Gaetano Vergara
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La balada de Max
 
 

El día que me mate,
los trenes llevarán
minutos de retraso.

El tiempo de barrer
mi cuerpo de las vías.




Max era un barrendero hijo de barrenderos, pero dijo a Ángela que era un financiero de la City. Los viernes por la noche en el Hyppodrome, entre gin fizz y coca, le gustaba hacer el yuppie; no más un golpe y nada más. Pero ahora ya no era lo mismo. Ángela era tan dulce y sensible; tan pura…

    Max repensó toda la noche en aquel beso, en aquella mirada despejada y clara, en aquel perfume delicado de fruta y hierbabuena que lo había hecho volver a los prados verdes de su Kent - mientras en el Hyppodrome había un barullo infernal de tecno y copos.

    Le parecía que la conocía desde siempre, y seguía preguntándose cómo había hecho hasta aquel entonces para vivir sin ella. Habían bailado toda la noche, estrechos como en un tango durante cuatro rápidas horas; luego ella le había dado un beso en la frente y había desaparecido.

    Por la mañana, se encontró en las manos su número mientras estaba limpiando las cabinas telefónicas de Oxford Street, llenas como siempre de autoadhesivos pegados por doquier para publicitar pizzerías take-away, lavanderías self-service, masajistas orientales, lolitas calientes e intercambios bi- homo- y trisexuales. Acaso se lo había hecho deslizar ella en el bolsillo mientras bailaban - ¡qué loca tan adorable!

    Decidió concederse un momento de reposo y llamarla. Quería invitarla a salir, y a la luz de una vela, le contaría la pura verdad. Estaba convencido de que lo entendería, dentro de sí sabía que ella no se ofendería tanto, Ángela no era el tipo de persona que se fija en estas cosas... Pero tenía lo mismo miedo de perderla. Acababa de encontrarla y ya… Pensó limpiar cinco o seis adhesivos más y luego la llamaría enseguida. Mas después de tres pegatinas sacadas con mucho trabajo, su ojo fijó distraídamente un mensaje inequívoco: Angie, ángel diabólico - 748 - el mismo código - 84 85 67 - su mismo número -. ¡¡¡Llama pronto!!!

    Aquella mañana, Max limpió el locutorio de arriba a abajo como no había hecho nunca.

El tiempo de barrer
mi cuerpo de las vías.


Gaetano Vergara
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