poderosas. De repente ya no me importó y tuve la esperanza de encontrar otro como yo, alguien que fuera mi compañero, para ser finalmente igual que todos los demás.
Tenía que correr el riesgo, dejar mi inseguridad por un momento y ¿si necesitaba de mi ayuda?, después dejé de pensarlo y comencé a correr a través de las ruinas y las naves destrozadas. Debía salvarlo de aquel caos, ¿estaría tan confundido como yo cuando llegué?
Corrí más rápido y cuando lo hacía sentía el largo y desordenado cabello morado golpeando mi espalda, al llegar abrí la nave sin dificultad, aquella era un modelo incluso más reciente a la mía y me recordaba la forma de una bala: lisa, sin un rasguño y del tamaño perfecto para transportar a una persona del otro planeta.
Adentro en efecto había alguien…no había visto otro igual, ¿sería otro prototipo como yo? En el asiento la figura que observaba era del género masculino o al menos ese aspecto tenía. Su cabello era corto y castaño claro y sangraba copiosamente de la frente y me pregunté: ¿por qué no había visto sangrar a mis compañeros con anterioridad?
Pasaron varios días en los que yo estaba a su lado observabando su estado inconsciente y junto conmigo estaba el anciano cuidándolo también. Yo había dejado por un tiempo la casa y las lecciones que mis compañeros me daban, a pesar de ello, nadie parecía preocupado, ni me echaba de menos.
Trate que el olvido de mis viejos compañeros no me afectara y enfoque toda mi energía en el recién llegado. La verdad era que esperaba mucho: quería que cuando abriera los ojos me reconociera y me dijera que ya no estaría sola.
Así todas las noches le hablaba, mientras estaba en aquel estado y el anciano sólo movía la cabeza negativamente, sin entender en lo más mínimo lo que hacía para momentos después argumentar que los nuevos modelos eran cada vez más incomprensibles para él.
Aquel viejo nunca nos contó por qué los habitantes del otro planeta lo habían dejado. Lo único que sabíamos era que le tenía miedo a los Demonios, los cuales nosotros nunca habíamos visto. Era algo gracioso cómo uno de los pobladores más antiguos del lugar le temiera a algo que solamente se encontraba en las leyendas de la gente del otro planeta, tal vez era porque así lo habían fabricado. Aunque también era tonto creer en ello porque nosotros no tenemos alma, ellos no nos pusieron alma y me preguntó por qué.
Mis compañeros dicen que ese también es un tema confuso porque se habla del espíritu y el alma…y de Dios. Casi siempre al final del día terminaba invocando a un Dios que no me tocaba adorar, solamente contemplar de lejos porque nuestros verdaderos dioses estaban a miles de kilómetros de distancia.
De pronto un día en que el anciano y yo estábamos tranquilamente sentados frente a su casucha extrañamente limpia en medio de aquel cementerio de naves convertidas en lápidas plateadas, doradas, blancas, azules y entre ellas la mía y la de él, escuchamos ruidos procedentes de la casa, primero en menor intensidad, después más fuertes hasta que nos levantamos, pero cuando nos disponíamos a entrar, él apareció en la puerta. Era como si nada le hubiera pasado, y únicamente aserto a decir:
- Debo irme- Su voz sonó fría y sin ánimo de agradecernos lo que había hecho por él. Aunque no podía culparlo tampoco, pues era imposible que supiera que nosotros lo habíamos cuidado.
En ese preciso instante el encantamiento se rompió, el anciano me miró entonces para decirme que era mejor que me marchara, que tenía que hacer su trabajo. Mientras tanto él nos miraba sin perder detalle, pero yo no dije nada, únicamente asentí y di media vuelta para irme.
El camino no fue largo, lo que sentía eran mis esperanzas resquebrajándose lentamente, una a una hasta que no quedo nada. Al llegar a casa todo estaba exactamente como lo había dejado, nadie había llegado y supuse que nadie vendría tampoco, como siempre sería.
Me asome por la ventana y me dio la impresión que estaba sola, más sola que antes. Nada había cambiado a mí alrededor, las mismas caras, las mismas preguntas y las mismas respuestas. Mis compañeros pasaban frente a mi ventana como de costumbre y me saludaban a veces solos y otras veces acompañados y de alguna manera me sentí aún más alejada de su existencia.
Volví la espalda a la ventana, era inútil, jamás los entendería y recomencé el arreglo de un pequeño broche en forma de rosa, la cual en el centro contenía un diamante. Estaba dispuesta a aprender el oficio y olvidarme de mi soledad; además mis compañeros me habían explicado que al parecer el dueño anterior de la casa se dedicaba a la joyería, por lo que era un motivo para aprender aquello.
Un oficio muy antiguo según decían y yo les creía, ¿qué otra cosa podía hacer si mi base de datos no contenía nada?, excepto por las cosas que me habían dicho desde mí llegada a este planeta; entre ellas, cómo eran los pobladores del otro planeta, cómo terminamos aquí, qué era la contaminación y otras cosas simplemente las imaginaba.
El silencio se hizo presente después de que pasaron varios minutos, lo único que atisbaba a escuchar eran mis dedos deslizándose de un diminuto pétalo a otro, de repente escuché una voz distinta, era la voz que había destruido mis esperanzas solamente unos momentos antes.
- Oye, ¿has ido a las ruinas de los tres pilares? - me volví, en efecto era él, la misma persona que había cuidado, ¿qué había pasado?, ¿tan pronto el anciano lo había dejado ir?
Lo observé con curiosidad, se veía distinto inconsciente, apenas creía que fuera la misma persona fría que nos había hablado hace unos momentos.
- Sí - mentía, por alguna inexplicable razón aún deseaba la compañía, a pesar que por unos momentos estuve presta a renunciar a todo.
Él me sonrió o esa fue mi interpretación de la mueca que hizo a continuación y entonces deje caer el pequeño broche…al observar por la ventana que a lo lejos la casa del anciano se venía abajo y las llamas la consumían.
Entonces de la nada él me tomó de la mano con violencia y salimos corriendo de la casa ante la mirada sin vida de los demás. En nuestro camino nos topábamos con mis compañeros haciendo sus labores quienes nos veían pasar con la misma naturalidad con que observaban a los pájaros en el cielo para nuevamente regresar a sus quehaceres.
- ¿Qué fue lo que pasó?, ¿por qué vamos tan rápido? – le pregunté, mientras él y yo corríamos y me llevaba de la mano para no perderme.
Al detenernos pude apreciar que las calles tomaron un nuevo panorama, nuestra frenética carrera nos había llevado lejos de los escombros y de mi casa, la reconstrucción de la ciudad se hizo más evidente y palpable ante mis incrédulos ojos, que recordaban el polvo y la basura como todo lo que había conocido hasta entonces.
Las casas, los edificios, las plazas, los parques, las tiendas…en las palabras de mis compañeros, eran como la recreación de una ciudad donde vivían nuestros creadores en el otro planeta.
- En cualquier momento los demonios invadirán la ciudad - eso fue lo único que me pudo decir, mientras recuperaba el aliento y aunque no sabía su número de modelo o quien lo había creado, ni nada sobre él, lo observe atentamente, no…no había visto a nadie como él entre los pobladores que se le pareciera. Quizá y con un poco de suerte él era como yo, después de todo el que me escogiera para acompañarlo debía ser una señal.
Y sin soltar mi mano nos sentamos en una banca de un parque cercano, varias mariposas pasaron por ahí, para mi eran una novedad porque solamente conocía a los pájaros y las seguí hasta que desaparecieron por la distancia.
- ¿Los demonios?, pero ellos no pueden venir. En este planeta no hay alimento para ellos. - repliqué entre tanto inspeccionaba a mi alrededor en busca de otra cosa, era maravilloso aquel entorno y pensar que no quería salir de aquella casa, donde no había más que suciedad, tierra y trabajo.
Él se volvió hacia mi entonces y soltó mi mano, sus ojos negros me enfocaron con cierto desconcierto, ¿acaso había cometido un error al decir aquello?
- Si lo hay, en este planeta se encuentra un habitante que posee alma- y a continuación recito lo que dijo después, como si lo tuviera almacenado en su memoria listo para ser arrojado en cada ocasión que lo ameritaba. - Dentro de la ciudad de Tronos se encuentra el invento más perfecto que los dueños del otro planeta han fabricado, su sueño convertido en realidad, un sueño que alimentaron por miles de años.
- ¿Por qué quieren esa alma?, ¿acaso las personas del otro planeta no poseen alma? - si…no lo entendía… ¿Por qué venir de tan lejos por una sola alma si en el otro planeta tenían millones de ellas?
- No lo sé, las respuestas a esas preguntas no las tengo programadas- eso era, era como los demás, pero tenía un programa distinto también. Tal vez yo si me había dañado al no recordar para qué había sido fabricada.
- ¿Por qué quieres ir a las ruinas de los tres pilares?
- Fui hecho para eso, en el otro planeta me crearon para ir allí y encontrar a ese único habitante.
Sí, siempre era lo mismo, cualquiera tenía un objetivo o misión encargada por las personas del otro planeta y ¿yo? Mire mis manos blancas, delgadas, diminutas; jamás conseguiría ser aceptada por él si le decía la verdad.
- Tu misión parece importante, yo por otro lado reparo joyas. Es lo único que sé hacer- fue simple y fácil seguir mintiendo, de cualquier manera, nadie nos conocía. Y al fin podría ser normal, sería como uno de ellos, por lo menos en el exterior.
Él no dijo nada, tal vez no había necesidad de ello, en vez de eso saco una cápsula de la bolsa de su pantalón y antes de tragársela me hizo una pregunta que nunca nadie me había hecho antes.
- ¿Cómo te llamas? - Me quede en blanco, mis compañeros habían leído mi información sin éxito aparente y hace tiempo que habían desistido evitando el asunto, así que ni mi número de modelo conocía. Y peor aún si me preguntaba quién me había creado, aunque la mayoría concordaba que debió ser el mismo que me había mandado en la nave hacia este planeta, nadie lo sabía con exactitud.
Lentamente se tragó la cápsula, era otra diferencia que observaba entre él y los demás. Definitivamente tenía que ser un modelo muy avanzado.
- Cloe - no sé de dónde había salido eso, pero esas eran mis palabras y él volvió a mirarme con su mueca amable.
- Vámonos, tú serás la guía- fue lo que dijo a continuación e hizo una pausa y se incorporó de la banca- ¿Hacia dónde quedan las ruinas de los tres pilares?
Yo me levante de un salto, no pensaba que fuera a decir eso, además aquella parte de la mentira no la había considerado aún. Así que mire a mi alrededor como si las casas, los edificios, las plazas, los parques, las tiendas fueran a tener la respuesta e inexplicablemente sentí que debíamos ir al sur de la ciudad y alzando el brazo apunte hacia donde debíamos dirigirnos.
Él me miró entonces y sin titubear me extendió el brazo y yo le respondí a su vez tomando su mano. Aquello era una sensación nueva que no estaba segura que él compartiera conmigo y aun así no me importo, quizá aquello era suficiente para mí. Y comenzamos nuestro viaje, en el cual él no permitía que me alejara de su presencia ni un instante.
El camino que seguíamos se hacía cada vez más largo, el silencio más grande y la indiferencia de los habitantes que pasaban a nuestro lado era al mismo tiempo mayor. A pesar de eso ya no me sentía distinta a los demás, era como si realmente hubiera encajado. Ahora nadie me miraba con recelo, ni intentaban leer mis datos para tratar de investigar acerca de mi y creo que era porque él estaba conmigo.
Con él a mi lado había dejado de sentirme sola y cada día que pasaba me preguntaba cuándo acabaría aquello. ¿Qué sería de mi cuando llegáramos a las ruinas de los tres pilares y encontrara al habitante que buscaba? Sí…la respuesta la conocía, todos los días revoloteaba en mi mente como hábiles vampiros en la oscuridad…me quedaría sola otra vez. Y si se retrasaba y si nunca encontraba lo que buscaba, ¿qué pasaría entonces? Cuando aquellos tenebrosos pensamientos me asaltaban me aferraba con mayor fuerza a su brazo.
Un día de esos en los que caminábamos mi curiosidad fue más grande que mi timidez y empecé a cuestionarlo sobre lo que se supone cualquier persona del otro planeta debía saber.
- ¿Y cómo son los demonios?
Él me escudriño hacia abajo, era mucho más alto que yo y de complexión media y sin perder el paso contestó:
- Los demonios no tienen forma definida, pueden tomar el aspecto de cualquier persona del otro planeta o habitante de este lugar. Por eso…
- Por eso casi nunca hablamos con nadie y viajamos en total discreción- comenté completamente aludiendo a lo que habíamos estado haciendo hasta ahora.
Y así continuamos viajando siempre hacia el sur, al contrario de los pájaros que veía en el cielo. Al mismo tiempo él me explicaba que los demonios eran los que habían atacado la casa del anciano y de que nos perseguían porque sabían que él tenía la misión de hallar al único habitante que tenía alma.
Y a pesar de que esas explicaciones eran a cuenta gotas porque casi nunca hablábamos de los demonios y de que caminamos por muchos lugares y nos subimos a innumerables medios de transporte, siempre existía el temor de que los demonios nos alcanzaran.
Después de varios días sus preguntas de que si faltaba mucho para llegar fueron cada vez más frecuentes y aunque nunca las deje sin contestar en mi interior sabía que cuando llegáramos a ese lugar las cosas cambiarían por completo.
Mientras tanto seguimos avanzando a través de calles y caminos, de noche y de día hasta que la zona reconstruida terminó dando paso nuevamente a la destrucción, a las ruinas, al polvo, a los escombros y a la desolación. También los habitantes tenían el mismo aspecto de aquellos que conocí al principio.
Él por otro lado no había cambiado nada, en ocasiones era muy amable conmigo y a veces muy frío; sin embargo, yo no tenía la suficiente confianza como para preguntarle su nombre o qué pasaría cuando encontrara al habitante que buscaba. Y no obstante cada gesto suyo, cada palabra, la forma en que me cuidaba, el contorno de su rostro y sus profundos ojos negros los había memorizado, así como sus movimientos y las líneas de sus manos.
¿Y si realmente era él?, había ocasiones en que quería creerlo y abandonarme a ese pensamiento, pero algo lo evitaba volviéndome al presente. Ya que era lo único que era verdad y conocía.
Entonces en medio de adoquines destrozados, árboles sin hojas, maquinas inservibles; divisamos a tres cuadras de distancia un edificio alto cubierto de espejos que resplandecía ileso entre los escombros y desechos de una civilización terminada hace tiempo y sin pedirme permiso me tomó con más fuerza de la mano y corrimos hacia allá.
- ¿Qué habrá adentro? – inquirí tímidamente viendo cómo nuestras imágenes se proyectaban nítidamente, nunca me había visto con tanta claridad de cuerpo completo. Mi largo cabello color morado, mis grandes ojos cafés, mi tez nívea, mi estatura mediana y mi vestido azul de florecitas, la única pertenencia que llevaba conmigo y que el anciano me había dado el primer día que llegue a este lugar.
- No lo sé, ¿la felicidad? – me respondió y me le quedé viendo, ¿qué era la felicidad?, pero me quedé callada, no podía hacerle esa pregunta porque si la hacía me descubriría, sabría que yo no era como los demás. Él no dijo nada tampoco y jalándome hacia la entrada me sentí angustiada, de repente sentí miedo.
- ¡Espera!, ¿a dónde vamos?
- ¿Acaso no te diste cuenta? – me cuestionó jalándome con fuerza y sujetándome de la cintura – Allá adentro esta la felicidad y donde la felicidad empieza, este mundo termina.
Lo miré espantada, ahora entendía por qué no quería entrar a donde él me exigía porque adentro de aquel edificio estaban los pilares, que eran los soportes de este planeta. Ellos creaban este ambiente parecido al lugar donde vivían nuestros creadores.
- El viaje ha terminado. - concluyó él y asiéndome de la cintura con un brazo abrió la puerta y entramos.
Mi mente se empezó a nublar y me abracé a él con fuerza, ya no quería estar sola y aunque era inútil cerré los ojos para instantes después sentir mucho frío. Cuando abrí los ojos otra vez, él ya no estaba conmigo, en lugar de eso el paisaje se había transformado, estaba nevando y el suelo estaba blanco, completamente blanco.
Entonces levanté la cara al cielo, hacia lo que parecía la Luna, donde mis compañeros se encontraban en estos momentos reconstruyendo lo que ellos habían desaprovechado. Un nuevo mundo, un nuevo comienzo y pensar que nosotros somos los únicos que quedamos, lo único que les recuerda a los habitantes de otros planetas y otras galaxias que un día hubo humanos.
Y comprendí que había llegado al punto donde todo había empezado, ahora estaba en la Tierra, en el planeta de mis creadores, con la diferencia que mis censores no percibían ni un ser viviente en el planeta entero.
Sí, hace tanto tiempo que ellos nos habían abandonado y nos habían programado para no visitar las ruinas de los tres pilares, los cuales no eran más que super computadoras creadoras de aquel mundo que se iba reconstruyendo día a día y que servían también de puertas dimensionales que conectaban con la Tierra.
Esa era la razón por la que nadie iba a ese lugar, porque nos tenían prohibido regresar a la Tierra a quitarles lo poco que les quedaba de su mundo. Y sí, nos tenían miedo, porque nosotros somos muy parecidos a ellos y porque podemos ser inmortales.
Me desplome sobre la nieve que estaba a mis pies, sintiendo su beso helado sobre mis rodillas, yo no estaba dañada, aquella información había sido guardada por los últimos humanos que habían quedado y que habían descubierto al final el secreto de la vida eterna a través de mi…pero era demasiado tarde, mi información carecía de utilidad sin mis creadores, sin mis dioses. Y aun así ¿por qué me habían programado así?, ¿por qué era diferente a los demás androides fabricados por el hombre? Esa información la podían haber dejado en las bases de datos de la Tierra.
De repente escuché aleteos y empecé a correr, eran los demonios que venían por mi, ¿dónde estaba él?, ¿por qué me había dejado sola?, ¿acaso era yo el habitante que estaban buscando?
Empecé a llorar mientras seguía corriendo, hasta que llegue al borde de un barranco, y sin pensar en las consecuencias me lance al vacío, a lo lejos escuche las palabras de él como murmullos…” los demonios no tienen forma definida, pueden tomar el aspecto de cualquier persona del otro planeta o habitante de este lugar. Por eso…”
El aleteo se intensifico y unas alas negras se desplegaron frente a mí al mismo tiempo que escuchaba una voz conocida.
- ¿Acaso no te diste cuenta?
Luego cerré los ojos y varias lágrimas rodaron por mi rostro, por lo menos cuando mi alma fuera capturada dejaría de sentirme sola. Quizá esa era la felicidad que nunca pude comprender y que siempre me había aguardado al llegar a las ruinas de los tres pilares.
FIN
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