Juan Diego Hidalgo
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Un momento de aburrimiento

 

Ahora escribo que escribo, no bastan ahora los cigarros o el vino, falta algo que de vida a este relato, no sé, tal vez vivir más, cambiar de ambiente o simplemente retirarme de este bar inmundo. Retírame a ser como debí ser en el momento que debía ser. Caminar tal vez, por el malecón, respirando el aire de la noche que se proyecta tentadora entre el abismo y mis sentimientos, sentir que puedo recuperar el tiempo perdido y encarar con dignidad estos últimos momentos.

 Siento que hay algo por escribir, ahora que te veo en la barra, sola, independiente, buscándote un lugar como muchos, siendo realmente como eres, sin pedirle permiso a la vida para morir impregnada de tus ideales, pidiendo una cerveza. Te veo y siento que hay algo más por escribir, si no hubiera volteado por el humo asfixiante del fumador de al lado, hubiera visto a dónde te ibas, con quién, en qué mesa estás.

Ahora que estoy solo y la cerveza que pedí después del vino ya no tiene espuma, sé que puedo aburrirme escribiendo que escribo, que te vi y me gustaste, no hay tema, ya lo sé, pero la hoja y el lapicero me trasladan hacia ti y gano, porque creo en lo que siento y te moldeo para mí, como debe ser.

Imagino y pienso que esta noche serás en mi relato el alma que algún día perdí por ser como me pedía otra como tú, a la que le di todo lo que pude y de la que ahora sólo guardo un pequeño recuerdo aislado y un hijo que jamás pude ver crecer.

Te veo de nuevo, sí, te veo de nuevo yendo a la barra a pedir más trago, ya vi también que tu mesa tiene una sola silla y sé que si fuera más osado iría a hablarte, a conocerte y por qué no, a tratar de enamorarme de ti.

Las horas pasan rápido y como siempre, veo cómo la gente empieza a retirarse, borrachos y borrachas, tambaleantes y cansados, luego de haber reído mucho, luego de haber perdido el tiempo eficientemente.

Me sorprendes mucho, tomas bastante y aunque se te ve un poco mareada, me sorprende que pidas más, aún cuando te hayan negado la última copa, y que en tu fantasía reclames airadamente el derecho de perderte en tu propio mar de confusiones, y eso me agrada porque yo jamás vagué en mi mente como tú, dejando al viento emociones y sentimientos perdidos en el ego.

Creo que debería sentirme con suerte ahora que me pides que te compre la última, con esos ojitos acaramelados que me encantan, ahora que en tu borrachera te sientas conmigo y no me hablas para nada.

Sabes que sólo bebo para estar solo y te agradezco que respetes mi soledad, que me hables sólo para pedirme que te invite una chela más y que en un arrebato brindes conmigo, ahora que estamos solos en el bar y los mozos empiezan a barrer y a acomodar las sillas.

Ahora que te veo borracha y te ríes a carcajadas de tus recuerdos, sé que estás más lejos de lo que pensé cuando te vi entrando sola a emborracharte sola.

Ya sabes que soy el dueño de este lugar, yo sé ahora que te dejó tu novia y que estás triste por eso, te despides de mí con un beso, pero no me importa porque eres sólo la imagen de lo que yo quería para escribir y ahora que te vas y cierro este bar inmundo, me voy con la satisfacción de que soy más borracho que tú y que el próximo sábado vendrás a mi mesa directamente a pedirme que te invite la última cerveza.

 

MAYO DE 1996

 

 

 

Regreso a la página de Argos 9/ narrativa