Departamento de Letras
Departamento de Estudios Literarios

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e-ISSN: 1562-4072
  Volumen 7, número 19 / Enero-Junio 2020  
Revista electrónica semestral
de estudios y creación literaria
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El regalo en la estrategia de seducción en la novela Después de todo de José Ceballos Maldonado.

The gift as a seduction strategy in José Ceballos Madonado’s novel Después de todo.

Antonio Marquet
Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco
(MÉXICO)
CE: antonio.marquet@gmail.com
ID ORCID: 0000-0002-1064-9730

Recepción: 02/03/2020
Revisión: 28/04/2020
Aprobación: 30/04/2020

   
   

Resumen:
Profesor responsable del laboratorio de química para estudiantes de 15 y 18 años, Javier Lavalle ofrece regalos para seducir a jóvenes hasta que, extorsionado por un periodista, el profesor se ve obligado a renunciar y abandonar la ciudad de Guanajuato para emigrar a la Ciudad de México. Con un despliegue de un estilo directo y preciso, ajeno a prejuicios, Después de todo de José Ceballos Maldonado, es una de las obras emblemáticas de la narrativa homosexual del siglo pasado.

Palabras clave: Novela mexicana gay. Abuso de adolescentes. Adolescencia gay. Relaciones amorosas maestros-alumnos. Novelas de culto. 

Abstract:
Professor of Chemistry, Javier Lavalle offers gifts to students (aged from 15 to 18 years old) with the purpose to seduce them. Later, in Mexico City, where he fled from Guanajuato, he will remember how happy he was. By creating the character of Professor Lavalle, intelligent and cynical, Ceballos Maldonado wrote in a direct and clear style without prejudices, one of the most important Mexican Gay novels from the last century: Después de todo: after all.

Keywords:Mexican gay novel. Abuse. Highschool gay love. Teachers-students’ sexual relations. Cult Novels.

   
                  

Frente al narrador de Después de todo (1973), el lector encuentra una inteligencia portentosa. Se recorren los silogismos de un racionamiento impecable y riguroso. El mismo narrador habla de: “mi decantada malicia” (Ceballos, 1973, p.8) y el lector confronta a un hombre reflexivo que de pronto señala:

Dejo la pluma para sumirme en prolongada meditación, meneo la cabeza desesperadamente, me levanto y doy unas vueltas apresuradas alrededor de esta mesa, aprieto los dientes, empuño las manos como si estuviera dispuesto a hacer trizas alguna cosa. ¡Simples payasadas! La verdad es que estoy harto de analizar exhaustivamente mis problemas y de darles descabelladas soluciones. (Ceballos, 1973, 27).

En Después de todo se despliega la inteligencia: “Yo descubro intuitivamente ciertos recónditos significados.” (Ceballos, 1973, 30) Tal es el imperativo de un (escritor) marginal que echa a andar las interpretaciones de los más pequeños índices. Como tal, debe estar alerta, atento ante animadversión que pueda desencadenar ataques, como sucedió en Guanajuato.
             El narrador afirma con arrogancia que “Acierto casi siempre” (Ceballos, 1973, 7) y el lector no tiene más que confirmarlo inmediatamente porque cada uno de los detalles ofrecidos es una prueba irrebatible. En esta novela, el lector se encuentra ante un ser extraordinario.
             Después de todo es también la novela de un monstruo. La de un hombre fracasado, que en el final de la vida y en el último escalón de su descenso se vuelve posesivo, invasor, perseguidor, irrespetuoso. Incluso llega a contratar a un detective para vigilar a Rolando (el amante con el que vive). Apenas es creíble que gaste el poco dinero que tiene (solo unas monedas) en un proyecto absurdo y condenado al fracaso. La ruina en la que vive Javier Lavalle es, sin duda, responsabilidad plena del propio profesor.
             Después de todo es la novela de un hombre que dotado de una notable inteligencia fracasa en la vida. “La verdad es que estoy harto de analizar exhaustivamente mis problemas y de darles descabelladas soluciones.” (27) Porque Después de todo es también el relato de una miopía.
             ¿Cuál la razón de este terrible desenlace? No es otra que el supremachismo en el que vive, la hostilidad del entorno. Cada una de sus acciones, de sus capacidades (sobre todo su seguridad y audacia) desplegadas en su adolescencia y vida profesional, en cierto momento, se vuelven contra el protagonista.
             Después de todo es el relato desde los Reyes, así se llama la casa donde trascurre su niñez, hasta la calle de Milán en la Ciudad de México. Desde una casa espaciosa, donde no hace falta nada, hasta un cuarto de una pensión, donde hace falta todo, incluso la sensatez: “(Interesante: esta habitación que ahora semeja una heladera no me retiene en ninguna forma; no quiere acogerme; y la veo como si se tratara de un recinto extraño y feo).” (Ceballos, 1973, 33). En este aspecto es un fracaso. Pero una derrota que es preciso relatar, en la medida en que este destino es el de muchos otros personajes, en medio del supremachismo en el que se vive cuyos efectos presenciamos en la Prietty Guoman, y en los personajes de Por hocicones mataron a los actores de César Enríquez Cabaret; de la Bruja chica en Temporada de huracanes de Fernanda Melchor.
             Esta reflexión nació de una charla con especialistas en narrativa gay mexicana en el café del Palacio de Bellas Artes después del homenaje a José Ceballos Maldonado, en marzo de 2019.[1] ¿Las relaciones que establece el profesor Javier Lavalle con menores deben ser condenadas? Desde mi punto de vista: no hay duda. Sin embargo, se sostenía en la mesa como atenuante que Javier Lavalle ofrece a los estudiantes y amantes ayudas económicas importantes. Yo argumentaba que estructuralmente los regalos se encuentran en un contexto de sometimiento y cumplen con objetivos claros en la agenda del profesor. Por otro lado, desde la perspectiva de quien acepta las dádivas, es evidente que algunos amantes, como Leonardo Septién, no hubieran sostenido una relación sin esos regalos. Por último, sospecho que Leonardo tuvo algo que ver en la ruina del profesor dado que Manuel Gómez, el sobrino del periodista extorsionador, era su amigo: él lo lleva incluso al departamento donde se dan cita Javier Lavalle y él. No es imposible que Leonardo hubiera podido recibir un porcentaje de la probable extorsión (cien mil pesos). Por otro lado, el taxista señala que Leonardo se acuesta con cualquiera.
             Mi objetivo es trazar un perfil del profesor Javier Lavalle a través de un punto central en su estrategia de ligue: analizar los regalos que hace el protagonista de la novela Después de todo (1969) de José Ceballos Maldonado.
             Los destinatarios de los regalos son Leonardo, Gastón, Marcelo Montalván, Rolando y Pila-Gastón. Cada uno de los presentes son ostentosos, suntuosos: se trata de objetos de oro, seda; artículos importados, exclusivos, viajes, hospedaje... denotan savoir faire, buen gusto. Ciertamente quien da, espera recibir. No se trata de esa obsequiosidad de quien se cree indigno de ser amado. En la medida en que el regalo es punta de lanza, el acto de regalar una agenda oculta no carente de cierta belicosidad tendiente a avasallar al destinatario del regalo. Un dispositivo se pone en marcha donde performativamente se crean roles, subjetividades, estructuras sexo-afectivas, una forma de economía y horizontes sociales. El regalo no es inocente o altruista. Se encuentra en un marco de dominación.[2]
             El mismo profesor concede una gran relevancia a ese gesto, dedicando escenas importantes a poner en relieve este acto. En el relato, los regalos se ponen al servicio del narcisismo del profesor en la medida en que le permiten construirse una imagen muy adornada de sí mismo ante el lector. Javi se detiene en pormenores tales como el momento en que los ofrece y en recoger la reacción de los jóvenes cortejados; le importa hacer una lista detallada y precisa de los regalos que ofrece a cada uno de estos personajes más destacados en su biografía emocional: parece que nada escapa a su memoria. Esos obsequios no solo vehiculan una estrategia; son reflejo de sí mismo. Perfectamente seleccionados, son regalos significativos no solo desde el punto de vista del impacto emocional que causan, sino social y económicamente. Llaman la atención en el entorno, transforman el aspecto de quien los recibe. El regalo del Amo marca con su sello a quien lo recibe, implantándole un yugo. El amo marca su terreno. De ninguna manera es un santa clos.
             Al final de la autobiografía que escribe en hojas partidas a la mitad (a tal grado es la miseria en la que termina el relato del profesor Javier Lavalle), se sabe que debe una suma impagable: cincuenta mil pesos. Sin embargo, señala al lector que la pulsera de oro de 18 kilates que regaló a Rolando costó veinte mil pesos. Rolando además recibe un anillo cuyo precio no se especifica. Por lo tanto, el lector puede calcular que en la mano del amado desdeñoso está la mitad de esa deuda (por lo tanto, el yugo no solo se coloca en la persona que recibe el regalo sino en el que lo ofrece). Esa prodigalidad diarreica y megalómana sin duda es una de las causas de la miseria en la que se encuentra Javier Lavalle, sin dinero para comer. Esta compulsión dadivosa de su madurez contrasta con su juventud. En los inicios de su vida laboral, no gastaba sino en ir al cine los sábados; todo lo que ganaba se lo daba a su madre.
             En francés hay un chiste que divide la vida del hombre en tres etapas: a la juventud se la llama la edad del shock; la madurez, la del chic y la del adulto mayor, la del cheque. Javi Lavalle se colocó desde los treinta años en la del cheque. Se trata de la concepción de la edad de los treinta años de mediados del siglo pasado.

Algunas cifras
Los jóvenes que golpean a ventana de la habitación que renta en la casa de inquilinos en la calle de Milán 70 (col. Juárez), le piden a Javier Lavalle quinientos pesos, cifra que no tiene.[3] Años atrás, en Guanajuato, a Leonardo le regala el profesor mil pesos al despedirse, sin captar las implicaciones de hacerlo frente a Manuel Gómez, el sobrino del periodista.[4] El periodista que publica un artículo denigratorio sobre Javier Lavalle le exige cien mil pesos para que el artículo no se publique.[5] Mientras el profesor pretendía ofrecerle veinte mil pesos. La ayuda económica de su familia en Ciudad de México le llega esporádicamente en cantidades de mil pesos, sin que falte como pilón una prédica moral.[6]
             Es inútil señalar que esta estrategia de regalo que se analiza se encuentra en un universo de fuerte represión, a mediados de los años cincuenta en el Bajío. Desde esta perspectiva, más allá de mercantilizar la vida afectiva, lo cual es un hecho que salta a la vista, los regalos también pueden considerarse como un acto de negociación y resistencia, formas de burlar las rígidas normas de represión y la estigmatización no solo del homoerotismo, sino de las estrategias para crear y consolidar una relación de pareja. Es preciso advertir que la etapa de los regalos se contempla como un prolegómeno necesario al establecimiento de la relación, al punto de que no hay inicio formal del cortejo sin regalos.
             Cada uno de los regalos que ofrece el profesor Javier Lavalle se encuentra dentro de una estrategia de seducción, de manipulación o de pago implícito de favores sexuales a jóvenes de quince años. En una sociedad que ha lanzado anatemas sobre la homosexualidad, sería preciso dorar la píldora recurriendo a regalos, algunos de ellos indispensables para los estudiantes. Sin embargo, no hay que dejarse persuadir por un profesor que pretende despojar esas acciones de culpa, argumentando que estableció los puntos de esta negociación de manera clara y directa. En todo caso, sería ilusorio negar que las relaciones homosexuales que plantea Javier Lavalle con sus estudiantes adolescentes están fuertemente mercantilizadas.[7]
             En el horizonte que plantea la novela, no es tan sólo el caso de Javier Lavalle: su amigo Dagoberto,[8] regala tres mil pesos, invita a comer a restaurantes exclusivos de Zona Rosa. En el horizonte axiológico que presenta Después de todo,[9] el ofrecerse momentos de felicidad física o de cortejo era un privilegio oneroso para el profesor; no para el taxista que se permite tener sexo con Leonardo en el taxi, sin que haya costosos regalos de por medio: por lo menos no se mencionan. Para ser homosexual, era preciso tener una billetera considerable (hay que tener presente que los 41 pertenecían a la aristocracia porfiriana, y que en una escena de la película Los olvidados de Luis Buñuel un hombre elegantemente vestido se acerca a Pedro para seducirlo)[10]. En el caso de Después de todo, la relación no deja de tener dejos socráticos. Desde la perspectiva contemporánea se trataría de abuso de menores; y Javier Lavalle recibiría un fuerte castigo mediático y judicial. En los años sesenta el escándalo mediático bastaba. En la época actual, sería necesario llevar a juicio al profesor, así como al director del colegio quien le propone solamente que renuncie a su puesto. El director de la escuela donde trabaja Javier Lavalle adopta la censurable actitud de Norberto Rivera que cambiaba de parroquia a los sacerdotes abusadores.
Parece increíble que en los años sesenta Javier Lavalle haya logrado mudarse de ciudad sin ser perseguido y llevado a juicio.

El consentido del profesor
Para describir al tipo de jóvenes que le gustan, Javier Lavalle señala francamente:

[…] elijo desde los quince años; si tienen diecisiete o dieciocho es mejor. Para mis fines, después de los veintitrés años no me interesan los hombres. He aprendido mucho, tengo experiencia y sé que no es necesario insistir demasiado. Casi todos ceden rápidamente si se les dice con claridad la suma de dinero que van a obtener. Los muy jóvenes se asustan un poco y se resisten. Con los mayores al único recurso que apelo es al de la franqueza. Digo: "Oye: me gustas mucho; ¿quieres tomar algo conmigo?; te invito". "¿A qué horas?", preguntan. Nada más. Adviertan ustedes que es demasiado fácil, al menos para mí.” (Ceballos, 1973, 100)

15 a 18 años es el rango de edad de los jóvenes por los que se interesa el profesor de química. El fragmento escandaliza por su “franqueza” (o por el carácter descarnado de la confesión). Descrita sin circunloquios, esta técnica de shock quizá haya impedido una respuesta inmediata por parte de los jóvenes acosados. La efectividad tiene más de golpe contundente, de sorpresa por ser un profesor que lo propone tan abiertamente: antes de que puedan reaccionar los adolescentes, ya están atrapados. Más que convincente, Javier abusa de la seguridad de un adulto que además está investido con autoridad institucional. Más que seducir, el profesor se impone instaurando una dinámica cínica de valores entendidos, dentro de la cual, los jóvenes asienten a condición de que las invitaciones vayan en crescendo en el aspecto económico. Se apuesta por dinero, más que por afecto.[11]

Gastón
Con Gastón los regalos responden a la característica que ya mencioné, de que vayan en crescendo: primero Javier Lavalle obsequia unos calcetines de seda, luego una caja de pañuelos ingleses. Por último, ocho corbatas, un suéter y una playera el día de su cumpleaños.[12]
             Ante el generoso exceso, su alumno, de quince años, le da un abrazo. Se trata de prendas importadas que denotan no sólo la generosidad del obsequiante sino su buen gusto, la dimensión de su interés y correlativamente, el tamaño de su cartera. Son regalos que el profesor da a sus alumnos que además son sus ayudantes en el laboratorio:[13] no hay que perder de vista que existe un doble lazo (académico y laboral) que supedita al estudiante con el profesor.
             Los regalos que ofrece Lavalle remiten a una época diferente. En primer lugar, son una manera de acercarse al objeto amado en momentos en que las relaciones homosexuales estaban fuera de las normas. Al mismo tiempo, ponen en relieve a un hombre narcisista que quiere impresionar a quien obsequia, lo cual no es muy arduo dado la marcada diferencia de edad y el acusado contraste en las posibilidades económicas. El profesor dobla la edad de sus alumnos. Pudiera ser que en el caso de Rolando incluso la triplicara, aunque en este caso se trata ya de un desempleado de más de cincuenta años, con un joven de 17.

Marcelo Montalván
Con Marcelo Montalván hay una resistencia al principio. Javier Lavalle tiene que abrir el abanico de posibilidades de regalos, que el joven sistemáticamente rechaza, hasta que el profesor llega al dinero. Lo cual deja a Marcelo tambaleando. Primero rechaza los regalos (libros, pastel, un cinturón, un anillo de oro, un reloj de pulsera) porque no puede presentarse con ellos en su casa: “mi padre me mataría” (p. 127) asegura. A diferencia de Leonardo y la aquiescencia de su madre, la familia Montalván vería con suspicacia que alguien ofreciera regalos al adolescente.
             Después de tentarlo con dinero, el profesor le pide que bese el pétalo de una flor y luego le pide un beso. Es claro el proceso de corromper y doblegar al otro, al tiempo de mostrarse como Amo de la situación. En este caso, relata la escena porque goza de ser capaz de ordenar lo más insólito y lograr que un adolescente las realice. Una vez que los jóvenes se han sometido a sus órdenes estrafalarias, entonces puede hacer lo que quiera con el novio. Lo ha sometido. Sin embargo, la historia no termina en la tersa sumisión, años después:

Transcurrieron ocho años antes de que conociera su dirección aquí en el DF. Fui a buscarlo con los pensamientos alborotados y el corazón dando vuelcos. Pregunté por él en la tintorería de la planta baja de su casa. La muchacha que recibía la ropa lo conocía perfectamente y me lo señaló con el dedo en la banqueta de la acera de enfrente. Platicaba con un tipo. "¿Es Marcelo Montalván?", pregunté a la empleada con tono de duda. Entonces era un muchacho de veintitrés años. Había crecido mucho y tenía una obesidad repelente. Pero no cabía recelar que fuera él. Se despidió del tipo y empezó a caminar por el soleado pavimento en dirección de la puerta de su casa. Fruncía el entrecejo y le temblaban los cachetes sudorosos. No logré superar mi perplejidad; y por supuesto no le hablé. (Ceballos, 1973, 129)

Marcelo ha dejado de ser atractivo: ha engordado; tiene veintitrés años. El profesor ya no se detiene a saludarlo. Si no hubiera engordado es seguro que por lo menos lo hubiera saludado. Javier Lavalle es práctico y contundente: actúa inmediatamente sin vacilaciones. Su gusto está fuertemente definido, fetichizado. En el objeto amoroso busca al adolescente que fue, a ese adolescente que ambicionó un reloj y con tal de recibir ese regalo le pide a su padre que se lo regale (éste pone como condición que obtenga buenos resultados en la escuela).[14] Javier Lavalle obtiene tres medallas; destaca en todos los campos evaluables en el colegio, saca los primeros lugares. Como el padre no cumple la promesa, la desilusión es muy fuerte.[15] El hijo se coloca por encima de su padre desde la perspectiva de cumplir con su palabra y de realizar lo que se propone, lo que pacta con su padre. La cuarteadura de la figura paterna será permanente. Javier Lavalle no hará nada por olvidarla.

Leonardo
En el caso de Leonardo, los regalos son diversos. Van desde un tratamiento dental, hasta los libros para el colegio, ropa, viajes de fines de semana, dinero en efectivo con la anuencia de la madre de Leonardo que ve en el maestro Javier Lavalle a un benefactor (coartada sorprendente que le permite gozar de beneficios económicos del autoengaño). Los obsequios y la felicidad coinciden sólo en este periodo de la vida de Javier Lavalle. Unos cuantos meses. La satisfacción del profesor es tan grande que lo hacen sentir que ha escapado de una persecución milenaria, de una pesada loza: a fin de cuentas, él no compartiría las condenas contra los homosexuales.[16]
             A la madre de Leonardo, también le tocan los regalos de Javier Lavalle: un rebozo, una cartera... la madre está complacida. El abuso a menores suele acompañarse de la complicidad de los padres, especialmente de las madres que entregan su hijo o hija al abusador, como en el caso presente y es que Javi se comporta de manera encantadora.

Rolando
El reverso de la moneda es Rolando, un joven por el cual se desvive Javier Lavalle al final del relato autobiográfico. Le ha regalado una costosa pulsera y un anillo de oro, que, por supuesto, Rolando presume,[17] pero no dice quién le hizo esos presentes. De tal forma que un amigo señala que fue “su putón” quien le hizo estos regalos. Esta afirmación la hace el amigo enfrente de Lavalle: el golpe revela el nulo aprecio de Rolando.
             Rolando debe considerarse como un menor de edad que practica la prostitución, aunque pronto se va a casar con Claudina. Rechaza sistemáticamente a Javier Lavalle.

Primeras conclusiones
Las relaciones fuera de la norma se permiten, se pueden relatar si responden a una lógica económica.
             Aunque el origen de la familia se encuentra marcado por la necesidad de salvaguardar las propiedades patriarcales, hay dos tipos de relación: tradicionales, aceptadas. Y las relaciones marcadas por la lógica comercial.
             En ambos casos, Javier Lavalle sale perdiendo. Tiene que ofrecer regalos para acercarse, es decir, tiene que pagar por iniciar el asedio y, a la postre, recomenzar con el ciclo escolar: necesita no sólo cortejar, doblegar, sino tener al otro atado a una doble dependencia: Javier es el jefe del ayudante del laboratorio al mismo tiempo que el profesor (y amante). Desde el punto de vista laboral y académico, el “amado” es su presa. Ulteriormente el profesor Javier Lavalle no logrará atar a ningún otro joven con esta doble liga: laboral y económica.
             Al final, el lector de Después de todo acompaña al protagonista en la confluencia de la derrota familiar (profundamente desilusionado con su padre), profesional (sin trabajo), emocional (Rolando está por marcharse con Claudina), sexual (acaba de narrar el episodio de impotencia ante Leonardo), económico. Aunque la ruina es multifactorial, es preciso señalar que el lector también asiste al surgimiento de un gran narrador que, al jugarse en el contexto de la derrota general, logra dejar un testimonio vibrante, desembozado, desprejuiciado.
             Javier Lavalle tiene dos grandes amores: Leonardo y Rolando. En el pasado y en el presente; en Guanajuato y en Ciudad de México: los dos conocen el mismo desenlace. A Leonardo “le gusta”, para emplear el eufemismo que utiliza el chofer. Rolando va a casarse y a ser padre. La relación está perdida, la batalla que ha venido dando Javier Lavalle descalificando a Claudina y vigilando estrechamente a Rolando ha resultado un fracaso. El común denominador de cada una de sus luchas (laborales, seductoras) ha desembocado en el fracaso. Excepto una: el desafío escritural, que muestra una gran coherencia y claridad, a pesar de que Javier Lavalle indica que lo que tiene el lector en la mano no es sino algo fragmentario, para evitar el escándalo.
             Si bien Javier Lavalle afirma que vive como sonámbulo. Sin tomar conciencia clara de lo que sucedía, de su gravedad, Después de todo es una novela pionera, desoladora, valiente y cristalina. La impresionante memoria del profesor Lavalle no le sirve sino para conservar la conciencia de su derrota en todos los ámbitos. Y para entregarnos las dificultades que debe enfrentar el homoerotismo y los retos para establecer una relación en que solo uno sea el que aporta, el que desea, el que ame, el interesado, el que le echa ganas. Pero ¿acaso no es así en las relaciones humanas sean heterosexuales u homosexuales?

Para concluir problematizando a la sociedad
Esta reflexión pudo llamarse también “La obsequiosidad del Amo”, “La obsequiosidad perversa”, o de manera redundante, “La obsequiosidad perversa del Amo”.
             Javier Lavalle construye un relato autobiográfico que ofrece la versión de los hechos amarillistamente denunciados en El Sol de Guanajuato: El abuso de un profesor sobre sus alumnos. No se conocen los hechos efectivamente denunciados y el tono; solo los titulares del artículo y sus consecuencias: la renuncia y la huida inmediata de Guanajuato. Javier Lavalle elabora la versión de manera directa, dejando de lado el relato vejatorio, supremachista, extorsionador de un criminal que, en principio, no es puesto en duda por la sociedad que leyó aquel artículo.
             En Después de todo se revela el disfuncionamiento del aparato judicial a mediados de siglo (los estudiantes objeto de abuso no denunciaron, como tampoco lo hicieron sus padres, la escuela); el segundo plano se pone en evidencia el semblante económico-político llamado” El milagro económico”.

De esta forma se revela el dispositivo del universo de la corrupción:
Ante la represión sexual y las condiciones económicas deplorables, se mercantiliza el erotismo diverso. Donde la pareja se crea y se consolida a través de la disimetría de edades, de clase social, instaurándose la política del regalo para disimular tanto las realidades del abuso sexual como las necesidades del joven homosexual.
             Es preciso reconocer que la figura del sacerdote abusivo tiene su correlato en el profesor abusivo. No hay sacerdote que reivindique su proceder, como si lo encontramos en Después de todo con un ingeniero, profesor y jefe de laboratorio que en la actualidad sería acusado de acoso laboral y abuso de menores.
             El dispositivo perverso del regalo se encuentra dentro un flujo en que además de ser constante, debe crecer para mantener la semblanza de enamoramiento y goce.
             De la misma manera que no hay denuncias de abuso sexual en los años cincuenta a eclesiásticos, tampoco se procesa al profesor abusivo, ni a las autoridades disfuncionales que alientan al abusivo para que escape de su responsabilidad penal.
             De la misma manera, se estimulan los mecanismos de la extorsión como forma permisiva/represiva de la homosexualidad: En el reino de la dictadura perfecta, con una moral perfecta, se mantiene la política conservadora de criminalización y patologización a la vez que se ofrecen pingües bonus económicos al sistema policiaco que además de recibirlas, satisface sus necesidades sexuales: Púberes canéforas de José Joaquín Blanco; “Nomás no me quiten lo poquito que traigo” de Eduardo Antonio Parra, “La gloria de la repetición”[18] de Enrique Serna son relatos emblemáticos que plantean la extorsión policiaca a jóvenes.
             Este universo plantea otros aspectos que deben abordarse del tan denunciado dinero rosa. Y de la compulsión gay por el éxito económico, dejando de lado, los dejos del resentimiento queer. En los años cincuenta, un homosexual debía contar con una importante partida de su presupuesto para sobrevivir. Para no ir a la cárcel al asistir a una fiesta, al ir al bar. La dinámica de la extorsión se narra por ejemplo en la novela de Enrique Serna Uno soñaba que era rey.
             Si en el pasado, Javier Lavalle cometió acoso y abuso; en el presente del relato, las notas de Javier Lavalle revelan la violencia que se instaura entre el joven y su “putón”, o mecenas.
             En el pasado y en el presente del relato, el desenlace es el mismo: los jóvenes protegidos por el profesor terminan casándose. Se instaura un triángulo bisexual en donde habría que poner en relieve la feroz misoginia tanto del bisexual como del homosexual. El bisexual se permite gozar con su esposa y su amante; no se permite, sin embargo, el éxito profesional, económico, social: la figura del bisexual se construye como un sujeto dependiente (mantenido, objeto de “regalos”) de sus amantes. La violencia familiar de esta estructura que no es rara en la literatura, no escapa a la vista, por ejemplo en Todos mis padres (2019) de Fernando Yacamán; así como en uno de los relatos de la película Cuatro lunas (2015) de Sergio Tovar Velarde.
             No pongo en tela de juicio las fronteras etarias, sino la dimensión simbólica de la relación maestro/alumno. ¿Las relaciones entre uno y otro deben delimitarse al saber? ¿Limitarse al programa de estudios? ¿Entre analista y analizante; maestro/alumno; sacerdote y creyente; confesor y confesante; el policía y el ciudadano, una relación atravesada por el deseo erótico, debe haber sexo, es decir ¿un pasaje a la carne (que no pasaje al acto)?
             ¿El alumno debe ser desflorado por el profesor, como es el caso de Gastón, actualizando el derecho de carnada? Parecería que Después de todo abogaría por esta opción.
             Escribir es una labor transgresora. En Después de todo, la transgresión se efectúa desde una posición perversa. En donde se goza del poder absoluto sobre el otro. Un absoluto que además de los aspectos económicos, laborales e institucionales, se da en la investidura simbólica de la relación en donde se corporeiza lo intangible, donde se erotiza el saber, donde la química retoma otros sentidos; donde el laboratorio no es sólo el espacio del experimentar científico, sino es laboratorio de transgresiones, de perversiones.
             Es preciso subrayar la mise en abime de la transgresión en Después de todo. Donde se transgrede el género “autobiografía” en el horizonte cultural mexicano, al introducir en este terreno no solo la homosexualidad, sino la afectividad homosexual. Y la relación maestro alumno, patrón/empleado; ayudante/jefe. ¿Cuáles son los límites de la transgresión?
             Terminaría señalando otra de las posibilidades de significación del título: ¿”Después de todo” por qué no permitirse gozar, abusar, en un sistema corrupto? Javier Lavalle pagó su cuota por unos meses de felicidad. La cuota no fue solo emocional, sino económica, profesional, familiar, social… ¿De qué manera iba a sobrevivir que no fuera en las condiciones de marginalidad tan fuertes en las que vive un hombre con innegable talento? Sin abogar por Javier Lavalle, es preciso reconocer que pagó un precio elevado.

Referencias:
Ceballos, J. (1973). Después de todo. México: Premia Editora.

[1] Mi intervención (inédita) en la Sala Manuel M. Ponce lleva por título: “Memoria y reivindicación en Después de todo”.
[2] Esta misma dinámica se establece en los regalos que hace Carlos Denegri en El vendedor de silencio (2019). Por ejemplo, en la relación que establece con Natalia Urrutia: invitaciones a cenar en restaurantes de lujo, joyas, abrigos de mink, regalos a los hijos de Natalia, tienen como objetivo no solo entrar en contacto con la pintora y decoradora, sino poner en relieve la inconsistencia moral de Natalia. El periodista se asegura de que puede cometer cualquier exceso mientras la mujer se degrada, y renuncia a poner a salvo a su vida para no perder la oportunidad de arrebatarle pensión, propiedades… Ese tipo de regalos pone en entredicho a quienes los reciben. En el regalo hay dos escenas: en ambas pierden quienes los aceptan.
[3] Más adelante analizo este continuo golpeteo a la ventana que, sorprendentemente, no parece molestar al profesor.
[4] Error sintomático: El periodista lo extorsiona por un monto de cien mil pesos o publica el artículo en El Sol de Guanajuato. Sin duda el cálculo de la cifra exigida se basa en la prodigalidad que desplegó el profesor con su amante.
[5] Como punto de comparación de los montos exigidos en la extorsión periodística, en la reciente novela de Enrique Serna, El vendedor de silencio (México, 2019), el periodista Carlos Denegri se presenta en el oficina de  Leobardo Reynoso, gobernador de Zacatecas de 1944 a 1950 para pedirle 50,000 pesos a cambio de que no publique un artículo en que se revelan actos de corrupción en construcción de carreteras, educación,  salud pública… de “un cacique dedicado al saqueo sistemático de las arcas públicas.” (posición 4758). El monto exigido dobla la cantidad pedida a Javier Lavalle. Por otro lado, desde enero de 2020, Leobardo Reynoso tiene estatua de bronce en Juchipila (http://ntrzacatecas.com/2020/01/20/develan-estatua-de-leobardo-reynoso/) La tarifa del silencio por abuso de menores, dobla a la de corrupción en materia política.
[6] La ayuda familiar de su familia, de una de sus hermanas, es más bien limitada a pesar de que se menciona que es rica: de esta forma se subraya la generosidad del amante homosexual frente a la mezquindad fraternal. Las relaciones con los padres están cortadas: es preciso alejarse de la oveja réproba, del escándalo.
[7] Es inconcebible una relación amorosa entre homosexuales, entre varones que tienen sexo con varones. De acuerdo con esta visión supremachista, el afecto estaría proscrito del campo homosexual.
[8] Es el único amigo que menciona en la novela.
[9] El título de la novela de Ceballos Maldonado aparece escrito en minúsculas en la carátula y en la portada.
[10] Habría que recordar el conocido chiste que circula del hijo que le confiesa a su padre que es gay. El padre como respuesta le pregunta si tiene un auto último modelo, el monto de sus inversiones en acciones… y ante la respuesta negativa del hijo, el padre señala que no es gay, sino puto.
[11] Con tan descarnadas afirmaciones, el retrato de los jóvenes queda desprovisto de ingenuidad o inocencia. Todos los novios de Javier Lavalle estarían atraídos por el dinero, se trata de estudiantes que practican el sexoservicio con el profesor.
[12] Habría que señalar que estos regalos promueven que los jóvenes se vean como adultos en la sociedad provinciana de mediados del siglo pasado: corbatas, pañuelos y calcetines importados. Los reglaos los hacen sentir importantes, maduros: arrojan luz sobre estos jóvenes en el escenario social.
[13] El narrador afirma que: “El director de la escuela debe elegir mi ayudante entre una terma de alumnos que elaboro con celo excesivo. Y pronto veo llegar el conflicto. Porque resulta evidente para todos -tanto como para mí- que los tres candidatos son ejemplares físicamente irreprochables. Me lo cuentan en seguida. Se extraña el director -Y lo dice-- que haya seleccionado a tres niños bonitos en vez de optar por Tal y Cual, que son muchachos inteligentes y estudiosos. "Lavalle tiene buen gusto", comenta. Pero no me pongo furioso, sino que más bien me lleno de pavor.” (p. 81) quizá este comentario de Lavalle tenga también como objetivo involucrar al director: estaba consciente de lo que hacía, del tinte homosexual de la selección del ayudante, antes que académico.
[14] “… me atrevo y le pido que me compre un reloj. Me escucha distraídamente; y haciendo ademanes como para espantar una mosca impertinente dice que sí, que cómo no, que al terminar el año, pero sólo si obtengo calificaciones excepcionales. Sonrío. "¿Calificaciones excepcionales?, te conformas con minucias, no me conoces, soy un león, tengo tal cantidad de puntos buenos que los derrocho…” (p. 44)
[15] Quizá cada uno de los regalos que da el profesor Lavalle, significa un golpe para su padre con el que no pudo establecer esta dinámica de premios a las buenas notas en el colegio.
[16] Sin embargo, la felicidad no es perfecta, Leonardo se acuesta con el chofer cómplice de Javier Lavalle; por no decir que el taxista le baja el galán a su “amigo”.
[17] Leonardo también presume con Manuel Gómez los regalos que le hace Javier Lavalle.
[18] Durante dos días consecutivos, el joven protagonista de 18 años es extorsionado por la policía: la primera vez al ser encontrado en su coche con una joven; al día siguiente, por ser sorprendido con un joven que se ligó en el bar L’ Baron. Además de extorsionarlo, en el momento en que se desarrolla la extorsión, los policías dan consejos morales al adolescente. Como elemento suplementario, se desconoce el paradero de la pareja del joven bisexual. Hay que reprimir la sexualidad; mientras se promueve la corrupción. El relato forma parte de Amores de segunda mano.

 

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