|
I
La presencia es compañera de la ausencia. Tocar una de ellas significa predisponerse a la aparición de la otra. Hay diversas clases de presencia, tantas, incluso aquella que se crea a partir de la ausencia misma. En el campo literario puede desarrollarse aun antes de mostrarse o de ser evidente. La presencia está hecha de huellas, de acciones cumplidas o no, de significaciones y, desde luego, del lenguaje.
Esta circunstancia tiene lugar en el cuento “La mígala” de Juan José Arreola publicado originalmente en 1952. Se comprobará tal aseveración, razones y tratamiento de la misma mediante las propuestas sobre deconstrucción de Jacques Derrida y acerca de la fenomenología escrita por Paul Ricoeur.
La obra del ensayista, periodista, traductor, editor, y poeta mexicano Juan José Arreola se compone principalmente de relatos breves reunidos en Varia invención y Confabulario, así como de su novela La feria. Nació en Zapotlán el Grande (hoy Ciudad Guzmán), Jalisco, el 21 de septiembre de 1918 y murió en Guadalajara, Jalisco, el 3 de diciembre de 2001.
Aprendió actuación en la Escuela de Teatro del INBA y trabajó bajo la dirección de Rodolfo Usigli y Xavier Villaurrutia. Recibió numerosos premios y reconocimientos, presenció varias ediciones de sus obras, traducciones, y participó en bastantes eventos.
El cuento “La mígala” forma parte de Confabulario, escrito en 1952. Es un relato donde el narrador autodiegético compra una mígala (araña de origen sudamericano altamente venenosa) y la deja libre en su departamento con la finalidad de ser sorprendido por la picadura mortal del animal para así acabar con su vida. Esta obra, in media res, habla del momento en que Beatriz, su mujer, abandonó al protagonista. Pasan los días, la muerte de éste se posterga y la incertidumbre crece sin más remedio.
Dentro del texto mencionado se halla el desasosiego de la voz narrativa como único personaje afectado por los sucesos y por los no-sucesos. Los ojos del protagonista giran en torno a la presencia de la mígala, sin embargo, también piensa en la ausencia de ésta, aspecto que la vuelve presente y casi tangible en el relato.
II La presencia en el lenguaje.
Considerar tales nociones significa visualizar el texto como objeto de estudio capaz de mostrar la clase de presencia que desempeña el ente no visible. Este asunto será definido con base en la teoría del filósofo francés contemporáneo Jacques Derrida sobre la presencia, explicada según el medio en que se manifiesta. Tratamiento resuelto en su obra De la gramatología publicada en 1967.
Por ello, en cuanto a la presencia, su encadenamiento historial y sub-determinaciones respectivas Jacques Derrida formula clasificaciones de la siguiente manera:
Presencia de la cosa para la mirada como eidos, presencia como substancia/esencia/existencia [ousía] presencia temporal como punta [stigme] del ahora o del instante [nun], presencia en sí del cogito, conciencia, subjetividad, co-presencia del otro y de sí mismo, ínter-subjetividad como fenómeno intencional del ego, etc. (1971, p. 19).
Luego de comprender qué especie de presencia sucede en “La mígala” se buscará la razón de la misma. El protagonista del relato ha buscado el ‘infierno’, es decir, obtiene intencionalmente su propio mal. Ejemplo de ello son los siguientes momentos ubicados en el texto de Arreola (1963):
Unos días más tarde volví para comprar la migala […] Dentro de aquella caja iba el infierno personal que instalaría en mi casa […] La noche memorable en que solté a la migala en mi departamento […] Dejo siempre que el azar me vuelva a poner frente a ella […] yo he consagrado a la mígala con la certeza de mi muerte aplazada (p.14).
De manera que es igualmente necesario encontrar la condición ontológica del ente a través del lenguaje expuesto en el relato, este análisis partirá de la filosofía que Heidegger plantea en cuanto al ente o lo relacionado a él. Baste como muestra la siguiente noción acerca de la presencia: “la esencia de este ente consiste en su tener-que-ser. En su esencia, que sólo puede darse como ser en el tiempo, está inscrita ya la exigencia de un existir interrogante, de un compromiso indagador” (Fernández, 2007, p. 155).
También será posible gracias a las ideas ónticas halladas en Teoría de la interpretación, escrita en 1976 por el filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur, quien cuenta con innumerables publicaciones en los campos teológicos, filosóficos, epistemológicos, éticos, políticos y narrativos, tanto históricos como literarios.
Para él, el discurso es un acontecimiento del lenguaje. Mientras que, por otro lado, la ontología del discurso surge de la realidad del acontecimiento. En este sentido, hallar la realidad del discurso en “La mígala” y resolver el acontecimiento que aparece como la ausencia-presencia es otro de los objetivos de este trabajo.
La interpretación del suceso y su significación se abordarán a través de los fenómenos ocurridos en la trama del cuento porque, de acuerdo con Ricoeur (2006), éstos se prestan a interpretación y corresponden a la experiencia de lectura a partir del análisis de símbolos ya que “la teoría del símbolo nos concederá ampliar nuestra teoría de la significación al permitirnos incluir dentro de ella, no sólo el doble sentido verbal, sino también el doble sentido no verbal” (p. 59). Asimismo, la significación se manifiesta mediante el discurso y es importante recalcar que no siempre es verbal, ya que puede reflejarse tanto en metáforas como en símbolos.
De este modo, el discurso de “La mígala” determinará componentes como la interpretación y significación de su ausencia-presencia. La ambigüedad podrá ser despejada hasta alcanzar la cosa deseada en el objeto de estudio. Para Ricoeur (2006), la literatura es un discurso que especifica muchas cosas sin necesidad de que el lector elija entre ellas, es decir, se trata de la positividad de lo ambiguo.
III Fonocentrismo y presencia.
Cierto es que han sido realizados análisis diversos sobre este mismo objeto de estudio tanto como de su estructura narrativa, el eje temático, desarrollo de la trama, como de la figura que ocupa la mígala en el texto. Sin embargo, en este trabajo será despejada la ausencia y presencia de dicha figura.
Como ya se mencionó, la interpretación de ésta y su significación, así como el concepto de huella y acontecimiento, será tópicos fundamentales del análisis literario que se propone: deconstrucción del estar-no-estar de la mígala y cuánta razón de cogito hay en ello. Porque, en cuanto a este concepto, Derrida expone lo siguiente: “el acto del Cogito vale incluso si estoy loco, incluso si mi pensamiento está loco de parte a parte” (1989, p. 78).
Es a partir del fonocentrismo, concepto propuesto por Derrida y definido como la consideración en que la voz es superior a la escritura y que se confunde con la presencia y con las sub-determinaciones de ésta, que se tratará cada clase de presencia para argumentar por qué no corresponden a la presencia desarrollada en el texto de Arreola y, desde luego, justificar cuáles sí.
Para dilucidar el concepto de fonocentrismo, León expone lo siguiente acerca de la presencia del habla en la conciencia, teoría planteada por Derrida:
Este “añadirse” originario, previo a la identidad misma de la conciencia, previo pues a la primera identidad de todas las posibles y fundamento de la metafísica moderna desde Descartes, sería pues el “suplemento” originario, ya que su adición viene a suplir o sustituir una falta, una no-presencia a sí originaria, de modo que la estructura de la suplementariedad marca irreductiblemente la operación de un diferir originario, archi-originario, que retarda y fisura a la presencia antes de que esta misma se constituya (2013).
Con respecto a tales derivaciones, la presencia que ronda el texto de Arreola no es eidos porque no es visible (esto no significa que sea invisible), es decir, no es presente consigo, ni segura, ni consciente de sí misma. Debido a que la voz narrativa jamás tiene contacto directo con la mígala como ser vivo. De acuerdo con el texto, el personaje compra la mígala y la transporta a su vivienda en una caja de madera, luego la deja libre y no vuelve a ser observable, mucho menos palpable. En el mismo sentido, la voz narrativa no muestra interés en conocer al ente en su forma visible y lo explicita de este modo: “Hay días en que pienso que la mígala ha desaparecido, que se ha extraviado o que ha muerto. Pero no hago nada para comprobarlo.” (Arreola, 1963, p. 14).
Tampoco es ousía porque no es materia tangible, ni siquiera es representable; dicho de otro modo: la mígala no es una idea activa a partir de su independencia. La esencia de su aparición es instituida por la percepción impuesta por la voz narrativa. Aquí un ejemplo de ello: “el silencio de la noche me trae el eco de sus pasos, que he aprendido a oír, aunque sé que son imperceptibles” (Arreola, 1963, p. 14). Este personaje no permite averiguar si los sucesos vividos son terrenales o parte de su inconsciencia.
Sin embargo, la mígala sí es una presencia temporal, es el stigme (estigma permanente y memorable) del ahora. Es imagen arraigada a la consciencia del personaje, inalterable y de una función conferida por el mismo. Tal presencia es una renovación anímica y crece considerablemente junto a la auto-conmiseración del protagonista.
Por otro lado, también cumple con las propiedades de una presencia sub e inter-subjetiva impulsada por la voluntad del ego. Situación ocurrida a partir del momento en que el narrador compra la mígala con la disposición y misión expuesta de crear un tormento en casa. En el razonamiento, como eje, se halla la narración del protagonista y, logocéntricamente, determina su presencia en equivalencia al ser.
Aquí un fragmento que recoge la idea sobre la presencia-ausencia y que introduce los conceptos que motivan este análisis dentro del objeto de estudio, tales como: intención/stigme, huella y acontecimiento:
La noche memorable en que solté a la migala en mi departamento y la vi correr como un cangrejo y ocultarse bajo un mueble, ha sido el principio de una vida indescriptible. Desde entonces, cada uno de los instantes de que dispongo ha sido recorrido por los pasos de la araña, que llena la casa con su presencia invisible (Arreola, 1963, p. 14).
IV Huella y cogito.
Dicha figura es, también, la presencia del cogito que, según Derrida, no surge en defensa de la cordura, sino que es la eventualidad de su ausencia. El cogito está a un paso de la locura y, en palabras de la voz narrativa, se escucha aun en silencio. De manera que pudiera ser la mígala una coartada para desatar la demencia del protagonista. Sin embargo, existe también un punto cero, que explica Mauricio Amar (2012):
En Derrida aparece una búsqueda permanente del punto-cero, una zona de indistinción originaria que marca toda relación posterior y en la cual la locura es la condición de posibilidad del cogito, pero, al mismo tiempo, el propio Derrida introduce la propia locura como una modalidad del cogito, de modo que el punto-cero pareciera ser una zona fundamentalmente “cogiteana”, en la que esté loco o no, “cogito, sum” (p. 42-43).
La decisión, ya referida, que toma el narrador de “La mígala” es prueba de la intención con que busca una huella para no saberse abandonado. La figura de la mígala se manifiesta siendo ese ‘otro’ a través del ‘yo’. Dicho de otro modo, ocurre que no hace aparición y la voz narrativa evoca su imagen. Así, la mígala habita el texto cuando está y cuando no, también.
Esta significación se crea desde el estar-no-estar. Para Derrida (1971), el significado no se relaciona con la huella. El principio del significado es la presencia, de manera que el papel que juega la mígala, así como su acepción, se construye desde su ausencia-presencia y no a partir de los vestigios que podría dejar a su paso o de las ‘marcas’ que aporte al texto.
Para profundizar en este aspecto, a continuación, se expone la definición de huella por parte de Derrida (1971): “Es aquello a partir de lo cual es posible un devenir-inmotivado del signo, y con él todas las oposiciones ulteriores entre physis y su otro” (p. 62). Es decir, se trata de la esencia de nuestro habitar en el mundo “y que encuentra su expresión más acabada en la disposición del cuerpo ante la muerte” (Fernández, 2007, p. 158).
Dicho devenir-inmotivado, aplicado a la figura de la mígala, surge de la imagen femenina –Beatriz– quien antes de abandonar al narrador homodiegético y junto a él observa aquel estremecedor arácnido. Días más tarde, el protagonista vuelve rodeado de su inmutable soledad al sitio en que la vio y compra la mígala para llevarla a casa. De manera que no existe justificación real para la acción que comete el narrador, ya que ‘su mujer’ se ha marchado, pero nadie le ha dicho qué hacer.
En cuanto a la condición ulterior, el crecimiento –physis– se concentra a lo largo del resto de la narración. En resumen, la huella es el suceso concebido por el narrador como un abandono por parte de Beatriz. Las acciones correlativas forman parte del desarrollo de la misma huella, ya que la imagen de la mígala emerge y brota de las menciones hechas por la voz narrativa y no por sucesos manifestados en el espacio que habitan la mígala y el narrador.
V Co-presencia.
Otro carácter con que cumple el relato es la co-presencia del otro y de sí mismo. La presencia absoluta es subjetiva, es la no-presencia consigo en el cogito. El narrador de “La mígala” desconoce la presencia total del ente, a pesar de ello, la ausencia persiste gracias a las evocaciones sentimentales-emocionales-mentales que realiza el mismo.
De manera que el lector dará constante significación a la cosa que aparece escrita. Se hallará frente-a-frente ante lo que el cuento esté dispuesto a mostrar. Paul Ricoeur (2006) menciona sobre la lectura en su obra Teoría de la interpretación que es un ‘acontecimiento imprescindible’ la invención del espectador por parte del texto.
La reiteración narrativa al evocar la figura del otro es muestra de la imprescindible mención de la que se vale el narrador. La imagen no es clara ni evidente, es entonces que se traza un camino hacia la no-presencia de la mígala que, como ya se dijo, forma parte del cogito.
Es decir, la recurrente aparición no visible demuestra su cogitoa manera de disculpa, porque justifica los alcances del ente y, al culminar el cuento, el protagonista expone el extremo de la dubitación en que vive a través de escasos juicios y reflexiones elocuentes como, por ejemplo, “He llegado a pensar también que acaso estoy siendo víctima de una superchería y que me hallo a merced de una falsa mígala” (Arreola, 1963, p. 14). La nueva idea permanente del narrador gira en torno a la mígala y al desasosiego de saberse en peligro. Hasta este momento ya no se trata más de Beatriz ni de ‘su compañía imposible’.
La razón de la ausencia-presencia en “La mígala” está vinculada a la condición auténtica de la misma. El acontecimiento del ente, de acuerdo con la teoría de Ricoeur (2006), existe porque forma parte del discurso y es copartícipe del lenguaje, y porque “Sólo el mensaje tiene una existencia temporal, una existencia en duración y sucesión, donde el aspecto sincrónico del código pone al sistema fuera del tiempo sucesivo, entonces la existencia temporal del mensaje da testimonio de la realidad de éste” (p. 23). De modo que, sin reparar demasiado en plazo alguno, la mígala existe imperceptible gracias a la palabra del narrador y es allí que reside la co-presencia del cuento.
VI
Descartes, rememorado en De la gramatología, desasocia el signo del cogito como prueba. Asimismo, considera la evidencia como la presencia en la idea. En el texto de Arreola, la ‘locura’ se vuelve presencia, afín a la mígala, de manera que este ‘trastorno’ es intangible. Dicho de mejor modo, en el relato el cogito va de la mano con la mígala porque ambos son, proporcionalmente, tanto ausentes como presentes.
Así, la significación yace en la simbología ya que amplía sus parámetros al incluir el doble sentido de lo verbal y de lo no-verbal. Las metáforas son el proceso que recorre la significación para, en un punto más alto, lograr simbolizar.
En el relato de Arreola se encuentran significaciones como: ‘el infierno personal’ (la mígala) y ‘el infierno de los hombres’ (las mujeres); la repugnancia (de la araña) contra la compasión de una mirada (de Beatriz). Mismas alegorías que conducen a la simbología del cogito como razón y misión de la mígala. De manera que reproducen un símbolo global del discurso.
Sobre el ‘vacío’ de un ente, Derrida define la usurpación que aborda Saussure en conjunto a la firme permanencia de lo escrito, es decir, no se puede saber de qué está hecha la ausencia de un ente si no se habla del ente en sí. Es la presencia que se hace ausente a través de su mención y de la no-mención de su actuar. La no-presencia debe pensarse antes que el ente, esto es hablar de la huella, porque la no-presencia es estigma de la relación con el otro.
La razón de que la figura de la mígala aparezca, desaparezca, reaparezca y re-desaparezca es, de acuerdo con la propuesta de Derrida, la necesaria presencia-ausencia de la huella. Ésta se conforma de dualismos (como lo espiritual y lo material), por lo tanto, es inconveniente aspirar a una plenitud de lo presente, puesto que la presencia se integra de la ausencia y viceversa. Análogamente, el narrador y su cogito se componen de la mígala.
En cuanto a esa dualidad, su construcción ontológica lo reafirma. Para Ricoeur (2006), la referencia, y no el significado, es quien habla del ser. Éste se erige desde la experiencia hasta el lenguaje, si ocurre a la inversa se referirá a la imagen fraguada en el sentido hipotético. En este caso, “La mígala” germina del episodio experimental para reflejarse en el lenguaje. Es decir, la figura es aludida debido a los hechos que orillaron a ser mencionada, por lo que bien podría ser la soledad o tristeza del protagonista.
Por lo tanto, de manera complementaria, es importante mencionar que Frege considera fundamental la referencia porque va más allá del significado; es un presuponer instintivo. Discernimiento que ramifica tanto de la voz del narrador como de la visión ‘receptora’. La mígala es polisémica, es ‘muerte aplazada’ para la voz narrativa y cogitopara el lector que le interpreta.
Para concluir, es indispensable añadir algunas nociones sobre el ser y sus propiedades. Derrida habla de la conciencia expuesta por Heidegger sobre la materia óntica. Para él, ésta se fabrica gracias a su historia. El ‘sentido del ser’ se esconde en el nacimiento de la presencia, debido a que sin dicho evento no habría ‘historia del ser’.
La ontología del discurso que tiene lugar en “La mígala” se compone de razones meramente cronológicas. Antes de la aparición de la mígala se construye su imagen, al eclosionar inunda todo con su presencia: tanto a la voz narrativa como a su propia ausencia. De manera que la mígala habita el mundo porque la voz narrativa lo cree así.
Referencias: Amar, M. (2012). Cogito y locura. En torno al debate Foucault-Derrida. Fragmentos de filosofía, volumen 10, 33-52.
Arreola, J. J. (1963). “La mígala” en Confabulario. D.F., México: Editorial Planeta Mexicana, 1999.
Arreola, Juan José (Aniversario de nacimiento). Coordinación Nacional de Literatura: Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura. https://inba.gob.mx/prensa/10332/conmemorar-aacuten-al-escritor-juan-jos-eacute-arreola-a-cien-a-ntildeos-de-su-nacimiento.
Derrida, J. (1971). De la gramatología. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.
Derrida, J. (1989). La escritura y la diferencia. Barcelona, España: Editorial Anthropos.
Fernández, D. (2007). Heidegger: ontología, ética y estética. Boletín Millares Carlo, Universidad de La Laguna, núm. 26, 153-175.
León, J. (2013). “Lenguaje y fenomenología: la deconstrucción como ausencia constituyente” en Jacques Derrida. Philosophica: Enciclopedia filosófica on line. http://www.philosophica.info/archivo/2013/voces/derrida/Derrida.html
Ricoeur, P. (2006). Teoría de la interpretación. D.F., México: Siglo XXI Editores
|
|
|