La memoria era hoy
Poema dramático en un acto
Personajes:
Prisionero, enano, en harapos.
Anciana paralítica, vestida de reina medieval.
Verdugo, vestido con traje militar, capucha y capa.
Oscuro total. Se escuchan risas, en off ("Lichter... Mehr Lichter!" Elektra- Richard Strauss). Al alcanzar el clímax, el seguidor se abre al centro-izquierda de la escena, iluminando un camastro donde duerme el Prisionero (la luz llegará cortada en líneas, simulando la claridad que se filtra a una celda a través de los barrotes). Entre la penumbra destaca un portón metálico, al centro–derecha del escenario y una mesita (huacal) con un candelabro encima (la vela estará encendida durante todo el acto).
Prisionero
(Despierta sobresaltado).
Esta
mañana no reconozco la noches anteriores. Espero otro centímetro
de piel sobre mis canas. (Se incorpora). Aguardo mis palabras descrecidas.
Aprendo a suspender el grito de una cuerda y morir en prisión por
mis palabras. (Mira hacia la luz). La mitad de mi vida he estado en la
mazmorras; la otra mitad estuve dentro de mi madre. No sé ni cuál
mitad fue placentera, ni en cuál sufrí de parto. Mi padre
me maldijo tantas veces que descrecí para que no cupieran en mi
cuerpo sus anhelos. Doce meses sellándome los huesos a cal viva...
Nueve meses cumplí de penitencia y treinta y tres años vivo,
condenado de ayuno.
(Se escucha un chirrido afuera de la cela. El Prisionero se levanta del camastro, se acerca a la puerta y trata de escuchar. Cesa el ruido).
Prisionero
(En cuclillas)
Yo cupe
en una gota de semen inviolable. De mi frágil memoria rescato el
absoluto que marcó mi estatura; el sudario que mi madre restaura
y mis doscientos huesos. También sé que mañana habrá
una nueva arruga en el espejo que no me pertenece. (Vuelve a escucharse
el rechinar de unas llantas metálicas). También Dios me vigila
mientras sueño: por si confieso un crimen en mi contra; por si ventilo
el odio en mis orines; por si denuncio enanos que quisieran volar. (Se
levanta. Apunta su índice hacia el público). Que quienes
sepan, hablen; crezcan su grito a tiempo o se suiciden.
(El Prisionero camina hacia la puerta de la celda. La puerta de hierro se abre, descubriendo un espejo. El Prisionero se detiene al ver la sombra del Verdugo que aparece en el espejo y desaparece de inmediato).
Prisionero
(Hacia el espejo)
¿A
dónde apuntas las ojivas de tu rostro, forastero? Yo blando el horizonte
hasta donde supuse de mi infancia. Juré por mis enjambres en cada
picadura y nunca hallé a la Reina. La misma arcilla y polen quisiera
entre los ojos para acallar la muerte; mi ancianidad a menos prevenida...
tu juventud a gotas acarreada. (Se descubre el torso). Te propongo mi edad
como otro contrincante. Úngeme los harapos; cambiemos las sonrisas.
(Se desnuda). Vístete mis arrugas; demuéstrame tus llagas.
(Cae de rodillas). Pedir clemencia no incluye arrepentimiento y no nos
perdonamos haber nacido juntos, desde la misma madre. Mírate libre
de la atadura al Verbo. Abandona la palabra por sí sola. Zurcir
una sonrisa no nos remedia el rostro, forastero.
(El rechinido de una silla de ruedas crece paulatinamente. El Prisionero se aleja de la puerta, arrastrándose por el piso).
Prisionero
(tartamudeando)
Llueve sobre mi patria de
relámpagos. Soy yo: deponiendo las armas a la tierra. Soy tú:
anteponiendo el miedo a la sospecha.
(Se escucha un trueno y el espejo se quiebra al momento de apagarse la luz. La vela descubre en el quicio del portón de hierro a la Anciana, en una silla de ruedas. La claridad vuelve a filtrarse por los barrotes).
Prisionero
(Se incorpora con lentitud).
A mí
jamás me prometieron un milagro. Por eso soy profeta de mí
mismo. Llevo polen de sangre entre los dientes. Los pendientes del diablo
en cada oreja. La sonrisa de Dios, por conclusión del mundo. Mi
edad, como poder a ultranza. Y un corazón tan grande, que no lo
he recorrido en sus rincones.
(La Mujer comienza a temblar a medida que el Prisionero habla y acelera sus movimientos).
Prisionero
Amo a
los asesinos que se me parecen. Robo papel para escribir los versos que
mis amigos se dirán a escondidas. Fumo nubes mientas desangro un
ave: un ángel arrojado del cielo a ensimismarse en el infierno prometido.
Soy el bufón que vendió sus risotadas por los treinta drenarios.
Un gigantesco Cristo que no quiso crecer a costa del tumulto. Amo al ladrón
que no deja la cruz para saciar su esfínter. Lo acuso por su boca:
no me lavo las manos por ninguno. Las veces que lo he llamado padre negué
multiplicar el pan que le faltó a mi boca. Me llené de mentiras
a la fuerza y creí que era dulce de tanto masticarme bajo tierra.
(La Anciana cae de la silla y se sigue contorsionando en el suelo).
Prisionero
(Solloza)
Ahora
que me quedo sin lengua, les pregunto desde mi silla de los remordimientos:
¿Seguiremos jugando al escondite, si todavía poseo una escopeta
entre las piernas y todavía ni un grito? (Llorando). Yo no daría
mi cruz por ser de nuevo virgen. Esa cruz de juguete que tú me regalaste
a cada astilla. Entregaría mi miedo, que es todo lo que basta. (Se
enjuga las lágrimas). Y todavía soy infierno del infierno.
Lo ojos se me paran en el llanto. En el punto muerto. En el muerto y punto.
(La Anciana queda quieta. El prisionero se acerca a ella y le toma las manos. Mientras habla le besa las manos. Entra el Verdugo).
Prisionero
Sólo
a ti, que fabricaste mi rostro y sus cenizas, vuelvo con voz de niño
a contar que he engordado tan sólo de gusanos. Sólo a ti,
porque entre los que me aman y detestan –la mueca más oscura; la
injuria interminable- tomaré de su historia oficio de verdugo. (Se
dirige al Verdugo). ¡Séame hecha tu justicia, Padre Enano!
(Música de fono: Credo in Dio crudele /Yago, del Otello de Verdi; suben arpegios y permanecen).
Prisionero
(En los silencios del Credo de Yago).
Deja sentarme en tu trono
de acusado, por soberbia. Hay demasiado azoro en nuestras vidas. Nos volvemos
desiertos. (Señala a la Anciana). Aquí yacen los pájaros
agónicos de mi alma. (Señala al Verdugo). Aquí vigilas,
mi buitre redivivo.
(El Verdugo levanta a la anciana y la acomoda en la silla; le sacude el polvo de las ropas, acomoda su capa y su corona y seca sus lágrimas con un pañuelo. Bajan arpegios y desaparecen).
Prisionero
(Sentado en su camastro. Toma un rosario de debajo de la almohada y repasa
las cuentas muy despacio).
Ora
pro nobis, Madre: Desde el papel de enano, que ya me queda grande,
no planches mis arrugas siempre eternas. El enano es un niño que
nace siendo viejo: de la inocencia antípoda; del mito invocador.
(Arroja el rosario a la cama). ¡Ay, Madre mía, santísima:
ponte de puntas y bésame la frente! Incendia esos tus ojos de papel
con mis residuos y vete a descansar de tus errores. Incúlcame la
rabia de familia. Paga con sangre, mes a mes, la renta de tu vientre como
asilo de ancianos. Abre las piernas, para que me dirijas. Permíteme
llevar novicio al claustro. Nunca diré perdón: tiene un acento
obsceno esa palabra... quizás lo cotidiano de saber bien morir.
(Recoge el rosario). Ay, Salve, Reina y Madre: no me ruegues por Dios.
(Música de fondo: Orest, Orest, is tod! Electra -Richard Strauss. El verdugo saca a la Anciana de la celda. Se escucha el chirrido de las ruedas, alejándose. Suben arpegios de la música de la primera escena de la segunda parte de Lear de Aribert Reimann; únicamente percusiones y voz).
Prisionero
(Ensimismado)
El poeta
es un gallo que no canta tres veces. Yo he cantado más los espolones;
la navaja que me persigna el día; la noche; el despuntar. Si en
la hora de nuestra hora les suplicara Auxilio, no regresen si no
es con mi palabra de antemano. Denme la suya como si me pagaran por hacerlos
reír hasta la muerte. (Se levanta, cansado y nervioso). Ora pro
nobis vino: porque la muerte llama. (Camina hacia el portón
de metal). Ora pro nobis alas: por el relato trunco de mi boca bendita.
Ora
pro nobis fuego: idioma que tallamos los enanos. (Toma sus ropas y
se las viste). Me visto la sotana con un rosario nuevo: de lunas y de soles;
lo invento, me acuerdo de mis padres y lo desdigo hasta la gran mentira.
(La puerta, cerrada por el Verdugo al marcharse, otra vez es un espejo, en el cual se observan las imágenes del Verdugo y la Anciana, de pie y juntos, en medio de un incendio).
Prisionero
Esta
es la biografía que no he contado a nadie, pero que se ata a otras
contadas contra mí, contra los días en que perdí mi
nombre disuelto en tantas hostias; en la que la extremaunción mi
edad no presagiaba. Lo que enterré bajo el vientre es el cordón
umbilical entre lo que ahora hoy y mi expósita historia de profeta;
mis criptas recorridas de la vejez al hallazgo nonato.
(El Verdugo extiende el brazo derecho; la Anciana extiende el brazo izquierdo, hacia el frente, donde está el Prisionero).
Prisionero
Mi sueño
de hacerme hombre en un lecho mayor no se ha cumplido. No hay humedad más
ácida que el nombre de un poeta. Hay una sola edad que no perdona
nunca. Por favor, Señor Juez: repite tu pregunta... y perdona.
(El incendio va menguando, hasta extinguirse. Al fondo destaca la silueta de un patíbulo).
Prisionero
Ni cruz
ni infancia bastan para quebrar el miedo. Porque he nacido intento y quiero
desmentirme, dicen que soy suicida. Ahora vean mi inmolación en
las palabras. Ahora nómbrame Dios. Mañana arrancarás
tu corazón arrepentido y te cabrá en el puño. La única
diferencia entre tú y yo mi madre radica en las palabras. Yo no
debo decir
¡Dios me perdone! Sé perdonar... pero no
quiero..
(El Verdugo saca de su pecho un colado y lo levanta sobre su cabeza. La Anciana toma su corona y la ofrece al Prisionero. Música de fondo: Message de Vangelis Papathannassiou).
Prisionero (Llega casi frente al espejo; el collado se ajusta a su cuello y la corona se ciñe a su cabeza, por perspectiva).
Si me esperabas, de acuerdo a mi escritura, ya puedes exprimirte la memoria: no naceré de ti, Eternidad de tiempo asesinada.
(El Prisionero cruza el espejo y desaparece de la celda. Suben arpegios y permanecen hasta el fina).
Prisionero (En off)
No naceré de ti.
(Cae la
vela y extiende el fuego a toda la celda).
Telón
Argos 16/ Teatro