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e-ISSN: 1562-4072 | ||||||||||||
Volumen 7, número 20 / Junio-Junio 2020 | ||||||||||||||
UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA | ||||||||||||||
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades | ||||||||||||||
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Salvador Elizondo: una mirada a la infancia en Autobiografía precoz y Ein Heldenleben. Salvador Elizondo: a look at childhood in Autobiografía precoz y Ein Heldenleben. Ana María Sánchez Ambriz Recepción: 03/04/2020
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Resumen: Palabras clave: Salvador Elizondo. Infancia. Memoria. Invocación. Evocación. Abstract: Keywords: Salvador Elizondo. Literature. Memory. Invocation. Evocation. |
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Al olvido, que es la muerte de la memoria,
En 1972, Salvador Elizondo había señalado en “Tractatus rethorico-pictoricus” un precepto a todas luces revelador de su apreciación sobre la escritura: “Sólo existe una forma real, concreta, del pensamiento: la escritura. La escritura es la única prueba que tengo de que pienso, ergo, de que soy” (2013, pp. 63-64). La cualidad reflexiva de esta afirmación es una confirmación perspicaz de la posición que asumía como escritor. El escritor Daniel Sada califica a Salvador Elizondo como “el autor más inclasificable de la narrativa mexicana” puesto que su obra consagra la aplicación de las técnicas experimentales propias de las vanguardias del siglo XX. Para él, una vez que apareció su primer libro Farabeuf en 1965, el autor reveló su propio concepto de escritura, compuesta de subjetividades, confidencias, sentimientos de arrobamiento y crueldad, y de sueños que crean un mundo bajo las leyes transgresoras que configuran sus textos (2009, p. 56). En el prólogo del libro Mar de iguanas de Salvador Elizondo, Adolfo Castañón, el gran estudioso de su obra, señala que la infancia es el tema más distintivo de su complejo entramado estético (2010, p.12). Los motivos que nutren sus textos canalizan al lector a situaciones experimentales, enclavadas en universos filosóficos, mundanos y de índole personal, que facilitan la reconstrucción de los recuerdos de la infancia mediante la escritura. En el ensayo “Invocación y evocación de la infancia” el juicio esgrimido por Elizondo deriva en la acertada conclusión de la importancia de la obra de Proust y de Joyce en dicho tema, puesto que ambos son “dos métodos arquetípicos mediante los cuales a los adultos les es permitido volver a la infancia” (2000, p. 17). La infancia entendida en un sentido más personal, por lo mismo más universal, a “la infancia a secas”, la cual es concebida como un “mundo misterioso”. A partir de los códigos que sustentan la evocación, Elizondo la define de la siguiente manera: “La evocación […] es un procedimiento, digamos sensorial. […] la relación entre el presente y el pasado se establece mediante la identidad de esas sensaciones sin las cuales esta evocación sería imposible” (p. 18). Por lo mismo, considera que la evocación es incompleta porque siempre estará mediada por el tiempo. Para Elizondo la invocación consiste “en hacer presente algo que, como el futuro, de hecho, está desprovisto de referencias sensoriales” (p. 21). Más adelante señala:
Ahora bien, partiendo de que la infancia es uno de los elementos esenciales de la obra del escritor, es interesante observar su configuración en dos textos: Autobiografía precoz y Ein Heldenleben. En ambos relatos, la realidad y la ficción moldean con destreza la materia de su interés, de tal suerte que la memoria se convierte en punto de referencia de lo vivido, de un mundo fragmentado por el recuerdo y en olvido, que sólo es posible aprisionar de manera más completa mediante la invocación y la evocación. En Ein Heldenleben, el personaje narrador desde su presente, sintetiza la asimilación de ambos procedimientos para construir su pasado a partir de un personaje que marcó su infancia:
Igualmente, en Autobiografía precoz, el narrador autobiográfico construye su infancia a través de la invocación y evocación, como se verá más adelante. En el texto aparecen configuradas las distintas etapas de su vida: su infancia en Alemania, los años de su juventud orquestados por las circunstancias, los amores vividos, su matrimonio, los graves problemas que lo agobian constantemente, dando como resultado su ingreso a un hospital. El mismo Elizondo reconoció más tarde, que, al escribir su libro con un criterio literario, fueron distorsionados los hechos para que resultaran más interesantes al lector (Barrientos, 2011, p. 82). Este acto revela el acierto estético de su libro, ya que pone en la mirilla la apuesta de una totalidad que ha sido entretejida mediante la fantasía y la realidad; fantasía que en determinados momentos potencia los aspectos reales vertidos de la narración. El mismo proceso de escribir una autobiografía conlleva grandes dificultades, posteriores formulaciones del autor lo confirman: “Escribir una autobiografía es imposible, porque mientras estamos escribiendo cosas que pasaron en el primer capítulo, nos están pasando las que tal vez nunca relataremos en el tercero” (Elizondo, 2000, p. 134). La inquietud que representaba en el autor este tema, lo extendió también a su Cuaderno de escritura,ahíElizondo señala lo siguiente:
Muchos aspectos de la obra literaria de Elizondo, han sido explorados por críticos literarios desde distintos enfoques a fin de resaltar sus datos biográficos o los aciertos más notables de sus textos. Los interesados en el libro de Biografía precoz informan que dicha autobiografía fue solicitada para una colección que sería conformada por jóvenes escritores, entre ellos, Juan García Ponce, Vicente Leñero, José de la Colina, José Emilio Pacheco y Sergio Pitol, pero la que logró mayor reconocimiento en el público y en la crítica fue la de Salvador Elizondo. (Castañón, 2010, p. 14). Ahora bien, a la luz de las ideas expuestas, y para los fines del presente ensayo, analizaré particularmente la recreación de los recuerdos infantiles plasmados en Ein Heldenleben y enlas primeras páginasde su Autobiografía precoz, la cual se evidencia por medio de las estrategias discursivas aplicadas en ambos relatos. A lo largo de esta disquisición mantendré estrecho diálogo con otros libros de su autoría, puesto que, en el vasto horizonte temático de su obra, se imponen temas que, de manera directa o indirecta, pulsan el registro de su infancia vinculada, invariablemente, con Alemania.
Antes de proseguir, es necesario realizar algunos planteamientos generales entorno al papel que desempeña el recuerdo, como categoría analítica, en su relación con los textos seleccionados. Henri Bergson, en su notable obra Materia y memoria, analiza la importancia de los recuerdos personales, “aquellos que permanecen localizados, y cuya serie diseñaría el curso de nuestra existencia pasada, constituyen, reunidos, la última y más larga envoltura de nuestra memoria” (1977, p. 58). De hecho, concibe a la memoria como una especie de fuerza de lo que se ha sentido, pensado y querido desde la infancia, “está ahí, pendiendo sobre el presente con el que va unirse, ejerciendo presión contra la puerta de la conciencia que quería dejarlo fuera” (p. 442). En La evolución creadora, otro de sus reconocidos libros, advierte la tajante inmediatez de la memoria, que, al permanecer latente, hace posible filtrar algo del pasado en el presente (Bergson, p. 440). Justamente, sobre los recuerdos de la infancia, el prestigioso Halbwaschs, discípulo de Bergson, amplía sus conocimientos sobre la memoria que tan extraordinariamente planteo su maestro, para abonar al complejo análisis de la memoria infantil:
Esta atadura entre los memoria individual y colectiva a partir de la infancia, a dado pie a interesantes reflexiones. Para Braunstein, en su libro Memoria y espanto o recuerdo de infancia, es importante distinguir algunas categorías fundamentales sobre el recuerdo:
Como sostiene Dylan Evans (2001), ningún recuerdo puede ser exacto, aunque a veces tengamos la impresión de que lo sea, pues afirma que “se trata de una ilusión causada por el poder de nuestra reconstrucción imaginativa” (p.175). Precisamente, Peter Burke desde otro enfoque, en su libro Formas de historia cultural (Burke, 2000),argumenta que, en el caso de los historiadores “están aprendiendo a tener en cuenta la selección consciente o inconsciente, la interpretación y la deformación. […] como un proceso condicionado por los grupos sociales o, al menos, influidos por ellos. No es obra de individuos únicamente” (p. 66). Ahora bien, mediante el mecanismo que permite la articulación del recuerdo en el en los textos que serán analizados, es indudable que el autor tuvo que recurrir a distintas fuentes documentales a fin de brindarle el marco de significación a las vivencias representadas, pues como ilustra el citado Halbawachs, “el funcionamiento de la memoria individual no es posible sin estos instrumentos.” (p. 54)
El episodio citado a continuación, se proyecta como el punto crucial en la reconstrucción del pasado; aparece asociado a las impresiones del lugar, facilitando un viaje perfecto hacia la infancia. Las cosas recordadas se encuentran intrínsecamente unidas al espacio. En la escena, la sombra de su nana, sus perjuicios, sus vivencias, su entorno social y político, recaen en el pequeño y lo hacen cómplice de una historia que no le pertenece:
Ein Heldenleben es un cuento narrado a manera de crónica donde persisten los rasgos autobiográficos del escritor. Su título es un intertexto del nombre que Richard Strauss dio a su poema sinfónico en 1898 (Castañón, 2010, p. 19). En el cuento se recrea la vida escolar del colegio alemán ubicado en la Ciudad México: “la Dautsche Oberrealschule zu Mexiko ocupó su viejo edifico que desde los tiempos de Guillermo II estaba sitio en los números 65 a 81 de la Calzada de la Piedad” (pp. 88-89). La acotación del espacio es clara referencia al Colegio Alemán Alexander von Humboldt fundado en México a finales del siglo XIX, ubicado, precisamente, en La Calzada de la Piedad, y que, más tarde, para cubrir las crecientes demandas, se optó por construir un nuevo edificio en 1938, inaugurado en 1940 en plena Segunda Guerra Mundial. En el cuento se menciona este cambio del plantel favorecido por el fin del curso y el retorno a clases al nuevo colegio ubicado en la Colonia Condesa, hecho memorable que marcaría su nuevo nombre. El acontecimiento no representa un hecho aislado de los sucesos que se vivían en el mundo, pues aparece vinculado a la figura de Adolf Hitler:
El narrador personaje inicia justificando los aspectos ficcionales introducidos en el relato. A manera de confesión señala que el motivo que lo llevó a escribir, fue el deseo de perpetuar literariamente un episodio perfecto de su vida (p. 87). A medida que se va desarrollando la trama, las fechas registradas le imprimen a los acontecimientos el dramatismo requerido; los alumnos del plantel se verán invariablemente implicados en tales eventos. Con acierto se ha señalado que podemos leer Ein Heldenleben como una metáfora de la Segunda Guerra Mundial donde los personajes principales, maestros y alumnos, impulsados por las pujanzas internas y externas de los acontecimientos, engranan sus comportamientos a los saldos que la guerra va dejando. Para equilibrar los sucesos descritos, el narrador se detiene a describir la vida cotidiana de los estudiantes dentro del colegio, en donde los grupos de confrontación marcan su poder por el número de alemanes que engrosan sus filas. Los sentimientos de los niños en su despertar amoroso, también se ven enmarcados con los acontecimientos de la guerra, y con los de un México dividido y convulsionado por sus propios dramas internos. Se suma a esta condición, la perturbadora presencia de los rusos en una zona aledaña del colegio. Sobre este tema, el mismo Elizondo declaró en una entrevista que Castañón cita:
El registro de las fechas más importantes de los acontecimientos del mundo y de México, obedece a que el cuento está estructurado a manera de crónica, como se señaló arriba. El verano de 1939, momentos antes de que diera inicio la Segunda Guerra Mundial con la Invasión de Alemania a Polonia el primero de septiembre de 1939, se reconstruye el relato a partir de la vida cotidiana de los alumnos dentro del vetusto colegio. El foco de atención recae en los juegos que practican los niños durante el recreo en el predio arbolado donde se ubica la escuela. En ese momento, se introduce la primera prueba que justifica la validación del dato: “Tengo buenas razones para recordar ese año en que aprendí a leer y escribir” (p. 89). Otra prueba otorgada son sus cuadernos de aquella época que el narrador ofrece como garantía de veracidad:
Durante ese periodo suceden, además, dos cosas importantes para el narrador. Una tiene que ver con su proceso de aprendizaje, cuando aprende a escribir en cursiva, y, la otra, es la presencia de Brunhilde Bitter en su salón de clases:
En el relato, el evento significativo se da a finales de verano, en una mañana de 23 de agosto de 1939. La presencia del director es determinante en la escena, por ser la mayor autoridad dentro del plantel. La importancia del mensaje que transmite a la maestra en ese momento, indica que las dinámicas escolares se veían alteradas por los sucesos acontecidos en el mundo. De esta manera el salón se convierte en representación del escenario internacional de los hechos. Dos fotografías decoran sus muros, símbolos del poder político que los tiempos imponen: del lado izquierdo, aparece colocada la fotografía del presidente mexicano Lázaro Cárdenas, a la derecha, la del Führer, configurando la postura política de ambos gobernantes, y la significación histórica de las buenas relaciones de los dos países, situaciones de las que, por cierto, no entienden y desconocen los alumnos, por ser un desconocimiento propio de su edad. Un dato interesante a resaltar es que el nombre de Hitler se omite en el relato. En medio de este ambiente de concordia, la maestra le brinda la bienvenida a Sergio Kirof, el niño ruso de la escuela. Así es como presencia de Rusia queda representada en el escenario: “ustedes compartirán mi orgullo de contar entre los alumnos de la Décima A-Einz a un compañero que es hijo de la Grande Rusia, aliada y amiga de la Grande Alemania: nuestro compañero Kirof, Sergio…” (p. 90). Otra de las fechas consideras medulares en el relato, es el año de 1941, cuando inicia el año escolar. En el recinto aparecen letreros que dicen “SEGUNDO FRENTE”, los niños desconocen su significado, pero intuyen una posible amenaza. La fiesta de primavera transcurre deslucida. A esto se le suma la preocupación por la presencia de los rusos junto al colegio. Como era de esperarse, la popularidad del niño ruso comienza a decaer ante la atmósfera descrita:
En un acto repetitivo, pero desde otro contexto, el director del colegio transmite las graves noticias internacionales al nuevo maestro el 21 de junio de 1941. El nuevo salón donde se ubican el narrador y sus compañeros de clase se destaca por sus dimensiones y por el sol que se filtra tras los ventanales. El efecto visual agradable contrasta con las nuevas fotografías que decoran el lugar. Ahora se encuentran confrontadas, en una se observa al nuevo presidente de México, Ávila Camacho, y en la otra, al führer. El nuevo profesor alemán de ascendencia mexicana, desempeña una función notable dentro de la escena: representar la fisura que se abrió en ese momento entre Alemania y México. Su corazón e ideología son alemanes, su físico, mexicano; como lo señala el narrador “un accidente genético que, para su desgracia, no tenía explicación, ni mucho menos, justificación (p. 95). Impulsado por una actitud heroica, el maestro exclama:
La diversidad de acontecimientos descritos en el cuento aporta un elemento de diferenciación y percepción de la realidad, misma que genera la violencia al final del relato entre los propios alumnos. Tanto el director como la maestra se convierten en el tamiz que filtra la información que aparece sesgada según su visión e ideología. Finalmente, lo que se pretende es estimular a los alumnos a que se adhieran a los hechos, propiciar una reacción inconsciente de apoyo y júbilo por los eventuales eventos de triunfo, o de rechazo abierto o de violencia, como lo presenta el narrador personaje en el desenlace del cuento, señalado pulsión infantil hacia la crueldad:
Hasta aquí se ha podido observar un aspecto central en ambos relatos: la reconstrucción de la infancia siempre aparece vinculada a Alemania. La capacidad imaginativa de Salvador Elizondo le permitió reconstruirla en beneficio total de su escritura mediante la invocación y evocación. La fuerza de este desafío destila agudeza, imaginación e ironía, a través del despliegue de un lenguaje subversivo que se entreteje con las palabras puestas al servicio de la recuperación del pasado, desde la zona de la totalidad del presente, retomando las palabras de George Steiner (1982, p. 115). Referencias:
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