Los tipos temperamentales, psicología tradicional y naturalismo en Los pazos de Ulloa de Emilia Pardo-Bazán
El naturalismo fue sin duda alguna la respuesta de ciertos novelistas al positivismo, una de las más influyentes escuelas del pensamiento en la Europa del siglo XIX. El positivismo no es más que la negación de la especulación metafísica, con una concomitante fe en el método experimental y una definida confidencia en la habilidad de la ciencia para explicar y regular todo lo que el hombre necesita explicar o regular. La novela naturalista (o novela experimental', como la llamaba Zola) está concebida como un experimento en el cual la hipótesis es -ostensiblemente- ejercitada y probada. Detrás de esta concepción experimental descansa la visión del hombre dominado por fuerzas sobre las cuales no tiene control alguno (herencia, sangre y momento histórico) y, sobretodo, como una criatura cuyo comportamiento es explicable y predecible con referencia a esas fuerzas.
La obra de Emilia Pardo Bazán: Los pazos de Ulloa (1886) es sin lugar a dudas un ejemplo de novela naturalista, pero con un gran porciento de misticismo, sensibilidad y moralidad cristiana, elementos que no fueron impedimento alguno para que las nociones psicológicas y científicas de finales del siglo XIX influyeran en el estilo de la escritora gallega a la hora de escribir esta obra maestra de la literatura española.
En esta "movida" hacia la psicología, la escritora no estuvo sola. Durante los ochocientos hubo entre los escritores franceses un interés renovador en la vida mental y emocional de los personajes de sus novelas. Esto se debió al descubrimiento de las obras de los grandes novelistas rusos (Goncharov, Turguenev y sobre todo Dostoyevsky), la influencia de la creación de Émile Zola y al prestigio adquirido por esa --relativamente—nueva ciencia: la psicología.
Este análisis de la novela de Pardo Bazán intenta destacar las diferentes estrategias adoptadas por la novelista en su dramatización de la psicología, el uso del método de la primera persona, la actitud ambigua hacia el status moral de sus personajes y, sobre todo, sus éxitos y errores en el imaginativo uso de las fuentes médicas y filosóficas. Me centraré en los personajes de Nucha y Julián, por ser éstos los más representativos de las nociones psicológicas tradicionales retratadas por la escritora gallega. La continua descripción de ambos personajes como "linfático-nerviosos" y la referencia al ambiente social como medio influyente en el desarrollo de la personalidad convierten esta novela en una deliciosa aventura psicoanálitica.
No podemos negar que Los pazos de Ulloa es una obra híbrida: con un marco naturalista y con un singular uso de la filosofía, la moralística y los elementos más primitivos de la sicología. Es muy probable que el marco naturalista de Los pazos... se derive originalmente de una intención documental: la vida en las áreas más remotas de Galicia es bárbara y las acciones narradas están destinadas a demostrarlo. La hipótesis fundamental es, sin duda, que el ambiente rural aislado y aislante degrada y animaliza a los seres humanos. Esto es evidente al final del capítulo 2, donde la autora expresa claramente: "La aldea, cuando se cría uno en ella y no sale de ella jamás, envilece, empobrece y embrutece". (Los pazos de Ulloa, p. 174). Ésta hipótesis es experimentada en el intento hecho por Julián de civilizar a Don Pedro, impulsándolo a casarse y exponiéndolo a la influencia de la religión y la moral cristiana. El fracaso de este intento está destinado a probar la hipótesis: ni la civilización ni la religión son capaces de contrarrestar el degradante efecto del determinismo social (medio ambiente brutal y primitivo) sobre los seres humanos. Este punto es traslocado al final de la novela cuando Julián regresa a Ulloa y se encuentra con Perucho y Manuela. El hijo (ilegítimo) de la naturaleza está vestido como un señorito y la hija (legítima) de la civilización está vestida con harapos...
Sin embargo, no muchos lectores se convencen de este experimento, debido a que los representantes de la civilización y la religión, Julián y Nucha, han demostrado claramente su fracaso en el intento de civilizar a Don Pedro. Ambos son débiles en personalidad y físico y ambos están imposibilitados para contrarrestar la avalancha de la fuerza bruta de los otros habitantes de Ulloa. Pardo Bazán ha concebido su historia como una tragedia, en la que inevitablemente la maldad triunfa sobre la bondad. La insistencia en el desarrollo de la tragedia --la muerte de Nucha, la humillación de Julián-- hacen de Los pazos de Ulloa, una novela que no es documental, ni un experimento naturalista, ni siquiera una tragedia pura, sino un estudio de la condición mental y psicosocial de Nucha y Julián.
En la creación de los personajes de Nucha y Julián Pardo Bazán se enfrentó -por vez primera- a los descubrimientos de las investigaciones médicas y psicológicas (categorías no distinguibles fácilmente en la época de la escritora). Los ejemplos más obvios de teorías freudianas se hallan en la quasi-técnica explicación ofrecida al comienzo y al final del sueño en el capítulo 19:
Empezó a soñar con los pazos, con el gran caserón; mas por extraña anomalía, propia del sueño, cuyo fundamento son siempre nociones de lo real, pero barajadas, desquiciadas y revueltas merced al anárquico influjo de la imaginación, no veía la huronera tal cual la había visto siempre (p. 241).
Despertó repentinamente, resintiéndose de una punzada dolorosa en la mano derecha, sobre la cual había gravitado el peso del cuerpo todo, al acostarse del lado izquierdo, posición favorable a las pesadillas. (p. 242).
Pardo Bazán utiliza nociones contemporáneas sobre los sueños, para dramatizar una situación que es totalmente desestabilizadora para Julián y Nucha, y paradójicamente crea una escena que recuerda las fantasmagorías de Edgar Allan Poe. Quizás el aspecto más notable desde el punto de vista sicológico es cuando la escritora categoriza a ambos personajes como "temperamentos linfático-nerviosos" (p. 167) (p. 174) y -evidentemente- de esta manera está usando la más común de las terminologías psicológicas del siglo XIX. Esta terminología no es utilizada en la actualidad por los psicólogos; sin embargo, la teoría de los "humores" continúa categorizando a las personas de acuerdo a sus temperamentos, lo que significa que el linfático (persona de piel pálida y debilidad física), el sanguíneo (constitución robusta) y el nervioso (hiperkinético y de acciones impulsivas) pueden definir los actos y conducta de los seres humanos. Estos "temperamentos" pueden existir individualmente en una persona o pueden subsistir como combinación, por ejemplo, el nervioso-linfático1.
Nucha y Julián son explícitamente catalogados dentro de la categoría nervioso-linfática en las porciones del texto antes mencionadas y Pardo Bazán nos demuestra que está usando auténtica terminología técnica por medio del médico Máximo Juncal, quien comenta el poco saludable estado de las mujeres en la aldea, y se queja de la sedentaria vida urbana que crea un exceso de linfa en la sangre (p. 227) sobre todo en el capítulo 17 donde coloca a Nucha entre "las linfático-nerviosas" (p. 230).
J. L. Brachet, en su importante Traité de l'hystérie (1847), asegura que el temperamento nervioso-linfático es uno de los más predispuestos a la histeria. El signo esencial de la histeria para Brachet (algo diferente a un simple crise de nerfs) era como una bola en la garganta2.
Al parecer, Pardo Bazán tomó la descripción de la histeria de Brachet para retratar el estado psiquíco de Nucha cuando dice: "No, no, no; esto no es nada; un poco de ahogo en la garganta. Esto lo noto muchas veces; es como una bola que se me forma allí..." (p. 252) En otros casos es más que evidente la caracterización "histérica" de Nucha, por ejemplo en el capítulo 19, cuando Don Pedro mata a la araña... Una y otra vez hay constantes referencias al nerviosismo de Nucha; sin embargo, el estudio de Nucha, aunque enérgico y sentido, no es profundo, y esto -definitivamente- contrasta con la descripción psicológica y singular de la personalidad de Julián.
Nucha es como un espejo de Julián, ambos débiles, ambos pálidos, ambos nerviosos. En el caso de ella ser nerviosa-linfática no es incongruente, es de cierta manera aceptable, y es en cierto modo -para los parámetros de la época- como debían ser la mayoría de las mujeres en una situación social similar, pero en el caso de él es casi prohibitivo, debido al estigma que se cierne sobre los hombres con esas características, a los cuales la sociedad les tacha de afeminados, sin ni siquiera preocuparse por su orientación sexual, ya que como sabemos el interés sexual del capellán no se halla en las personas de su mismo sexo.
El examen
del carácter de Julián se observa en el capítulo 3,
donde el narrador nos revela su débil y afeminada personalidad:
A Julián le ayudaba en su triunfo, amén de la gracia de Dios que él solicitaba muy de veras, la endeblez de su temperamento linfático-nervioso, femenino, sin rebeldías, propenso a la ternura, dulce y benigno como las propias malvas, pero no exento en ocasiones de esas energías súbitas que también se observan en la mujer, el ser que posee menos fuerza en estadonormal y más cantidad de ella desarrolla en las crisis convulsivas (p. 174).
La
frase central de este fragmento es "su temperamento linfático-nervioso".
El narrador describe las características de este tipo "sin rebeldías,
propenso a la ternura..." y nos reafirma que es esencialmente femenino.
Este punto se vuelve a tocar en la novela cuando el acto de valor de Julián
es descrito como "el breve arranque nervioso de las mujeres" (p. 240).
Ahora, el listado de características de un particular caso sicológico
no asegura la creación de personajes -totalmente- reales, pero sí
los presenta como individuos concretos. Por momentos, parece que Pardo
Bazán con sus constantes descripciones médicas está
copiando directamente de un libro de texto de psicología, pero en
el caso de Julián, ella nos lo presenta de una manera más
humana, más sincera, más auténtica.
Otro ejemplo
de la caracterización de Julián se puede ver en este fragmento
de la novela:
Iba el jinete colorado, no como un pimiento, sino como una fresa, encendimiento propio de las personas linfáticas. Por ser joven y de miembros delicados, y por no tener pelo de barba, pareciera un niño, a no desmentir la presunción sus trazas sacerdotales. Aunque cubierto de amarillo polvo que levantaba el trote del jaco, bien se advertía que el traje del mozo era de paño negro liso, cortado con la flojedad y poca gracia que distingue a las prendas ropa de seglar vestidas por clérigos. Los guantes, despellejados ya por la tosca brida, eran asimismo negros y nuevecitos, igual que el hongo, que llevaba calado hasta las cejas, por temor a que los zarandeos de la trotada se lo hiciesen saltar al suelo, que sería el mayor compromiso del mundo. Bajo el cuello desairado levitín asomaba un dedo de lazacuello, bordado de cuentas de abalorio. Demostraba el jinete escasa maestría hípica: inclinado sobre el arzón, con las piernas encogidas y a dos dedos de salir despedido por las orejas, leíase en su rostro tanto miedo al cuatargo como si fuese algún corcel indómito rebosando fiereza y bríos (p. 167)3.
Desde
la primera hasta la última oración de este párrafo,
el tono del narrador está repleto de ambigüedad. En la superficie
parece una simple descripción, pero en realidad está lleno
de ironía y de cierta predisposición hacia el personaje.
Por ejemplo, en la primera oración, el color rojo de la cara de
Julián suena totalmente objetivo, especialmente cuando incluye el
término técnico "personas linfáticas". Ese es el color
que caracteriza a ese tipo de personas. El narrador transforma el símil
español "rojo como un pimiento" favoreciendo al poco convencional:
"rojo como una fresa", para así -aparentemente- indicar que el color
del hombre no posee la sanguínea rudeza que -comúnmente-
se le atribuye al sexo masculino, lo cambia por ese linfático color
rosado relacionado con la fragilidad, lo feminoide y lo débil. Pero
hay algo muy sospechoso en esta distinción: ¿Son acaso tan
diferentes el pimiento y la fresa en color? No, no lo son, pero esto no
posee ninguna importancia para la narradora, ya que lo vital en esta transferencia
no es el color, sino el gusto y la textura: los pimientos son picantes
y quebradizos, mientras las fresas -como Julián- son dulces y blandas
y en numerosas culturas poseen una axiología simbólica relacionada
con la delicadeza. La ironía de la comparación se incrementa
cuando esta blandura es contrastada con las connotaciones de "escasa maestría
hípica" junto a la palabra jinete, el sujeto de la oración.
Existe otra frase en este fragmento que llama la atención por su refinadamente científica ironía, esta vez son los guantes y sombrero de Julián, cuando son adjetivados como "nuevecitos". Esto evidentemente es un juego degradador, ya que denota un femenino y casi coqueto interés en Julián de llevar guantes nuevos en sus pequeñas y delicadas manos. La misma ironía es usada referente al sombrero el cual lleva hasta las cejas, por temor a que se le caiga. Se muestra así la ingenuidad infantil del personaje, su nerviosa y exagerada personalidad, una vez más muestra estereotipada de lo femenino.
A pesar de estos ejemplos la personalidad de Julián es presentada al comienzo de la novela de una manera cruda, ya que se contrasta su debilidad-refinamiento con la barbarie-crueldad-bestialidad de los habitantes de Ulloa.
Los fragmentos que he presentado forman parte de la segunda parte de la novela en la que el personaje es tratado más "científicamente" y con un gran por ciento de ironía. Él se encuentra en una situación que demanda un carácter fuerte, enérgico y curtido: Él debía prohibirle la entrada a la casa a la amante y al hijo ilegítimo de Don Pedro y confrontar al siniestro Primitivo. Pero , Julián, por naturaleza, está exento de esas cualidades. Él sabe lo que tiene que hacer, pero no lo puede hacer... Pardo Bazán le imposibilita de hacerlo, debido a su condición psicológica y a su "naturaleza". Su femenina personalidad es destacada una y otra vez. Por ejemplo, en el capítulo 14, él medita sobre el dilema de tener bajo un mismo techo, a la legítima esposa Nucha y a la amante Sabel y el narrador nos dice: "Al capellán le entraban a veces impulsos de coger una escoba y barrer bien fuerte, bien fuerte, hasta que echase de allí a tan mala ralea. Pero [...]." (p. 219) Con la metáfora de la escoba, se coloca su indignación en una perspectiva totalmente irónica. Mas el "pero" representa el punto de retorno: El nunca logrará remover a ninguno de esos personajes indeseables con una escoba ni con nada. Esta metáfora es usada nuevamente en el capítulo 19, esta vez directamente de la voz del personaje. Julián se culpa a sí mismo por haber vuelto a Ulloa y demuestra una vez más su carácter ausente de valor: "Mi poca energía tiene la culpa. Con riesgo de la vida debí barrer esa canalla, si no por buenas, a latigazos. Pero yo no tengo agallas [...]." (p. 238) La escoba vuelve a aparecer, ahora seguida de un arma -masculinamente- más adecuada: el látigo. Mas este incremento de la violencia, se debe una vez más a "esos arranques nerviosos" y, por supuesto, son seguidos por un cortante y acertado "pero". Un ejemplo más explícito acontece en el capítulo 26, donde Julián está pensando en los peligros que acechan al bebé de Nucha : "A veces el cariño le inspiraba ideas feroces, como agarrar un palo y moler las costillas a Primitivo; coger un látigo y dar el mismo trato a Sabel. Pero, ¡ay! [...]." (p. 263) Inclusive aquí donde una evidente agresividad (masculina) está presente ("ideas feroces... un látigo...palo..."), son seguidas por el perenne "pero" como muro de cobardía y debilidad, para culminar con un desconsolado y lastimero "¡ay!".
Quisiera que quedara claramente explicado, que cuando expreso que el personaje de Julián es tratado con ironía y con cierto sentimiento peyorativo, no creo que esto sea intención maliciosa de la autora. La idea de Emilia Pardo Bazán es quizá reflejar las características del tipo"linfático-nervioso" en su personaje. Pero no olvidemos que esto cumple una función dual para la narradora, quien nos ofrece un "tipo psicológico" a la misma vez que nos describe la experiencia personal de Julián. Sin lugar a dudas nos exaspera su pusilanimidad, pero ésta es temperada por lástima, ya que gracias a la descripción "médica" de Pardo Bazán reconocemos que Julián más que cobarde y pusilánime, es un caso clínico, un tipo de personalidad que responde a los actos de la vida de esa manera. Por esta simple razón no podemos condenar al personaje por la falta de cualidades para enfrentarse a situaciones tan determinantes como las presentadas en la obra. Al contrario, nuestra simpatía se incrementa a medida que la novela progresa porque se nos van dando pistas de su dilema existencial y sentimental. Julián, el "linfático-nervioso", es demasiado ingenuo para entender y muy débil para reconocer sus propios sentimientos. Al final de la novela, cuando la situación explota en la violencia total y él es acusado de adulterio, todo deja de ser gracioso. La ironía y el sarcasmo desaparecen y lo trágico de la historia nos golpea los ojos.
Sin lugar a dudas, Pardo Bazán ha tomado un caso psicológico -un temperamento linfático-nervioso- y lo ha convertido en un individuo. La escritora no nos ha dicho simplemente: -¡Hey, miren, así es como este fenómeno psicológico se comporta! Ella nos ha invitado a entender cómo se siente ser un individuo en particular, con sus conflictos personales, sus ansias y sus deseos. Y haciendo esto, nos ha ultrademostrado su inteligencia para entender las tortuosidades humanas, así como una increíble habilidad para retratar la capacidad humana por el delirio y la autodecepción4.
Notas1 Ver "temperamento" en la Enciclopedia universal ilustrada. Espasa–Calpe:1975.
2 Ver J.L Brachet, Traité de l'hystérie (Paris, 1847), páginas 101, 104 y 278. Donde Brachet identifica la "boule" como la base de muchos de caso-estudios en la histeria.
3 Todos los fragmentos de la obra han sido tomados de: Pardo Bazán, Emilia. Obras Completas. Ed. de F.C. Sainz de Robles, 3ra. edición. Madrid, Aguilar: 1957.
4 La idea de este trabajo surgió del recuerdo de mi temprana adolescencia cuando compartía junto a mi hermano-- hoy psiquiatra de profesión-- términos como los usados aqui por Emilia Pardo Bazán, en lecturas y conversaciones. Este trabajo fue escrito en 1997.
BibliografíaPardo Bazán, Emilia. Obras completas. Ed. Fedérico Carlos Sainz de Robles. 3ra. Ed. Madrid: Aguilar, 1957.
Barroso, Fernando J. El naturalismo en la Pardo Bazán. Madrid: Playor, 1973.
Bornecque, J.H. Réalisme et naturalisme. Paris, 1958.
Brachet, J.L., Traité de l'histérie. Paris, 1847.
Gibaldi, Joseph. MLA Handbook for Writers of Research Papers. 4th ed. New York:
MLA, 1995.Enciclopedia universal ilustrada. Madrid: Espasa-Calpe. 1908-1975.
Raul E. Romero. Canadiense de origen cubano, reside en New York, donde trabaja en un
Doctorado en Literatura Hispanica y Luso-brasilena y es profesor adjunto de literatura y
lengua española en la Universidad de la ciudad de New York. Ha publicado numerosos artículos en diferentes publicaciones de los Estados Unidos, México, Cánada, España, Brasil, Portugal y Cuba. Actualmente se encuentra enfrascado en la traducción y edición de un libro sobre el poeta portugues Antonio Botto.