Marcela Flores Iga
marcelaiga@hotmail.com
 

Urraca de Lourdes Ortiz,
nueva novela histórica femenina
(concepción de lo andrógino como esfera de poder a través de un proceso dialógico y de metaficción)
 
 

Antecedentes Históricos

"El rey de Castilla, en las postrimerías de su vida, se quedó sin más herederos que una hija de nombre Urraca, viuda de un extranjero llamado Ramón (Raimundo) de Borgoña y un nieto de su mismo nombre. El anciano rey castellano veía con cierto espanto el porvenir de su reino porque no confiaba en su hija por su sexo y tal vez pos sus costumbres deshonestas, ni amaba a su nieto, tal vez por no haberle dejado el padre buenos recuerdos.

    El anciano Alfonso VI entabló negociaciones con Alfonso rey de Aragón para que consintiera en ser su yerno. Celebrarónse las bodas y doña Urraca fue con su marido al reino de Aragón; en 1109, quedó vacante el trono castellano y el aragonés marchó a Castilla a tomar posesión del reino de su mujer.

    Hubiera sido este suceso fecundísimo en prosperidades para España si primeramente la reina hubiera sido una buena mujer y si, además, los nobles castellanos no hubiesen antepuesto sus pasiones a su deber y su honor.

    La pasión ha llenado de calumnias la memoria del rey aragonés por su casamiento. (...) La liviandad de la reina obligó a su marido a encerrarla en la fortaleza del Castellar." (Giménes Soler, págs. 90-92)

    "Fue Alfonso uno de los mejores reyes de España en la Edad Media: si doña Urraca hubiera sido una mujer honesta y los nobles de Castilla no se hubieran dejado arrastrar por su egoísmo y patriotismo chico, Alfonso, al reunir las fuerzas de los dos reinos de Castilla y Aragón, hubiera seguramente adelantado la Reconquista algunos siglos (pág. 103).
 
 

La historia y la novela

Urraca es una novela que traslada al lector a un pasado histórico, la Edad Media española. El detrimento de la imagen femenina del personaje histórico de Urraca frente a la defensa de la masculina en el rey aragonés, observado en el pasaje introductorio, marcan la intencionalidad de la novela, ya que ésta pretende reescribir esta historia y romper con las antiguas concepciones que marginan a la mujer y le transfieren una identidad negativa.

    Sin embargo, esta vuelta al pasado en la reescritura no se puede justificar o explicar sin pensar en el presente desde el cual esta novela se escribe. Lourdes Ortiz la escribe en 1981, en los inicios de importantes cambios políticos y sociales que provocaron en España el llamado "destape de los 80´s". "Los movimientos y tendencias pueden crear ámbitos conceptuales en el campo ideológico desde los cuales se hace frente al poder dominante y contra los cuales el ser humano tiene que redefinirse y defenderse constantemente" (Montrose, pág. 172).

    Ante estos cambios, Urraca, entonces, da como resultado un cuestionamiento de la historia a través de la reescritura de la misma, todo por la posibilidad de comprender y redefinir así mismo el presente, en este caso, principalmente desde dos aspectos: la posición del poder y la identidad sexual.

    Lo anterior se refiere a una reivindicación de lo femenino en estos dos aspectos de posición e identidad, los cuales se han mantenido como marginados a lo largo de la historia (desde Eva la mujer se ha convertido en elemento destructor del orden y bienestar masculino, tal como se observa en el pasaje histórico inicial en donde se culpa a Urraca y su deshonestidad de que Alfonso no haya podido llevar mejor sus planes de unión de los dos reinos) y que, en el presente, marcan la necesidad de encontrar para ellos un nuevo significado.

La novela histórica

La inclusión del pasado histórico convierte a Urraca en una novela histórica, en el sentido en que capta el contexto social de los personajes, además que la acción se desarrolla en un pasado alejado de la vivencia directa de la autora. "Llamamos novelas históricas a las que cuentan una acción ocurrida en una época anterior a la del novelista." (Beverley, John, citado por Menton, pág. 31).

    Además, siguiendo la teoría de Seymour Menton, esta novela puede considerarse como perteneciente a la nueva novela histórica. Según Menton, este tipo de novela se define a través de seis rasgos, cuya presencia como conjunto total no es necesaria:

    1. La recreación del pasado histórico se subordina a la presentación de ideas filosóficas que se encuentran como constante en el pasado, presente y futuro, por lo que la reflexión del presente a través del pasado es posible. Algunas de estas ideas filosóficas son: "la imposibilidad de conocer la verdad histórica o la realidad; el carácter cíclico de la historia y, paradójicamente, el carácter imprevisible de ésta." (Menton, pág. 42)

    En el caso de Urraca, las ideas filosóficas que se presentan en relación con la historia o el tiempo tienen que ver con la redefinición del feminismo. Se toma el pasado para reescribirlo y así lograr un cambio en el presente, que tenga, en última instancia, una proyeción hacia el pasado.

    2. Existen distorsiones de la historia de manera consciente, mediante el uso de omisiones, exageraciones y anacronismos. En Urraca el lenguaje corresponde al anacronismo más importante ya que éste corresponde a un lenguaje contemporáneo que se inserta en un pasado histórico; entonces, el pasado y el presente quedan unidos a través del lenguaje, y también a través de la escritura (la cual se da en dos sentidos: la escritura de la novela con las intenciones ya mencionadas y la escritura dentro de la escritura, es decir, la crónica, la cual está inserta en la metaficción y se explicará más adelante).

    3. Los personajes históricos se ficcionalizan. Esta novela pretende destruir la concepción histórica en donde lo masculino se salva y lo femenino es sinónimo de perdición (también para el hombre). Ficcionalizando a los personajes se tiene la posibilidad de reivindicar a lo femenino, mostrando también los aspectos negativos, no sólo de lo femenino, sino también de lo masculino, colocando a los dos en un plano igualitario con respecto a su condición humana.

    4. Se presenta la intertextualidad. Dentro de la novela se incrustan textos (canciones o versos) que tienen relación directa con el relato. Por ejemplo:

"Urraca y Alfonso se van a casar
y dice mi madre
que es pecao mortal" (Ortiz, pág. 48)

    5. Se incluye la metaficción, es decir, comentarios del narrador sobre el proceso de la creación, la cual se explicará más adelante.

    6. Se presentan conceptos bajtinianos de lo dialógico, lo carnavalesco, la parodia y la heteroglosia. Lo dialógico "proyecta dos interpretaciones o más de los sucesos, los personajes y la visión del mundo" (Menton, pág. 44), como se explicará en otro apartado.

    Para efectos de este ensayo me enfocaré sólo a dos de estos seis rasgos: la metaficción y lo dialógico. Es mediante estos dos rasgos, que se encuentran en estrecha relacción en la construccuión de la novela, como el discurso del personaje femenino principal se forma; es así como la derrota inicial se convierte en triunfo, en absorción de poder, mediante la redefinición, no sólo de lo femenino, sino también de lo masculino, en una deconstrucción y fusión (androginia) de ambos para llegar a un nuevo significado que se traducirá como la restitución de la esfera de poder (en una acepción completamente nueva) y finalmente como la liberación.
 
 

El feminismo

Por otro lado, Urraca como nueva novela histórica, no puede explicarse sin considerar que pertenece a la literatura escrita por mujeres, lo cual es un determinante para la visión que presenta a través de su personaje femenino. El pasado histórico, entonces, sirve a las intenciones de esta novela considerada como femenina en una redefinición de la posición de poder y de la identidad sexual que se pretende encontrar, ya que la época en que se sitúa la novela, la Edad Media, se caracteriza, entre otras muchas cosas, por estos dos aspectos.

    En la novela, la lucha por el poder existe de manera continua, sin descanso, entre alianzas y traiciones. La identidad sexual coloca al hombre al alcance de cualquier beneficio, tanto de placer sexual como de obtención de poder y margina a la mujer, a la reina, a la subordinación y, en última instancia, al encierro.

    Es en el encierro cuando comienza esta historia. La reina Urraca ha perdido su reino a manos de su propio hijo. El encierro de la reina comienza con la aceptación de la derrota: encerrada en este monasterio que es el reflejo de la Torre de Luna donde mi padre encerró a García, sé que, si he perdido, es porque en algún momento vacilé..." (Ortiz, pág. 16).
 
 

Lo dialógico

Ante el proceso monológico del discurso histórico masculino, lo dialógico en esta obra sirve a las intenciones de deconstruir la oposición masculino-femenino a partir de la intervención de ambos diálogos para llegar a la redefinición de uno nuevo.
 

El dialogismo no se refiere simplemente a un intercambio retórico entre los interlocutores o una pluralidad de puntos de vista, sino a una visión radical y politizada del lenguaje y de la conciencia. Acentúa la naturaleza lingüística de todos los sistemas de valor y enfatiza la relatividad y la diferencia. (Schueller, pág. 137)


    El proceso dialógico en Urraca, se da en dos niveles: el primero como novela: mediante la escritura se establece un dialogo con el pasado para llegar a nuevas acepciones sobre la posición y la identidad de lo femenino que sean de igual manera aplicables en el presente. "La noción de Bajtín de una subjetividad dialógica aplicada a la teoría feminista trae a consideración que una subjetividad constituida discursivamente significa, por lo menos, que la identidad y las concepciones de género de la femineidad no son inherentes y fijas. El dialogismo bajtiniano es liberador y subversivo, sugiere que un concepto discursivo de la identidad puede ser sitio de múltiples posibilidades"(Schueller, pág. 141).

    Así, es posible que la escritura sea también reescritura de las concepciones de lo femenino, en términos de identidad y poder, asentadas a través de la historia, logrando al fin una liberación por medio del dialógo entablado con la historia, por medio de la ficción.
 

   La priorización de la naturaleza comunicativa de la subjetividad obviamente significa que la identidad del género no pueda verse separada del contexto histórico y social. Así la identidad del género llega a ser altamente provisional, constituida por y en interacción con diferentes discursos sociales en un momento histórico en particular. (Schueller, pág.142)


    Con lo anterior se establece que lo dialógico da a lo femenino la capacidad de la redefinición en sujeción al contexto histórico. El retomar un tiempo histórico para ficcionalizarlo abre la posibilidad de que la interración del diálogo signifique el cambio.

    Por otro lado, el segundo nivel se da dentro de la obra,en el relato, en la cual se presenta un proceso dialógico, entre el personaje principal de la reina Urraca y el monje Roberto, quien cuida su encierro.

    Schueller afirma que lo femenino como un grupo marginado tiende a distanciarse del discurso del grupo dominante, sin que este distanciamiento implique forzosamente una separación. Entonces, el aspecto dialógico en la mujer se convierte en una lucha entre el discurso propio (femenino) y el discurso de los otros, la mujer pretende superar las ausencias y los controles a los que está subordinada (aquí es donde lo dialógico guarda relación con la metaficción, ya que ésta, entendida como el proceso de escritura, tiene la función de superar estos controles y de encontrar una identidad propia independiente de la concepción masculina).

    La idea del distanciamiento del discurso dominante está representada mediante el encierro del personaje de Urraca; a partir de este distanciamiento, que no implica una sepración, ocurre el proceso dialógico.

    El lenguaje en la novela se va entretejiendo de tal manera que se va conformando un discurso único que nace de las conversaciones entre Urraca y el monje, del cual sólo se conoce su voz a través de la voz de Urraca:
 

-Al-mo-rá-vi-des- deletrea con dificultad el monje y se santigua como si hubiera mencionado al mismo diablo.

Guerreros fanáticos, que no diablos, monje. Ellos, como tú... (Ortiz, pág. 32).


    Estas conversaciones disparan la escritura y la redenifición de la identidad y el poder del personaje femenino. (Urraca mediante las conversaciones del monje también establece un dialogo con su propio pasado,lo cual le permitirá la liberación final).
 

Lo dialógico cambia el lugar de la lucha de las mujeres del exterior al interior. Cuando se ven a través del modelo bajtiniano, la respuesta, el cuestionamiento, la interrogación, la subversión, son parte de la psique de cualquier género. (Schueller, pág. 142)


    No obstante, el proceso dialógico sólo puede darse mediante la fusión de lo femenino y lo masculino; la reina necesita las conversaciones con el monje para poder escribir. "Te necesito a ti para que me escuches, no puedo pasarme ya sin tu sorpresa y tu ignorancia." (Ortiz, pág.106). Mediante este proceso dialógico que se da como condicionante para el metafictivo, la oposición masculino-femenino se va deconstruyendo. Así, la reina tiene la posibilidad de redefinirse a sí misma mediante una revisión de su vida, de la posición que ocupa en su mundo, en la esfera de poder. De la misma manera, el monje logra destruir sus antiguas concepciones cerradas del mundo. "Sé que necesitas esa visión de la doncella desvalida, que eliges ver a tu señora adornada con todas las virtudes para que tú, fraile indefenso, puedas engalanarte con la heroicidad del caballero cristiano" (Ortiz, pág. 77).
 
 

La Metaficción

A lo largo del proceso de deconstrucción va ocurriendo la fusión y, por ende, la escritura. "Y ahora aquello se convierte en escritura. Hasta el hermano Roberto es ya parte del texto que tengo que contar" (Ortiz, pág. 119). Así, lo dialógico permite la configuración de la historia a través de la escritura de una crónica. Mediante un proceso de metaficción, el personaje-narrador explicita al inicio los propósitos de su narración, de su escritura.
 

Una reina necesita un cronista (...) voy a convertirme en ese cronista para exponer las razones de cada uno de mis pasos (...) Ellos escribirán la historia a su modo (...) Pero Urraca tiene ahora la palabra y va a narrar para que los juglares recojan la verdad y la transmitan. (Ortiz, pág. 10)


    La escritura es el elemento fundamental para que la redefinición (del poder y de lo sexual) y, finalmente, la liberación se presente porque la escritura es en sí el poder. "El verdadero dominio, Urraca, no se ejerce sobre los hombres, sino sobre las letras (...) juega con las letras (...) y cuando te des cuenta de que de esa combinación surgen cosas nunca antes dichas ni sabidas, cosas que jamás hubieras podido conocer gracias a la tradición, concentra tu mente y permite que fluya la imaginación" (Ortiz, pág. 154)

    Esta escritura es, finalmente, femenina. Mediante su escrito el personaje tiene la posibilidad de alcanzar de nuevo la esfera del poder, su crónica se convierte en su arma. "...no puedo dejarme vencer. Todavía me queda la escritura, este relato que es obra mía, mi respuesta." (Ortiz, pág. 110). Según Lucía Guerra Cunningham, el texto producido por una mujer se asimila a un espacio intertextual masculino, y se coloca en él de manera estratégica, implicando elementos de su visión subordinada del mundo, con una clara intención subversiva, es decir, la escritura femenina contiene un poder implícito que le permite al personaje introducirse al mundo "masculino", en el que ha permanecido sólo de manera subordinada.

    La escritura se relaciona con la posición que la mujer ha guardado con respcto al lenguaje y a la cultura. El lenguaje pertenece al orden masculino, es entonces cuando, mediante la escritura la mujer logra apropiarse de ese lenguaje y hacerlo suyo. El proceso de escritura le permite al personaje femenino, redefinir su posición con respecto al discurso masculino, logrando obtener para sí una identidad y un poder que le es propio que proviene de ella misma y que ve la expresión de su liberación final.
 
 

La androginia: fusión por el poder

En un recorrido que se hace desde su niñez hasta sus últimos momentos, la vida de Urraca se encuentra marcada por la esfera del poder y su lucha por mantenerse en ella. Sin embargo, esto sólo es posible mediante la fusión con lo masculino: matrimonios, alianzas, pactos y relaciones sexuales forman un ente andrógino que garantiza la obtención y retención del poder.

    "La androginia no simboliza sólo un estado de totalidad sexual, sino la perfección de un estado primordial, ese estado en que priman la fuerza y el sentido de totalidad" (Diego, pág. 28). Urraca, desde temprana edad, deduce el poder que tiene la fusión de lo masculino y lo femenino en un ser para la obtención del poder. Esto lo observa en las cualidades de su padre y su madre, ambos colocados en los extremos tradicionales de la oposición masculino-femenino."Y a partir de aquel día comprendí que si yo era capaz de aunar el rigor de mi padre con el saber ‘hacer’ de Constanza, no habría nadie que pudiera interponerse en mi camino hacia el imperio". (Ortiz, pág. 19)

    Lo mismo ocurre con el personaje de Zaida; en ella se funde características creídas inherentes a lo masculino y otras impuestas a lo femenino. "Zaida conservó siempre una altivez y una gallardía (...) pero al mismo tiempo, rendía a mi padre un vasallaje que era más propio de una esclava que de una reina." (Ortiz, pág. 29)

    Hasta la misma Urraca representa en sí un ser andrógino: pelea por el reino en los campos de batalla; traiciona y planea fríamente; es liberal sexualmente, pero sigue siendo una mujer y, por lo tanto, subordinada al hombre (desde el aspecto socio-político de la época). Por lo anterior, la fusión de Urraca con lo masculino se hace indispensable para cumplir sus propósitos de poder.

    La primera fusión ocurre cuando Urraca contrae matrimonio con Raimundo, que aunque no era un hombre extraordinario, la dote que le proporcionó el enlace fue el primer paso hacia el deseo de ocupar la esfera de dominio, el trono de su padre. El matrimonio, la fusión, le da la garantía de la obtención del trono. La lucha por el poder siempre está dada mediante alianzas y traiciones. Raimundo se alía con el obispo Gelmírez, para que por medio del matrimonio con Urraca, éstos alcancen el reinado. Cuando Raimundo muere, la fusión se transalada y se realiza entre Gelmírez y Urraca. "Una mujer es sólo mediadora; pero a través tuyo se perpetuará la dinastía ahora que Raimundo nos ha dejado, entre tú y yo tenemos que preparar las cosas (...) yo le dejaba creer, porque yo también había entendido que sólo con su ayuda podría retener lo que era mío" (Ortiz, pág. 26)

    Para Urraca no puede existir una fusión o unión con lo femenino, ya que esto representa la rivalidad, como se observa en su relación con el personaje de Zaida y con el de su hermana; ambas representan diferentes obstáculos para su acceso al poder. Cuando Zaida tiene un hijo del rey Alfonso, la rivalidad hacia ella crece. La androginia entre Urraca y Gelmírez llevan a la muerte al hijo, ponen fin a la amenaza y, a partir de esto, la muerte de Alfonso y la retirada de Zaida plantean un nuevo panorama, otra nueva fusión. Urraca tiene que casarse con Alfonso de Aragón, lo que garantizaría el mantenimiento y la extensión del dominio. El poder, nunca se encuentra en Urraca como un ser autónomo, siempre está subordinado. Ahora, no sólo al rey de Aragón, sino también a su hijo, heredero del futuro trono.

    El matrimonio con Alfonso de Aragón implica aspectos interesantes. La homosexualidad de Alfonso, aunado a las características "masculinas" de Urraca, reinciden en la androginia en el plano sexual. En la relación sexual entre ambos personajes existe una especie de metamorfosis en donde cada uno adquiere características del género del otro. "En todos los casos de imitación o metamorfosis en el sexo opuesto, se detecta un cierto deseo de exorcismo, un deseo de tratar de llenar el vacío en el yo a través del otro, de tratar de liberarse de la amenaza que el otro representa y vencer el miedo. El amor, la forma última de androginia, fundirse con el otro, no es sino la forma más dramática de la imposibilidad de la búsqueda de la liberación " (Diego, pág. 22).

    La relación entre Urraca y Alfonso es, por decirlo de alguna manera, imposible, pero Alfonso ve en ella la oportunidad de obtener lo que a él le hace falta. El ritual de beber su sangre para obtener virilidad así lo demuestra; mediante la sexualidad intenta fundirse con el otro y asimilar sus características. Urraca, entonces se le presentaba liberada y retadora: Alfonso trataba de vencer su miedo hacia ese aspecto femenino que desconocía y, por ende, rechazaba; además llenar su vacío al poseerla y para Urraca representaba una especie de liberación, el fin (momentáneo) de la rabia que había acumulado contra su padre.

    Por otro lado, las relaciones que Urraca guarda con Gómez González y con Pedro Lara forman un triángulo en que los tres se funden como salvación y cuidado de la reina, también a través de la relación sexual.

    La relación ritualista que Urraca ejerce con Alfonso son el motivo o pretexto para que la encierren y su hijo pueda quedarse con el poder. La obtención del poder (político) para Urraca, entonces, ya no es posible mediante la androginia o fusión. Sin embargo, como ya se ha mencionado, la presencia en su encierro del proceso dialógico con el monje incide en otra fusión (incluyendo la sexual) que tiene un resultado de poderío distinto. El poder, obtenido ahora por medio de la escritura, tiene como función la redefinición y por último la liberación.

    Después de revisar su vida a través de los procesos metafictivo y dialógico, Urraca llega a una nueva significación de sí misma. "Algo te pasa, Urraca... Quizá las largas conversaciones en solitario y con tu monje remueven antiguos principios y todo se confunde (...) mi esperanza ahora eres tú, Roberto, el que debe abrirme las puertas" (Ortiz 158). Al final, Urraca descubre que la androginia, su fusión con lo masculino, no le ha dado el poder que ella buscaba, sólo ha logrado "masculinizarla", es decir, convertirla en un ser semejante a su padre: fraticida, frío y traicionero, alejada de sí misma. Urraca ahora está sola, en el sentido de que ha recobrado su identidad sexual (gracias a la fusión con el monje Roberto) "...sólo la escritura es redentora, porque aunque mentirosa, reconstruye las sonrisas, revive el odio, la mano que sostiene la espada, la que agarra al sexo y lo sacude. Todos son gestos, pero ya no escribo para esa historia que debiera reivindicarme; escribo porque estoy sola" (Ortiz, pág. 165).

    Entonces, las formas de androginia anteriores a su encierro tienen sólo la función de seguir subordinado lo femenino a lo masculino. En cambio, con la androginización a través del monje, Urraca logra un equilibrio entre lo masculino y lo femenino para llegar a ser "una nueva mujer, un ser humano completo" (Butler, citado por Diego, pág. 53), en donde el ideal andrógino se redefine: "Yo soy el azufre y el mercurio, yo, la reina. Lo pasivo y lo activo, la luna y el sol." (Ortiz, pág. 164) y , por ende, lo femenino y lo masculino ya no como extremos de una oposición en donde uno implica la superioridad con respecto al otro, sino como un totalidad.

    La totalidad que alcanza con el monje se plantea como la posibilidad de un nuevo proyecto de vida, que refleja una visión positiva del ideal hombre/mujer, concebido como un todo, para destruir las concepciones tradicionales logrando una renovación de cada uno. "Te llevaré conmigo Roberto, te sentaré a mi lado en la corte (...) acudiré a ti para seguir contándote las historias, para que me ayudes a recordar, a revivir todo aquello que fue o que pudo ser mi crónica. Tengo muchos proyectos y tú podrías ayudarme a realizarlos: llenaré mi corte de juglares y poetas, cambiaré mis sayas de lana por vestiduras de seda y construiré jardines más floridos..." (Ortiz, pág. 187).

    Es entonces cuando ocurre la liberación, no la que se le proporciona de nuevo a través de la subordinación a su propio hijo, sino la que ella misma encuentra y ejerce: la muerte.

    La muerte es la liberación, ya que la redefinición permite a Urraca no subordinarse más a lo masculino para alcanzar el poder que finalmente le pertenece a ella. La fusión con el monje ocurre de manera equilibrada y la escritura (que se concluirá a través del monje) le permite accesar y mantener el poder a pesar de todo. "Aunque el papel queméis, no quemaréis lo que el papel encierra que en mi interior y, apesar de vosotros, se guarda y conmigo camina, vayan mis pies a donde vayan" (Ortiz, pág. 10).

    Como conclusión, es importante notar que esta novela es un proceso en el que se buscan nuevas significaciones, y la liberación, a través de la fusión con el otro, que sólo significaba una subordinación, se convierte en autonomía; la fusión final da a cada uno un nuevo valor que le es propio y que puede compartir en un equilibrio, en un ideal que induce a la única posibilidad de una verdadera liberación, a la muerte, y con ella a la verdadera restitución de la esfera del poder, a la que Urraca pertenece por ser reina, por ser mujer. La concepción de lo andrógino ya no es subordinación, sino totalidad, se redefine lo femenino y masculino, no como una separación sino como una unidad que se presenta tanto en el personaje principal como un ser único, así como su relación con el monje, el cual, por su lado, ha encontrado una nueva concepción de su vida. "El estado normal y placentero es cuando están en armonía los dos, colaborando espiritualmente. Hasta en un hombre, la parte femenina del cerebro debe ejercer influencia; y tampoco la mujer debe rehuir contacto con el hombre que hay en ella. Esa tal vez fue la intención de Coleridge cuando dijo que una gran inteligencia es andrógina" (Woolf, pág. 96).


Bibliografía:

Ortiz, Lourdes. Urraca. Editorial Debate: Madrid, 1991.

Montrose, Louis Adrian. "Los Nuevos Historicismos", en Nuevo Historicismo, compilado por Antonio Penedo y Gonzalo Pontón. Arco/Libros S.L.: Madrid, 1998.

Menton, Seymour. La nueva novela histórica de la América Latina 1979-1992. Fondo de Cultura Económica: México, 1994.

Diego, Estrella de. El andrógino sexuado. La balsa de la Medusa. Visor: Madrid, 1992.

Hèléne Cixous. The Laugh of Medusa.

Guerra Cunningham, Lucía. Silencios, disidencias y claudicaciones:los problemas teóricos de la nueva crítica feminista. University of California-Irvine.

Moi, Toril. Feminist, female, Femenine.

Foucault, Michel. Historia de la Sexualidad. Editorial Siglo XXI: México, 1988.

Woolf, Virginia. Un cuarto propio. Editorial Sur. Argentina,1980.

Giménez Soler, Andrés. La Edad Media en la corona de Aragón. Editorial Labor: Barcelona, 1930.

Pollock, Mary S. Lo que se deja afuera: Bajtín y la cultura de los límites. En Alvarado, Ramón y Lauro Zavala/compiladores. Diálogos y Fronteras. El pensamiento de Bajtín en el mundo contemporáneo. Editorial Nueva Imagen: México, 1993.

Schueller, Malini. "El dialogismo y una teoría del género", en Alvarado, Ramón y Lauro Zavala/compiladores. Diálogos y Fronteras. El pensamiento de Bajtín en el mundo contemporáneo. Editorial Nueva Imagen: México, 1993.


Marcela Flores Iga. Estudiante de 9o. semestre de Licenciado en Letras ESpañolas, ITESM campus
Monterrey.
Colabora en la edición de la revista electrónica del ITESM, Reflexiones.
 


Argos 16/ Ensayo