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e-ISSN: 1562-4072
Volumen 8, número 21  / Enero-Diciembre 2021  
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Noches tristes y día alegre de Joaquín Fernández de Lizardi; los elementos de la novela ilustrada europea en la nueva narrativa mexicana.

Noches tristes y día alegre by Joaquín Fernández de Lizardi; the elements of the European illustrated novel in the new Mexican narrative.

Luis Vaca Vázquez
Universidad de Valladolid.
(ESPAÑA)
CE: luisvaca1@gmail.com
ID ORCID: 0000-0002-0166-1914


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional.

Recepción: 13/10/2020
Revisión: 16/11/2020

Aprobación: 5/12/2020

 

   
 

Resumen:
Joaquín Fernández de Lizardi es, sin duda, el mejor ejemplo que podemos encontrar de la figura del intelectual-escritor en la Nueva España del S. XVIII. Mediante el análisis de su novela Noches tristes y día alegre, rastrearemos la influencia de la novela ilustrada europea, así como los ecos de la obra Noches lúgubres de José Cadalso. Por último, analizaremos algunas de las principales ideas filosóficas de la época que propiciaron la independencia de México y que aparecen en la obra de Fernández de Lizardi.

Palabras clave: Joaquín Fernández de Lizardi, novela ilustrada, nueva narrativa mexicana, El Pensador Mexicano.

Abstract:
Joaquín Fernández de Lizardi is, without doubt, the best example we can find of the figure of the intellectual-writer in the New Spain of the 18th century. Through the analysis of his novel Noches tristes y día alegre, we will trace the influence of the European illustrated novel, as well as the echoes of the book of José Cadalso, Noches lúgubres. Finally, we will analyze the main philosophical ideas of the time that propitiated the independence of Mexico and that appear in the work of Fernández de Lizardi.

Keywords: Joaquín Fernández de Lizardi, illustrated novel, new Mexican narrative, The Mexican Thinker.

 

           
 

En el siguiente trabajo analizaremos la novela Noches tristes y día alegre de Joaquín Fernández de Lizardi con la finalidad de encontrar puntos de unión y ruptura con la novela ilustrada europea del siglo XVIII. Para ello, profundizaremos en algunos aspectos biográficos del autor para comprender la figura del intelectual-escritor en la época, para así dar paso al análisis de la estructura de la novela, prestando atención a los rasgos de similitud con la obra de José Cadalso, Noches lúgubres. Por último, buscaremos influencias de otras tradiciones literarias en la obra de Lizardi.

Semblanza biográfica de Joaquín Fernández de Lizardi.
José Joaquín Fernández de Lizardi nació en la Ciudad de México el 15 de noviembre de 1776 y falleció el 21 de junio de 1827, a la edad de 51 años, siendo recordado como uno de los escritores e intelectuales más notables de su época, haciendo honor a su pseudónimo más conocido: “El Pensador Mexicano”.
Lizardi tuvo una sólida formación educativa durante sus primeros años de vida. Fue alumno del colegio jesuita de San Idelfonso, una de las instituciones educativas de mayor prestigio en la Nueva España. Sin embargo, Lizardi se vio obligado a abandonar sus estudios debido a la repentina muerte de su padre.
Antes de convertirse en periodista ejerció como escribano público. En 1805 contrajo matrimonio con Dolores Orendáin, con quien tuvo una hija. Por aquellos años aparecieron sus primeras publicaciones como periodista, redactando polémicos artículos para El diario de México. Posteriormente hará una pausa en su labor periodística para trasladarse a Taxco, en el estado de Guerrero, en donde ocupó un cargo para el nuevo Gobierno Colonial. Poco tiempo después es acusado de apoyar a los independentistas —como realmente lo hizo— y fue encarcelado. Algunos ecos de esa anécdota resuenan en Noches tristes y día alegre, lo cual analizaremos más adelante.
La aparición del decreto de libertad de prensa en la Constitución de Cádiz de 1812 alentó al joven Lizardi para externar sus posicionamientos políticos, los cuales publicó bajo el pseudónimo de “El Pensador Mexicano”. Con un tono irreverente, criticó al gobierno del virrey Venegas, lo cual lo hizo visitar nuevamente la prisión durante un periodo de siete meses.
Con la llegada del nuevo virrey, Félix María Calleja, Lizardi queda en libertad y retoma su trabajo periodístico en las columnas: Las sombras de Heráclito y Demócrito, Alacena de Frioleras y Cajoncitos de la Alacena. Aprendida la lección, Lizardi adopta un tono más neutral en sus declaraciones, pero no abandona el sentido crítico.
En 1816 publica la novela por entregas El Periquillo Sarniento, a la que le sucedieron Fábulas (1817), Noches tristes y día alegre (1818‐1819), La Quijotita y su prima (1818‐1819), Ratos entretenidos (1819) y Don Catrín de la Fachenda, publicada póstumamente en 1832.
Durante los últimos años de su vida, Lizardi colaboró para el periódico El Conductor Eléctrico. En 1820 publicó un texto en donde propone una solución pacífica para la Independencia de México frente al denominado “Plan de Iguala”, en el cual se declaraba a México como país soberano e independiente. A pesar de que Lizardi era simpatizante del movimiento insurgente, siempre defendió que la causa podría lograrse de manera pacífica.
Tras una época prolífica, en donde publica textos de corte político, es excomulgado y vuelve a ser encarcelado por la publicación de Si dura más el Congreso, nos quedamos sin camisa. Hasta el final de su vida siguió publicando textos en distintos diarios, e incluso dejó una carta dedicada a sus críticos que se hizo pública después de su muerte.

Breve presentación del contexto histórico
La vida de José Joaquín Fernández de Lizardi transcurre durante tiempos de gran tensión y agitación política; que van de los años previos a la independencia de México, hasta la consumación de la misma. Estos años, conocidos como “la emancipación”, comprenden entre 1791 y 1830. Si bien, los primeros textos de Lizardi aparecieron durante los últimos años de la época novohispana, su obra más representativa surge a la par de una nueva nación: México. Para esto tomamos como referencia El Periquillo Sarniento, de 1816, obra que inauguraría la literatura mexicana.
Es necesario contar con estas referencias ya que sería imposible aproximarse a la obra de Lizardi excluyendo el elemento político, pues es el detonador argumental y creativo de sus obras.
Durante el siglo XVIII y principios del XIX, tanto en Europa como en América, la literatura desempeñó un papel fundamental para diseminar las ideas de cambio, libertad y justicia que nacieron con la ilustración francesa de Rousseau y Montesquieu. El concepto horaciano “dulce et utile” reaparece con fuerza durante este periodo, en donde la función de la literatura es “educar y deleitar”. Otro rasgo característico de la de la época será la novela moral, entendido como el retrato de las costumbres, en donde se critica el vicio y se ensalza la virtud, que será el tópico más común en la mayoría de las obras publicadas durante dicho periodo.
 Podríamos decir que el trabajo de los escritores en aquella época era, en cierta manera, mediar entre la alta cultura y los lectores comunes; explicando, deleitando y educando. En este aspecto podríamos encasillar perfectamente a Fernández de Lizardi, que abreva de tradiciones clásicas con pinceladas de gran erudición, utilizando una pluma ágil y una prosa al alcance de cualquier lector. En sus textos encontramos una literatura mordaz, en donde el elemento humorístico de sus personajes enmascara el complejo argumento de sus sátiras, que son una crítica a las costumbres, mayormente burguesas, que fomentan el vicio.

La figura del intelectual en la ilustración hispanoamericana, el caso de Fernández de Lizardi
Con la aparición de las ideas de la ilustración, surge también un nuevo modelo de hombre que se popularizó rápidamente: el intelectual ilustrado. La renovada ponderación del conocimiento y la cultura, heredadas en parte de los enciclopedistas franceses, toma parte fundamental en la vida diaria, lo cual hace que algunas personas utilicen la erudición como un accesorio más de las modas de la época.
En Lizardi encontramos el ejemplo perfecto de dos cosas: un intelectual y un acérrimo enemigo de la falsa intelectualidad. José Cadalso, de quién hablaremos más adelante en este trabajo, retrató perfectamente a estos personajes en su texto Los eruditos a la violeta de 1772, refiriéndose a ellos como: “los que, sabiendo poco, aparentan mucha ciencia”. Lizardi haría lo propio retratando a los “violetos” novohispanos en su novela Don Catrín de la Fachenda, una sátira protagonizada por un personajillo que vive de las apariencias. En un diálogo de la novela aparece esta magnífica definición: “el catrín es una paradoja indefinible, porque es caballero sin honor, rico sin renta, pobre sin hambre, enamorado sin dama, valiente sin enemigo, sabio sin libros, cristiano sin religión y tuno a toda prueba”. (Fernández, 2001)
Para comprender mejor la figura del hombre de letras, hay que dejar en claro que entre los intelectuales de la época existió un claro consenso en el rechazo a la falsa erudición. Muchos poemas, obras de teatro y novelas, fueron dedicados a estos personajes, pero más que la apariencia y la pedantería, podríamos inferir que el desprecio surge de una beta más profunda, pues la falsa erudición se contrapone a los valores de la ilustración, ya que el falso erudito sería una reafirmación del establishment, pues adapta, por moda, lo que es socialmente bien visto o valorado, sin un interés auténtico. Mientras que el verdadero ilustrado, en su sentido más alto, busca educar, enseñar y criticar los vicios de la sociedad, valiéndose del conocimiento para ejercer la crítica, y no para adornarse.
Lizardi desempeñó muy bien ese papel de ilustrado. La siguiente cita nos ayuda a explicar de mejor manera esta noción:
Fernández de Lizardi se erige como modelo del nuevo hombre de letras, que es ―pensador no por hacer alarde de una sabiduría abstracta, sino por procurar únicamente mediar entre el saber y la sociedad (1983, p.12). Es decir, que propone comunicar y divulgar las ideas modernas a una población que estaba ávida por recibirlas. Tampoco pretende el autor mexicano mostrarse como original, ni sus lectores esperaban de él tal originalidad. Como muchos ilustrados de la época, Lizardi, el autodidacta, inserta en sus trabajos ideas extraídas de misceláneas y compendios (de ahí que, en algunas ocasiones, cometa errores de atribución). Sus enemigos y detractores criticaron en varias ocasiones la costumbre lizardiana de hilvanar las ideas propias con las ajenas, y lo acusaron de plagio. Acusaciones que molestaron sobremanera al periodista y contra las que respondió enfáticamente en varios de sus folletos. Así lo hace, por ejemplo, en ―Otra afeitada de El Pensador al miserable Barbero. (1822). (Insúa, 2013, p. 161).

Como hemos mencionado anteriormente, Lizardi visitó la prisión en tres ocasiones y fue excomulgado, todo ello a consecuencia de sus escritos. No obstante, fue un escritor combativo hasta el final de sus días, desempeñando el papel de intelectual comprometido con sus causas e ideales, por lo que me permito decir que fue un hombre ilustrado que murió como romántico, a edad temprana, en la miseria y con muchos enemigos.

Las Noches lúgubres de Cadalso y Noches tristes y día alegre de Lizardi
Retomando la cita respecto a las acusaciones de plagio que sufrió Lizardi, podríamos agregar que, en Noches tristes y día alegre, El Pensador Mexicano no busca engañar en ningún momento. De hecho, fue una costumbre muy propia de la época la reelaboración de argumentos provenientes otras literaturas, por ejemplo, las Cartas marruecas de 1789 de José Cadalso frente a las Cartas persas de Montesquieu, publicadas en 1721, por citar sólo un ejemplo de los tantos casos posibles. En su introducción a Noches tristes y día alegre el autor escribe la siguiente nota:
Desde que leí las Noches lúgubres del coronel don José Cadalso, me propuse escribir otras Tristes, a su imitación, y en efecto las escribí y las presento aprobadas con las licencias necesarias.
No me lisonjeo de haber logrado mi intención; antes conozco que, así como es imposible que la ruda iguale a la palma en altura, y que el pequeño gorrión alcance el elevado vuelo del águila que se remonta hasta los cielos, así es imposible que mi pobre pluma iguale la elocuencia que a cada línea se admira en las obras de este célebre y moderno escritor.
Con esta salva, me parece que deben acallarse los críticos, cuando noten la enorme diferencia que hay entre mis Noches y las de Cadalso, pues yo no digo que he imitado su estilo, sino que quise imitarlo. Si no lo he conseguido, el defecto ha sido mío, que me arrojé a una empresa ardua; pero me consuelo al acordarme que bastante es emprender las cosas arduas, aunque no se consigan. (Fernández, 2001).
Si bien, el homenaje realizado por Lizardi cuenta con exageradas similitudes argumentales, también encontramos que los textos presentan temas distintos. En este punto, la obra de Lizardi se separa de la de Cadalso en varios aspectos que presentaremos a continuación:
Las Noches lúgubres de Cadalso fueron publicadas por entregas en El Correo de Madrid entre diciembre 1789 y enero 1790.  La historia que se presenta es la de Tediato, que a lo largo de tres noches tratará de exhumar el cadáver de su amada para posteriormente llevarlo hasta su casa, donde tiene planeado cometer suicidio y luego prender fuego a la morada, en una obra que muestra elementos de un fuerte espíritu prerromántico que no aparece en las Noches tristes y día alegre de Lizardi.
En la primera noche de Cadalso, Tediato compra la ayuda de un sepulturero para lograr el objetivo de exhumar a la amada, pero la llegada del día le impedirá consumar su plan. En la segunda noche, Tediato será capturado por ser considerado culpable de un asesinado que no cometió y será llevado a la prisión. Después encontrarán al verdadero autor del crimen y Tediato será puesto en libertad. En la novela de Lizardi esto sucede durante la primera de las “noches tristes”, en la que su protagonista, Teófilo, será llevado a la prisión y puesto en libertad bajo las mismas circunstancias que Tediato, destacando de esta primera parte el maravilloso soliloquio que Teófilo sostiene con un cadáver, en donde se hace alusión al Libro de Job, logrando un monólogo con gran contenido filosófico.
A lo largo de la novela de Cadalso aparecen varios soliloquios del protagonista, al igual que en la novela de Lizardi. En el caso de Teófilo, encontramos que sus digresiones y monólogos tienen una finalidad claramente moral; aparecen citas bíblicas para presentar una defensa a ultranza de las buenas costumbres y la fe católica, pero, sobre todo, del matrimonio.
Respecto a este tema, Mariela Insúa, autora del texto introductorio a la edición de Noches tristes y día alegre, y estudiosa de la obra de Lizardi, nos dice lo siguiente:
Se puede afirmar que Teófilo y Dorotea constituyen un modelo de matrimonio ejemplar. Teófilo, como marido abnegado, nunca pierde la esperanza y el solo hecho de saber que su esposa lo busca le da fuerzas para continuar el difícil camino. Por su parte, Dorotea responde a la caracterización de la mujer ejemplar de la Ilustración, pues es “noble”, “fiel compañera” y una mujer fuerte preparada para administrar la hacienda con sabiduría.  (Insúa, 2012, p. 47).

Otro modelo de la ilustración que se encuentra presenta en la obra de Lizardi es precisamente el de la mujer:
La mujer casada, compañera del marido y formadora de los ciudadanos del futuro, es presentada en la obra periodística y literaria lizardiana como una gura ejemplar que opera activamente en la construcción de México como una república independiente, ordenada y feliz. En este sentido la obra del mexicano se aproxima signicativamente a los postulados ilustrados acerca de esta materia, provenientes de autores europeos como Blanchard, Feijoo, Montengón y Jovellanos, entre otros. (Insúa, 2011, p. 159).

Respecto a la parte final de ambos textos, encontramos que en Noches tristes y día alegre de Lizardi existe un final feliz y moralizante, ya que Teófilo lucha por regresar con su esposa y acepta las pruebas que el destino le impone sin cuestionar el porqué de los designios divinos. La recompensa que obtiene por su fe y su virtud lo llevaran a regresar finalmente a los brazos de su amada esposa Teodora, a recuperar su vida y reintegrarse a la sociedad. La estructura de las tres noches oscuras de sufrimiento encuentra la luz en el día alegre, el día del reencuentro.
En oposición, en las Noches lúgubres de Cadalso encontramos un final ambiguo, sin muchas esperanzas, con ese tono prerromántico que antes mencionamos. En este caso, Lorenzo, el sepulturero, sufre de cierta angustia existencial, pero el personaje de Tediato, que ha cambiado su manera de ver el mundo, le ofrecerá consuelo, tal como lo podemos ver en el dialogo final de la tercera noche de Noches lúgubres:
TEDIATO.- .Esta noche, ¿cuál será? ¡Lorenzo, Lorenzo infeliz! Ven, si ya no te detiene la muerte de tu padre, la de tu mujer, la enfermedad de tus hijos, la pérdida de tu hija, tu misma flaqueza. Ven: hallarás en mí un desdichado que padece no sólo sus infortunios propios, sino los de todos los infelices a quienes conoce, mirándolos a todos como hermanos; ninguno lo es más que tú. ¿Qué importa que nacieras en la mayor miseria y yo en cuna más delicada? Hermanos nos hace un superior destino, corrigiendo los caprichos de la suerte que divide en arbitrarias clases a los que somos de una misma especie: todos lloramos..., todos enfermamos..., todos morimos.
El mismo horroroso conjunto de cosas de la noche antepasada vuelve a herir mi vista con aquella dulce melancolía... Aquel que allí viene es Lorenzo... Sí, Lorenzo. ¡Qué rostro! Siglos parece haber envejecido en pocas horas; tal es el objeto del pesar, semejante al que produce la alegría o destruye nuestra débil máquina en el momento que la hiere o la debilita para siempre al herirnos en un instante.
LORENZO.-  ¿Quién eres?
TEDIATO.-  Soy el mismo a quien buscas... El cielo te guarde.
LORENZO.-  ¿Para qué? ¿Para pasar cincuenta años de vida como la que he pasado lleno de infortunios..., y cuando apenas tengo fuerzas para ganar un triste alimento... hallarme con tantas nuevas desgracias en mi mísera familia, expuesta toda a morir con su padre en las más espantosas infelicidades? Amigo, si para eso deseas que me guarde el cielo, ¡ah!, pídele que me destruya.
TEDIATO.-  El gusto de favorecer a un amigo debe hacerte la vida apreciable, si se conjuraran en hacértela odiosa todas las calamidades que pasas. Nadie es infeliz si puede hacer a otro dichoso. Y, amigo, más bienes dependen de tu mano que de la magnificencia de todos los reyes. Si fueras emperador de medio mundo..., con el imperio de todo el universo, ¿qué podrías darme que me hiciese feliz? ¿Empleos, dignidades, rentas? Otros tantos motivos para mi propia inquietud y para la malicia ajena. Sembrarías en mi pecho zozobras, recelos, cuidados, tal vez ambición y codicia..., y en los de mis amigos..., envidia. No te deseo con corona y cetro para mi bien... Más contribuirás a mi dicha con ese pico, ese azadón..., viles instrumentos a otros ojos..., venerables a los míos... Andemos, amigo, andemos. (Cadalso, 2017).

Si bien, Tediato mantiene una postura similar a la de Teófilo frente a las adversidades, entendidas como designios divinos, Lorenzo, el sepulturero, se queja amargamente y rechaza la alegría de vivir. En otras versiones de las Noches lúgubres, algunas de ellas consideradas apócrifas, el final es más desolador. 

Conclusiones
Después de analizar los distintos apartados sobre el contexto y la obra de Lizardi, y de cómo los elementos de a ilustración europea se insertan en la recién inaugurada literatura mexicana, encontramos que, efectivamente, el modelo canónico de la literatura ilustrada del siglo XVIII encuentra un nuevo campo fértil en la literatura mexicana. El filtro español, sobre todo el de Cadalso, resuena fuertemente en la obra de Lizardi.
También podemos concluir que tanto la literatura como el trabajo periodístico de Lizardi, marcadamente patriótico e ilustrado, tiene una fuerte influencia europea, pues a lo largo de su obra los personajes imitan el modelo de comportamiento virtuoso de las novelas europeas, que buscan crear una sociedad de ejemplar, pero que finalmente se encuentra infestada por los vicios que nacen de la dialéctica humana.
En nuestra búsqueda por vincular la obra de Lizardi con la literatura europea del siglo XVIII encontramos que, efectivamente, existe una marcada influencia tanto en ideas como en modelos. Algunas influencias que encontramos en Fernández de Lizardi son: Blanchard, Feijoo, Montengón y Jovellanos, como lo menciona anteriormente la cita de Mariela Insúa.
Dado que la obra que analizamos en este trabajo es Noches tristes y día alegre, también tenemos que hacer mención de la fuerte influencia que tiene la obra de Cadalso en Lizardi, ya que Noches tristes y día alegre no es un caso aislado, pues como presentamos anteriormente, también hay mucho de Los eruditos a la violeta de 1772 en correspondencia con Don Catrín de la Fachenda de1832.
Por último, pero no menos significativo, podemos mencionar que la situación política que se vivió en la época de Lizardi también encuentra eco en su obra. La independencia de México también marcaría un punto de ruptura con algunas corrientes europeas, abriendo paso a una literatura que tomaría elementos europeos pero que posteriormente rescataría las tradiciones prehispánicas para dar forma a una literatura con personalidad propia, pero que tardaría algunas décadas en gestarse.

Referencias:
Cadalso, J. (2017). Noches lúgubres. Biblioteca Cervantes virtual: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/noches-lugubres--0/html/fedb0ff6-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_3_
Fernández J. (2001) Don Catrín de la Fachenda./ Noches tristes y día alegre. Ed. Rocío Oviedo y Almudena  Mejías. Madrid: Cátedra.
García, M. J. (2014). La figura de la mujer en Lizardi: Noches tristes y Día alegre y Don Catrín de la Fachenda. Revista de investigación y crítica estética, Universidad de Murcia 12(13) 154‐175
Insúa, M. (2011) El retrato del periodista en la obra de Fernández de Lizardi. Revista Alpha, sociedad y literatura colonial. (33) 159-170.
Insúa, M. (2011) La falsa erudición en la Ilustración española y novohispana: Lizardi. Revista de Estudios Filológicos. (48) 61-79
Insúa, M. (2011) La mujer casada en la Nueva España de la Ilustración: la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi. Gijón: Fundación Foro Jovellanos del Principado de Asturias.

 

 
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