Guadalupe Ángeles
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Catábasis

    Clara me llamó temprano en la mañana, de hecho su llamada me despertó, era tal la urgencia que sentí en sus palabras que no tuve más remedio que escucharla con paciencia, a pesar de mi costumbre inveterada de no levantarme (y mucho menos escuchar a nadie por teléfono) antes de las diez de la mañana. Con voz exaltada me explicaba una y otra vez que pasó la noche en vela, escribiendo. Imaginé que estaría feliz pero no, hacía tanto que no escribía, de modo que necesitaba una mirada fresca sobre su escrito y pensó en mí. Picado por la curiosidad acepté ir de inmediato a su casa, así que me levanté y antes de poder arrepentirme ya estaba en la sala oscura de su casa, esperando, entre los muebles viejos en esa habitación cuyas ventanas que en la fachada lucían hermosas y eran sofocadas por cortinas pesadas de terciopelo antiguo. Me pareció una descortesía incomprensible por parte de Clara hacerme esperar, dando por sentado que estaría impaciente por mostrarme su "gran" obra.

    Fumé un cigarrillo imaginando lo aburrida que sería mi vida si la pasara en aquel salón taciturno; ya planeaba ilusoriamente la gran fiesta que daría para mostrar al mundo. Si viviera ahí, que no me preocuparía que vinieran alegres borrachos a desarmonizar ese sitio aparentemente muerto. Cuando llegó Clara, portando como siempre impecablemente su nombre, puesto que hacía juego exacto con su apariencia. La hermosa Clara, una mujer delgada de lacio cabello claro que recogía cotidianamente, no fuera a suceder que un mechón indiscreto impidiera la visión de sus ojos verde claro. Vestía un sencillo vestido blanco, ciertamente se notaban en su rostro las huellas del desvelo y quizá de la angustia que percibí en un leve temblor de su mano blanca al extenderme unas cuantas hojas pulcramente mecanografiadas. Se sentó en el borde de un sillón púrpura frente al mío y posó sus manos sobre su regazo, con la sumisión del condenado a muerte, a la espera de recibir el indulto o la confirmación de su condena. No necesité más, inicié allí mismo la lectura, se trataba de una obra de teatro sin título:

ACTO I

    (La escena se desarrolla en una habitación cualquiera con un sillón, librero y ventanas. Hay dos mujeres, una de ellas vestida de verde por completo (Mujer Verde M.V.), lleva mallas y una mascada enorme que va desde su cuello hasta el piso; la otra (Sarah), sólo viste un largo camisón blanco de lana).

    Sarah- Dime, ¿aquella mujer se suicidó?

    M.V.- No.

    Sarah- ¿Mintió cuando dijo que su amor la llevaría a eso?

    M.V.- No, pero no la iban a dejar vivir tampoco. Eso la salvó.

    Sarah- ¿Fue como encerrarse en un convento?

    M.V.- No, es como estar en un calabozo.

    Sarah- Es cierto. Mucho antes había dicho que el aburrimiento podría matarla.

    M.V.- No de aburrimiento vive muerta.

    Sarah- Espera... Creo que alguien viene.

    (Entra E., viste un pantalón de mezclilla y blusa de lana, llevará siempre en la mano derecha una pluma atómica blanca. Las mujeres callan al verla –M.V. se acerca a la pared y permanece ahí pegada, con los brazos extendidos y la cabeza echada hacia atrás, cantando una canción de cuna en voz baja: "Mide... mide... gu-sanito medidor..." --E. no parece notarlas)

    E.- (Preocupada) ¿Para qué le hice hablar de una cuerda? Ella jamás hubiera podido hacer un nudo lo bastante bien hecho para resistir su peso... Aunque la verdad no llegué a conocerla... La vi esa tarde como quien va en tren y ve el paisaje, ni siquiera esperé a conocer toda su historia... (Toma una libreta de encima del sillón y se sienta a escribir. Las dos mujeres la observan).

    M.V.- Otra vez, mírala, ¡Qué desvergüenza!

    Sarah- Ya ni siquiera le guardo rencor. Es una irresponsable.

    (E. se levanta, mira por la ventana, se acuesta en el suelo)

    E.- Creo que esas instrucciones para ver las nubes no sirven... (grita) ¡Sarah, Sarah...!

    (La mujer de blanco corre, llega hasta E., se arrodilla junto a ella, le acaricia el rostro, pero E. se pone de pie con violencia).

    E.- No Sarah, se acabó... No más historias, confórmate con tu caballo, ¿no es suficiente un pegaso y todo el cielo para ti? (Sarah se recuesta de lado en el piso, sostiene su cabeza con la mano derecha, sin dejar de mirar a E., sonriendo)

    E.- Pero no más historias Sarah, por favor, ¿qué no me conoces?

    Sarah- No, ni tú a mí.

    E.- Sé que sufres.

    Sarah- Quisiste que sufriera, cosa muy diferente.

    (M.V., que no ha dejado de cantar, lo hace ahora en voz alta, cada vez más fuerte).

    M.V.- "Mide... mide,... gu-sanito me-didor..." ¡Ah, cómo ronca tu talento! Hace rato que se echó a dormir.

    E.- (Alterada) ¿Y tú qué tienes que decir?, ¿también te quejas, tampoco te conocí?

    M.V.- (Irónica) No, si mi destino fue glorioso, ¿vieras qué maravilla? Eso de quedarse sin nariz en verano... (entre compasiva y burlona) ¡Qué desvergüenza la tuya! Mejor tira esa pluma o escribe recetas de cocina y déjanos en paz.

    E.- ¿La paz es para ti la inexistencia, la nada?

    M.V.- Si no conoces la nada mejor cállate. Aunque pensándolo bien, debes conocerla bastante, vive y reina en tu cerebro.

    E.- ¡Basta! (Va hacia el librero y toma unas hojas escritas a máquina) Si la nada quieren... (Intenta romperlas. Sarah entonces se levanta de un salto y trata de detenerla).

    Sarah- ¡Trae acá, no tienes derecho! (Forcejean).

    E.- ¡Claro que tengo derecho!

    Sarah- ¡Suelta!, sería una cobardía, y bien lo sabes... ¿Qué quedaría de ti...? ¿Una falsa historia, tus miserables sentimientos? ¡Trae acá! (Le arrebata las hojas y las pone en el librero. La mujer verde o M.V. no ha dejado de cantar la canción de cuna, se dobla de risa).

    M.V.- ¡Eso! No eres más que una cobarde.

    (E. sale de escena muy erguida, gritando)

    E.- ¡Ahora verán, ingratas!

    (Sarah se acerca a M.V., negando con la cabeza, suspira mientras M.V., al ver entrar a E. con una especie de chimpancé enano o mono araña gigante, se desternilla de risa, sin separarse de la pared).

    M.V.- ¡Sí... Ay... Ya me contó Sarah!

    (Sarah se tapa el rostro avergonzada al ver a los recién llegados).

    Sarah- ¡Ay, Dios mío!

    E.- Sí, búrlense, ¿después de esto me llaman cobarde? No saben nada... Pero nada. Nada de mí.

    (El animal, desde su entrada a escena, y hasta el final del primer acto, no dejará de echar maromas estorbando a los demás personajes).

    Sarah- (Esquivando al animal. Conciliadora) ¿Por qué no tomas unas pequeñas vacaciones?, vas al mar, al bosque, o, ¿por qué no pruebas con la pintura?, ¡quién sabe!, tal vez la influencia de Dalí...

    (E. va al sillón otra vez, ignorando a M.V. que le hace muecas al animal, divertidísima. Ya tranquila, resignada, a Sarah).

    E.- Si después de esta prueba de confianza... míralo, ya sé que no tiene madre... si después de esto... (gritando de pronto). ¡Ya Verde, cállate! ¡Me encanta que te diviertas!

    M.V.- (Sin aliento de tanto reír) ¡Ay...! Este no se duerme ni con seis horas de cantarle! Oye, ya me cansé; por favor me vas a tener que disculpar. (Separándose de la pared como si se despegara, sale de escena cantando su canción de cuna entre risas).

    M.V. –"Mide... mide... gu-sanito..."

    Sarah- (Mirando al animal). No te salió tan mal.

    E.- ¿Por qué no buscas a tu pegaso y me dejas en paz? (Se pone a escribir. Sarah ve por la ventana. Pausa).

    Sarah- ¿Dónde es Lancashire?

    E.- ¡Válgame Dios!

    Sarah- ¿Dónde es Lancashire? (Serena).

    E.- ¡Qué sé yo!... vive y déjame en paz.

    Sarah- No sé qué vivir.

    E.- Vuela, siente el viento en el rostro... ¡Tú, sí, tú que puedes ve al mar, siente la arena entre tus manos; vive...! ¡Por Dios!

    Sarah- No puedo. No sé...

    E.- (Repentinamente triste) ¿De veras quieres la nada?

    (Pausa).

    Sarah- No sé...

    (Vuelve M.V. con una copa dorada entre los dientes, haciendo equilibrio sobre una cuerda floja imaginaria, esquiva al animal, soltando pequeñas risitas, deja la copa bajo una ventana y toma a Sarah de la mano, la lleva lentamente fuera de escena)

    Sarah- (Volviéndose a E.). Por favor...

    E.- (Tan triste como Sarah; va al sillón nuevamente y empieza a escribir. El animal trae, entre piruetas, muchos cojines, los acomoda junto a la copa y sale de la escena que se oscurece unos minutos y al prenderse las luces, entre los cojines se encuentra una mujer hermosa cubierta de velos).

    E.- (Leyendo). "Bajo las estrellas contemplo la armonía del cielo; aspirando la delicadeza del perfume en mi cuerpo, recuerdo la voz de nuestro huésped, la ternura y serenidad de su mirada... Entre suaves cojines lo miro, dejo el manto y me aproximo, mi corazón está dispuesto... ¿percibirá ya mi perfume?... un canto suena en mi corazón... aunque Pablo duerme ahora...

    (La hermosa mujer se cubre con un manto tendido a su lado, se pone de pie, mira el cielo mientras E lee su parte, camina un poco y, tras dejar el manto a sus pies, vuelve a su lugar entre los cojines, se recuesta, bebe de la copa lentamente).

    E.- (Suspirando) Odalisca de mi corazón...

    Odalisca- No diré más... (Como si hablara consigo misma).

    E.- Sea... (Va hacia la Odalisca y la cubre por completo con su manto. Regresa a su lugar en el sillón).

    (Entran a escena Sarah, M.V. y el animal, observan de cerca a la Odalisca).

    M.V.- Ya despertará.

    Sarah- Ojalá y no.

    E.- (Esquivando al animal) Ojalá y no...

    (E. va hacia las tres mujeres, toma de la mano a Sarah y a M.V., un espíritu de armonía envuelve la escena, dicen sus diálogos sin soltarse, dando vueltas como si jugaran una ronda infantil, al terminar se abrazan. Pausa. Se separan).

    E.- Digo la luna.

    M.V.- Y yo digo un muerto.

    Sarah- Digo la rosa.

    E.- Y yo digo un perro.

    M.V.- Digo el tiempo que pasa y pasa y tú no estás.

    Sarah- Digo tus ojos.

    E.- Y yo digo la sombra que pasa por tu mirada.

    M.V.- Digo tus labios.

    Sarah- Y yo digo la espera que espera incesante.

    E.- Digo otra vez tus ojos.

    M.V.- La espada que ha de herirnos.

    Sarah- La muerte.

    E.- La soledad.

    M.V.- Tus hermosos ojos.

    Sarah- El beso en el viento.

    E.- Digo los labios.

    M.V.- Y yo los besos.

    Sarah- Y yo los besos.

    Sarah- Digo la respuesta en tu mirada.

    E.- Y yo me tapo los ojos...

    M.V.- Digo tus manos y...

    Sarah- Dices los símbolos que ves.

    E.- Digo la piel.

    M.V.- Digo el símbolo.

    Sarah- Y yo digo el tacto de la piel.

    E.- Digo la ciudad.

    M.V.- ¿Quién ha dicho ya tres veces tus ojos?... (Pausa) Nuestro mundo era el silencio antes que llegaras tú, y es demasiado hermoso... quizá no lograrás entenderlo.

    Sarah- El universo que imaginas haberme dado es un espacio gris, terriblemente triste si lo comparo con la brillante oscuridad que antes era mi ciudad y mi destino...

    E.- Yo sólo quise...

    M.V.- No, no te justifiques... nos basta verlo (Señalando con la mirada al animal). Para imaginar tus razones...

    Sarah- No seré yo quien te juzgue.

    (Salen las tres, tomadas de la mano. El animal descubre el rostro de la Odalisca y da un alto, la contempla un minuto, embelesado, la cubre y continúa saltando).
 
 

ACTO II

    (La misma habitación. Por la ventana entra la claridad de la mañana. Es muy temprano. E., sentada en el sillón, con el animal a sus pies, quieto, pero con los ojos muy abiertos, ella lee).

    E.- (Solemne) "Desde el fondo de ti, y arrodillado..." (Molesta) ¡Ay Neruda!

    (Se escucha la canción de los Bee Gees: "More than a Woman", el animal y ella bailan, al terminar, ambos agradecen con una leve inclinación y vuelven a su posición inicial)

    E.- ¿Existirá alguien que sea "Más que una Mujer"?, ¿qué demonios será eso? (Suspirando) siempre quise serlo. (Pausa. Sigue leyendo) "Desde el fondo de ti, y arrodillado/ un niño triste, como yo..." (Exasperada" ¡Se necesita no tener madre! (va hacia la ventana, se tranquiliza y vuelve a su lugar, donde el animal la mira extrañado, ella le sonríe nerviosa. Sigue leyendo en silencio. Entra a escena M.V.)

    M.V.- (Haciendo una reverencia) ¡Muy buenos días, Siempre Verde te saluda!

    E.- (Reconociendo el tono) Vete al cuerno... ¿Qué quieres?

    M.V. De allá vengo. ¿Qué quiero? Nada en realidad. Solamente verlos en acción, conocerlos; si se puede.

    (El animal las mira alternativamente sin entender, al sentirse aludido se yergue y sonríe)

    M.V.- Ustedes arman el complot ¿verdad? ¿Cuál es su coartada esta vez? ¿o cómo le llaman a toda esa ensalada donde no puede faltar nunca alguien como yo?

    E.- Mira Verde, si vienes a burlarte no es la hora, déjanos en paz.

    M.V.- ¿Tengo que pedir cita, en qué horario, de 9 a 2, 4 a 7, o manejas horario corrido...? (Pausa en la que Verde sonríe casi amistosamente a E. que poco a poco suaviza la expresión de su rostro).

    E.- No tienes remedio... No estamos armando nada, ni reparando nada...

    M.V.- ¿Qué es eso pues? (Señalando el libro).

    E.- Leemos a un abuelo.

    M.V.- ¿Puedo? (Tomando el libro, se sienta).

    E.- Si quieres (Acariciando la cabeza del animal que sigue contento).

    M.V.- (Leyendo) "Walking Around"... "Sin embargo sería delicioso/ asustar a un notario con un lirio cortado/ o dar muerte a una monja con un golpe de oreja./ Sería bello/ ir por las calles con un cuchillo verde/ y dando gritos hasta morir de frío." ¡Ay Dios... a este abuelo no le gustan las monjas... ¿Tú tienes alguna?

    E.- (Reaccionando, pues miraba los ojos del animal muy concentrada)... ¿Cómo?...

    M.V.- Sí, una monja, ¿tienes una?

    E.- No, no... en realidad no.

    M.V.- Menos mal.

    E.- ¿Menos mal?

    M.V.- Olvídalo hombre... (Regresando el libro y levantándose ágilmente) Me voy pues. ¿No has visto a Sarah?

    E.- Hoy no.

    M.V.- Parece que ya encontró al pegaso, quiero verlos juntos, a ver si nos ponemos de acuerdo y un día de éstos te damos una sorpresita...

    E.- Pues no estaría nada mal, podría resultar muy, muy interesante.

    M.V.- Ya tengo pensado algo... ¡ya verás!

    E.- Nada más acuérdate de que soy cardiaca.

    M.V.- (Con sonrisa malévola) Precisamente... (sale corriendo)

    (El animal, que ha seguido atentamente la conversación desde su sitio al pie del sillón, se levanta y después de asegurarse que nadie viene, enfrenta a E, quien reinició su lectura al salir M. V.).

    Animal- ¿Por qué no me quieres?

    E.- Espérame... (sigue leyendo).

    Animal- (Alzando la voz) ¿Por qué no me quieres?

    E.- (Aparte) Lo que me faltaba. ¿Quién dice que no te quiero, animal de extraña especie, hijo de la vida vivida a solas, pedazo ínfimo de mi vida?

    Animal- ¡Tú!, tus palabras, quieres más a esa Verde que no parece tenerte mucho cariño, te ocupas más de ella, de ellas. A mí que me lleve el demonio, no te importa si me duermo todo el día o me atropellan las noticias del periódico... ¿Qué te importa si me muero de calor a medio día, o si me congelo cuando llueve?

    E.- Un momento, señor. De acuerdo, me reconozco culpable. Sólo yo soy responsable o irresponsable de ti. (Pausa) No es reproche pero, ¿sabes que eres muy difícil...? (Pausa en la que se miran a los ojos, ambos amenazadores, pero, poco a poco cede la tensión y enternecidos, caen uno en brazos de la otra. Salen, el animal primero, brincoteando, E. detrás... entran de nuevo a escena con lo necesario para un corte de pelo. El anima se encarama en la silla alta, E., con gran cuidado, le corta el cabello, muestra el espejo al animal que sonríe satisfecho y dice).

    Animal- Soy tú, soy tu alma.

    (en ese momento se escucha el himno a la alegría de Beethoven, al mismo tiempo que cae el

Telón).

***

    No evité una sonrisa al contemplar los tres asteriscos con que finalizaba la obra, después de mencionar con la corrección de una colegiala que debía caer el telón. Durante toda mi lectura Clara permaneció quieta, en silencio, apenas se percibía su respiración, levanté la mirada y enmudecí ¿qué podía decirle? Clara estaba llorando, ¿castigarla por su insolencia? Sin duda sus lágrimas expresaban un arrepentimiento profundo, así que sin meditarlo fui a su lado y la abracé, ella apoyó su mejilla en mi pecho y débilmente dijo "Voy a quemarla".
 


Guadalupe Ángeles. Nació en diciembre de 1962 en Pachuca, Hidalgo. Actualmente reside en Guadalajara, Jalisco.

 Participó en el Taller de Narrativa coordinado por Humberto Guzmán en la Casa del Lago de la UNAM en Chapultepec, D.F., en el Taller de Poesía de Ricardo Yáñez en 1983 en Guadalajara, Jalisco y fue miembro del taller de novela “El círculo de la casa tinta” coordinado por Víctor Manuel Pazarín.

 Ha publicado en los diarios jaliscienses: El Occidental, El Financiero (en el que sostuvo a lo largo de dos años las columnas Claroscuros y Souvenirs), así como en El Informador, en el suplemento dominical y en Ágora, suplemento cultural del Diario de Colima.

 En 1993 la Editorial Mala Estrella publicó su libro de relatos Souvenirs; Sobre objetos de madera (cuentos), fue publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro en 1994; Suite de la duda (también de relatos) apareció en 1995 en la colección Los cuadernos del jabalí, de la Editorial del Gobierno del Estado de Jalisco; un cuento suyo fue incluido en la antología Cuentistas de Tierra Adentro III, publicada en abril de 1997; algunos de sus trabajos fueron recopilados en la Muestra de literatura contemporánea de Jalisco, editada por la Universidad de Guadalajara en septiembre de 1997, asimismo en noviembre de 1998 Extremos, Cuento último de Guadalajara, antología preparada por la Editorial Arlequín incluyó una narración suya.

 Su novela Devastación, obtuvo Mención Honorífica en el Concurso Juan Rulfo para Primera Novela, convocado por el gobierno de Tlaxcala en 1998 y en 1999 obtiene el Premio Nacional de Novela Breve Rosario Castellanos, convocado por el gobierno de Chiapas.

 Participó activamente en los nueve números que vieron la luz de la revista de literatura Soberbia.



 

Argos 16/ narrativa