Devastación (fragmento)
III
Las alas del deseo
La sombra lunar dibuja el cuerpo que reposa entre las sábanas:en el espejo se mira el desconcierto: la soledad:
la blanca luz —mar que en sueños se mueve infinito— nos inunda;
luminosas olas abrazan, conducen, sin que nadie pueda oponerse:
corazón, corazón abierto, el viento aviva las heridas,
el dolor alimenta la tristeza.
A veces pretendías encerrarte en ti, guardar silencio, estar solo;
cerrabas los ojos y volabas a mi lado sobre la ciudad:
escuchamos la voz de los demás,
voz poética imposible de escribirse
nacida de la voz del mundo.
Era el poema de la gran ciudad,
la ciudad de todas las lenguas.
*
Vimos después la lluvia de fuego, las llamas envolverlo todo,
—su hambre insaciable— nada se sostuvo...
*
Ese fue el trabajo de los bárbaros.
La ciudad no existe más.
Ahora miras la ceniza endurecida por el paso del tiempo:
¿dónde quedó la orgullosa plaza?,
¿las grandes construcciones?
La ciudad no existe más...
En silencio te resistes a creerlo.
Está aquí —dices—,
en mí,
en cada uno de nosotros...
Antonio Marts. Poeta, director de la editorial Paraíso Perdido y editor de la revista literaria La Voz de la Esfinge.