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La literatura en América Latina ha representado, a partir de la segunda mitad del siglo XX, uno de los temas que más preocupan a la sociedad latinoamericana: la heterogeneidad de las culturas que buscan incorporar la modernidad y los avances tecnológicos a las tradiciones y a la cultura popular, lo cual genera la concepción de una identidad en conflicto. Un ejemplo de lo anterior es la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, de José María Arguedas, en la que el conflicto de la identidad está representado por más de un género narrativo, pues la narración del pueblo de Chimbote está intercalada con los diarios del autor. En este ensayo propongo un análisis de la novela basado en las relaciones de los diferentes narradores con el propósito de demostrar cómo influye la narración en el proceso de representación de la realidad, es decir en la ficcionalización, para lo cual retomo algunos conceptos de los teóricos Antonio Cornejo Polar (2003) y Néstor García Canclini (1990), que expongo a continuación.
Para comenzar, Cornejo Polar (2003) parte del problema de la búsqueda de identidad para definir al “sujeto heterogéneo” como un sujeto que está hecho de muchas identidades disímiles, oscilantes y heteróclitas pertenecientes a universos histórico-culturales; por lo tanto, se construye por una hibridez y una pluralidad multivalente que, en el ámbito de la literatura latinoamericana y las reflexiones socio-históricas, conllevan un cuestionamiento sobre nuestra configuración diversa y múltiplemente conflictiva. De la misma manera, García Canclini (1990) señala que la heterogeneidad sociocultural se manifiesta por medio de los conflictos entre diferentes temporalidades históricas que conviven en un mismo presente, por lo que los países latinoamericanos son el resultado de “la sedimentación, yuxtaposición y entrecruzamiento de tradiciones indígenas (sobre todo en las áreas mesoamericana y andina), del hispanismo colonial católico y de las acciones políticas, educativas y comunicacionales modernas” (p.71), por lo que el sujeto latinoamericano se constituye heterogéneo por la confluencia tanto de universos socioculturales como temporales.
Para analizar esta problemática en El zorro de arriba y el zorro de abajo, me enfocaré en la primera parte de la novela para hablar del narrador a partir de las siguientes preguntas: ¿cómo se construye la voz narrativa en el diario y en la narración novelada?, ¿cuál es la relación entre cada diario y los capítulos de la novela que le siguen? y ¿cómo influye la narración en la representación de la realidad? En primer lugar, la novela se conforma por fragmentos del diario del autor y la narración propiamente dicha. En esta, se expone el proceso de modernización de Chimbote por la intensa actividad pesquera y la industrialización, al mismo tiempo que se narran los sucesos particulares de los personajes, sus experiencias y dificultades en la bahía y en el pueblo. De esta manera, desde el análisis de la estructura de la novela se presenta una heterogeneidad en las formas narrativas que continúa en el plano de la narración.
En cuanto a la voz narrativa del diario, esta se define por un yo narrador que, de acuerdo con las características del diario como género, correspondería con la voz del autor, sin embargo, los diarios en El zorro de arriba y el zorro de abajo tienen una función mucho más compleja, como se verá más adelante. El diario que se incluye en la novela se caracteriza porque en él el narrador expresa sus pensamientos más íntimos, sus deseos, miedos y problemas personales que no van en una sola línea de tiempo, sino que el autor viaja constantemente del presente al pasado, de su situación como escritor a sus recuerdos de provincia, de la modernidad a los mitos vivos del pueblo quechua.
Además de la intimidad del pensamiento, otra de las características de estos diarios es el recurso de la memoria para hablar de la naturaleza y de las personas de su entorno inmediato, así como para hacer una revisión de los escritores latinoamericanos de su época. Esta revisión es relevante para el presente análisis porque, además de la mención del canon literario de la época, el autor elabora una propuesta estética que comienza con la visión del escritor como un ser humano común, pues el yo narrador se dirige constantemente a otros escritores pero no como si fueran los grandes escritores del boom latinoamericano, sino como escritores a los que puede cuestionar porque no están en un “pedestal” más alto que él, por ejemplo Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, a quien compara con personas tanto del lado moderno como del popular: “¿no será una combinación de Carpentier, Rulfo y Carmen Taripha, en su modo vivo? Dicen que cautiva, ¡qué bien! Entonces tendrá también algo del negro Gastiaburú” (Arguedas, 1983, p.28).
Asimismo, el yo narrador reflexiona sobre otros temas como la escritura y el oficio de escritor, sobre el que destaca que: “¡No es profesión escribir novelas y poesías! […] Entiendo provincialmente el sentido de esta palabra oficio como una técnica que se ha aprendido y se ejerce específicamente, orondamente para ganar plata” (Arguedas, 1983, p.30), para más adelante mencionar: “Escribamos por amor, por goce y por necesidad, no por oficio[…] Yo vivo para escribir, y creo que hay que vivir incondicionalmente para interpretar el caos y el orden” (1983, p.30). Así pues, para Arguedas el escritor establece un compromiso no sólo con la escritura, sino también con su realidad para saber interpretarla de acuerdo a su punto de vista y con ello plasmarla en las obras de arte.
A estas reflexiones se suman las que se concentran en el problema de la escritura, en las dificultades de escribir y en la imposibilidad de terminar la novela que está escribiendo, El zorro de arriba y el zorro de abajo. Es importante destacar que el diario como género, si bien se caracteriza por la narración personal y sincera de una persona, al incluirse en esta novela el proceso de expresión/ comunicación es diferente, puesto que, al ser un texto pensado para publicarse, es decir para que otros lo lean, el autor hace una construcción de sí mismo, por lo tanto, es una autoficción. Los elementos autobiográficos están ficcionalizados pero esto no quiere decir que sean falsos o que sean mentira, sino que el autor, al mirar y captar la realidad que lo rodea, busca una forma de representación que transforma esa realidad mediante la lengua escrita, en el caso de la literatura, para comunicar a otros lectores sus experiencias. Lo mismo ocurre con la narración de los personajes de Chimbote, que no es una reproducción exacta de la realidad, sino una ficción literaria, pero antes de tratar este punto voy a hablar primero de cómo se construye la voz narrativa en esa parte de la novela.
En la narración novelada, el narrador es heterodiegético, aparentemente omnisciente porque tiene una visión total del universo narrativo y en la mayor parte de la narración solamente describe o hace acotaciones entre los diálogos de los personajes, sin embargo no permanece totalmente alejado, sino que hace varias focalizaciones para presentar en su conjunto la narración de una colectividad, del pueblo de Chimbote, en la que cada sujeto está relacionado con el espacio en el que se encuentra y tiene una propia identidad que está en conflicto, que se revela a través de la voz narrativa, por lo que ésta también expresa las tensiones sociales entre los personajes.
Las focalizaciones entre los pescadores, como Chaucato, las prostitutas del pueblo, el loco Moncada y el pueblo, cambian de un párrafo a otro, de una oración a otra e incluso dentro de una misma oración, pues el narrador transita libremente en la diégesis de la novela para narrar la perspectiva de múltiples personajes al mismo tiempo que les da voz para que ellos mismos se expresen, por lo que hay una recuperación del lenguaje oral de los pescadores, los serranos y los demás habitantes. En esta recuperación de la oralidad se genera un contraste entre el habla de los personajes y el habla del narrador, puesto que por sus registros lingüísticos resulta evidente que el narrador no es parte de la colectividad; no obstante, como ya mencioné anteriormente, no la critica ni juzga, sino que simplemente continúa con la narración, como en el siguiente ejemplo en el que, después de un monólogo de Chaucato, el narrador prosigue la narración adentrándose en la psicología del personaje:
Ahora Chaucato, hermanón de Braschi, es contras Braschi. Dicen que pa’comer grande hay que elevarse, como pájaro en la mar[…] Braschi se lleva mi trabajo; no me va a tocar los forros. No se traga madre, ¿no? A Chaucato nadies no lu’ha jodido tuavía al gratén. No se traga madre, ¿no?
Por primera vez decidió casarse. Ese pensamiento corría como una palpitación debajo de las exclamaciones y reflexiones que le salían de la boca (Arguedas, 1983, p.41).
Por lo tanto, el narrador de las partes de la novela es un narrador que conoce la psicología de los personajes y aporta fragmentos de esa psicología a la narración, pero no emite juicios de valor porque toma cierto distanciamiento respecto a los personajes y les da voz para dejar que ellos mismos emitan sus opiniones y juicios.
Al igual que en el diario, en la narración novelada hay descripciones de los lugares o acontecimientos en el presente y en esos mismos fragmentos el narrador inserta a personajes míticos de la religión quechua, como en el siguiente ejemplo:
El cerro El Dorado, cortado a pico sobre el mar, con santuarios preincas en la cima, se elevaba, alto, muy a lo lejos, y separado de la cordillera por una honda garganta. Tutaykire está trenzando allí, durante dos mil quinientos años, una red de plata y oro. Su cabeza brilla lento; su cuerpo duro da sombra, y por eso el cerro altisonoro, con un abismo al mar, vigila a los pescadores, ahora más que nunca (Arguedas, 1983, p.41).
De esta manera, el diario constituye una guía de lectura para la novela, en la que la pluralidad de culturas y voces conviven en un mismo espacio, Chimbote, para presentar un drama colectivo con diferentes tipos de conflicto según la focalización y el punto de vista en el que se enfoca el narrador. Por un lado, el yo narrador personal del diario, y por el otro, un narrador en tercera persona heterodiegético, muestran que no hay una uniformidad en la novela, sino, como señala Cornejo Polar, una pluralidad multivalente que es parte de los sujetos heterogéneos. Esta no-uniformidad no sólo se da en el universo narrativo, sino que también en el diario hay una pluralidad que comienza con la metatextualidad, desde que destaca las dificultades de escribir dentro del mismo texto que publica.
Así, se construye una relación de metatextualidad entre el diario y la narración, pues el proceso de escritura es ficcionalizado y se habla sobre el texto dentro del mismo texto, un ejemplo en la narración se encuentra en el segundo diálogo entre el zorro de arriba y el zorro de abajo, en el que se demuestra la conciencia de la novela como un producto escrito: “Hay mundos de más arriba y de más abajo. El individuo que pretendió quitarse la vida y escribe este libro era de arriba; tiene aún ima sapra sacudiéndose bajo su pecho. ¿De dónde, de qué es ahora?” (1983, p.65). Esta relación de metatextualidad, junto con los elementos autobiográficos ficcionalizados y la revisión del canon literario hispanoamericano, son parte de la construcción de la novela. Al explicar su proceso de creación y resaltar la imposibilidad de escribir, la voz narrativa se convierte en la voz de un sujeto heterogéneo que está en conflicto consigo mismo y con su realidad.
En este sentido, resulta pertinente la distinción que hace Cornejo Polar (2003) sobre la construcción de los individuos, pues señala que el sujeto, individual o colectivo, no se construye en y para sí, sino que se hace en relación con otros sujetos y también por y en su relación con el mundo, por lo que no hay mímesis sin sujeto pero al mismo tiempo no hay sujeto que se constituya al margen de la mímesis del mundo. De este modo, tanto el diario como la narración novelada son la construcción literaria de cómo un sujeto se construye en relación con la percepción de sí mismo, pero también con los demás sujetos que lo rodean. Por lo tanto, las diferentes narraciones influyen en la representación de la realidad porque no solamente son un elemento constitutivo del texto literario, sino que también son el medio por el cual se ficcionaliza la realidad, pues hablar de representación de la realidad es hablar de ficcionalización.
Para concluir, el diario y la narración de la novela en conjunto son un medio a través del cual se presenta una ficción literaria, el primero porque es una autoconstrucción del autor en un género narrativo íntimo y el segundo porque es una representación de una colectividad de uno de los pueblos de Perú. El diario constituye una guía de la narración y una propuesta estética con arraigo social porque, además de proponer su poética propia sobre cómo construye su novela, le da importancia a la pluralidad de voces, mitos y culturas que forman parte de los pueblos andinos. De esta manera se construye un texto literario complejo en su estructura y contenido, pero también con una pluralidad de significados. Referencias: Arguedas, J. M. (1983). Primera parte. El zorro de arriba y el zorro de abajo. Obras completas. Tomo V (pp.15-270). Lima: Horizonte.
Cornejo, A. (2003). Introducción. Escribir en el aire (pp.5-16). Lima: Latinoamericana Editores.
García, N. (1990). Capítulo II: Contradicciones latinoamericanas: ¿modernismo sin modernización? Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad
(pp. 65-80). México: Grijalbo
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