Rubén López Navarro

LUNA NEGRA
Obra en un acto



Estoy solo. La muerte vino sola. Nos vamos juntos.



PERSONAJES

AMANDA (62 años. Amargada, vestida de negro, con la boca siempre pintada).

ROSA (83 años. Siempre encogida, sombría).

PANCHO

ARMIDA

JUAN

CHUYA

PADRE

MUJER 1

MUJER 2

SOR MARÍA





LUGAR Y ÉPOCA

En algún pueblo de Jalisco. 13 de marzo de 1967.



ESCENARIO

Hay una casa y una tienda. Están comunicadas por una puerta o una cortina. La única parte visible de la casa es un cuarto y un patio pequeño. El cuarto tiene una cama matrimonial, un ropero y un tocador. Detrás de la cama hay una ventana grande, de madera, de pueblo. En el tocador hay muchas cosas. El cuarto puede tener una cortina a manera de puerta, pero siempre estará abierta. En el patio hay muchas macetas, un tocadiscos viejo y junto a éste, una silla.

La tienda tiene algunos estantes de madera, ya viejos. Hay un mostrador y mercancías propias de una tienda. La puerta de la tienda que da con la calle no será visible al público.

El extremo opuesto a la tienda es la cocina, la cual no será visible al público. Junto a este extremo hay una silla.

Las paredes son azul bajo.







ESCENA I

(Pancho está en el mostrador de la tienda; está borracho. Amanda lo atiende).

PANCHO.- Dame otra.

AMANDA.- Ya voy a cerrar.

PANCHO.- Todavía no es hora. ¡Ándale! Nomás una y ya.

AMANDA.- Estás borracho.

PANCHO.- Ahora te he pagado todas.

AMANDA.- Ya te dije que ya voy a cerrar. (Pancho se pone en un rincón, encaprichado, resuelto a no salir). Ve y date una vuelta y cuando regreses te la doy.

PANCHO.- ¿De veras?

AMANDA.- Sí.

(Pancho gira sobre su propio cuerpo).

PANCHO.- Sírvemela. (Amanda, contraída, le sirve. Pancho bebe).

¿Sabes por qué ahora casi no tienes clientela? Porque casi todos se fueron a San Jacinto aprovechando que sus viejas se están santificando. A mí la verdad no me gusta nadita allí donde se encierran. Por la noche nomás se oye que están a llore y llore. ¿Qué andarán muy perdidas? ¿O será que allí el demonio no las deja? Ya viste de allí salió la que se robó a tu hombre...

AMANDA.- ¡Cállate!

PANCHO.- Ah qué canijos. Quién iba a creer que tu Juan iba a hacerte semejante daga. Dice doña Chole que ella ya sospechaba, que cuando tú te ibas a la ciudad a traer tus tiliches la veía pasar por las noches...

AMANDA.- ¿Quieres callarte?

PANCHO.- ( Sin hacer caso y triste). La verdad es que todos lo extrañamos; (Ríe). Cuando él despachaba nunca me cobraba. Tus tierras andan muy mal, nadie las trabaja como él lo hacía y (Exigente) mírate, mírate cómo andas, ¿Dónde están tus vestidos floreados? Así pareces viuda. Abarrotes "La Suerte". Será "La Muerte"... (Arrima su vasito). Otra.

AMANDA.- Ya no te voy a dar ni una.

PANCHO.- Ahora sí es la última. Te lo prometo por Cristo Rey que nos cuida desde el cerro.

AMANDA.- Puedes quedarte el tiempo que quieras, no te lo voy a servir.

PANCHO.- ¡Ándale! Después del susto que me sacó don Lupe cualquiera se hecha un trago; (Enojado). Me echó el perro nomás porque me oriné en su banqueta.

AMANDA.- ¡Qué bueno!

PANCHO.- Nunca me lo había echado. Ahora me lo soltó nomás porque su mamá me vio meando; canija, bien que no se quitaba de verme. Si me la das te cuento una cosa.

AMANDA.- No.

PANCHO.- Es algo que desde hace días se viene diciendo en el pueblo y es acerca de Juan. (Le bailotea el vasito. Amanda accede. Pancho bebe). Dicen que vendrá en la semana, que viene pa´ quedarse. Ya Efraín le vendió la casita que queda al otro lado del puente y que hasta unas tierras. Que ya tiene tres escuincles. (Bebe). Los hombres tendrán mucho trabajo pa´ callar las lenguas de sus viejas. Debajo de esos rebozos negros se esconden unas víboras; tortean, van a misa después, detrás de las ventanas, sueltan el veneno. (Bebe).

AMANDA.- Salte, ya voy a cerrar.

PANCHO.- (Lujurioso). Amanda yo he estado pensando que lo que tú ocupas es un hombre, si quieres yo...

AMANDA.- ( Dándole empujones). ¡Lárgate, lárgate! (Lo saca y cierra la tienda).

Entra a la casa y se sienta. Se mira las piernas; están amoratadas; es obvio que sufre de várices.

AMANDA.- (Molesta). Prepárame el agua que no aguanto las piernas. (Se pasa la mano por las piernas). Nunca se me va a quitar esto; cada día las tengo peor. Yo creo que el doctor ese es un charlatán. (Voltea al extremo contrario de la tienda). ¿Qué no me oíste?





ESCENA No. 2

Se ilumina el rincón y de una sillita se levanta Rosa. Sale.

AMANDA.- Ya deberías tenerla lista. Sabes que todos los días ocupo el tratamiento.

ROSA.- (Fuera de escena). Yo creí que...

AMANDA.- No andes creyendo. Lo que pasa es que eres una atenida. Cuántas veces tengo que recordarte tus obligaciones. (Pausa. Va a su cuarto y del ropero saca una gran fotografía; es la de su boda con Juan. la mira. Regresa y la cuelga en el pasillo. La mira detenidamente).

Entra Rosa con el agua, pero se detiene al ver a Amanda. Amanda la ve.

AMANDA.- ¿Qué esperas?

(Rosa la descalza y la atiende. Pausa. Tocan).

AMANDA.- (Molesta). No pueden dejar a una descansar. Ha de ser Pancho. Toma la botella que dejé en el mostrador y dásela. Anda, ve a abrir, si no, no nos va a dejar.

Rosa va a abrir. Pausa. Entran el Padre y Rosa.

AMANDA.- (Sin haber visto al padre). Es un hijo del demonio.

PADRE.- Buenas noches, hija.

AMANDA.- (Sorprendida y arrepentida). Disculpe Padre. (le besa la mano).

PADRE.- No tengas pendiente. (A Rosa). Qué buen susto me sacaste Rosa. Cuando te vi con la botella no supe qué pensar. Anda, ve a hacer lo tuyo.

AMANDA.- Trae una silla.

PADRE.- ¿Cómo has estado, hija?

AMANDA.- Ya ve, batallando con mis piernas.

PADRE.- Nuestro Señor sabrá tomártelo a cuenta.

ROSA.- ( Con la silla). Aquí tiene Padre.

PADRE.- (Recibiéndola). Gracias Rosa. (Rosa se retira a su sillita).

Aproveché este rato para visitarte.

AMANDA.- Se lo agradezco.

PADRE.- Vengo a invitarte a la misa de clausura de los ejercicios. Va a ser mañana a las doce.

AMANDA.- Véame, apenas me sostienen las piernas.

PADRE.- No tendrás que caminar mucho.

AMANDA.- Ya sabe usted que acostumbro la misa de las seis.

PADRE.- Sigues sin querer poner un pie en ese lugar.

AMANDA.- No es eso. Últimamente me he sentido algo enferma. Si ya hasta he pensado en cerrar la tienda.

PADRE.- ¿Por qué no te asinceras conmigo? Cuéntame lo que te pasa.

AMANDA.- No hay nada qué contar. Usted lo sabe todo.

PADRE.- No es bueno guardar rencor por tanto tiempo. Ante los designio de Dios no queda más que resignación. ¿Qué nunca podrás perdonarlo?

AMANDA.- Nunca.

PADRE.- Es de hombres perdonar.

AMANDA.- También odiar.

PADRE.- ¡Qué cosas dices, hija! ¿Odiarlo?

AMANDA.- Sí.

PADRE.- No, tú eres incapaz de odiarlo. No te perdonas el no poder odiarlo. El castigo está en las manos divinas.

AMANDA.- Yo también creía eso..

PADRE.- Y así es. No puedes seguir así. Para qué amargarse la vida. No nos mortifiques.

AMANDA.- ¿A quién mortifico?

PADRE.- A Armida, a Rosa... la vida es una losa pesada, hay que entenderlo así. Tenemos qué aligerarnos la carga.

AMANDA.- La vida es una partera de penas.

PADRE.- (Desconsolado). Me entristece ver que te hayas dejado arrastrar por el dolor. Creí que con el tiempo sabrías resignarte, pero yo veo que no es así.

Pausa larga.

AMANDA.- Disculpe la descortesía, no le he ofrecido nada. ¿Gusta tomar algo?

PADRE.- No gracias. Tengo que irme. El sereno no es bueno para un hombre viejo. (Pausa). Hija... Juan va a regresar.

AMANDA.- Lo sabía. Pancho acaba de decírmelo.

PADRE.- Quise avisarte.

AMANDA.- Avisada estoy.

PADRE.- (Levantándose). Pues me voy. (Amanda le besa la mano).

AMANDA.- Rosa, acompaña al padre.

Rosa se levanta va a salir.

PADRE.- ¡Ah! Amanda, no vayas a cerrar la tienda. (Sale junto con Rosa).

Rosa regresa y continúa atendiendo a Amanda.

AMANDA.- No has puesto el veneno, ¿verdad?

ROSA.- No.

AMANDA.- Ya veo. Por allí anda una rata del tamaño de un conejo. Si el padre la hubiera visto diría que vivimos en la suciedad.

ROSA.- La casa está limpia.

AMANDA.- ¡Y de qué sirve si las ratas andan por donde quiera, a la vista de todos! ¡Anda, sécame! (Rosa le empieza a secar). Vas a revisar el granero. Nomás falta que las ratas se lo estén comiendo todo. Pones el veneno a un lado del zaguán; yo creo que se han de meter por allí.

Rosa termina de secarle los pies.

ROSA.- ¿No se te ofrece nada más?

AMANDA.- No.

ROSA.- Buenas noches. (Sale).

Amanda se pone su ropa de dormir. Apaga la luz y se acuesta. Pausa. Se oyen ruidos. Amanda se levanta y enciende la luz de su cuarto.







ESCENA No. 3

AMANDA.- ¡Armida! ¿A dónde vas?

ARMIDA.- (Lleva una maleta). No grites. Vas a despertar a mi madre.

AMANDA.- Pues si no quieres que oiga vete a tu cuarto.

ARMIDA.- (Suplicante). ¡Por favor!

AMANDA.- Que te vayas a tu cuarto.

ARMIDA.- No.

AMANDA.- ¡¿Qué pretendes?! Irte con ese.

ARMIDA.- ¡Cállate!

AMANDA.- ¡Qué bajo has caído! Si no te hubieras portado como una casquivana no estaría pasando nada de esto. Ese indio atolondrado..

ARMIDA.- Se llama Pedro, y es un hombre, lo que a ti te hace falta.

AMANDA.- Ya veo que estás dispuesta a todo. Has perdido la cabeza. Pero piénsalo, piensa cómo se va a poner mi madre cuando se entere; y mi padre, que Dios lo tenga en su santa gloria...

ARMIDA.- Me está esperando.

Pausa.

AMANDA.- En la caja de la tienda hay dinero, llévatelo.

Armida sale.

Entra Rosa; lleva una bolsa de veneno.

ROSA.- Creí que ya te habías acostado.

AMANDA.- (Turbada). La rata está acabando con mis plantas.

Rosa pone veneno junto a las macetas.

AMANDA.- Rosa, ¿tú crees que Pedro y Armida han sido felices?

ROSA.- (Sin interrumpir su labor). Llevan más de veinte años casados.

AMANDA.- Pero él la raptó.

ROSA.- Se casaron al día siguiente.

AMANDA.- Mi madre no consintió.

ROSA.- Acabó yendo.

AMANDA.- Me cuesta trabajo creer que mi madre y tú fueron hermanas. Ella era tan distinta, siempre estuvo...

ROSA.- (Volviéndose a Amanda). Por encima de mí.

AMANDA.- (Prontamente). Como yo de Armida. Sí, ya sé que tú no lo dijiste, pero lo has pensado, ¿no?

Rosa sigue poniendo el veneno. Pausa larga.

AMANDA.- ¿Qué día es hoy Rosa?

ROSA.- Sábado.

AMANDA.- Ya sé que es sábado.

ROSA.- Trece de marzo.

AMANDA.- Trece de marzo. Hace dieciocho años me casé. ¿Te acordabas?

ROSA.- No.

AMANDA.- No mientas. Tú recuerdas hasta qué día nació Albina. (Acordándose) Era preciosa mi gabita.

ROSA.- ¡Tú la mataste!

AMANDA.- No me atormentes. Caro he pagado haberla matado. Desde entonces la sangre es como fuego a mis ojos.

ROSA.- Hay que traer una.

AMANDA.- (Molesta). ¡¿Qué no entiendes?! Tienen los mismos ojos... y no quiero que me vean. ¿También tú quieres fastidiarme?

(Va a su cuarto por un rebozo. Vuelve. Se sienta frente a la máquina de coser bolsas. Trabaja).

ROSA.- ¿No vas a acostarte?

AMANDA.- Tu impertinencia me quitó el sueño. Últimamente te has tomado muchas libertades; no sé con qué derecho.

Pausa.

ROSA.- Voy a acostarme (Va a salir)

AMANDA.- A las macetas del fondo les falta agua. Pónles. (Rosa va a salir). ¡Ah! Y no quiero que andes por allí cuando ya estoy acostada. Crees que no me doy cuenta, pero alcanzo a oírte. piensas que me cuidas pero te equivocas. A veces me haces creer que Albina está aquí.

Rosa sale.







ESCENA No. 4



Amanda sigue con lo suyo. Entra Armida; viste ropa diferente a la de su primera aparición.

ARMIDA.- Ya deberías acostarte.

AMANDA.- (Sin dejar de hacer lo suyo). ¿Y tú que andas haciendo levantada?

ARMIDA.- No podía dormirme. Me levanté por un vaso de agua, pero vi luz ¿Para qué haces más? Ya hay suficientes.

AMANDA.- Hay que hacer algo. Además, cuando vienen los de San Jacinto siempre andan faltando cosas.

ARMIDA.- Yo creo que mañana va a estar aquí todo San Jacinto. Dicen que el baile de mañana va a estar mejor que el de las fiestas pasadas. La Nena dice que toda la noche los hombres cortejan a las mujeres.

AMANDA.- Qué se puede esperar de los hombres de este pueblo si son unos borrachos.

ARMIDA.- Esa impresión tienes porque los que vienen aquí sólo piden vino. Pero no todos son así... ¿Por qué no le pedimos permiso a mi madre?

AMANDA.- ¿Quieres que vayamos a ofrecernos?

ARMIDA.- No, nomás a ver... a ver otra gente.

AMANDA.- Hombres.

ARMIDA.- No tiene nada de malo.

AMANDA.- A mi madre no le gusta.

ARMIDA.- No sé por qué es así con nosotras. A esta casa no entran hombres, a no ser por los trabajadores.

AMANDA.- Unos hombres mataron a nuestro padre.

ARMIDA.- No los de aquí.

AMANDA.- Como haya sido. Y no te hagas ilusiones. (Pausa). Ya sé por qué no podías dormirte.

ARMIDA.- (Rebelándose). ¡Pues no! Yo no estoy dispuesta a pasarme toda la vida aquí. No quiero acabar como Rosa; las mujeres solas nunca me han gustado. Las mujeres necesitan un hombre.

AMANDA.- ¡Armida!

ARMIDA.- Tomasa no tiene ni veinte años y ya está casada, y bien casada.

AMANDA.- Eso crees tú.

ARMIDA.- El señor cura los casó.

AMANDA.- Encima lleva el pecado. Dicen que andaba de fisgona en el charco donde se bañan los hombres y que Pepe y ella... ya te imaginarás. Por eso se casó tan pronto. En estas cosas hay que tener cuidado y paciencia. Hay que conocer bien a los hombres.

ARMIDA.- ¡¿Cómo?! Si no fuera por la tienda no cruzaríamos palabra con ninguno de ellos. A poco no te gustaría casarte, atender a un hombre, tener hijos, acabarte la vida por ellos, si quieres, pero no por nada, como estamos haciendo tú y yo. Metidas aquí, viendo cómo pasa la vida y nos deja... yo he sentido envidia cuando veo a las mujeres en sus vestidos de novia. Siempre las he visto llegar al templo... siempre acompañadas de nuestra madre, reprendiéndonos cuando miramos a un hombre. Sí, porque también tú los miras y también me doy cuenta cuando en las noches...

AMANDA.- ¡Armida! (Pausa). Mejor vete

Armida sale.

Pausa. Amanda se levanta y va a su cuarto. Del ropero saca un disco. regresa y lo pone en el tocadiscos. Se sienta a escucharlo. Grabación:

"Música baja de la Marcha Nupcial".

NARRADOR.- En la mañana espléndida de este día, en el domingo a 13 de marzo de 1949, cuando acaban de clamorear las campanas a la altura su alborozo de las doce horas, nos encontramos aquí para presenciar el matrimonio canónico entre la distinguida y gentil señorita Amanda Velador Preciado y el estimable caballero Juan Barbosa Anguiano. Habrá de impartirles la bendición nupcial el reverendo señor cura don José Huerta Ledezma.

Ya en estos momentos, a los acordes de la clásica marcha nupcial El Sueño de una Noche de Verano, de Félix Mendelssohn, los novios han llegado hasta el pie del altar. (Sube música)

PADRE.- Muy amados hermanos, este es el momento más trascendental, más grande de vuestra vida, porque este acto es para vosotros el principio de vuestra felicidad espiritual y eterna. ¿Por qué? Porque Cristo Nuestro Señor, con su amor a la humanidad, elevó esa unión natural del hombre y la mujer a lo sobrenatural convirtiéndola en el sacramento del matrimonio. El sacramento del matrimonio da gracia a aquellos que lo reciben para que puedan vivir santamente. Porque fuera de la felicidad que la Santa Iglesia da mediante los sacramentos, todo lo demás es efímero y pasajero.

En este día bello para vosotros, vuestras fuerzas, vuestras ilusiones, las luces, las flores, la música os llenen de un santo regocijo, porque al pie del altar vais a juraros eterno amor. Sin embargo, pensad también en medio de estas glorias y en medio de estos jolgorios santos, que vais a echar en vuestros hombros una cruz pesada. No quisiera en estos momentos hacer venir a vuestra memoria lo que es la cruz, pero pecaría yo de poca sinceridad sacerdotal. Mis amados hermanos, la vida tiene su amargura, está llena de lágrimas y de sufrimientos. El matrimonio tiene sus espinas, tiene su cruz... tiene su gloria. Mis amados hermanos, en estos momentos, al pie del altar de Jesús, ante el trono de las ángeles, ante la presencia de la Santísima Virgen, vais a uniros con unos lazos indisolubles que solamente la muerte puede separar (Cambia el disco).

Todos los que estamos en torno vuestro os amamos y con todo nuestro corazón deseamos vuestra felicidad, esa felicidad que da Dios. Hacemos votos porque la nave que hoy abordáis para vitalicio trayecto, disfrute siempre de los más generosos y propicios vientos, que no haya nubarrones de tormenta en vuestro cielo y que lleguéis a tocar numerosos puertos de ventura. Que el hogar se cimente bien en los hijos y que el templo no se abandone.



Amanda se levanta y va a su cuarto. Del ropero saca un vestido de boda, y excitada, se lo pone. Se sienta y se mira en el tocador. Empieza a maquillarse. Se sigue escuchando la grabación.

En estos momentos en que vais a estar en el santo recinto, asistiendo al sacrificio, con María Santísima, madre fiel, por testigo principal, ante el altar, entregaos a Nuestro Señor. Decídle: Aquí estamos; queremos santificarnos en el santo matrimonio.

pausa en el disco.

Señor Juan Barbosa Anguiano, ¿quiere tomar a la señorita Amanda Velador Preciado por su legítima esposa y mujer, como manda la Santa Madre Iglesia?

JUAN.- Sí, Padre.

PADRE.- Señorita Amanda Velador Preciado, ¿quiere tomar al señor Juan Barbosa Anguiano por su legítimo esposo y marido, como manda la Santa Madre Iglesia?

AMANDA.- Sí, Padre.

El Padre da la bendición en latín. Se escucha el Ave María. Se escucha la Marcha Nupcial. Fin de la grabación.



ESCENA No. 5



Amanda casi ha terminado de maquillarse. Entra Rosa. Asustada.

AMANDA.- (Excitada, a Rosa). ¡Ándale! péiname porque luego se me hace tarde.

Rosa, desconcertada, la empieza a peinar.

AMANDA.- ¿Crees que todo salga bien?

ROSA.- (Sin salir de su asombro). Sí.

AMANDA.- No me vas a creer, después de todo lo que hice no me siento muy cansada. Cómo me hubiera gustado que te hubieras casado. No sé por qué si mi madre se casó, tú nunca lo hiciste. Yo creo que te faltó determinación. Ya viste, Armida se decidió y se casó y ahora yo también. Mi madre está enojada. se la ha pasado recordándome los años que tengo y sacando comparaciones. Si fue a la boda de Armida, nomás falta que a la mía no vaya. Si me estoy casando bien. ¿O qué quiere? ¿Que me vaya para presionarla, como hizo Armida? Aviéntamelo más para acá, que me haga un fleco aquí (Señala dónde). Vieras que bien quedó el templo. Las flores que me habían dicho que pusiera a la mitad de los pilares las subimos más; se ven mejor. Además, así no las andan agarrando.

Vas a ver cómo ahora que Juan sea mi esposo vamos a poner a trabajar la tierra y quizás hasta ampliemos la tienda. Mi madre tendrá que aceptarlo, así como aceptó a Pedro. No creas, me da sentimiento con mi madre. Es ella la que debería estar ayudándome y no tú.

ROSA.- Ella se está arreglando.

AMANDA.- Dice que ya no es tiempo para andar pensando en estas cosas. Para ella nunca fue tiempo. La gente anda hablando, pero me importa poco. lo que pasa en que tiene envidia de que un hombre como Juan vaya a ser mi esposo. Vamos a ser felices. Le daré hijos.. (Duda). Lo importante es que me quiera. ¿Ya pusiste el veneno?

ROSA.- Sí.

AMANDA.- Ojalá que las ratas no se paren este día. ¿Pusiste la misma cantidad de diario?}

ROSA.- Sí.

AMANDA.- Échales más... ponme linaza. Hace calor; ábrele un poco a la ventana. (Rosa lo hace). Rosa. ¿Alguna vez quisiste a un hombre? (Pausa).

AMANDA.- ¡Qué pregunta acabo de hacerte! Anda, dame el velo. Está colgado del ropero.

Rosa va al ropero; busca el velo. Retrocede asustada.

AMANDA.- Ándale que ya se está haciendo hora. Ay, mujer. (Se levanta). A ver (Lo busca. Pausa. Se pone seria. Se hinca y saca la escultura de un santo; de modo que quede de frente al público. el santo tiene los ojos biliosos casi demoniacos y tiene puesta una camisa de Juan. Amanda le quita la camisa y recargándose en el ropero, la estrecha contra sí, ansiosa. De extremo del ropero que el público no ve salen unas manos que acarician a Amanda . Sale un hombre. Es Juan está vestido elegantemente. Se oye música. Bailan).

AMANDA.- ¡Cuánta felicidad!

Rosa está asustada.

AMANDA.- Estréchame. (Pausa). La luna nos está viendo. (El sonríe). No te rías ¿No sabes que la luna es el ojo de la noche? Remigia dice que cuando la luna no se ve es porque está negra. ¡¿Cómo va a ser luna negra?! Lo que pasa es que hay veces que la noche se duerme y cierra su único ojo. (Siguen bailando).

Termina la música. Juan la suelta y sale.

AMANDA.- ¿A dónde vas Juan? (El ya se ha salido). ¡Juan !

Amanda permanece parada por un instante. Luego va a su tocador y con los ojos desorbitados empieza a limpiarse la cara. Empieza a volver en sí.

AMANDA.- (Asustada). ¿Rosa? ¿Rosa?

ROSA.- (Quien ha visto cómo Amanda bailaba "sola" ) ¡Amanda! Aquí estoy.

AMANDA.- (Queriendo llorar). ¿Por qué estoy así? Rosa... (Ahora sí llora). ¿Por qué estoy así?

ROSA.- (Tomando a Amanda). Ven, ven. Acuéstate.

Amanda se acuesta.

AMANDA.- Rosa, no me dejes.

La luz baja hasta hacerse el oscuro..





ESCENA No. 6

Se ilumina todo el escenario. Ya no habrá nadie en el cuarto de Amanda. En el patio está la escultura del santo, con flores y veladoras. en el mostrador de la tienda, Juan acaricia a Albina -su gata-. Chuya también está en el mostrador; limpia o acomoda algo, Pancho bebe.

PANCHO.- (Con voz arrastrada). ... Y le caían tan gordas que decidió cortarles allí donde ustedes ya saben. ¡Pobre burro! Después la guardó en una caja y se las dejó en la puerta del convento. Cuando la madre superiora vio la caja, juntó a las demás y les dijo: "Hermanas, alguien nos ha hecho un regalo". Entonces que lo abre y que pronto grita: "Ay, mataron al padre Nemesio".

Juan y Chuya ríen.

PANCHO.- Si las madres también son jariosas, pos qué creían. (Juan, al oír esto, deja de reír). ¿Y cuándo llega Amanda?

JUAN.- Mañana.

PANCHO.- Le anda flojeando. La otra semana que por los ejercicios esos y ahora que pa´traer cosas pa´la tienda. ( A Chuya). Pero a ver usté muchachita, ¿qué carajos andaba haciendo en los ejercicios? ¿Haciéndole a la Madalena o qué? A mí no me cuente. Ojos negros llamas del infierno. Hace una semana no había hembras en el pueblo. Nos dejaron solos, con los niños y con Rosa. (Bebe).

JUAN.- (A su gata). ¿Qué tienes Albina? Hoy estás muy inquieta. Ya oíste lo que dijo el doctor. Debes portarte bien pa´ que tus cachorros nazcan fuertes.

PANCHO.- (A Albina). ¡Mírala! ¡Qué guardada te la tenías! (Encorvándose, quedándole la cara frente a Albina y misteriosamente). ¿Quién es el padre?

JUAN.- Ya es hora de cerrar.

PANCHO.- ¿Cuánto es Juan?

JUAN.- ¿Cuánto traes?

PANCHO.- Nada.

JUAN.- Entonces no es nada.

PANCHO.- Conste que yo quise pagarte. (Bebe el último trago). Tienes un surco en mi potrero, una potranquita en la manada y un saco en el granero. ¡Ah! Y una mazorca en el maizal. Buenas noches. (A Albina). Buenas noches, señora. (Sale).

Chuya cierra la tienda. Intenta besar a Juan, pero él la rechaza.

CHUYA.- ¿Ya no me quieres?

JUAN.- Rosa puede darse cuenta.

CHUYA.- Está dormida.

JUAN.- Nomás está acostada.

CHUYA.- (Intenta de nuevo). Vamos, Rosa es casi un fantasma.

JUAN.- (Rechazándola). Los fantasmas traspasan las paredes.

CHUYA.- (Dolida y sarcástica). Vaya, vaya. El "Señor" es un esposo amantísimo. ¿Será que la patrona cincuentona lo deja muy contento?

JUAN.- ¿A qué viene todo esto?

CHUYA.- (Alterada). ¡Eras mi hombre!

JUAN.- Eramos unos muchachos.

CHUYA.- Y eso qué le hace. Te di todo lo que me pediste.

JUAN.- Será mejor que te vayas. Rosa puede oír y entonces Amanda...

CHUYA.- ¡Amanda! ¡Amanda!... Antes la patrona, ahora tu "esposa". Bien puede ser tu madre.

JUAN.- Eso qué te importa.

CHUYA.- Quisiera saber qué fue lo que te deslumbró. Será que la tienda...

JUAN.- No digas pendejadas.

CHUYA.- ¿O será que fue más grande tu afecto maternal? Dime, ¿Por las noches te canta canciones de cuna?

JUAN.- No me provoques.

CHUYA.- ¿Provocarte? Si tienes agua en las venas. (Conciliadora). Si quieres, yo puedo darte el niño que tanto deseas. Yo sé que te hace falta. Nomás es cosa de que tú me lo pidas.

JUAN.- No.

CHUYA.- Pues ya que la señora no puede dártelos a ver si tu Albina un día te hace el favor.

Juan le cruza la cara con una bofetada. Pausa.

CHUYA.- Hombre deberías de ser para otras cosas. (Sale).

Juan está arrepentido. Pausa larga. Apaga la luz de la tienda, quedando todo en penumbras. Entra a la casa y se recuesta en la cama. Toquidos bajos a la ventana. Juan la abre y la cierra. Va y abre la puerta de la tienda. Regresa al cuarto con una mujer.

JUAN.- Pudieron verte.

SOR MARÍA.- Me vine con cuidado. Nadie me vio.

JUAN.- Me hubieras avisado.

SOR MARÍA.- Supe que Amanda se fue a la ciudad. Tenía tantas ganas de verte. Juan, (Le toma la mano y se la lleva al vientre). ¿Lo sientes?

JUAN.- (Estrechándola). ¡María! (La besa y se acuestan en la cama. Oscuro).





ESCENA No. 7

Día siguiente, de mañana. Rosa está en el mostrador. Pancho bebe. La cama está destendida.

PANCHO.- Y Roque lo mató. Dicen que ya le había aguantado mucho. Por ahí le decían que don Ponciano Arriaga era el que había matado a su hermano David, pero Roque nunca se cobró nada porque nadie había visto nada. Pero el mismo don Ponciano acabó por delatarse; siempre le sacaba la vuelta. Y dicen que ese día, cuando ya estaba alta la noche, tomó de más y que fue a buscar a Roque pa´ decirle que él lo había matado y que qué le hacía y que también a él lo iba a matar si no dejaba de mirarlo tan feo... y más feo lo vio. Y que entonces don Ponciano sacó su pistola, pero Roque le madrugó. (Bebe). ¡Pobre Roque! Después lo llenaron de boquetes. Dicen que acabó teniendo más agujeros que cara.

ROSA.- Tú siempre exageras.

PANCHO.- Ai me lo haiga si no es cierto.

ROSA.- Y Chuya que no llega. Me tiene con pendiente. Siempre está a sus horas.

PANCHO.- Lo que pasa es que está aprovechando que no está Amanda.

ROSA.- Amanda llega en el camión de las ocho y media.

PANCHO.- Chuya es la que debe apurarse, tú qué.

ROSA.- Sí tú. Y mientras yo aquí despachando sin saber nada.

PANCHO.- Entonces sírveme otra.

ROSA.- Te vas a morir.

PANCHO.- Tú también.

ROSA.- Majadero. (Le sirve una copa y se la da).

PANCHO.- ¡Ah no! Siempre me la da enojada no la quiero.

ROSA.- Pos no te la tomes.

PANCHO.- ¿Que no me tome qué? Digo que si me la da enojada no la quiero a usté, pero a ésta (Toma la copa). Si la quiero (Bebe). ¿Y Juan?

ROSA.- Ya sabes que se va temprano.

PANCHO.- (Encorvándose en el mostrador). Te ves rechistosa ahí.

ROSA.- Yo chistosa y tú borracho. A ver si ya vas pensando en dejar la tomada.

PANCHO.- No puedo.

ROSA.- Pos no. Tú lo que espera es que la tomada te deje.

PANCHO.- Y la cabrona no me deja. (Bebe). ¿Ves? (Pausa). Aquí esperan más el argüende que el temporal. Las viejas sacaron la nariz y se echaron el reboso pa´trás. Parecen güitres, y están contentos porque hoy amaneció mucha carroña.

ROSA.- ¿Y eso a qué viene?

PANCHO.- ¿A poco todavía no sabes?

ROSA.- ¿Qué?

PANCHO.- Uff. Qué atrasada andas. Yo creo que los de San Jacinto ya saben (Misterioso) Una mujer se fue anoche.

ROSA.- ¡Chuya!

PANCHO.- ¡Ah cómo te tiene Chuya! ¿Qué? ¿Da motivos?... Fría, fría.

ROSA.- Si no me vas a decir, mejor no me quites mi tiempo.

PANCHO.- Sor María.

ROSA.- ¡¿Cómo?!

PANCHO.- Ya andan diciendo lo peor de ella.

ROSA.- ¿Qué dicen?

PANCHO.- Que ya tenía un crío en la panza... y no ha de ver sido por obra del espíritu santo.

ROSA.- ¡Santo Dios! ¿Quién dijo eso?

PANCHO.- Las mismas madres. Hoy se han santiguado como cuando pasaban los federales.

ROSA.- (Triste, como recordando). ¡Dios nos libre! No quiero ni acordarme. Dejaron viuda a Salomé. Amanda y Armida eran apenas unas niñas.

PANCHO.- Todavía me acuerdo un poco de don Anastasio.

ROSA.- Que Dios lo tenga en su gloria.

PANCHO.- ¿Tú te acuerdas de la mujer aquella que apiedraron por haberse metido con el hombre de otra?

ROSA.- ¡Cómo no he de acordarme!

PANCHO.- (Indignado). Todavía tenía el crío en la panza y ya se lo habían matado. La madrecita se fue a tiempo, porque si la agarran le va peor.

ROSA.- Son otros tiempos.

PANCHO.- Pero los güitres son los mismos, tienen la carne dura.

ROSA.- A Amanda le va a sorprender. Sor María le dio sus buenas vueltas por acá. (Incrédula). Y mira que hacer votos de castidad. Eso no tiene perdón de Dios. ¿Estás seguro de lo que dices?

PANCHO.- Tan seguro como lo estaba el Señor de la traición de Judas.

ROSA.- Qué se le va a hacer. Muy su vida.

PANCHO.- No. Aquí la vida no es propia, es de todos. Sal y verás.

ROSA.- La vida nomás es de Dios. Él nos la presta.

PANCHO.- Nos la había de dar.

ROSA.- Con lo que te tomas ya era tiempo de que te la pidiera.

PANCHO.- (Viéndola detenidamente). A ti ya te dio de más.

ROSA.- Él la quita cuando quiere.

PANCHO.- Entonces usté no lo ande malaconsejendo. (Bebe).

ROSA.- Hazme un favor.

Pancho le bailotea el vasito. Rosa le sirve. Bebe.

PANCHO.- Tú dices.

ROSA.- Ve y espera a Amanda. No tarda en llegar el camión.

PANCHO.- ¿Y qué le digo?

ROSA.- Que yo te mandé para que le ayudaras.

PANCHO.- Ta güeno. (Sale).





ESCENA No. 8

Entra Cuya, desganada.

CHUYA.- Buenos días.

ROSA.- (Reprediéndola) Bonitas horas de llegar. Tú allá y yo preguntándole a los clientes el precio de las cosas. Estoy toda atrasada. Ni siquiera he hecho la cama de Amanda y está por llegar. Me va a regañar por tu culpa.

CHUYA.- Yo te ayudo.

ROSA.- Y me puedes decir quién va a despachar. (Va a entrar a la casa).

CHUYA.- Rosa, hoy es el último día que vengo.

ROSA.- ¿Qué?

CHUYA.- Que ya no voy a venir.

ROSA.- ¿Por qué?

CHUYA.- Me siento muy cansada.

ROSA.- Nunca te habías quejado. Si quieres dile a Amanda que te dé algunos días, o lo verás que sí te los da. Te trata bien.

CHUYA.- (Irónicamente). Muy bien.

ROSA.- ¿Qué dices? Yo creo que tú estás enferma. ¿Por qué no vas a ver a don Luis?

CHUYA.- Estoy bien.

Pausa.

ROSA.- Allá tú. No le va a gustar nada a Amanda. Ya verá ella a quién trae para que le ayude.

CHUYA.- ¿Ya sabes lo que están diciendo?

ROSA.- ¿Lo de Sor María? Sí. Supe por Pancho. De no creerse. Bueno, ya no me entretengas.

Rosa entra a la casa. Quita las hojas secas de algunas plantas. Empieza a tender la cama. Entre las sabanas encuentra un pequeño crucifijo. Un presentimiento la asalta. Revisa el ropero y ve que casi no hay ropa de Juan. Ya lo sabe todo.

ROSA.- ¡Chuya! ¡Chuya!

Chuya entra.

CHUYA.- ¿Qué pasa?

ROSA.- (Enseñándole el crucifijo). ¡Mira!... Y no está la ropa de Juan. Se fueron los dos.

CHUYA.- (Gritando). ¡No! ¡No! (Sale corriendo)

ROSA.- (Sale tras de Chuya). ¡Chuya! ¡Chuya! ¿Qué tienes? (Pausa. Vuelve. Está desconcertada. Decide atender el mostrador. Pausa. Entra Amanda cargada de paquetes).





ESCENA No. 9

AMANDA.- (Molesta. Tiene un vestido floreado). ¿Qué no te dije que me esperaras? ¡Ayúdame! (Rosa le ayuda. Pone los paquetes en el mostrador). ¿Dónde está Chuya?

ROSA.- (Titubeante). No ha llegado... no va a venir. Avisó con su tía, que estaba enferma.

AMANDA.- ¿Y no me digas que tú estás despachando?

ROSA.- No hay nadie.

AMANDA.- ¡Dios mío!. Si tú no sabes nada de esto. Nomás se sale una y todo lo hacen al contrario.

ROSA.- ¿No fue Pancho a ayudarte?

AMANDA.- ¿Pancho?

ROSA.- Sí. Le dije que fuera a esperarte.

AMANDA.- Que me va a andar esperando. (De una caja saca un rebozo). ¿Te gusta?

ROSA.- Sí.

AMANDA.- (Dándoselo). Es para ti.

ROSA.- ¿Para mí?

AMANDA.- Sí, para ti. (Rosa lo recibe) Póntelo. (Se lo pone). Se te ve bien. Esto (Aparta una caja) es para Armida, se lo mandan los muchacho. Pasé la noche con ellos. Ya van a terminar la secundaria. esto (Aparta una cajita) es para Sor María, se ha portado tan bien con nosotros. Y mira (Saca de una caja un vestido floreado). ¿No es precioso? La última vez que fuimos a la ciudad a Juan le gustó. Fue una suerte que todavía hubiera. Bueno, después te enseño lo demás. Estoy que no aguanto las piernas. vieras cómo caminé. ¡Ah! Si viene Celedonio a traer la mercancía me hablas. ahorita regreso nomás cuelgo el vestido y me cambio de zapatos.

ROSA.- Amanda...

AMANDA.- No me tardo.

Amanda entra a la casa y deja los paquetes en la cama. Niega con la cabeza al ver que su cama no está tendida. Va a colgar el vestido nuevo pero descubre la falta de ropa de Juan. Va a la tienda y sin alcanzar a llegar oye lo siguiente:

PANCHO.- (Atrabancado, gritando). ¡Rosa! ¡Rosa! Se fue con Juan.

ROSA.- No grites.

PANCHO.- Severiano los vio.

Amanda entra a la tienda.

AMANDA.- ¿Qué dijiste? (No contesta). ¿Que me digas qué dijiste? (No contesta. A Rosa). ¿Por qué no está la ropa de Juan? (No contesta). ¡Contéstame!

ROSA.- No sé.

AMANDA.- (Conjeturando). Con que muy enferma. Ahora sé por qué no vino. Es una ramera. Malditos.

PANCHO.- Las madres dicen que la van a excomulgar por no haber respetado los votos...

ROSA.- ¡Cállate!

AMANDA.- (Confundida) ¿Qué dices? ¡Sigue! (No contesta. Amanda toma una botella y dándosela a Pancho). Es tuya si me dices. (No contesta). ¡Por Dios!

PANCHO.- (Sin recibir la botella). Juan se fue.

AMANDA.- ¿Con quién?

Pausa.

PANCHO.- Con Sor María.

Amanda se estremece. Pancho sale. Pausa.

ROSA.- Será mejor que cerremos.

AMANDA.- (Digna). ¡No! Quédate aquí.

ROSA.- Pero es que debes...

AMANDA.- Lo que debes hacer es obedecerme.

Amanda entra a la casa. se vence, apoyándose en la pared. Se recobra y sale por el extremo opuesto a la tienda. Pausa. Algo se quiebra causando un gran ruido. Rosa, apurada, cierra la tienda y entra a ver lo que sucede. Coincide con Amanda en el pasillo. Amanda lleva un cuchillo en la mano y está salpicada de sangre.

ROSA.- (Asustada). ¿Qué hiciste?

AMANDA.- Sácame el vestido negro.

Rosa no obedece. Sale. Pausa. Vuelve.

ROSA.- (Indignada). ¿Por qué la mataste? Estaba preñada.

AMANDA.- (Trastornada, pero digna). Sus ojos. Los ojos de Albina son los ojos de Juan. En la noche, cuando todo esté oscuro, no quiero que me vean, no quiero que se burlen de mí. (De nuevo posesiva). Te pedí el vestido.

Rosa lo saca del ropero y se lo da. Amanda se quita el vestido salpicado de sangre y sale a limpiarse. Pausa. Vuelve. Se pone el vestido negro.

ROSA.- ¿Siempre vas a abrir?

AMANDA.- Tienes razón. Ahora no abriremos. El hombre de esta casa ha muerto y estamos de luto. Mañana seré simplemente una mujer sin hombre. Tú y yo y nadie más. no quiero que Chuya vuelva. No le vayas a abrir a nadie. si viene Celedonio le recibes la mercancía.

Amanda sale por la cocina. También Rosa. Con luces se sugerirá que ya pasó el día y que ya es de noche. Luz encendida. Amanda y Rosa vuelven al pasillo. Tocan.





ESCENA No. 10



AMANDA.- Por fin se le ocurrió venir. ¡Ábrele!

Rosa va a abrir. Pausa. Vuelve.

ROSA.- No es Celedonio. Son los hombres que quieren vino.

AMANDA.- Que se vayan a otro lado.

ROSA.- Ya vienen tomados.

AMANDA.- Pues que sigan tomando donde estaban.

Rosa va a la tienda.

ROSA.- (Fuera de escena). Hoy no abrimos. Amanda está enferma.

HOMBRE.- (Fuera de escena). ¿De amor? (Risotadas) Queremos vino.

ROSA.- Ya saben dónde más pueden encontrarlo.

HOMBRE.- Nos gusta el de aquí. (Con sorna). Por añejo. (Risotadas).

Pausa.

ROSA.- Aquí tienen.

HOMBRE.- No. Queremos que Amanda nos despache.

Amanda va a la tienda.

AMANDA.- (Fuera de escena). Lárguense, hijos de puerca. (Se oye el querido de una botella; lanzada por Amanda. Risotadas).

Amanda y Rosa entran a la casa.

AMANDA.- (Agitada). Se burlan. Habían de verse ellos.

Pausa.

ROSA.- Ya está la merienda.

AMANDA.- No quiero nada.

ROSA.- No desayunaste y tampoco comiste.

AMANDA.- Ya voy a acostarme.

Rosa sale. Amanda se desviste, apaga la luz y se acuesta. El escenario quedará en penumbras, pero aún así se alcanzará a ver todo. Con luces se sugerirá que ha caído aún más la noche. El sueño de Amanda es inquieto; una pesadilla. Despierta sobresaltada. Mira la otra parte de la cama. Se levanta y sale del cuarto. Pausa. Vuelve. Trae un vaso con agua; lo deja en el tocador. Prende la luz y busca algo en el tocador. Por el espejo descubre que Juan y Sor María están en su cama.

AMANDA.- ¡Fuera de aquí! (Ellos ríen). ¡Fuera! Esto no es un lupanar. Que se vayan. ¡Cállense! Dios mío, mis oídos. (Accidentalmente apaga la luz; en ese momento cesan las risas).

Rosa entra.

ROSA.- ¡Amanda! ¡Amanda! ¿Qué te pasa?

AMANDA.- ¡Diles que se vayan! ¡Sácalos!

Rosa prende la luz. No hay nadie en la cama.

ROSA.- No hay nadie (La lleva a la cama). Acuéstate. (Amanda se asusta). Voy por un vaso de agua para que te tomes una pastilla. Sólo así te vas a dormir.

AMANDA.- ¡No! No me dejes... en el tocador hay uno.

Rosa toma el vaso y una pastilla. Se los da a Amanda.

ROSA.- Voy a quedarme contigo hasta que te duermas.

AMANDA.- ¡Sí! (Transición) ¡No! No te ocupo. Vete, vete. No fue nada. Y no vuelvas. No quiero que andes por allí, cuidándome. Ya no soy una niña. Además con lo que me tomé pronto me voy a dormir. Vete a acostar.

Rosa no muy convencida, sale. Antes, apaga la luz. Pausa larga. Amanda se levanta y va a donde está la escultura del santo. Lo mira, lo toma y lo guarda en el ropero. Lo mismo hace con la foto de su boda. Oscuro.





ESCENA No. 11

Unos meses después Amanda y dos mujeres en el pasillo. Las dos mujeres tejen Amanda desteje.

MUJER 1.- Este hilo es muy bueno. Lástima que para conseguirlo haya que ir a la ciudad.

MUJER 2.- Lo bueno es que tú seguido te das tus vueltas para allá. ¿Nunca se te ha ocurrido traerlo y venderlo aquí? Ya ves, en eso nos la entretenemos todas. Sería un buen negocio.

MUJER 1.- No todas pueden comprar esta clase de hilo. Además, muchas veces ni en la ciudad hay.

MUJER 2.- ¿Pos no que en las ciudades hay todo?

MUJER 1.- A las grandes ciudades siempre les falta algo.

MUJER 2.- (A Amanda). Tan bonito que te estaba quedando. Tu madre sí que sabía tejer...

AMANDA.- No hables de ella. Los muertos siempre están hablando. Callados es como más hablan.

MUJER 1.- Otro temporal malo. nos vamos a morir secas. Parece que de un tiempo para acá Dios se olvidó de nosotros.

AMANDA.- Si. De un tiempo para acá... para siempre.

MUJER 1.- Me refería a que otras veces el temporal había sido muy bueno. Llovía mucho. La laguna quedaba a reventar. No que ahora; cualquiera diría que nunca hubo una laguna allí.

MUJER 2.- (Dejando de tejer). Hubo veces que llovió de más, como un diluvio. Entonces la tierra quedaba hecha un desastre. (Vuelve a tejer). Tanto como ahora que no llueve.

MUJER 1.- Este pueblo se ha vuelto un infierno.

AMANDA.- Este pueblo es un muerto.

Las dos mujeres se miran extrañadas.

MUJER 1.- Hablamos y nos tragamos el polvo. Las plantas con poca agua tienen. Qué ganas que también las tierra con poca agua se quedara quieta. Ayer sacaron otras dos vacas de don Cenobio. Estaban bien flacas. Se murieron de sed. Y miren que estoy hablando de las vacas de don Cenobio.

MUJER 2.- Como cuando sacaron los animales aquella vez que el cielo se desató. Sólo que estaban gordos, hinchados de tanta agua. Cómo nos hizo llorar el cielo. (Recuerda). El agua fría lo golpeaba a uno. Ni siquiera hubo tiempo de recoger nada. La laguna, siempre tan quieta, se creció y lo echó a perder todo. El agua arrastraba lo que se encontraba a su paso, y se oía como chocaban unas piedras contra otras. Y sin poder hacer nada, viendo cómo se nos venía encima ese mundo de agua, doblando por las esquinas de las calles, pasando por la puerta sin nunca acabar de pasar. Pobre Teresa, quedar viuda tan joven. (A Amanda). Por poco y tú también enviudas...

Amanda molesta, se levanta y va a la cocina.

MUJER 1.- Cuida de no hablar tanto. Hacía meses que no nos habría las puertas de su casa, pero al paso que vamos no te extrañe que ya no quiera recibirnos.

MUJER 2.- ¿Dije algo malo?

MUJER 1.- Nombrar a Juan es como nombrar al demonio.

MUJER 2.- Pero ni siquiera lo he nombrado.

MUJER 1.- No ¿Pero de quién crees que casi enviuda Amanda? ¡De Juan! Procura pensar lo que hablas.

Pausa. Siguen tejiendo.

MUJER 2.- El demonio. Si era tan bueno.

MUJER 1.- Pos ya viste que no tanto. Un hombre que deja a su mujer no es buen hombre.

MUJER 2.- Y una mujer que se casa con un muchacho del que puede ser madre tampoco es buena mujer.

MUJER 1.- No era un niño.

MUJER 2.- Tampoco era un hombre.

MUJER 1.- No saldrás ahora con que Amanda tuvo la culpa.

MUJER 2.- No. pero tampoco Juan. O a ver, siendo sinceras, ¿a poco tú creías que Juan siempre iba a durarle a Amanda? No, verdad.

MUJER 1.- Pues no, pero pelearse con una... es lo que no se perdona.

MUJER 2.- ¿Eso es lo que no se perdona?

MUJER 1.- Mira yo no sé, ni es cosa que deba importarnos, pero el hecho es que Juan era el esposo de Amanda y fue muy poco hombre para haberla dejado. Cuando se fue, él ya no era un niño... ahí viene Amanda.

Amanda trae un hilo negro. Se sienta y empieza a tejer.

MUJER 2.- ¿Qué vas a hacer?

AMANDA.- Todavía no sé.

MUJER 2.- Bonito color.

AMANDA.- No me gusta.

MUJER 2.- Por supuesto que son mejores los colores claros, dan más vida. Por algo estas paredes son azules.

AMANDA.- Son azules para que no se las coma el sol.

MUJER 1.- Los colores claros se llevan bien con cualquier cosa. El blanco con el verde, con el azul...

AMANDA.- Con el negro.

MUJER 2.- ¿Entonces sí te gusta?

AMANDA.- No. Pero hay que aprender a mirarlo. En la oscuridad es donde mejor se miran las cosas. Así el negro.

MUJER 2.- (Mirando arriba). Negro estaba el cielo el día del diluvio. Tenía el color de muerte, y la muerte, en vez de tocar a las puertas, tocaba a los techos.

A Amanda se le caen las agujas y al agacharse a recogerlas, se oscurece. Truenos. Ella se incorpora.

AMANDA.- No puedo. estoy hecha un manojo de nervios. esto no para.

MUJER 1.- Hay que encomendarse al Señor.

MUJER 2.- Pronto tiene que dejar de llover.

AMANDA.- Eso dijiste en la mañana.

MUJER 2.- Quién iba a pensar que nos iba a llover así.

AMANDA.- Le dije a Juan que no saliera. Era Martín el que tenía que llevar a los animales a un lugar seguro.

MUJER 1.- Juan no fue por lo de los animales. Fue a buscar a Martín. Lo de los animales está perdido.

AMANDA.- No me dijo eso.

MUJER 1.- Para no alarmarte. Teresa vino a pedirle que fuera a buscarlo.

MUJER 2.- La pobre estaba que no podía.

AMANDA.- (Alterada). ¿Y cómo crees que estoy yo ahora?... Este luto lo llevo por mi madre, no quiero llevarlo también por Juan.

MUJER 1.- ¡Amanda! ¡Cálmate! Es cuestión de tiempo.

AMANDA.- Parece que esta tormenta también se tragó el tiempo. Hace horas que Heraclio y los hombres fueron a buscarlos y aún no regresan.

Trueno fuerte.

MUJER 2.- ¡Dios mío! Qué hicimos para que lloviera de esta manera.

MUJER 1.- Ya deja de decir cosas.

MUJER 2.- Estoy asustada.

MUJER 1.- ¿Y qué crees, que nosotras no?

AMANDA.- Si no vuelve me muero.

MUJER 1.- Ven, siéntate. Nada ganas con desesperarte. (Amanda se sienta). Sigamos tejiendo; nos servirá. Ya verás que pronto vuelve.

A Amanda se le caen las agujas y al agacharse a recogerlas, se ilumina el escenario. Se incorpora.

AMANDA.- Sí. El cielo estaba negro, muy negro. La muerte tocaba a los techos.

Oscuro.



ESCENA No. 12

En lo que dura el oscuro se oirá lo siguiente:

PADRE.- Esposo, Dios te entrega esta compañera, sed su generoso protector y colocad el honor de vuestra fuerza en ser al amparo de su debilidad.

Esposa, después de Dios a nadie amaréis más abnegadamente que a vuestro esposo, a vos será confiado el honor de su casa y de su nombre.

Pausa.

Se enciende el cuarto de Amanda, de menos a más, hasta quedar totalmente iluminado. Amanda, con su vestido de boda puesto, está acostada. Rosa la acompaña. Todo es y todo será como al final de la escena No. 5.

AMANDA.- (Pausadamente). Lo amé más que a Dios... Rosa, no me dejes.

ROSA,. Nunca.

AMANDA.- Rosa, ayúdame.

Rosa sale por la cocina. Pausa. Vuelve al pasillo. Trae un vaso con agua y la *bolsa del veneno. Pone veneno en el vaso. Entra al cuarto y se lo da a beber a Amanda. Amanda cierra los ojos pesadamente. Rosa le acaricia la cabeza. Empieza a cantarle lo siguiente:

*El público al puro ver la bolsa, sabrá que es la del veneno, pues ya la tiene identificada.

ROSA.- Ve niña a soñar

a ese lugar lejano,

donde todo es jugar

sin existir el llanto.

Duerme entre mariposas

y vuela en tu sueño,

entre nubes de rosas,

hasta tocar el cielo.

Amanda lanza un estertor violento. Rosa deja de cantar. Vuelve a cantar.

La mañana es clara,

la ventana está abierta,

las golondrinas pasan,

la montaña te espera.

VOZ DE MUJER.- (Fuera de escena). ¡Míralos! Allí vienen. Vergüenza habían de tener.

Rosa se levanta. Mira a Amanda. Pausa. Sale del cuarto y se sienta en su sillita. Oscuro.





TELÓN.


Regreso a la página de Argos 9/ Teatro