DAVID YÁSPIK
 
 

De la risa al duelo..., un pelo

Farsa en dos actos






PERSONAJES
 
Enedina Iturriaga de Cortés 30 años
Licenciado Arsenio Cortés  48 años
Fátima, ama de llaves de la familia Cortés 42 años
Doctor Valente Samperio, médico de la familia 38 años
Sulpicio "El exorcista" 50 años
Kobal o Mesmerín "El Magnífico" 42 años
Arzobispo Armando Pérez Cruz 53 años
General Marcial Matanzas 53 años

 

ACTO PRIMERO

Al levantarse el telón, luces tenues que proyectan sobre una tela sombras chinescas. Una mujer joven, en cama, a punto de dar a luz y, otra, madura, con evidentes movimientos de ansiedad, junto a sus pies. Después de unos segundos, entra el doctor con el clásico maletín; intercambia unas palabras con la mujer madura y, ésta, presurosa, sale y entra trayendo elementos necesarios para el alumbramiento, mientras el doctor comienza a palpar a la futura madre. Jadeos, maniobras entre piernas, compresa en la frente, ires y venires de la matrona. De improviso el doctor levanta colgado de los pies un infante. Primera nalgada. Silencio. Segunda nalgada. Lo mismo. Atmósfera de tensión. Tercera y enérgica nalgada. El niño se desata en risas de singular estridencia, carcajadas. El doctor avienta al bebé sobre la cama, al tiempo que da tremendo salto hacia atrás. La joven madre casi se trepa a la cabecera; la matrona cae desmayada. El niño carcajea mientras lo miran hipnotizados, madre y doctor. Cuatro segundos y oscuridad total.

    La luz sube hasta penumbra en alguna parte del proscenio. Aparece Kobal vestido de levita, sombrero de copa y bastón. Descuelga un teléfono.

KOBAL

    (Hablando por el teléfono) Ha empezado la función. Las cuatro bestias se tendrán que reunir y por sus mismas garras habrán de sucumbir. (Cuelga. Sonriente recorre el proscenio; incluso, emite mordaz carcajada, saliendo definitivamente por el lado opuesto de donde apareció por primera vez)

    Se ilumina el escenario. Representa una sala de familia acomodada. Cuatro laterales como si fueran la mitad de un octágono, limitan este recinto. Los dos del fondo del escenario no llegan a tocarse. Uno, el de la derecha, se interrumpe y el otro de la izquierda, pasando a un metro de distancia del anterior, se prolonga hasta perderse de vista del público, creando un pasillo-entrada. En primer plano, pegada a la primer lateral de la derecha, una mesa para teléfono con el respectivo aparato; a su lado, una puerta de dos batientes que casi llega al vértice con la siguiente pared. Pegado a esta otra, un sofá de tres plazas; después y, en la mitad, sobresale una chimenea. Frente a ella, un sillón individual. Al lado de la chimenea un librero piso a techo empotrado. Después, sigue el ya mencionado pasillo que provocan las dos paredes. Casi todo el lateral del fondo izquierdo lo forma un ventanal piso a techo, con sus respectivas cortinas, etcétera Ya en el siguiente tramo de la izquierda y junto a la línea del vértice, una puerta; después, en primer plano, un mueble cantina de los utilizados en los años cincuenta. Frente a éste, una mesa de juego, con tapete verde, etcétera, y sus sillas. Encima de la mesa se encuentra un canasto-cuna donde se supone está el niño.

    Enedina se encuentra recostada sobre el sofá, gimiendo lamentablemente. Porta una bata amarilla que le ayudará a dar la imagen de una mujer recién desembarazada. Parado a su lado, junto a la chimenea, el esposo Arsenio Cortés, que viste traje azul oscuro, camisa azul claro y corbata roja, la observa molesto, mientras toma una copa. Junto a la puerta de la izquierda, Fátima, en vestido oscuro con pequeños motivos de color claro y delantal blanco, espera. Arsenio voltea a ver a ésta última y, luego de observar hacia donde está la cuna, levanta los ojos al techo protestando.

ARSENIO

    ¡¿Por qué a mí?! ¡¿Por qué a mí precisamente?! (Mira nuevamente la cuna. Se dirige hacia ésta. Observa. En este momento se vuelven a escuchar las risas del niño. El padre voltea crispado a ver a Enedina, la cual se desconsuela todavía más)

FÁTIMA

    (Conciliadora) Si quiere le hablo por teléfono, para que venga en este momento.

ARSENIO

    (Sentándose en el sofá) No. Tenemos que pensar detenidamente, antes de accionar. No puedo exponer mi carrera, mi puesto, mi imagen política, sin antes reflexionar perfectamente sobre todas las posibilidades de salir de..., (mirando hacia la cuna) este atolladero. (El padre bebe de su copa. La madre solloza más intensamente todavía)

FÁTIMA

    (Acercándose a la cuna, con la mirada fija, como alucinada) El niño está poseído. (Enedina se sienta a la vez que comienza a gritar)

ENEDINA

    ¡¡No, no, mi hijo no!! ¡¡Mi hijo no!! (Llora tomándose la cara)

FÁTIMA

    Está poseído... Y solamente una persona lo puede salvar.

ENEDINA

    (Se levanta mirando a su esposo pero vuelve a caer sentada otra vez) ¡Arsenio, permite que lo llame por teléfono! ¡Debemos intentar! ¡¿Qué dirá la gente de mí?! ¡Seré la "hazmerreír" del club! ¡La madre de un, de un..., fenómeno! ¡Un niño (sollozando) que se car..., (sollozos) ca..., (lo mismo) je, (igual) a ¡¡¡Ay, ay!!! ¡¿Qué dirán de mí?! (Comienza a gritar como histérica. Arsenio se levanta, se le acerca y le arroja el líquido de su copa en la cara, callando ella automáticamente. Suave risa del infante. Fátima se santigua amedrentada, sin dejar de mirar la cuna. Arsenio se dirige hacia el mueble cantina y se sirve más en su copa. Bebe)

ARSENIO

    ¡Más pierdo yo! ¡No es nada estratégico en la política ser padre, (mirando la cuna) de esto! Pero tenemos que obrar con cautela. (Refiriéndose a la cuna) ¡Porque esto es un asunto político! (Entra el doctor Valente Samperio por el fondo del escenario. Se detiene, observa la escena y se dirige rápido y acongojado hacia Enedina. Le toma el pulso. Arsenio lo observa desdeñoso) Otro de sus comunes ataques de histeria, doctor. No se preocupe. De lo que debemos preocuparnos es de mi hi... (Señalándolo). ¡De ese niño! ¿Ha pensado qué se puede hacer? Cómo lo puede explicar?

DOCTOR

    (Se levanta. Observa la cuna. Luego mira hacia el frente ensimismado) Morirse de risa uno (Lo observan con extrañeza los demás)
 
 

ARSENIO

    ¡¿Qué?!

DOCTOR

    (En el mismo tono) Morirse de risa uno, caerse de risa uno, descalzarse de risa uno, descoyuntarse de risa, mondarse, despedazarse, partirse, desperazarse de risa uno, desternillarse, reventarse e incluso, con el perdón de ustedes, mearse de risa uno. ¡Todo esto es posible! ¡¿Pero nacerse con risa?! (Mira hacia la cuna) Si no fuera porque fui testigo presencial en el preciso momento que nació, no daría crédito o pensaría que me he vuelto loco, que... (A Arsenio) Don Arsenio, he estado pensando en las posibles causas de este fenómeno inusitado, y entre más profundizo en ello, más me confundo (Nuevos sollozos de Enedina)

FÁTIMA

    (A Arsenio. Suficiente) Si el señor me diera la orden, el padre Sulpicio estaría aquí en cuestión de minutos.

DOCTOR

    (Sobresaltado) ¡¿Qué tiene que ver ese fanático criminal con esto?! Este asunto no debe salir de entre nosotros cuatro. Como usted mismo me lo pidió, Don Arsenio.

ARSENIO

    (Sentándose) Efectivamente, pero también tenemos que resolverlo. Y si usted, que es el doctor, no puede... (Se vuelve a parar) ¡Pues menos nosotros tres!

DOCTOR

    No debemos...

ARSENIO

    (Interrumpiendo. Reflexivo) A menos que usted le aplicara la eutana... (Pausa) ¡No! ¡Sería demasiado arriesgado!

ENEDINA

    (Esperanzada) ¿Tú crees que te expondrías?

ARSENIO

    (Se dirige a servirse otra copa. Amenazador) ¡Nos expondríamos, nos expondríamos! ¡Recuerden bien, los cuatro seríamos cómplices!

FÁTIMA

    (A Arsenio. Pregonando) El padre Sulpicio es persona muy discreta. De todos es sabido.

DOCTOR

    (Violentándose) ¡¿Discreto ese fanático?! ¡Lo único que me consta sobre él, es lo relacionado a todos aquellos hombres y mujeres, que ha hecho condenar, aprovechándose de su posición clerical y del secreto de confesión! ¡Eso la mayoría de la gente lo sabe bien!

ARSENIO

    Estoy de acuerdo. (Ponderativo) Pero siempre nos ha hecho valiosos favores al gobierno. Gracias a él, hemos acabado con varios jefes de la insurgencia. Los gobernantes no podemos prescindir de la ayuda de los sacerdotes.

DOCTOR

    (Suplicante) Esto lo tenemos que resolver nosotros. Como amigo y médico de la familia se los pido. (Risas del niño. Todos observan la cuna)

ENEDINA

    (Pensativa) ¿No le habrá hecho usted, cosquillas en sus pies, cuando lo tomó para darle las nalgaditas, doctor?

DOCTOR

    (Tierno) Me detuve a pensar en ello, pero no, La prueba es que sigue riéndose. También, pensé, en que algunos agentes fisico-químicos que provocan la risa, se hubiesen podido encontrar suspendidos en el aire a la hora del alumbramiento, tales como el gas hilarante o protóxido de nitrógeno, el opio, el hachís, la mariguana, etcétera, etcétera Pero he revisado minuciosamente el aposento y nada he encontrado.

ARSENIO

    Y si esa risa fuese debido a alguna enfermedad. ¡Qué sé yo! A algún...

FÁTIMA

    (Completando) ¡Demonio dentro de su cuerpo!

ARSENIO

    (Fastidiado) ¡No insista, Fátima! ¡Todo a su tiempo!

FÁTIMA

    (Ofendida) ¡Con su permiso! (Sale por la puerta de la izquierda)

DOCTOR

    Existe la llamada risa canina, que consiste en una contracción facial que simula la risa y es provocada por el tétanos. Pero si hubiese sido eso, en estos momentos el niño estaría ya muerto.

ARSENIO

    (Desesperándose) ¡¡Pero tiene que haber alguna explicación!! ¡¡La tiene que haber!! (Tratando de moderarse) ¡Carajo!

DOCTOR

    Aunque recuerdo que Freud decía: "De la sonrisa a la risa, no hay más que un sólo paso."

ARSENIO

    (Entusiasmándose) ¡Eso es interesante! ¿Y...?

DOCTOR

    (Negando) Imposible, la criatura tiene dos días de haber nacido. Todavía no camina. No, no en un recién nacido. (Desaliento de Arsenio. El doctor de improviso se entusiasma. Mirando a Enedina) ¡Pero claro que puede haber una! ¡Claro que puede haber una explicación! (Tronando los dedos) ¡Ventriloquismo histérico!
 
 

ENEDINA

    (Solemne) Arsenio, dile a Fátima que deseo que se le llame a Sulpicio el Exorcista, inmediatamente.

DOCTOR

    (Sin prestarle atención. Volviéndose a Arsenio, entusiasmado) La histeria produce en ciertas ocasiones tensión muscular que puede ser causa de la ventriloquia. Los histéricos pueden emitir voces desde su vientre que se escuchen en otra parte. Incluso, a una gran mayoría de los cientos de miles de brujas que mandó quemar la Iglesia, les sucedía esto. ¡Las pobrecitas simplemente eran histéricas!

ENEDINA

    (Igual) Arsenio, dile a Fátima que deseo que se le llame a Sulpicio el Exorcista, inmediatamente.

DOCTOR

    (A ella; tierno) Enedina, ustedes no pueden recurrir a ese charlatán. Por vez primera abra los ojos; la religión jamás tendrá ninguna explicación civilizada para esta cuestión. ¡La ciencia y nadie más que ella, es la única que puede explicar! (El niño vuelve a carcajear)

ENEDINA

    (Fuera de sí, gritando) ¡¡Que le hablen al padre Sulpicio!! ¡¡Que le hablen al padre Sulpicio!! ¡¡Que le hablen al...!! (Arsenio le vuelve a arrojar de su copa en la cara. Ésta se controla automáticamente con rabia contenida)

DOCTOR

    (Acercándosele y limpiándole la cara con un pañuelo. Paternalmente tierno). Créame Enedina: Dios no existe, el Diablo no existe, ni los ángeles, ni las vírgenes. Todo eso es, pamplinas, naderías. Cuentitos para niños del siglo XVI. (Ella, con la mirada perdida. Arsenio se vuelve a servir otra copa)

ARSENIO

    (Displicente) Jamás la convencerá doctor. Bien sabe qué terca es mi mujer.

DOCTOR

    (Que sigue en cuclillas junto a Enedina) La enfermedad de usted, la causan todos estos pensamientos fantásticos, Enedina, que le provocan y acrecientan su histeria. (Sonrisa comprensiva) Esto la convierte en una excelente ventrílocua. ¿Qué palabrita, verdad? Hasta parece decir, vientre loco. Un vientre que hace que su voz se escuche en otro lugar. (Mirando hacia la cuna) Y ese lugar es su hijo en estos momentos. (Pausa. Tomándole las manos) Permítame que yo sea quien la ayude. (Confidencial) El único que le puede dar confianza, soy yo. El único que verdaderamente la quiere, soy yo el único que vela por...

ARSENIO

    (Suspicaz) ¿Acaso esto, doctor Samperio, terminará en una declaración de amor en mis "propias narices"?
 
 

DOCTOR

    (Levantándose alarmado y tratándose de reponer) ¡De ninguna manera Don Arsenio! Se trata de simple terapia, para poder aliviar a la señora Enedina de la histeria que padece. (El niño vuelve a reír)

ENEDINA

    (Desconsolada) ¡Oh, Dios mío! ¡¿Qué dirá, qué dirá la gente?!

ARSENIO

    (Llamando)¡Fátima! ¡Fátima!

VOZ DE SULPICIO EL EXORCISTA

    ¡¿Dónde se encuentra la Bestia?! (Entra por el fondo Sulpicio el Exorcista; vistiendo sotana. Se para entre el sillón y la chimenea)

SULPICIO

    (Levantando los brazos y vociferando) ¡¿Dónde se encuentra el energúmeno, el poseso u obseso, el endemoniado, el maligno?!

ARSENIO

    (Gratamente sorprendido) ¡Monseñor! (Se adelanta hacia éste y le besa la mano)

DOCTOR

    (Aparte) ¡Diablos, Fátima nos ha entregado!
 
 

ENEDINA

    (Implorante)¡¿Qué dirá la gente, Monseñor?!

FÁTIMA

    (Entrando. A Arsenio) ¿Deseaba algo el señor? (A Sulpicio. Aparentando sorpresa) ¡Oh, buenas tardes padrecito!

DOCTOR

    (Para sí) ¡Hipócrita!

ARSENIO

    (Reparando en Fátima. Sonriente) Ya nada Fátima. Su Excelencia ha llegado oportunamente.

SULPICIO

    (Desafiante) Me he enterado, por la divina Providencia, de la fatalidad que ha caído en la casa vuestra. Dios en su inconmensurable misericordia, me ha escogido y enviado para expulsar al Anticristo, a la Bestia, de sus celestiales dominios. (El niño vuelve a carcajearse. Sulpicio, voltea sorprendido a la cuna) ¡Vade retro Satanás! (Empuñando un crucifijo) ¡Vade retro!

ARSENIO

    Déjeme explicarle Monseñor.

SULPICIO

    (Suficiente) ¡No hay necesidad hijo mío; lo sé todo, lo sé todo! (Mirando al doctor y aparentando sorpresa) ¿Doctor Samperio, vos aquí también?

DOCTOR

    (Áspero) ¿Yo también, qué?

SULPICIO

    (Vacilando) No, nada, hijo mío, solamente... (Le ofrece su mano a besar)

DOCTOR

    (Amenazando) ¡A mí, no me llame su hijo! ¡¿Entendido?! (Sulpicio lo mira con odio. Lo mismo hace el doctor)

SULPICIO

    (Da un salto hacia atrás, al ver a Enedina en rodillas a punto de besarle la mano) ¡Abríos, abríos puertas del cielo; cerraos, cerraos, puertas del infierno!

ENEDINA

    (De rodillas todavía) ¡Padre mío, bendícelo! ¡No puedo vivir así! ¡¿Qué dirán mis amigas?! (Comienza a gritar) ¡¿Qué dirán los demás?! (Arsenio, pragmático, se dirige con su copa hacia Enedina. Sulpicio lo detiene con un ademán. Enedina, histérica, comienza a reír. Después su risa se torna suave, casi una sonrisa)

SULPICIO

    (A Enedina; increpando) ¿Queréis beber las dos copas; la de los ángeles y la del demonio? ¿Comer a dos carrillos? ¡No se puede, Satanás! ¡No se puede! (A los demás) ¡Antes tengo que cerciorarme de que ella no sea una bruja; de que haya pactado con Satán, para dar nacimiento al Anticristo! (Señalando la cuna)

ARSENIO

    (Aclarando) Yo en ella no he notado cambio, Excelencia. Más bien el problema para resolver es con... aquél. (Señalando la cuna a su vez)

DOCTOR

    (Terminante) ¡La señora está enferma! ¡Lo anormal de su comportamiento es causado por histerismo! ¡¡Patología, simple patología!!

SULPICIO

    (Receloso) Solamente estando alerta puedo protegerme. ¡Mi oficio, es peligroso! (Señalando la cuna. Enfático) ¡Éste sí se carcajea de verdad y ella es su madre! ¡El Demonio es el engaño personificado! ¡Debo protegerme! (Le hace un ademán a Fátima para que se acerque. El doctor levanta a Enedina y la sienta en el sillón individual. Arsenio se dirige a servirse otra copa. Fátima llega junto a Sulpicio. A ésta) ¿Alguna otra señal? (Se acerca a la cuna con cautela; como asomándose) ¿Aparte de las risas?

FÁTIMA

    (Suspirando) ¿Cómo, padrecito?

SULPICIO

    (Que continúa, desconfiadamente, observando la cuna) ¿La estigmata diabólica, la señal de Satán? (Mirando a Fátima) ¿Alguna otra señal diabólica, aparte de las carcajadas?

FÁTIMA

    (Insegura) ¡Ay, pues no sabría decirle, padrecito!

SULPICIO

    (Inquisitorial) ¡Sí, sí! ¡¿Si el poseso dice frases en alguna lengua que no conozca o se suspende en el aire, o...?!

DOCTOR

    (Cortante) ¡¿Cómo puede suponer, que ese niño diga frases en cualquier lengua?! (Alterándose) ¡¡Si tiene dos días de nacido!! ¡¡Las carcajadas que ha emitido se las debe a...!! (El niño vuelve a reír. El doctor, presuroso, corre hacia Enedina y le palpa el vientre. Fátima se vuelve a santiguar. Arsenio se desespera. Enedina le sonríe a la cuna; después comienza a llorar)

SULPICIO

    (A Fátima en el mismo tono) ¡¿O grita, aúlla, o se torna espantoso, horrible, saca la lengua, le bailotean los ojos, echa maldiciones, escupe espuma humeante, se torna verde, amarillo, de varios colores o el cuerpo le tiembla?! ¡¿No se revuelve como culebra cuando se le presenta alguna reliquia?! ¡¿Solamente se carcajea?!

FÁTIMA

    (Insegura) Creo, padrecito, que sí.

SULPICIO

    ¡¿Que sí, qué?!

FÁTIMA

    (Santiguándose) Que sí he notado algunas cosas de lo que usted ha dicho. (A los demás, enfatizando) ¡Sí, sí!

DOCTOR

    (Despreciativo) ¡Vamos Fátima, no sea payasa!

FÁTIMA

    (A Arsenio. Digna) ¡Si el señor permite que se me diga payasa, renuncio!

ARSENIO

    Estás involucrada en esto. No acepto tu renuncia. Coyunturalmente, eres necesaria.

SULPICIO

    (Entusiasmado) ¡Fátima, hija; toma cautelosamente a la Bestia, ya que tú estás habituada! ¡Tómala y preséntala ante ese espejo! (Señalándolo. Fátima lo hace temerosamente. El niño ríe quedamente. Fátima con cara de susto, voltea a ver a Sulpicio; parece que va a soltar al niño. Sulpicio se adelanta)

SULPICIO

    (Apaciguándola, con un ademán) ¡Espera! (Observa en el espejo. Descorazonado) ¡Sí refleja su imagen! (Pausa dramática. Nueva esperanza)¡Sitúalo entre esa luz y la pared, para ver si proyecta su sombra!

DOCTOR

    (A Arsenio. Harto) ¡¿Don Arsenio, verdaderamente tenemos que soportar esta farsa clerical?!

SULPICIO

    (Mirando con odio extremado al doctor) ¡No tenéis derecho a burlaros de estos hechos, comprobados por la experiencia de los humanos durante siglos y por la revelación!

ENEDINA

    (Sobria) Le pido atentamente doctor, que permita al padre continuar con su tarea, pues tengo prisa, me esperan en el club. (El doctor voltea a ver a Arsenio)

ARSENIO

    (Salomónico) Déjelo hacer. Seamos democráticos.

DOCTOR

    (Desconcertado) Sí, creo que sería mejor. (Decidido toma su maletín) Regresaré después de que termine esta, (violento) ¡¡farsa!! (Sulpicio lo mira salir, con odio)

SULPICIO

    (Gritándole) ¡Ahora podré desempeñar mejor mi exorcitazgo, necio! (A Arsenio y a Fátima) Vosotros no os desesperéis; veáis lo que veáis, sintáis lo que sintáis y pasare lo que pasare, tened fe. Dios por mi conducto, exorcizará a la Bestia.

ARSENIO

    (Mirando su reloj). Eso espero, Excelencia.

SULPICIO

    (A Fátima, que todavía se encuentra con el niño en sus brazos, en la misma posición) Ponlo, hija, entre la luz y esa pared, para poder darnos cuenta si no proyecta su sombra. (Ésta lo hace. Desesperación de Sulpicio. El niño vuelve a reír. Sulpicio se pasea cavilando. Fátima cierra los ojos, sosteniéndolo. Arsenio observa nuevamente su reloj. Enedina toma al infante de los brazos de Fátima, y lo lleva a la cuna)

ENEDINA

    (Al niño; maternal) Pronto podrás ir al Club. Pronto.

SULPICIO

    (Que continúa cavilando) ¿Solamente carcajea? ¿Carcajea? (Parándose) ¿No será Kobal, el encargado del teatro en el reino de Satanás? (Mirando la cuna) Es un demonio que ríe mientras muerde y daña. (Con entusiasmo y observando a Enedina) ¿O Pazuzu que sonríe? ¿O Nibras que divierte?
 
 

ENEDINA

    (Pesarosa) ¡Quien sea, sáquelo, se lo suplico! ¡Me esperan en el Club!

SULPICIO

    (Sin prestarle atención) ¿O Adramelech y sus niños carcajeadores? (A Enedina, inquisitorial) ¡¿Cómo era?! ¡¿Cómo te poseyó?! ¡¿Su miembro era frío?! ¡¡Contesta!!

ENEDINA

    (Extrañada) ¿Frío? (Divertida, comienza a reír a la par que el niño. Arsenio se dirige a arrojarle más licor. Sulpicio lo detiene)

SULPICIO

    ¡¿Qué apariencia tenía cuando te poseyó?! ¡¿Te forzó?! ¡¿Cómo olía?! ¡¿A azufre?! ¡¿Era un negro, un etíope, un judío o un macho cabrío?! ¡¿Le besaste el trasero?! ¡¿Éste era frío como el hielo, verdad?! ¡¿Y su pene?! (Fátima, escandalizada, se santigua) ¡¡Sí, su pene, hijos míos!! ¡¿Acaso era como la lengua bifurcada de una serpiente?! (A Enedina) ¡¿Qué color tenía?! ¡¿De qué estaba hecho su pene?! ¡¿De cuerno?! ¡¿O mitad carne y mitad hierro?! ¡¡Ah, ya sé!! ¡¡Lo tenía escamado!!

ENEDINA

    (Extrañada). ¿Perdón?

SULPICIO

    (Con ojos afiebrados y sonrisa libidinosa) ¡¿Las escamas duelen mucho al sustraerla, verdad?! ¡¿Te dolió?! ¡¿Te dolió mucho?! ¡¿O solamente era de una blandura gelatinosa, como si un pulpo te introdujera un tentáculo?! (Gritando) ¡¡Contesta!! ¡¡Contesta!!

VOZ DE KOBAL

    (Con eco) Verdaderamente, tu fantasía sexual me da risa: eres jocoso Sulpicio. (Éste, saca su cruz atemorizado. Arsenio pega un salto y se levanta; se nota extrañado y se santigua. Fátima se encuentra en el suelo, desmayada)

ENEDINA

    (Divertida) Sí, efectivamente se van a reír mucho cuando les cuente a mis amigas.

SULPICIO

    (Recobrándose del susto. Con su cruz por delante, resuelto, se acerca a la cuna) "Contra ti, espíritu maligno, por los méritos de las llagas perfumadas de Cristo, invocando el imperecedero auxilio divino y la contundente virtud del dulcísimo nombre de Jesús, junto con el de la sagrada y purísima virgen María, de los santos y bellísimos ángeles, de los rollizos querubines y serafines, de los beatísimos y barbados apóstoles, melifluos y melosos mártires, graves y taciturnos confesores, inmaculadas vírgenes, además de todos los innumerables y venerables santos ; conjuro contra Ti y mando que te alejes, haciendo disolver cualquier maleficio que hayas hecho, y te ato con el precepto formal de obediencia, para que no puedas permanecer, ni volver a hacer venir a otro y ya no puedas perturbar ni maleficiar bajo la pena de permanecer continuamente en el fuego y azufre, ardiendo por millares y millares de años" (Frenético, recorre la estancia haciendo la señal de la cruz en las paredes y objetos y esparciendo agua. Cuando termina, se dirige a la cuna haciendo las mismas señales y regando agua también. Algunas palabras ininteligibles, que simulen oración en latín. Termina. Se acerca a la cuna y solemnemente, no sin algo de temor, pone su mano en la frente del niño. Expectación. Unos segundos y se escucha una sonora trompetilla. Enedina ríe. Fátima se santigua repetidas veces. Arsenio vuelve a mirar su reloj desesperado. Sulpicio avienta cruz y agua con furia contra el suelo)

SULPICIO

    (Acercándose jadeante, con la faz demudada e increpando a Enedina) ¡¿Cómo lo dejaste entrar?! ¡¿Entró cuando bostezabas, por no santiguarte?! ¡¿Cómo?! (A Arsenio) ¡¿Vos habéis notado el coito infernal en vuestro lecho, don Arsenio?!

ARSENIO

    (Como recordando) No, que yo recuerde.

SULPICIO

    (Nuevamente a Enedina) ¡¿Cómo lo dejaste entrar?! ¡¿ Cuando ocurres a misa, portas el velo, o estás con la frívola moda, descubriendo tu cabello, por donde el Diablo también logra penetrar?! ¡¿O comías lechuga sin santiguarte previamente, que es una de sus principales vías para introducirse?! ¡¡Contesta!! (Enedina, estática, no contesta. Sulpicio fuera de sí, gritando) ¡¡Contesta!! ¡¡O asumiré que fue un pacto voluntario y eso irremediablemente te llevará a la hoguera!! ¡¡Serás quemada en leña verde!!

ARSENIO

    Vamos, vamos Excelencia, no es para tanto. Estamos en pleno siglo veinte.

SULPICIO

    (Que ya no escucha. Fuera de sí). ¡¿Qué hacías el primero de noviembre, a las doce de la noche?! ¡¿No te encontrabas, completamente desnuda, en una habitación cubierta de paños negros en paredes y techo, cerca de una mesa con dos cirios y en la cual se encontraba encima un cráneo humano?! ¡¿Acaso no te encontrabas, insisto, desnuda por completo, de pie, con una mano sobre la calavera y en la otra un tridente como el mismísimo que usa el Demonio, y elevando tu vista al techo, a ese techo cubierto por el paño negro, pronunciaste estas palabras: ¡Booz! ¡Odonai! ¡Lux, tenebroe! ¡Belia! ¡Y continuabas diciendo: (Lo dice muy rápido, pero con intención in crescendo) ¡Rey de los infiernos, poderoso Señor, a quien el mundo rinde culto en secreto, Tú que dominas desde los antros tenebrosos del Averno hasta la prosaica superficie de la Tierra; espíritu infernal que todo lo puede, yo te adoro, te invoco, te pido y exijo, después de entregarte mi alma para que de ella dispongas, que abandones las regiones infernales y te presentes aquí, dispuesto a concederme lo que te pida! ¡De todo corazón y con el alma condenada, te entrego mis tesoros, mi dicha entera, si accedes a mis ruegos! Y, ya en el colmo del éxtasis, continuabas diciendo: ¡Ven a mí, Rey y Señor, soy tu esclavo, ninguna imagen ni objeto de la nefanda religión hay en mi casa, preséntate sin temor de ser desobedecido! ¡Llega, desciende, penetra, sube, Luzbel, Satanás! ¡Vea tu sombra majestuosa, éste tu esclavo! ¡Maldito, maldito, maldito sea el día que sobre mi cabeza derramaron agua! ¡¡Satán, Satán, soy tuyo!! (En este momento aparece Kobal en medio de nubes de humo. Sulpicio continúa en el mismo tono, sin haberlo advertido) ¡¡Contesta, contesta!! ¡¿No es verdad?! (Fátima se desmaya de nuevo. Arsenio, aterrado, pega un brinco. Enedina queda deslumbrada por Kobal)

ENEDINA

    ¡Oh, eres hermoso! ¡Eres bello! (Sulpicio, al notar la mirada de Enedina sobre su hombro, voltea, y da un grito de terror descomunal al descubrir a Kobal)

SULPICIO

    (Saliendo de su estupor y tratando de reponerse) ¡¿Existes, en verdad existes?!

KOBAL

    (Magnánimo) ¡Tú me llamaste, y a mí apareciste!

SULPICIO

    (Reponiéndose y haciendo la señal de la cruz) ¡Vade retro Satanás! ¡Vade retro Sa...! (Kobal lo toma por el pecho)

KOBAL

    ¡Vade retro tu chin...! (Éste observa sus ojos detenidamente. Paulatinamente Sulpicio comienza a aflojar su cuerpo. Está rendido, hipnotizado. Arsenio sigue asombrado. Fátima, desmayada. Enedina, embelesada, suspira) ¡Eres mío! (Este parlamento lo dirá pausado, como hipnotizando, pero con la intención de haber logrado algo sumamente deseado) ¡Eres mío, por fin eres mío! ¡Ah, cómo esperaba esto! ¡Ya eras una molestia, una gran molestia! (Kobal afloja un poco su cuerpo) Me estoy sintiendo a gusto. Tú también te sientes a gusto. (Para esto, Fátima ya se ha recuperado y atónita, cual liebre ante un reflector, observa a Kobal. Éste dirigiéndose a todos ellos) Nosotros nos iremos sintiendo a gusto.

ENEDINA

    (A Kobal. Alucinada) ¿Amado, vienes por mí? (Quiere acercársele, pero se lo impide Arsenio; esta vez delicadamente) Mis amigas me envidiarán cuando te conozcan.

KOBAL

    (Carraspea, nervioso) Con permiso. (Dirigiéndose a la salida, y refiriéndose a Sulpicio) Éste viene conmigo.

ARSENIO

    ¿Su Excelencia? (Kobal se detiene. Voltea) ¿Su Eminencia? Perdón, no sé como llamarle.

KOBAL

    (Displicente) Kobal, sí, el intendente del teatro de los infiernos; pero en tono diferente al que este imbécil vomitaba. (Refiriéndose a Sulpicio, quien sigue mirándolo con extraña expresión. Kobal se ríe; el niño también; alternándose. Kobal se acerca a Sulpicio) Me las pagaste Sulpicio. Ya era demasiado soportarte, bestia. (Sonriendo le toca la barbilla) Ahora de cuatro, solamente faltan tres. (Le da tremenda bofetada. Reacciones de los presentes. Kobal se observa la mano y se la limpia. Da media vuelta y se encamina hacia la salida, seguido por Sulpicio, que se frota la mejilla)

ARSENIO

    (Preocupado mira la cuna. Humilde, a Kobal) ¿Intendente, intendente Kobal? (Éste vuelve a detenerse. Pausa. Se voltea y lo mira). Antes de que parta usted a sus obligaciones ineludibles, a los deberes que, como fiel y patriótico ciudadano de los infiernos, si así se puede.

KOBAL

    (Cortante) ¡Al grano! ¡A otro con tu jerga politiquera!

ARSENIO

    (Cohibido) Mil perdones Excelencia. (Refiriéndose al niño) Solamente quería saber, por lo que se refiere a, ¿cómo podré llamarlo, a ...?

KOBAL

    Si quieres saber, tu hijo no me interesa. (Señalando a Sulpicio) Éste ha sido mi presa especial, por ahora. (Sonriendo a Arsenio) Y tú, acabado serás por tu propia culpa y mano, (refiriéndose a Sulpicio) como éste y otros dos que mal portádose han... (Sale seguido de Sulpicio, quien no deja de mirarlo extrañamente).

ARSENIO

    (Desconcertado) ¡¿Eh, perdón?! ¿Es esto acaso alguna profecía? (Para sí. Imitando a Kobal) Acabado serás por tu propia culpa y mano, como éste y otros dos, que portado muy se mal han, o algo así. (Viendo a Enedina y a Fátima) Qué oscuro lenguaje utilizan los personajes religiosos. (Resentido) Prefiero el de la política, aunque a algunos no les guste. (Dirigiéndose hacia donde salieron Sulpicio y Kobal) ¡Ciudadano, yo quisiera advertir! (Risitas del niño. Arsenio vuelve en sí) ¡Ah, ah! (Mirando a Enedina que suspira y a Fátima que continúa con extraña expresión. Vociferando) ¡¡Por todos los partidos del mundo!! ¡¡Esto sigue igual!! (Sentimientos encontrados) ¡Perdón! (Mirando la cuna) ¡Disculpe majestad! (Mirando con rabia a Enedina) ¡¿Ahora qué voy a hacer?! (Acercándosele, con sorda irritación) ¡Maldita, la culpa es tuya! (Le arroja líquido de su copa. Voltea a todas partes culpabilizado. Sale por la puerta de la derecha, casi huyendo)

FÁTIMA

    (Compungida). ¿Quiere la señora que lleve al, (mirando la cuna) al, a su habitación?

ENEDINA

    (Limpiándose la cara. Grave) No, yo lo haré.

FÁTIMA

    Con su permiso, voy a preparar la cena.

ENEDINA

    A nada le pongas sal. (Suspirando) Creo entender que mi amado Kobal la detesta. (Fátima sale por la izquierda santiguándose. De repente el librero que se encuentra junto a la chimenea se abre y entra Kobal. Enedina sirviendo dos copas, sin haberlo mirado todavía) ¿Notaste cómo me humilla? Está gastando un dineral de licor en mi cara. (Volteando a verlo) ¡Claro, es la fortuna que me dejó mi antiguo esposo! (Le ofrece una copa a Kobal)

KOBAL

    (Acercándose, recibe la copa y brinda) No te preocupes; pronto todo se resolverá.

ENEDINA

    (Acercándose todavía más. Mimosa) ¿Estás seguro que funcione? ¿Que podamos deshacernos de él? ¡Sería la mujer más feliz del mundo!

KOBAL

    (Seguro) Nos desharemos de él; también de Sulpicio el exorcista, y de los dos gorilas restantes; el arzobispo Amando Pérez Cruz y el General Marcial Matanzas. Los cuatro primates que tienen asolada esta nación. (Nuevamente brinda)

ENEDINA

    (Sentándose. Con odio contenido) Me conformo con que desaparezca mi esposo.

KOBAL

    Tienen que ser los cuatro. Tengo mis deberes con la guerrilla. (Aproximándosele, le acaricia la cabeza) Se matarán cuatro pájaros de un tiro.

ENEDINA

    (Se levanta y se dirige hacia la cuna. Infantil) ¿Cuándo me sigues enseñando para que yo también pueda hacerlo reír? ¡Y también para acompañarte en tus giras de magia, por todos los cines y teatros del país! ¡Observa, ya casi lo logro! (Poniendo duro su vientre. Se escucha un débil simulacro de risa infantil)

KOBAL

    No hagas esfuerzo, te puedes hacer daño. Ya habrá tiempo. Por ahora tengo que hipnotizar totalmente a tu esposo, pero no he podido (Molesto) ¡Es muy disperso, no se deja! Cuando lo logre, reuniremos a los cuatro, para eliminarlos.

ENEDINA

    (Feliz. Dando vueltas) ¡Oh, me desharé de él para siempre! ¡Qué felices seremos entonces! ¡Los tres de gira artística por todo el mundo! (Dirigiéndose a Kobal, que ya se comienza a impacientar. Ridícula, señalando a éste y a la cuna) ¡Mesmerín el Magnífico, y familia! (Hace una reverencia teatral. Kobal a punto de explotar) ¡Hipnotizando a Presidentes, Reyes y Papas! ¡El mundo entero a nuestros pies! (Comienza a girar nuevamente) ¡Oh, qué felicidad, cuánta felicidad!

KOBAL

    (Con enojo creciente) ¡Cálmate, cálmate! (Tomándola de los brazos) ¡Te pueden escuchar! (Sentándola) ¡El plan por ahora es deshacernos de estos cuatro asesinos! ¿Entendido? ¡Qué Papas ni que diablos! ¡Todo a su tiempo! ¡Así que olvídate de giras! ¡Mientras siga ayudando a la insurgencia, mi arte estará al servicio de la guerrilla y nada más! (Se sienta, sumamente alterado)

ENEDINA

    (Levantándose y girando frenéticamente de nuevo) ¡Oh, guerrilleros! ¡Si somos guerrilleros! ¡Qué romántico, qué emoción!

KOBAL

    (Parándose desesperado. La detiene casi violentamente; está a punto de arrojarle el licor de su copa en la cara, pero finalmente, después de un gran esfuerzo se contiene) ¡Mira Enedina, dentro de un momento llamas a tu esposo! (Recapacitando) ¡No, mejor no! (Señalando el librero) Será mejor que lo espere ahí dentro. Será mucho mejor efecto desde ahí. (Complacido) ¡Qué perfecto lugar! (A Enedina, agradecido) Hasta cantina tiene.

ENEDINA

    (Recargándose lascivamente en el librero) Mi antiguo esposo era algo excéntrico. Cuando se hastiaba de la casa, me llevaba adentro y ahí teníamos, (cabaretera) nuevas lunas de miel. Jugábamos póker o nos divertíamos viendo a las visitas metiéndose el dedo en la nariz, cuando nos esperaban. (Ríe orgullosa) ¡En fin, de múltiples usos como tú lo has comprobado!

KOBAL

    (Acariciándose la cara) Me ha facilitado la tarea. (Observando la cuna, Risa infantil. Entra el doctor por el fondo del escenario. Sorpresa y curiosidad de éste)

DOCTOR

    ¿Perdón? (Kobal lo observa)

ENEDINA

    ¡¿Doctor Samperio, qué milagro?! ¡Pase, pase! ¡Le presento a mi bello amado, a mi príncipe Kobal, el encargado del teatro de Satanás!

DOCTOR

    ¡¿Cómo?! (Kobal se adelanta, le ofrece la mano y fija su mirada penetrante en los ojos del galeno. Éste, automáticamente, como sintiendo algo, voltea la cara hacia un lado, evadiendo la mirada y le extiende la mano. Se le nota un dejo de sonrisa nerviosa)

KOBAL

    Espero que sea un gusto mío. (Le frota la mano suavemente con la misma que saluda. El doctor observa las manos, también los ojos y nuevamente desvía la mirada hacia otro lado, y con la misma sonrisa, zafa suavemente su mano de la de Kobal)

DOCTOR

    (Nervioso) Mucho gusto. (Kobal se retira. El doctor aprovecha para echarle una mirada, ahora que los cuatro ojos no se encuentran)

ENEDINA

    (A Kobal) El doctor ha sido siempre muy bueno conmigo, querido. Casi podría decir que el único, hasta que llegaste tú.

DOCTOR

    (Que continúa observando a Kobal. Modesto) ¡Oh Enedina, solamente mi deber, mi deber. Después de tantos años de ser médico de la casa, pues... (Kobal intempestivamente voltea a verlo. El doctor, de igual manera y sonriendo, mira hacia otro lado)

ENEDINA

    (Vivaz) ¡Pero todo se está arreglando, gracias a Dios! (Mirando temerosamente a Kobal) ¡Uyy, perdón! Bueno, mañana iremos al Club para que todo mundo te conozca a ti y al nene. (Los presentes observan la cuna. Risa infantil. El doctor, presuroso, se acerca y le toca el vientre a Enedina) ¡¿Pero qué hace?! Ja, ja. (El doctor no contesta y, de la misma manera, se acerca a Kobal, volteando la cara cada vez que se cruzan sus miradas. Ya junto a éste, titubea. Pero finalmente le toca el vientre. Automáticamente las risas del niño se interrumpen. Preocupación de Enedina. Kobal, con la mano, le levanta la cara al doctor y lo mira fijamente. Éste ríe nerviosamente y cierra los ojos, pero no quita su mano del vientre de Kobal. Éste no sabe qué hacer. Enedina hace un esfuerzo ventral y finalmente logra emitir risitas infantiles. El doctor, que sigue en la misma posición, escucha y tantea el vientre de Kobal. Frustrado, retira su mano. Enedina sonríe complaciente)

DOCTOR

    Disculpen ustedes, pero hago ciertos experimentos impelido por mi deber científico. (A Kobal, mirándolo de soslayo) ¿A propósito, qué no nos habían presentado previamente en alguna ocasión? Su cara se me hace sumamente conocida.

KOBAL

    (Sombrío) ¡Siempre en mi mente has estado; mas hoy a mis ojos todavía no has penetrado! (Entra Fátima por la izquierda. Al mirar a Kobal se queda congelada. Éste se aproxima a Enedina) Me ausento. (Sentencioso) ¡De cuatro grandes voy la reunión a preparar! (Al Doctor) ¡Discreción o a los presentes pesará! (Sale por el fondo)

ENEDINA

    ¡Adiós amado! ¡Ay, perdón! ¡Hasta luego amado, te vuelvo a ver! (Le manda un beso)

DOCTOR

    (Mirando hacia donde salió) ¿Dónde he sentido esa mirada anteriormente? ¿Dónde? (Observa a Fátima que sigue como estupefacta. Le pasa varias veces la mano delante sus ojos. Se los observa detenidamente. El niño ríe. Todos, incluso Fátima, voltean a ver la cuna. El doctor corre a revisar por dónde salió Kobal. Regresa y palpa el vientre de Fátima. Ésta, sorprendida le da una bofetada)

FÁTIMA

    (Ofendida) ¡Si la señora permite que el doctor me siga molestando, renuncio!

DOCTOR

    (Como atontado) Perdón, pero todo esto me está trastornando.

ENEDINA

    El doctor solamente hace experimentos, Fátima. Debemos cooperar. (Risas suaves del bebé)

FÁTIMA

    (Angustiada) ¡Ay, señora, señora! ¡¿Qué vamos a hacer?! ¡Ya se llevó al santo padre Sulpicio, tan guapo, tan bueno! ¡¿Quién será el próximo?! ¡¿Quién será el próximo?! (Histérica se pone a llorar y a gritar. El doctor le da a su vez una cachetada, calmándose ésta, al tiempo que entra Arsenio)

DOCTOR

    (Inquiriendo) ¡¿Quién se llevó a Sulpicio?! ¡¿Qué pasó aquí?!

ARSENIO

    (Afligido) Cálmese doctor. Aquí no ha pasado nada. (Mirando a la cuna. Risas del niño) Así, literalmente, no ha pasado nada. Todo sigue igual. (El doctor corre a palparle el vientre a Arsenio) ¿Pero qué hace? ¡Esto no es cuestión científica, es cuestión demoníaca! (Le retira la mano al doctor. Desesperándose se comienza a mesar el cabello) ¡Dios mío, qué...! (Se interrumpe. Observa la cuna) ¡Disculpe su Excelencia, no fue mi intención! ¡Ahhh! (Se sienta desconsolado en el sofá. Comienza a sollozar. Enedina se dirige hacia él y le arroja licor en su cara. Arsenio para de sollozar. Extrañado observa a Enedina, no sabe qué hacer)

DOCTOR

    (No sale de su asombro. Secándole la cara a Arsenio) No se preocupe, todo está bien. ¿Pero, podrían decirme, qué pasa aquí?

ENEDINA

    (Socarrona) Nada, que sigue preocupado porque el encanto de mi hijito tiene buen humor y porque mi prometido Kobal ha venido por nosotros para irnos de gira artística.

Voz de KOBAL

    (Gritando) ¡¡Maldita sea!! (Todos voltean hacia el techo).

ARSENIO

    (Levantándose. Vehementemente esperanzado) ¡¿Excelencia...?! ¡Regrese por favor, no puede abandonarme a este escándalo coyunturalmente adverso e inapropiado! ¡Toda mi campaña, mi brillante campaña política tratando de eliminar a la resistencia bolchevique que seguro me conllevaba a la obtención de la más preciada curul, está en peligro! ¡Mi carrera malograda por un hijo poseído! (Rectificando) ¡Perdón, por su benevolente obsequio, aunque verdaderamente poco estratégico; cómo decirle, por lo que concierne a mí, si... por su benevolente repito... (Confundido) ¡¿Oh, pero qué estoy diciendo?! (Como alucinado) "¡Juntos lo haremos!" "¡Adelante, siempre adelante!" (De golpe, en salvaje estallido y cayendo de rodillas) ¡¡Satán, mi alma por una curul!! (Enedina toma un florero, y le arroja el agua en su cara. Carcajadas hilarantes de Kobal, hasta que no puede más. Todos miran hacia el techo nuevamente. Después Arsenio, se incorpora y se acerca a Enedina, furioso)

Voz de KOBAL

    (Despaciosamente) ¡De aquél que un pelo le tocare, miles yo le arrancare! (Arsenio se detiene perplejo. El doctor corre a ver por donde salió Kobal anteriormente. Busca en las cortinas, etcétera).

ENEDINA

    (Triunfal) ¡¿Fátima, está servida la cena?! (Ésta asiente) Doctor, acompáñeme, se lo suplico. (Salen todos por la puerta de la izquierda, a excepción de Arsenio, que comienza a secarse la cara. Entra Kobal por la puerta falsa sin que aquél se dé cuenta).

KOBAL

    ¡Tú me llamaste, y a mí apareciste!

ARSENIO

    (Volteando) ¡Excelencia! ¡Oh, bienvenido! ¡Disculpe usted mi presentación, un pequeño accidente, usted sabe.., siempre en estos rumbos de la política existen!

KOBAL

    (Interrumpe despreciativamente) ¡Al grano! ¡¿Qué quieres?! ¡¡Ya te dije que tu jerga politiquera me enerva!!

ARSENIO

    (Cohibido). Disculpe, es que estoy tan habituado.
 
 

KOBAL

    (Suavemente y clavando su mirada en los ojos de aquél) Me llamaste, por fin me llamaste; tu alma entregaste por un curul. Eres mío, mío.

ARSENIO

    (Distraído) Sí, Excelencia, pero necesito que me haga un favor importante.

KOBAL

    (Algo contrariado por la dispersión de Arsenio) De acuerdo, mientras bien te portes. Y solamente uno. Dos veces debes pensarlo.

ARSENIO

    (Súbitamente crispado) ¡¡Que ese niño deje de reír!!

KOBAL

    Mientras te portes mal, en él sonrisas habrá.

ARSENIO

    ¿Cómo? No entiendo, ¡Oh, disculpe Excelencia, su lenguaje!

KOBAL

    (Categórico) ¡Mañana quiero que estén aquí, el General Matanzas y el arzobispo Amando Pérez Cruz, para una pequeña reunión en la cima! ¡Sulpicio, tú y yo, completaremos el cuadro! ¡Y recuerda, mientras tú no hagas o digas algo que a mí moleste, tu hijo callará; pero la risa del niño señalará por donde errado vas! ¡¿Entendido?!

ARSENIO

    (Pensativo) El General Marcial Matanzas, el arzobispo Amando, Sulpicio el exorcista y yo. ¿Excelencia, qué pretende hacer? (Risas del niño. Trémulo) ¡Oh, oh, perdón, perdón! (Kobal sale por la puerta del fondo. Arsenio cavila preocupado y después se dirige al teléfono. Marca) ¿General?

TELÓN
 
 
 
 
 

ACTO SEGUNDO

El mismo aposento del primer acto. Se encuentran sentados Enedina y el arzobispo Amando Pérez Cruz. Arsenio, de pie, junto a la cantina, sirve unas copas.

ARSENIO

    ¿Le pongo hielo, señor arzobispo?

ARZOBISPO

    Por favor, Cortés; si es tan amable.

ENEDINA

    (Divertida) Favor, Cortés, amable (Ríe).

ARZOBISPO

    (Con leve extrañeza) ¡Gracias a Dios, su hijo nació con bien, señora Enedina!

ENEDINA

    (Cambiando de expresión. Dura) ¡Le suplico que no mencione ese nombre en esta casa; a mi amado Kobal le puede molestar!

ARSENIO

    (Adelantándose a la reacción del arzobispo) ¡Usted bien sabe, que los niños de ahora nacen en mejores condiciones que en anteriores regímenes, Excelencia. (Le ofrece una copa)

ARZOBISPO

    (No dando crédito) ¿Eh? ¡Ah, sí, sí, efectivamente así es, gracias a..., Dios! (Receloso voltea a mirar a Enedina)

ENEDINA

    (Violenta) ¡¿Qué no entiende que...?!

ARSENIO

    (Interrumpiendo) ¡Aquí llega el General Marcial Matanzas! (Éste, en el fondo del escenario, con amplia sonrisa) ¡A buena hora General!

ENEDINA

    (Terminando su frase en el mismo tono) ¡No quiero que se mencione ese sucio nombre en esta casa! (El arzobispo entre dos fuegos, porque el General saluda)

GENERAL

    ¡A buena hora Cortés, a buena hora! (Al clérigo) ¡De nuevo nos vemos, Arzobispo Pérez Cruz! Apenas si esta mañana estábamos juntos en el campo militar, donde nos hizo la amabilidad de presentarse, para darle la bendición a todo el armamento que utilizaremos en la operación "Bienvenido Tío Sam". ¡Qué bueno que lo veo nuevamente, para aprovechar agradecerle! ¿Cómo se encuentra? ¿bien?
 
 

ARZOBISPO

    (Levantándose para saludar) Muy bien General, gracias a ..., Dios. (Voltea sumamente desconfiado hacia Enedina. Ésta, a punto de intervenir, cuando nuevamente interrumpe el General)

GENERAL

    Buenas noches señora Cortés. ¿Qué tal se siente ahora que es madre?

ENEDINA

    (Furiosa) ¡¡Me siento hasta la madre, General, pues el señor arzobispo insiste en mencionar una palabra que a mi amado Kobal sumamente molesta!! (Arsenio, ya sin poder contenerse, arroja licor de su copa a ésta. Carcajadas del niño. Sorpresa de los invitados. Terror de Arsenio. Enedina levantándose; trémula de rabia) ¡¡Mira cómo me has arruinado el maquillaje, estúpido!! (Sale furiosa por la puerta de la derecha)

ARSENIO

    (Contrito, mira hacia la cuna) ¡Disculpe! (A los invitados) ¡Disculpen ustedes este momento de inexplicables impulsos! ¡Mi esposa y sus habituales crisis de histeria! (Pausa dramática) Pero, por favor, siéntense, siéntense! ¡Esperemos al padre Sulpicio y a nuestro invitado de honor, el señor Kobal!

GENERAL

    (Grave) ¿Le ha mencionado el padre Sulpicio, para qué nos citó con tanta urgencia?

ARSENIO

    (Nervioso) ¡Bueno sí, que diga no! ¡Más bien, lo único que sé, es que se trata de un asunto de suma importancia para la seguridad del Estado!

ARZOBISPO

    (Suspicaz, mira de cerca la cuna) ¿Qué edad tiene el niño, hijo mío? ¿No acaba de nacer hace pocos días?

GENERAL

    (Solidarizándose) Efectivamente. ¿Qué no nació hace cuatro días?. Eso me dijo por teléfono. ¿Verdad?

ARSENIO

    (Angustiado) ¡Sí, sí! ¡Efectivamente así es! ¡Cuatro días, sí! ¡Ja, ja! ¡Cuatro felices días!

ARZOBISPO

    (Observando agudamente a este último) ¡Demasiado felices! ¿ No lo cree usted así, General?

GENERAL

    (Mismo juego) Así es ¡¿Reír de esa manera, a los cuatro días de nacido?! (Irrumpe Fátima por la puerta de la izquierda)

FÁTIMA

    (Feliz) ¡El padrecito Sulpicio ha regresado, está de nuevo con nosotros! ¡Acabo de verlo entrar!

ARSENIO

    (Recuperándose) Permíteles pasar, Fátima.

FÁTIMA

    ¡Viene solo, libre! ¡Oh, qué emoción!

ARSENIO

    (Desconcertado) ¡¿Solo?! (En eso entran por el fondo Sulpicio y Kobal. Fátima pega un grito al ver a este último; quedándose como petrificada cuando él voltea a mirarla. Arsenio se adelanta hacia ellos) ¡Pasen, pasen sus excelencias.

SULPICIO

    (Adentrándose). Buenas noches señores. (Señalando a Kobal) Os presento al señor Kobal, jefe de inteligencia de nuestro movimiento "Jesús por la liberación".

ARZOBISPO

    (Atónito) ¡¿Qué está usted diciendo?!

GENERAL

    (Cándido) ¡Ja, ja! ¡Qué buena broma, ja, ja!

KOBAL

    (Con gesto tranquilo y elegante) Buenas noches.
 
 

ARZOBISPO

    ¡¿Puede usted explicarse, padre Sulpicio?!

SULPICIO

    (Hipócrita) ¿Qué deseáis que os explique vuestra señoría? (Entra el doctor por el fondo del escenario. Todos reparan en él)

DOCTOR

    (A los presentes) ¡Buenas noches! (Kobal lo mira fijamente. Aquél evade su mirada como las veces anteriores, sin olvidar sonreír. A los demás) ¿Y la señora Enedina? (Ella entrando)

ENEDINA

    (Feliz, al reparar en Kobal) ¡Ah, querido por fin has llegado! (Tomándolo del brazo) Ven a que te presente. (Haciéndolo) ¡Mi amado Kobal, Intendente del teatro de lo infiernos!

KOBAL

    Mucho gusto.

GENERAL

    (Desconcertado) ¡¿Pero podrían explicar qué demonios pasa aquí?!

SULPICIO

    (Suficiente) ¡Compañeros hermanos! El propósito de haberos reunido aquí, es el de presentaros a todos vosotros un admirable proyecto. (Pausa) Y es de que os unáis a las filas de la Insurgencia, a través de nuestro movimiento "Jesús por la liberación".

ARZOBISPO

    (Encrespado) ¡¿Pero qué está usted diciendo padre Sulpicio?!

GENERAL

    (Por fin comprende. Acercándose a Sulpicio) ¡Es muy serio lo que está usted diciendo amigo!

ARSENIO

    (Repitiendo) ¡Es muy serio, amigo! (Carcajadas del niño. Arsenio queda petrificado. Todos voltean hacia la cuna. El doctor observa los vientres de cada quien. Arsenio tratando de reponerse) ¡Ja, ja! ¡Involucrándonos de una manera más fehaciente entre nosotros mismos; aprovechando ciertas favorables coyunturas que se nos presentan, estoy seguro y prometo que edificaremos la patria del futuro! ¡Señores, que no se diga que en esta campaña! ¡Que no, que no se hable más del asunto! ¡Je, je! ¡Borrón y cuenta nueva! ¡Por una sociedad sin mañana, perdón, perdón, sin pasado! ¡Pero qué digo?! ¡Con pasado y con futuro, pero sin considerar tan vehementemente el presente, puesto que el presente, es el anterior futuro o el pasado por llegar, es decir, el relevo del futuro en la esencia del pasado! (Los demás lo observan con curiosidad. Él triunfal) ¡Fátima, por favor sírveles algo de beber a los señores! (Ésta se dirige a hacerlo) ¡Pero siéntense por favor! (Lo hacen) ¡A ver, a ver! ¿Por qué no el Arzobispo Amando Pérez Cruz, aquí presente, nos reseña cómo aconteció la estratégica bendición que impartió esta mañana a los aviones, bombas, tanques y metralletas que se utilizarán contra los poblados donde se encuentran dos cabecillas de la guerrilla?

ENEDINA

    (Al Arzobispo) Le advierto que mi amado está presente para que cuide su vocabulario.

KOBAL

    (Condescendiente) Que el señor se exprese con el vocabulario de su voluntad.

ENEDINA

    ¡Oh, yo pensé!

ARZOBISPO

    (Confundido) ¡Señora, verdaderamente no entiendo lo que usted intenta de...!

SULPICIO

    (Interrumpiendo imperativamente al Arzobispo) ¡¡Bueno, basta ya!! ¡¿Vuestra señoría, habéis considerado ya, más seriamente, vuestra participación con nuestro movimiento, "Jesús por la liberación"?!

ARZOBISPO

    (Pega un salto y se levanta) ¡¿Pero está usted demente, padre Sulpicio?!

DOCTOR

    (Admirado; a Sulpicio) ¿Y ese cambio tan radical a qué se debe?

SULPICIO

    (Terminante) ¡A que he llegado a la conclusión, de que si la Iglesia quiere mantenerse compartiendo el poder, debe cambiar de bando, pero ya!

GENERAL

    (Que había estado al acecho. A Arsenio) ¡¿Está hablando en serio este cabrón o está borracho?! (Levantándose. Al Arzobispo) ¡¿No me había asegurado usted, que ya tenían controlados a todos estos Che Guevaras de campanario?!

ARZOBISPO

    (Nervioso) ¡Sí General, pero no me explico qué sucede con el reverendo Sulpicio! (A éste, desde el púlpito) ¡Padre, la santa madre iglesia no tiene otro bando, que aquél que nos ofreciera humildemente nuestro señor Jesucristo; al que tanto está usted ofendiendo!
 
 

SULPICIO

    (Levantándose. Doctoral) ¡Nuestra santa madre iglesia siempre, desde hace siglos, ha mantenido estrecha relación con los bandos que se han encontrado en el poder! (Levantando un brazo) ¡Y éste es mutable! ¡Pronto los guerrilleros lo obtendrán! ¡Así que lo más lógico sería anticiparnos a este inevitable acontecimiento, formando una Iglesia que se adecue más convenientemente al poder por venir! ¡Algunas frasecillas desde nuestros púlpitos de Marx, Lenin o Mao pero, claro, eso sí, atribuyéndoselas al santo evangelio, nos sustraerán de la peligrosísima obsolescencia en que estamos cayendo!

GENERAL

    (Sacando su pistola y apuntando a Sulpicio) ¡Maldito cura destripado, yo te...!

ARSENIO

    (Tomándole la mano con que empuña la pistola y forcejeando con él) ¡Cálmese General! ¡Por favor cálmese! (Todos en función de los vaivenes de la pistola) ¡Imagínese las consecuencias de un escándalo en mi casa! ¡Por favor, cálmese!

GENERAL

    (Que sigue forcejeando) ¡Pero a este cabrón, jijo de la chingada, yo lo acabo de destripar! (Finalmente Arsenio le quita la pistola) ¡Déme mi pistola Cortés!

ARSENIO

    ¡General, las circunstancias no son coyunturalmente propicias como para...!

KOBAL

    (Con gran calma) Déme esa pistola a mí.
 
 

ARSENIO

    (Dudando) ¡Yo creo que deberíamos poner a democrática votación (El niño ríe. Arsenio rojo de ira) ¡¡Que ya no se ría, le dije, que ya no se ría!! (Apuntándole a Kobal. Éste lo mira fijamente. Arsenio se comienza a calmar) Téngala Excelencia, le pido mil disculpas. (Kobal la toma y se la guarda)

GENERAL

    (Turbado) ¡¿Con quién está usted Cortés?!

ARSENIO

    (Demagogo) ¡Con todos, con todos ustedes! ¡Mi solidaridad es inquebrantable! ¡El pueblo puede depositar su confianza en la apoyatura que yo, humilde pero, apasionada y, sobre todo, honestamente he ofreci...!

FÁTIMA

    (Interrumpiendo) Aquí están las bebidas.

ENEDINA

    Acércate Fátima y ofrécelas a nuestros invitados. (Ésta hace lo que se le indica, ofreciendo primero y solícitamente a Sulpicio. Los demás personajes pasarán a segundo relieve, o se congelarán, mientras los parlamentos de Fátima y Sulpicio se llevan a cabo)

SULPICIO

    Gracias, hija mía.

FÁTIMA

    (Deshaciéndose) ¡De nada, padrecito lindo! (Éste se va a sentar) ¿Perdón..., padrecito?

SULPICIO

    Sí, dime hija mía.

FÁTIMA

    (Con el cuerpo ondulándosele) ¿Está usted, bien?

SULPICIO

    (Comprendiendo) Claro que estoy bien. ¿O me notas algo, hija mía?

FÁTIMA

    ¡No, solamente decía yo, por el señor Demonio que ahora anda pegadito a usted! ¡Ay padrecito, y pensar que fue por mi culpa, al llamarle por teléfono para que viniera a sacarle el demonio al niño ese! (Santiguándose)

SULPICIO

    (Acariciándole la cara) No te preocupes hija mía, hiciste bien, te estoy muy agradecido, pues él me ha prometido una diócesis importante; antes, claro, como requisito debo convencer a éstos de que se integren al movimiento "Marx por la religión", pero qué digo, "Jesús por la Liberación".

FÁTIMA

    (Suspirando) Esperemos en Dios, padrecito.

SULPICIO

    (Observando detenidamente el prominente busto de ella) ¿A qué hora te acuestas?

FÁTIMA

    (Dándose por aludida) Hasta que todos se vayan (Señalando la puerta de la izquierda) Por ahí me voy a acostar (Pausa lúbrica) ¿Por qué padrecito?

SULPICIO

    (Conteniéndose) ¡No, nada, hija mía, simple curiosidad. (Pausa) ¡Bueno anda, anda, lleva eso a los demás! (Observando la puerta que Fátima le señalara y se congela. El ama de llaves se dirige hacia Enedina y al doctor, que se encuentran juntos. Éstos cobran movimiento al ofrecerles las copas. Los demás siguen estáticos, incluyendo a Fátima, que ya se encuentra situada cerca del Arzobispo y el General)

DOCTOR

    (A Enedina. Amable) ¡Salud Enedina! (Ésta le sonríe) Veo que se ha calmado notablemente de su crisis.

ENEDINA

    (Suspirando) ¡Al amor, doctor! ¡Gracias al amor! ¡Definitivamente es la mejor medicina!
 
 

DOCTOR

    (Sentencioso) ¡O la peor enfermedad! Pero, dígame, Enedina. (Refiriéndose a Kobal) ¿Acaso él, no tiene algo de homosexual? La manera como me mira, ese tipo de miraditas que me ponen muy nervioso, son muy características de los homosexuales.

ENEDINA

    (Ríe) ¿Usted cree doctor? (Ríe. Mirando a Kobal) No me había dado cuenta. Para mí es todo un hombre, es decir, todo un Diablo. (Sabia) Aunque bien sabemos que en el infierno se encuentra de todo, también. (Vuelve a reír)

DOCTOR

    ¿Dónde lo he visto? Todo esto es muy extraño, Enedina. ¡Pero tiene que haber una explicación y tarde o temprano, yo sabré qué les ha hecho él, a usted, al niño y a su esposo!

ENEDINA

    (Cortante) ¡No me hable de ese imbécil!

DOCTOR

    (Paternal) Todo lo hago por su bien, Enedina. ¡No debiera andar con el tal Kobal, no la merece! ¡La va a hacer sufrir, siempre sucede!

ENEDINA

    (Impacientándose) ¡Por favor doctor, salud!

DOCTOR

    (Mirando al público) ¿Dónde he sentido esa mirada antes? (Se congela, a la vez que Fátima ofrece sendas copas al Arzobispo y al General. Queda nuevamente inmóvil cuando se aproxima a Kobal y a Arsenio)

GENERAL

    (Con sorda irritación) ¡Estamos ante una conspiración, Arzobispo Pérez Cruz!

ARZOBISPO

    (Igual) ¡Así es! Aunque es extraño, dos de los más fuertes y fieles colaboradores del régimen, se unen de la noche a la mañana a las filas insurgentes. (Aspaviento clerical) ¡Dios mío, ya no se puede confiar en nadie!

GENERAL

    Lo mismo podría decir de usted; que me aseguraba que estos curillas bolcheviques ya estaban controlados.

ARZOBISPO

    ¡Ya no quedaba ninguno, General! Me extraña, los mismos guerrilleros no los aceptan. (Retador) ¡Además, Arsenio Cortés pertenece al poder público, y ése es de su competencia!
 
 

GENERAL

    (Reconcentrado) ¡De ése me encargo yo! ¡Haberme quitado la pistola, para dársela a ese maricón! (Suspiro del clérigo) ¿Ha notado qué miraditas avienta para todos lados?

ARZOBISPO

    (Mirando al aludido y suspirando) ¡¿Eh?! ¡No, no, General! ¿Miraditas?

GENERAL

    ¡Tiene usted que eliminar al padre Sulpicio, pues yo con la Iglesia no me meto! ¡De los otros me encargo yo! Aquí tiene este puñal.

ARZOBISPO

    No hay necesidad General. Siempre ando preparado.

GENERAL

    ¡Que no queden testigos, para no tener que dar explicaciones después! (Se congelan a la vez que Arsenio y Kobal toman copas de la charola que Fátima les presenta)

ARSENIO

    Disculpe mi conducta de hace un momento, Excelencia. Pero las risas de ese niño me tienen desquiciado por completo.

KOBAL

    Esas risas las provocas con tu conducta errónea.

ARSENIO

    Estoy sumamente confundido, Excelencia, verdaderamente no sé lo que usted intenta hacer. ¡El padre Sulpicio con ideas revolucionarias, es inconcebible!

KOBAL

    (Despreciativo) No son ideas revolucionarias; más bien suenan a ideas aprovechadas.

ARSENIO

    ¿Aprovechadas?

KOBAL

    (Igual) Es solamente un advenedizo, que nunca logrará su objetivo, ya que desea involucrarse con los guerrilleros, utilizando la misma bandera, la religiosa; y éstos hace mucho que no creen en esas estupideces.

ARSENIO

    (Sorprendido) ¡¿Estupideces la religión?! Pero, Excelencia, usted pertenece a ello para bien o para mal, bueno más bien para mal.

KOBAL

    ¡¿Eh!? ¡No, no! (Evasivo) Nosotros los diablos, sí existimos, pero solamente nosotros. Todas las demás idioteces acerca del cielo, son pura invención de los hombres, con fines meramente comerciales.

ARSENIO

    (Pensativo) Presiento que usted me quiere empujar hacia la defensa de los guerrilleros ¿Es lo que usted quiere? (Pausa) ¿Me perdonarían, por todos aquellos que he mandado, digamos, suprimir? Usted con sus poderes haría que olvidasen. ¿No es verdad? (Asegurando) ¡Yo no tengo ninguna religión; soy fácilmente adaptable a cualquier idea! ¿Si me sigo portando bien, me ofrecerán algún buen puesto, Excelencia?

KOBAL

    Veremos entonces. Veremos en su oportunidad. (Se descongelan los demás)

ARSENIO

    (Dirigiéndose a todos en un brindis) ¡Todos servidos, todos unidos! ¡Salud! ¡Una copa para todos y todos para una copa, ja, ja! (Hurgándose en el bolsillo) Yo tenía un pequeño discursito preparado para ustedes, por aquí, por aquí.

SULPICIO

    (De improviso hacia el Arzobispo) ¡¿Entonces qué respondéis vos a nuestra revolucionaria proposición, Monseñor?!

ARZOBISPO

    (Airado) ¡Padre Sulpicio, le suplico no insista con ese despropósito!
 
 

SULPICIO

    Monseñor, si vos no capituláis, me veré forzado a intervenir drásticamente. (Terminante) ¡De esta casa no saldréis vivo! ¡Igual va para vos, General y para vos, don Arsenio!

DOCTOR

    (Sentencioso) ¡Verdaderamente, en cualquier papel, es usted un fanático, Sulpicio!

SULPICIO

    (Colérico) ¡¡Es la última vez que os tolero ese tipo de sandeces!! (A Kobal) ¡¿ Señor, podréis hacerme el favor de tomar esa pistola y liquidarlo?!

ENEDINA

    (Se levanta pegando un salto) ¡¡No!! (Todos reparan en ella; el doctor de especial manera) ¡Padre Sulpicio, recuerde que está en mi casa y usted es solamente un invitado! ¡Aquí no puede dar órdenes!

SULPICIO

    (Categórico) ¡Señora os ruego me permitáis trabajar! (A Kobal nuevamente) ¿Señor?

KOBAL

    No. Todavía no es tiempo. (Brinda de su copa) ¡Salud! (Todos brindan, menos Fátima, que sale por la puerta de la izquierda)
 
 

GENERAL

    (A Kobal) ¿Quién dijeron que es usted? (Enedina y Sulpicio tendrán parlamentos simultáneos)

ENEDINA

    ¡Es mi amado Kobal, el que dirige el teatro en los infiernos!

SULPICIO

    ¡El jefe de la inteligencia del movimiento "Jesús por la Liberación"!

ARZOBISPO

    (Santiguándose) ¡Jesús!

GENERAL

    (Rascándose la cabeza) ¡Diablos!

SULPICIO

    (Debido a la interrupción de Enedina. A Kobal) ¡Debiéramos tener una estrategia común los que estamos de vuestra parte, mi Señor!

GENERAL

    (A Kobal) Por lo visto, usted posee varios cargos. (El doctor se dirige hacia el ventanal; mira hacia afuera)

KOBAL

    Así es.

ARSENIO

    (Apologético) Su Excelencia, es una persona de suma importancia en todos los medios. Ciudadano ejemplar que, por sus virtudes inconmovibles e imperecederas, ha obtenido los más altos (Risa infantil. Terror de Arsenio. El doctor voltea y observa a Kobal detenidamente)

ENEDINA

    (Acercándose a la cuna) Mi hijo está feliz, porque mañana será un día especial.

GENERAL

    ¿Doctor, no es raro que un niño ría cuando solamente tiene cuatro días de nacido?

DOCTOR

    (Abstraído) Algo, algo.

ARZOBISPO

    ¿Padre Sulpicio, no estará ese niño endemoniado?

DOCTOR

    (Despertando) ¡No otra vez, por favor! (Entra Fátima con más bebida; ofreciéndole primeramente a Sulpicio. Éste observa libidinosamente sus senos, ruborizándose aquélla, que presurosa ofrece copas a los demás)
 
 

SULPICIO

    (Al Arzobispo) Volviendo al tema, vuestra excelencia, nuestro movimiento "Jesús por la Liberación" os ofrece en un futuro próximo, una segura continuidad como prelado eclesiástico. (Terminante) ¡Pues bien y por última vez! ¡¿Estáis vos interesado en integraros a la nueva Iglesia, sí o no?!

ARZOBISPO

    (Mirando al General) Hijo mío, suponiendo que yo aceptara, ¿qué cambios, en lo que respecta a mi cargo actual, me depararía la voluntad divina?

SULPICIO

    (Enfático) ¡Ningún cambio Monseñor; la iglesia es inconmovible! ¡El único cambio que tendremos será el de obtener nuevos compañeros de mesa con quienes compartir el poder, ya que estos otros, (refiriéndose al General y a Arsenio) les cederán su lugar a los revolucionarios; y es por eso, Monseñor, que os pido que a estos últimos nos unamos, para ser consecuentes con nuestra mejor cualidad que hemos utilizado a través de los siglos y, que es, esa gran capacidad de acoplamiento con aquéllos que se encuentran en el poder en su momento y que siempre nos ha dado y dará la oportunidad de sentarnos a la mesa, per secula, seculorum!

ARZOBISPO

    (Rematando) ¡Amén!
 
 

GENERAL

    (Explotando) ¡¡Malditos curas destripados y malagradecidos!! ¡¿Todavía que nosotros les permitimos sus dudosas funciones con el pueblo, sus escuelitas privadas e incluso de haberlos perdonado del exterminio en este país; nos quieren traicionar?!

SULPICIO

    ¡¿Exterminio?! (Ríe) ¡Jamás podrán con nosotros; el pueblo tiene necesidad de Dios y nosotros se lo ofrecemos!

ARSENIO

    ¡Mamadas, mamadas! ¡La Patria es primero! (Voltea a ver a Kobal con ansiedad. Éste, impávido, bebe de su copa)

SULPICIO

    ¡¿Mamadas?! ¡Mamadas, aquéllas que se refieren a vuestros héroes de cartón! ¡¡Ésas, sí son mamadas!! ¡¡Mamadas en papel maché!!

GENERAL

    (Tratando de sacar la ausente pistola) ¡¡Con los héroes no se meta!!

ARSENIO

    (En la palestra) ¡Los héroes son y serán siempre, los tonantes y esplendentes hitos, los fúlgidos y titilantes mojones, fulgores tutelares que han de señalar nuestra recia trayectoria hacia el progreso, el bienestar y la hegemonía de nuestra nación!

ARZOBISPO

    (Acercándose al General) ¡Mire General; el licenciado Cortés comenzó a hablar mal de Dios, y hay que darle al César lo que es del César y, a Dios lo que es de Dios! (Vociferando) ¡Dios siempre será primero!

ARSENIO

    ¡¿Primero?! ¡Si no existe! (Pasmo) ¡¿Qué..., no lo sabían?! (Acercándose a Kobal) Solamente existen los diablos. (Rie) ¡Ustedes han inventado lo demás para fines comerciales! (A Kobal) ¡Parece que todavía no lo saben! (Rie)

GENERAL

    (Enérgico) ¡No Cortés, sí existe! ¡Ah, pero eso sí, a la par de los héroes! ¡¡Ni un centímetro más, ni un centímetro menos!!

ARZOBISPO

    (Encrespado) ¡¡Jamás!!

SULPICIO

    (Al General. Despreciativo) ¡¿Cuáles héroes?! ¡¿Los que hacéis vosotros?! ¡¿Aquéllos que inventáis, que infláis que distorsionáis, que deformáis y que acartonáis?!

ARSENIO

    (Furibundo) ¡Por lo menos los inflamos; pero de algo tangible los hemos sacado!! ¡¡Han sido ilustrísimos hombres, de garrida carne y preclaro hueso!! ¡¡Mientras que ustedes a sus ridículos dioses, sangrones ángeles, cursis vírgenes y mamones querubines, los han inventado, los han sacado de la nada, se los han sacado de la manga, tramposos!! (Comienza a brincar para enfatizar cada palabra) ¡¡Tramposos, tramposos, tramposos, tramposos!! (El Arzobispo se precipita hacia Arsenio con un puñal en la mano)

ARZOBISPO

    (Enterrándoselo varias veces, de manera que también enfatice su parlamento) ¡¡Blasfemo, blasfemo, blasfemo!! (Arsenio, sorprendido, se palpa las heridas. Entra Fátima con más licor y emite un pequeño grito al notar el percance. Arsenio observa a todos como no dando crédito. Detiene su vista en Enedina. Se le acerca lentamente dando traspiés; queda frente a ella. Ésta, le arroja el licor de su copa, con gran placer. Él se desploma. El niño ríe. Arsenio, al escuchar la risa, tiene una ligera reacción y poco después queda inerte. Fátima se santigua y ofrece más bebida)

DOCTOR

    (Se le acerca a aquél y le toma el pulso) Está muerto. (Voltea a ver a Kobal)

ENEDINA

    (Brindando hacia el Arzobispo que, como hipnotizado, mira el tendido cuerpo del político) ¡Por lo único sensato que ha hecho esta noche, señor Arzobispo! (Le manda un beso a Kobal)
 
 

ARZOBISPO

    (Reponiéndose) ¡¡Ustedes, hijos míos, vieron que él me atacó; son testigos de que él me atacó!!

ENEDINA

    (Plácidamente) Claro que sí, señor Arzobispo, claro que sí. (Éste sonríe nerviosamente)

KOBAL

    (Se levanta. A Enedina) Muéstrame nuestras habitaciones.

ENEDINA

    (Poniéndose en pie. Entusiasmada) ¡Claro que sí, querido! (El doctor se adelanta dos pasos, mirándola con ansiedad. Ellos se dirigen a la puerta de la derecha)

SULPICIO

    (A Kobal. Suficiente) ¡Maestro, por mí no os preocupéis, que he de experimentar con estos caballeros la clase de hipnotismo que vos me habéis ofrecido! ¡Id con Satán; perded cuidado! (Enedina y Kobal a punto de salir)

DOCTOR

    (Suplicante) ¡¿Enedina?! (Ésta voltea. El médico sin saber qué decir) Enedina, Enedina, este, y ¿al niño lo van a dejar aquí?
 
 

ENEDINA

    ¡Ay, claro que no! Fátima, haz el favor de traerlo a nuestra habitación y así aprovechamos para que cambies las sábanas. (Salen ellos dos. Fátima toma con temor al niño y los sigue por la puerta de la derecha. El doctor sale furioso por el fondo del escenario. Los tres restantes se miran mutuamente)

ARZOBISPO

    (Todavía con el puñal en la mano. Reprochando) Blasfemó mucho el General contra Dios, ¿no es verdad padre Sulpicio?

SULPICIO

    (Aviesamente) Así es.

ARZOBISPO

    (Al General) ¿Quiénes decía usted que estaban al nivel de Dios?

GENERAL

    (Sacando su cuchillo) ¡Los héroes, hijo de la chingada!

ARZOBISPO

    (Recapacitando) ¡Ah, es verdad, no me acordaba hijo mío! (Mirando los dos cuchillos) Sí, sí, ahora recuerdo. ¡Si esto se trata de una conjura! (Mirando amenazadoramente a Sulpicio) Si esto es un complot que tenemos que suprimir, ¿Verdad, General?

SULPICIO

    (Mirándolos fijamente) No importa, mis dotes hipnóticas acabarán con vosotros dos. (De improviso, el General acuchilla al Arzobispo por la espalda. Éste voltea a verlo sorprendido y cae muerto. Sulpicio rectificando) Es decir, acabarán con vos General.

GENERAL

    (Tomando el puñal del ahora interfecto Arzobispo. Se acerca a Sulpicio) ¡A ver, cabrón, hínqueseme!

SULPICIO

    (Suficiente) ¡El que se va a hincar, seréis vos! ¡Miradme detenidamente a los ojos y sin pestañear!

GENERAL

    Hínqueseme!

SULPICIO

    (A manera de hipnotizador) Vuestra cabeza la sentís pesada.

GENERAL

    (Se le acerca, a la vez que Sulpicio recula cautelosamente) ¡Ahora sí va a ver qué bonito lo tratamos! ¡Hínqueseme, cabrón!

SULPICIO

    (Cauteloso) Las piernas, las sentís pesadas.

GENERAL

    (Siempre avanzando) ¡¡Que se me hinque!! ¡¿Qué, no oyó!? (Esta vez Sulpicio es mucho más precavido y corre sin perder el estilo hipnótico, por todo el aposento, quedando finalmente cerca de la puerta de la derecha. Entra Fátima)

FÁTIMA

    (A Sulpicio; sonriéndole) Padrecito lindo, el señor Demonio le manda esto. (Le presenta la pistola del General).

SULPICIO

    (Feliz) ¡Oh, hija mía, gracias, (tomándola) gracias! ¡Pero qué oportuna has sido! (El General, desalentado, observa sus dos cuchillos) Es extraño, hijo mío, que vos os resistáis a las artes que he aprendido de mi señor Kobal. Veamos una vez más. Miradme detenidamente a los ojos. (Se le acerca al General) Los vuestros los sentís pesados, ¿verdad? (El General asiente) Bien, bien, bien. Ahora vuestras manos no las sentís, ¿no es cierto? (Mismo juego del General) En cuestión de instantes, esas dagas que tenéis en vuestras manos, se deslizarán y caerán al suelo (Sucede lo dicho. Sulpicio, orgulloso, voltea a mirar a Fátima, la cual se encuentra sentada, en espera de gozar de todo un espectáculo. Nuevamente con el General) Ahora vuestras piernas las sentiréis pesadas y esto provocará que hagáis una genuflexión. (El General, frunce el ceño) Os ordeno que hagáis una genuflexión (El General igual. Su mirada denota no saber qué hacer; incluso, se coloca un dedo entre sus labios, pantomima universal del estar pensando) ¡Os vuelvo a repetir: una genuflexión en señal de reverencia! (El General inclina su cuerpo, en dirección a Sulpicio. Éste se encrespa) ¡¡No, por todas las vírgenes de los infiernos, quiero una genuflexión!! (El General, asustado, vuelve a enderezarse)

FÁTIMA

    ¿Padrecito lindo, qué quiere decir genuflexión?

SULPICIO

    (Iracundo) ¡¡Que se hinque, que ponga sus rodillas en el suelo, coño, que me cago en Dios!! (Automáticamente se hinca el General. Sulpicio reconfortándose) ¡Ah, ah, bien, bien, bien! Así os quedaréis, hasta que mi señor decida qué hacer con vos. (Ligero asentimiento del General) ¡Ah, y recordad, nada ni nadie podrá sacaros de vuestro trance, ¿eh?, solamente yo! (Mismo juego del General)

FÁTIMA

    (Aplaudiendo) ¿Ya está dormido padrecito lindo?

SULPICIO

    ¡Perfectamente! ¡Pero, que se me ha dificultado, que se me ha dificultado! (Observando al General. Pensativo) Creo que necesito experimentar diversos tipos de lenguaje. Evidentemente no todos entienden los mismos códigos, las mismas señales.

FÁTIMA

    (Invitadora) Bueno, yo me voy a acostar padrecito; ya que todos los señores se fueron.

SULPICIO

    ¡Espera hija mía! (Pausa) Antes de que nos vayamos a... dormir, quisiera probar mis conocimientos contigo. El lenguaje es de suma importancia, no es igual para todos. Ven, ven, siéntate ahí.

FÁTIMA

    (Alburera) ¿Me va a dormir, padrecito?

SULPICIO

    (Dándose por aludido) Sí, hija mía, solamente por unos momentos.

FÁTIMA

    (Insistente) No me vaya a dejar dormida aquí, ¿eh? (Señalando la puerta de la izquierda) Si pudiera llevarme después a acostar, claro, si es que no me despierto y no es mucha molestia, padrecito lindo.

SULPICIO

    (Entendiendo y sonriendo lúbricamente) ¡Claro que sí, hija mía, claro que sí! Esto haré, esto haré. Pero, ahora, siéntate. (Le señala el sillón. Ésta lo hace. Él, de pie, la mira penetrantemente. Fátima se ríe con timidez. Sulpicio extiende sus manos hacia ella. El General, poco a poco, intenta tomar uno de los cuchillos que se encuentra cerca de sus rodillas) Tus ojos se sienten pesados, tu cabeza, tu cuerpo también. (Ella lo sigue mirando; ahora más seria. El General acercando su mano al cuchillo, más y más) Sientes que flotas, que duermes, que sueñas. (Ella sigue sin cambiar de expresión. Mismo juego del militar) Tu cuerpo ya no se encuentra aquí..., estás hipnotizada, estás hipnotizada, estás hipno... (Fátima igual. Sulpicio en la misma posición. El General por fin toma el cuchillo y lo esconde detrás de su cuerpo. Quince segundos en que todo se mantendrá igual: Sulpicio con los brazos extendidos hacia Fátima, ésta mirándolo y el General observando de reojo. Por fin, Fátima comienza a pestañear. Luego mira hacia el suelo sin mover su cara, sigue parpadeando. Retorna su mirada a Sulpicio; éste sigue sin moverse, está como estatua. Fátima voltea la cabeza hacia los lados como buscando y de nuevo lo vuelve a mirar)

FÁTIMA

    ¿Padrecito lindo? (Pausa) ¿Ya? ¿Ya me puedo levantar? (Éste no responde, está completamente hipnotizado. Fátima desde su asiento le pasa la mano repetidas veces frente a sus ojos. Se levanta tímidamente. Pensativa mira hacia todos lados. Comienza a acariciar torpemente al cura. El General en la misma posición mirando de reojo) No se preocupe padrecito lindo, usted no va a dormir de pie esta noche. ¡De eso me encargo yo! ¡Dormirá en mi habitación! (Lo sigue tocando, aunque torpe, eróticamente. De improviso corre hacia la puerta de la izquierda con una idea brillante) ¡Ahora vengo por usted; voy a cambiar las sábanas! (Sale. El General sigue mirando de soslayo a Sulpicio. Poco a poco se levanta. Con mucha cautela se le acerca por la espalda y rápidamente le quita la pistola. Sulpicio sigue en las mismas. El General, ya más confiado, observa de cerca los ojos de aquél; pasa su mano frente a ellos, etcétera. Sonríe y le entierra el cuchillo al cura en el vientre)

GENERAL

    (Empujando el cuchillo con fuerza) ¡Hínqueseme, cabrón! (Sulpicio abre desmesuradamente los ojos. Observa al General. Después, atónito, observa la habitación por todas las partes que su precaria situación le permite. Mientras que el otro, en la misma posición, le repite) ¡Hínqueseme cabrón! (Sulpicio trata de tomar el cuello del militar, mientras éste le hunde más el cuchillo, pero aquél cae de rodillas. Satisfacción del General. Sulpicio se vuelve a levantar, retrocediendo el militar unos pasos. Sulpicio, con la sorpresa en la mirada todavía, se dirige zigzagueando hacia la puerta por donde Fátima salió. Última mirada al General y se desploma de golpe, muerto; justo al pie de la puerta. El General sonríe. Se dirige a la puerta de la derecha, la entreabre, husmea y la vuelve a cerrar. Voltea a ver la de la izquierda y apresuradamente se coloca junto a ella. Espera unos segundos. Fátima, feliz, entra sin reparar en el cadáver de Sulpicio, por el que pasa por encima. Se para, busca, voltea y nota el cuerpo inerte del cura y antes de que vaya a desmayarse, el General le pone la pistola en la cabeza y el cuchillo en la espalda) ¡Un solo gritito y te vuelo los sesos, o te desgarro las costillas! Eso ya dependería de qué tan nervioso me ponga el gritito, ¿eh?

FÁTIMA

    (Aterrorizada) ¡Sí señor! ¡¿Le traigo algo de beber?! (En eso pasa el doctor por la ventana del fondo; observa la acción y se esconde sin que los otros dos se enteren)

GENERAL

    Despuesito, despuesito. (Señalando la puerta de la derecha) Antes tendrás que dirigirte a esa puerta, y llamar al Cábul, al, Cábula ese. O ¿Cómo se llama?
 
 

FÁTIMA

    (Misteriosa) ¡Satanás!

GENERAL

    ¡Ni madres! ¡Es el estratega de los curillas del movimiento de "Jesús con Mao," o algo así!

FÁTIMA

    (Reprochando) ¡Ay, pues es que no se deciden quién es, señor! ¡Pero yo creo que es el mismito Demonio, estoy segura!

GENERAL

    ¡Carajo, no importa! ¡Vamos a esa puerta! (Se acercan guardando la misma posición) ¡Ábrela! (Fátima lo hace) ¡Ahora llámalo, que venga para acá!

FÁTIMA

    ¿Qué le digo?

GENERAL

    ¡Pues lo que sea! (Titubeando) ¡Que venga, sí, dile que venga! ¡Dile que todos estamos muertos, que no sabes qué hacer! ¡No, mejor dile que el padre Sulpicio está herido y que los demás estamos muertos; que te venga a ayudar! ¡Dile que venga desarmado! ¡No, no! ¡No le digas eso, sería un error logístico! ¡Qué la chingada, dile únicamente lo del herido!
 
 

FÁTIMA

    (Confundida) ¡Sí señor!

GENERAL

    ¡Y a la primera palabra sospechosa, algún eructito en clave o cualquier otra señal, te vuelo la cabeza!

FÁTIMA

    ¡Perdón señor, no le entendí!

GENERAL

    (Desesperado) ¡¡Que cuidado con lo que hagas o te vuelo los sesos hasta que salpiquen por todas las paredes!! (Fátima se desmaya. El General, sorprendido, no sabe qué hacer) ¡Maldita sea! (Voltea hacia todas partes, buscando. Se dirige hacia donde se encuentra la bebida. Sirve un vaso y regresa a donde la desmayada. Le arroja el líquido en la cara, volviendo ésta en sí. Al mirar de nuevo al militar se angustia. Éste le apunta en la frente con la pistola) ¡Te vuelves a desmayar y te hago una estrellita de mala conducta!

FÁTIMA

    ¡Ay, señor, es que no lo puedo remediar; fíjese usted que desde niña me pasa, es como una enfermedad! ¡Ay, ay, parece que otra vez me voy a! (El General le mete el cañón de la pistola en la boca)
 
 

GENERAL

    ¡Esta vez, ni siquiera podrás pronunciar la última oración! (Fátima trata de decir algo) Esa oración no vale. (El General mira hacia el techo) Así no te va a entender. (Ella le hace señas de negación con la mano. Él le saca la pistola de la boca)

FÁTIMA

    (Aventando las palabras como metralleta) ¡Haré lo que me mande se lo juro y también que ya no me desmayo!

GENERAL

    ¡Aprisa pues! (Ella se levanta; él la sigue amagando)

FÁTIMA

    (En la puerta. Levantando la voz) ¡Señor, señor! (Pausa) ¡Señor Demonio! (En este momento se asoma, un poco, el doctor por la entrada del fondo del escenario. Los observa y se vuelve a esconder) ¡Señor Demonio! (Pausa)

VOZ DE ENEDINA

    ¡¿Qué quieres Fátima?! ¡¿No te dije que nadie nos molestara?! (Se asoma el doctor, nuevamente, bastante contrariado y se vuelve a esconder)

FÁTIMA

    ¡Es que el padrecito Sulpicio, pus, ay, está muy herido y necesito la ayuda del señor Demonio. (Pausa)

VOZ DE ENEDINA

    ¡¿Que si los demás se encuentran ahí?!

FÁTIMA

    ¡No, todos están muertos! ¡Ay, creo que me voy a desmayar! (El General le acerca el cuchillo a la espalda. Ésta le hace gestos de negación. En voz baja) Solamente es para que se apuren.

GENERAL

    ¡Ni una palabra de más o...! (Fátima asiente. Pausa)

VOZ DE ENEDINA

    ¡Que ahí va! (El General sonríe satisfecho. Coloca a Fátima cerca del sofá que se encuentra entre la chimenea y la puerta. Le pone el cuchillo en el cuello y, con la otra mano, repegado a la pared, apunta con la pistola hacia la puerta por donde entrará Kobal. Éste lo hace)

GENERAL

    (Apuntándole) ¡No se mueva! (El General da unos pasos hacia el otro extremo sin perderlos de vista) ¡Pónganse junto a la vieja ésa!

FÁTIMA

    (Ofendida) ¡Óigame, me llamo Fá..,!

GENERAL

    (Disparándole) ¡Cállate por última vez! (No acierta. Fátima se queda con los ojos bien abiertos. Kobal un poco agachado. Contrariedad del General por haber errado. Tratándose de reponer) ¡El próximo será en la frente, con un carajo! (A Kobal) ¡Conque muy listo bolchevique de mierda, conque muy listo! (Kobal lo mira fijamente, tratando de hipnotizarlo) ¡No me mires así putete de mierda! ¡Yo soy muy macho, joto jijo de la chingada! ¡¡Que no me mires así, por que el dedo me tiembla!! (Kobal deja de mirarlo) ¡Así me gusta! (Pausa breve) ¡Pinche Maricón; debiste haberte metido al ejército para que hubieras salido hombrecito!

KOBAL

    (Ofendido) ¡No soy maricón!

GENERAL

    ¡Cállate, aquí el que habla soy yo! (Pausa). ¿Que no eres maricón? A mí no me engañas; si los huelo a veinte kilómetros de distancia.

FÁTIMA

    (Sorprendida) ¡¿Veinte kilómetros?!

GENERAL

(Disparando nuevamente) ¡¡Te dije que te callaras pinche vieja!! (Vuelve a fallar. De nuevo contrariedad en su rostro. Apuntando a los dos intermitentemente) ¡Ésta sí es la última vez! ¡Al que vuelva a abrir la boca, ahora sí ya no lo perdono! ¡El tiro será en medio de la frente! (A Kobal) ¡Qué la chingada, que no me mires así! (Éste nuevamente desvía su mirada. Pausa). ¡Mierda, eres una mierda!
 
 

KOBAL

    (Incomodándose) ¡General!

GENERAL

    (Disparando otra vez) ¡¡Cállate te dije!! (Errando de nuevo) ¡¿Qué no entienden que se callen, con una chingada?! ¡La próxima bala se las meteré entre ceja y ceja y esta vez es palabra de militar! (Pausa) ¿Quién es tu inmediato jefe superior en escalafón jerarquizado? (Él mismo se extraña por lo que acaba de preguntar)

KOBAL

    (Cauteloso) ¿Puedo hablar?

GENERAL

    ¡Claro que sí jotete pendejo, te estoy preguntando!

KOBAL

    No le entendí su pregunta. ¿Me la podría plantear de nuevo?

FÁTIMA

    (Entusiasmada) ¡Yo sí entendí, si quiere yo le...!

GENERAL

    (Otro disparo y otro fallo) ¡¡Que te calles, que te calles, que te calles!! (Pausa) ¡¿No entienden lo que es la disciplina?! ¡¡A la próxima me los fusilan!! (Dándose cuenta del disparate que acaba de decir. Disimulando) ¡Así mandaba ejecutar a aquél que perdía el paso! ¡Recuérdenlo! (Los mira con iracundia. Pausa. A Kobal) ¿De qué armamento disponen ustedes? Puedes contestar.

KOBAL

    De la astucia.

GENERAL

    (Remarcando las palabras) ¡Puto jijo de la chingada, ahora sí te vas a morir! ¡Ahora sí te quiebro! (Se acerca lo suficiente a Kobal, como para que sea imposible fallar su tiro: a un metro de distancia. Cuando está a punto de disparar, se escucha en grabación, por donde se encuentra el cadáver de Sulpicio, la supuesta voz de éste)

VOZ

    ¡General Matanzas!

GENERAL

    (Espantado, dispara hacia donde proviene la voz, es decir hacia el cadáver de Sulpicio) ¡Ay! (Se queda estático, mirándolo)

VOZ

    ¡General Marcial Matanzas piensa muy bien, hijo mío, en lo que tratas de hacer!

GENERAL

    (Preso de terror) ¡¿Eh?! ¡¿Es usted, padre Sulpicio?!

VOZ

    ¡No! ¡Soy Dios a través de Sulpicio, al que has ultimado irremediablemente!

GENERAL

    (Ya sin reparar en Kobal y Fátima) ¡¿Dios, Diosito lindo, Diosito lindo?!

VOZ

    (Con eco) ¡El mismo! (El General cae de hinojos) ¡¿Acaso pretendes seguirme ofendiendo?!

GENERAL

    (Gimiendo) ¡Perdóname, Diosito lindo, yo no sabía que te estaba ofendiendo!

VOZ

    (Categórica) ¡Pues ahora lo sabes! (Pausa) Has matado algo de mí y están frente a ti. (Pausa. El General pone sus manos en posición de plegaria) ¡Claro que siendo un ser benevolente, te podría perdonar! ¡Pero no colmes mi paciencia, pues descargaré toda mi ira sobre ti. ¡¡La ira de Dios!!

GENERAL

    ¡Clemencia, clemencia Diosito santo! ¡Todo lo que he hecho, ha sido por ti! ¡Por defenderte de los ateos bolcheviques y de los renegados sacerdotes que te han traicionado!
 
 

VOZ

    ¡Pues has estado completamente errado!

GENERAL

    ¡¿Es decir, que todos aquellos que he mandado matar; que mi ejército ha ultimado, han sido un error?!

VOZ

    ¡Un error de lesa divinidad! ¡Me has estado matando!

GENERAL

    (Sollozando) ¡Perdón, perdón! (Sigue sollozando; con la frente en el suelo) ¡Perdón, yo no lo sabía!

VOZ

    ¡Sí lo sabías! ¡Con ese propósito implanté el libre albedrío! ¡Fuiste consciente pecador!

GENERAL

    (Acercándose a Sulpicio; como una Magdalena) ¡Perdóname Dios mío, (besando al mismo) perdóname!

VOZ

    ¡Solamente hay una manera para perdonar!

GENERAL

    (Esperanzado) ¡¿Eh, cuál?!

VOZ

    ¡Qué esas balas que dirigías hacia mí, las desvíes hacia, hacia...!

GENERAL

    (Consecuente) ¡¿Sí?!

VOZ

    ¡Hacia ti!

GENERAL

    ¡¿Hacia mí?! (Pausa mística) "¡No me mueve mi Dios para quererte!" ¡¿Es lo que tú quieres, mi Dios, para perdonarme?!

VOZ

    ¡Ajá! ¡Y sentado, entonces, estarás a mi siniestra por haberte arrepentido!

GENERAL

    (Apoteótico) ¡¡Viva Dios!! (Dispara en su sien. Cae muerto. Kobal se dirige hacia él. Toma la pistola y la abre)

KOBAL

    (Para sí) La verdad, no estaba seguro si era el último disparo. (Al General. En tono de tango) De cualquier manera, estaba el hara-kiri como otra opción. (A Fátima que se encuentra pasmada) Tráeme algo de beber; hay que festejar.
 
 

FÁTIMA

(Transportada) ¡Escuché la voz de Dios, escuché la voz divina! (Se dirige al teléfono y busca en el directorio) ¡Necesito hablar a Roma, al Santo Papa!

DOCTOR

    (Entra con una pistola en la mano y apunta a Kobal) ¡No es necesario Fátima! (Ésta y Kobal voltean a verlo. El ama de llaves pega un gritito. Kobal lo mira de manera penetrante) ¡Por más que intentes hipnotizarme, no podrás, Mesmerín el Magnífico! (Mostrándole un gran cartel, con Kobal en actitud de Mago magnetizador). Es solamente cuestión de tener en movimiento el pensamiento y los ojos. La risa, (ríe) evita también que me puedas hipnotizar; y precisamente eso fue lo que me salvó anteriormente. La risa de nervios que me provocan las miradas atrevidas de los homosexuales, desde que yo era niño.

MESMERÍN

    (Ofendido otra vez) ¡Que no soy homosexual!

DOCTOR

    Eso yo no lo sabía. Pero, por tus miradas, pensaba que lo eras, lo cual me provocaba esa risa de nervios y, como tú bien sabes, cuando alguien ríe es imposible que sea hipnotizado. (Para entonces Fátima se ha comunicado a Roma)
 
 

FÁTIMA

    Con el Vaticano, señorita, por favor. (Pausa) Con el Papa. (Pausa) Sí, espero, gracias.

DOCTOR

    ¡Fátima, ya déjese de payasadas! ¡A ningún Dios escuchó usted! (Refiriéndose a Mesmerín) Era él "Mesmerín el Magnífico", mago, hipnotista y ventrílocuo profesional, quien emitía la voz de Sulpicio.

FÁTIMA

    (Consternada) ¡¿Payasadas la voz de Dios?! ¡Usted doctor se irá derechito al infierno! (A Mesmerín) ¡¿Verdad señor Demonio, verdad que no se puede hablar mal de Dios sin que usted se lo lleve al infierno?!

MESMERÍN

    (Sin prestarle atención a ella y dirigiéndose al doctor) ¿Qué es lo que piensa hacer?

DOCTOR

    Entregarlo a las autoridades. Son cuatro los muertos y muy importantes. (Desviando la mirada) Preferiría que no me mire directamente a los ojos. (Mesmerín deja de hacerlo)

MESMERÍN

    Yo no los maté. Entre ellos lo hicieron; tengo testigos. Incluso Enedina…
 
 

DOCTOR

    (Alterado) ¡A Enedina no la meta en esto!

FÁTIMA

    (Al teléfono) ¿Sí? (Pausa) Bueno, cómo no. ¡Mañana hablaré a las once de la mañana! ¡Adiós! (Cuelga. A ellos) Que es muy tarde, que el Papa ya se acostó! (Feliz, sirve dos copas de licor)

MESMERÍN

    (Al doctor) Enedina ya sabe lo que tendrá que decir en caso de que usted me entregue.

DOCTOR

    ¡Una vez que ella se encuentre deshipnotizada sabrá toda la verdad!

FÁTIMA

    (Ofreciéndoles sendas copas. Ellos aceptan) ¡Salud! ¡Por mi canonización en Roma! (Se sienta sumamente contenta)

MESMERÍN

    (Al doctor) Enedina no se encuentra hipnotizada. Me ha ayudado porque sencillamente quería deshacerse de su esposo, ya que ese asesino la trataba muy mal. Y porque también simpatiza con mi causa.

DOCTOR

    (Acercándose al cadáver de Arsenio y observándolo) ¡La verdad, se lo merecía! (Aludiendo a los otros tres) ¡Estos otros también. Todo el mal que han causado, no lo pagaron ni con sus vidas! (Fátima los observa, sigue feliz) ¡Pero Enedina no está para esos trotes; tiene que dejarla! (Mesmerín lo vuelve a mirar) ¡Por favor no me mire! (Éste obedece)

FÁTIMA

    (Levantándose) ¡Voy a platicarle a la señora de esto que me pasó!

DOCTOR

    (Terminante) ¡No la molestes ahora!

FÁTIMA

    (Resignada) Bueno, entonces iré a arreglar mis cosas para el viaje. (Sale por la izquierda)

DOCTOR

    (Tenaz) ¡Enedina está enferma, necesita cuidado médico! ¡Tiene que quedarse aquí, pues no está para esos trotes!

MESMERÍN

    Eso ella lo decidirá.

DOCTOR

    (Observándolo detenidamente) ¡Hagamos un trato! (Mesmerín voltea a mirarlo a su vez, pero antes de que el doctor le diga algo, vuelve a retirar su mirada)

MESMERÍN

    ¿Cuál?

DOCTOR

    Yo me olvidaré de usted a cambio de que se olvide de Enedina.

MESMERÍN

    ¡Pero…!

DOCTOR

    (Suplicante) ¡Ella es una niña caprichosa que necesita cuidado, además acaba de tener un hijo! ¡Todo esto requiere del cuidado de una persona, que no tenga los problemas que provocan las actividades en que usted se encuentra! ¡Es decir, de una persona que verdaderamente la quiera, que tenga interés por su enfermedad, que, que…!

MESMERÍN

    (Algo extrañado) Bueno, si es por eso, estoy de acuerdo. Viéndolo bien, me quito muchos problemas. Incluso, había pensado en separarme de ella, hoy mismo. Ella está muy, muy...

DOCTOR

    (Casi gritando) ¡¡Está enferma, me necesita y yo la amo más que usted!!

MESMERÍN

    (Sorprendido) ¡Sí, sí, de acuerdo! ¡Digo, por eso no hay problema! ¡Sí, trato hecho!

DOCTOR

    (Precipitando) ¡¡Bueno, pues, adiós!!

MESMERÍN

    (Sin saber qué hacer. Observando los cadáveres) ¿Y éstos?

DOCTOR

    (Impaciente) ¡No se preocupe por ellos, yo me encargo! ¡Adiós!

MESMERÍN

    Bueno, pues, adiós. (Pausa incómoda)

DOCTOR

    ¡¡Adiós!!

MESMERÍN

    ¿Puedo pedirle un último favor? (El doctor, ya muy nervioso, asiente) Que me despida dignamente. La verdad no quiero que me recuerde como un traidor.

DOCTOR

    (Apremiando) ¡¡No pierda cuidado, adiós!!

MESMERÍN

    (Volteando nostálgicamente para todas partes; incluso hacia los cuatro cadáveres. Suspira) ¡Adiós! (Se abre la puerta de la derecha. Aparece Enedina, vestida estilizadamente de guerrillera: boina verde, mochila en la espalda y fusil en un hombro. En la otra mano, la cuna-canasta del niño)

DOCTOR

    (Asustado) ¡Enedina!

ENEDINA

    (Melodramática) ¡Sí, yo! ¡Enedina! (Mirando a Mesmerín) ¡Aquella Enedina que creyó en el amor! (Depositando la cuna sobre la mesa de juego) ¡Aquella que creyó en ti, Mesmerín! "¡Mesmerín el Magnífico!" ¡Mi amado Kobal de los infiernos!

MESMERÍN

    (Desconcertado) ¡Enedina, yo!

ENEDINA

    (Sentándose) ¡No digas nada, escuché todo! (Pausa) ¿Sabes Mesmerín, que yo, incluso, sacrificaba el club y a mis amigas por tu revolución? (Solloza)

DOCTOR

    (Acercándosele. Sobrecogido) ¡Enedina, si hay algún culpable, ése soy yo! (Suplicante) ¡Pero no llore por favor! ¡No resisto ver a una mujer llorar, desde que una vez cuando era niño se lo provoqué a mi madre! (Ella sigue sollozando. Su cara llena de lágrimas, es de una belleza desgarradora) ¡Por favor Enedina, no! (A Mesmerín. Acercándosele) ¡Ver llorar a una mujer y saber que yo soy la causa de ello, provoca en mí una excitación irrefrenable, patológica! ¡Cálmela por favor! ¡No respondo de mí si ella continúa así! (En secreto) ¡Soy capaz de violarla! ¡Cálmela, se lo suplico!

ENEDINA

    (Calmándose motu proprio. Secándose las lágrimas. A Mesmerín) Está bien. ¿Es lo que quieres? No te lo reprocho. (Mirando la canasta) Tengo a mi hijo. (Hace un esfuerzo ventral. Se escuchan risas de niño. Ella sonríe) Estaba aprendiendo bien, ¿no crees?

MESMERÍN

    (Melodramático) ¡Enedina, yo…!

ENEDINA

    (Volteando hacia otro lado) ¡Calla! (Pausa melodramática) ¡No digas más! ¡Permite que te recuerde como antes, calla por favor! (Mesmerín y el doctor se observan. Tácito adiós entre ellos. Mesmerín sale por el fondo. Pausa. Enedina se incorpora lentamente, con gesto tranquilo y elegante) Se ha ido, ¿verdad? (Pausa larga)

DOCTOR

    Sí. (Pausa. Se le acerca tiernamente cursi) Enedina, conmigo no le faltará nada. Todo el cuidado que se merece, lo tendrá de mi parte. Usted bien sabe, que el que verdaderamente la quiere soy yo el que la puede ayudar soy yo, que aquél que se interesa más por usted.

ENEDINA

    (Sin mirarlo todavía) ¡Lo sé, lo sé! (Pausa. El doctor a la expectativa. Enedina voltea a mirarlo) ¿Por qué crees que no insistí en irme con él, picarón? (Sonríe)

DOCTOR

    (Feliz) ¡Enedina, Enedina amor mío! (Se dirige hacia ella y se besan, entre risas, sollozos y etcéteras, pero todo muy exagerado) ¡¡Enedina, mi amor!! ¡¡Mi amor, mi amor!!

ENEDINA

    (Igual) ¡¡Valente, Valente amor mío!! (Siguen besándose. Entra Fátima, vestida con zapatos de tacón alto y un abrigo descomunal. Carga dos petacas. Enedina repara en ella) ¿Fátima pero, qué haces? ¿A dónde vas?

FÁTIMA

    (Poniendo las maletas en el suelo) Al Vaticano señora. ¡Parece que el Papa me dará audiencia pronto; así que tengo que prepararme, imagínese!

ENEDINA

    ¿El Papa?

FÁTIMA

    ¡Sí señora! ¿Sabe qué? ¡Escuché la voz Divina, escuché la voz de Dios! ¡Pronto seré una santa! ¡Es un milagro señora, un milagro! (Enedina y el doctor se miran y se ríen) ¿Por qué se ríen? (Se escucha una sirena que se acerca paulatinamente) ¡Ay, la policía!

DOCTOR

    (Preocupado) ¡¿Y ahora qué vamos a hacer con los cadáveres?!

ENEDINA

    (Parándose y tomando el canasto del niño) ¡Pronto! (Se acerca al librero. Señalando) ¡Valente, oprime ese libro!

DOCTOR

    (Que no entiende) ¿Cuál?

ENEDINA

    Ése. El verde.

DOCTOR

    ¿Éste?

ENEDINA

    ¡Sí, pronto! (Éste lo hace y se abre, automáticamente, la puerta del librero. Sorpresa de Fátima y del galeno. A Fátima) ¡Entra aquí con todo y tus maletas! (La sirena se escucha más cerca)

FÁTIMA

    ¡Uy!, ¿Por qué señora?!

ENEDINA

    (Impaciente) ¡Entra, que después yo te explicaré! (Fátima lo hace) ¡Valente, amor mío, aquí podremos permanecer un tiempo sin que nada nos falte; está perfectamente acondicionado para pasar un año si queremos!

DOCTOR

    ¿Un año?

ENEDINA

    Es un decir. Claro que no hará falta tanto tiempo. (Refiriéndose a los cadáveres) Cuando traten de investigar esto y no lo puedan explicar; en tres semanas lo resolverán encontrando algún chivo expiatorio. (El doctor todavía suspicaz) ¡Te prometo que en un mes estaremos en el club los tres! (Risa del niño. Se ríen ellos también. Entran, cerrando después. Se escuchan frenos de vehículos, sirenas y se aprecian algunas luces rojas a través de las cortinas).

VOZ

    (En altoparlante) ¡A ver ustedes, rodeen ese flanco! ¡Ustedes por allá! (Pausa) ¡Atención, atención, les habla el teniente Mugica! ¡La casa se encuentra completamente rodeada! ¡Sabemos que han secuestrado al General Matanzas, al Licenciado Cortés, al Arzobispo Pérez Cruz y al padre Sulpicio! ¡Nuestro servicio secreto nos acaba de informar que ustedes son varios agentes extranjeros, desestabilizadores, incluso conocemos sus nombres! ¡Ríndanse, no tienen escapatoria, ríndanse! ¡Ríndanse de una vez! (Aparte) ¡A ver, a ver! ¡Pongan la grabación en ruso que utilizamos para estos casos, pues posiblemente no entiendan nuestro idioma. (Pausa) ¿Ya? ¡Conéctalo! (Se sigue escuchando en altoparlante, aunque ahora se nota gran diferencia en la fidelidad, por lo gastado de la grabación) ¡Atenshiéskiev, atenshiéskiev! ¡Vereshniava Ivánovich roshka ustinov! ¡Ni espantoshvia úshiev bronski! ¡Ushnia mestiniev sacrotov! (Se va oscureciendo gradualmente, conforme el parlamento disminuye).
 
 


T E L Ó N



 
 
 

San Miguel de Allende, Gto. Octubre de 1985



Mención de honor en el VI Concurso Nacional de Dramaturgia 1993, organizado por la Universidad Autónoma de Nuevo León.



 
 

Regreso a la página de Argos 15/ Teatro