Cuento del SIN* #1
¾ Si no fuera porque una tiene tanta necesidad…, no andaría aquí de miserable.
¾ Pos sí …, la verdad que da vergüenza andar rogando para que lo dejen a una pasar; pero pos, Dios obre.
¾ Mire nomás que colonón. ¿A qué horas llegó Ramón?
¾ Lo mandé a las once de la noche. Se trajo las cobijas de su cama, con el frío que hace. Creo que también vino Lucio el hijo de Petronila mi prima.
¾ Fíjese…, si no hubiera venido…yo creo que ni alcanzábamos a entrar. ¿Qué número nos tocó?
¾ Allí está, véalo en su boleta.
¾ Bien sabe que no sé leer ni escrebir comadre. Ya ve, a una de mujer muy pocas cosas nos tocan. En mi casa ni a la escuela ni nada, decían que como era vieja, luego me iba a ir con el primero que me cantara bonito y en las primeras de cambio me iba a desgraciar... En esto último pue’que si tuvieran razón.
¾ Pero no lo diga así. Mi compadre, sea como sea, era muy de su casa y cumplidor, ¿o qué no?
¾ Ni tanto, ni tanto. Tenía sus ratos de santo, pero si lo hubiera conocido de joven, se le quitaba esa idea.
¾ Pos será que una no vive con ellos pues, uno nada más mira por encima, por arriba de la piel.
¾ De recién casados me llevó a vivir con sus padres. Fue una penitencia continua; por cinco años me aguanté allí. Y digo aguanté, porque como mi marido nunca estaba, a él le daba igual vivir allí o no.
¾ ¿La suegra?
¾ Bueno, ella manejaba todo el borlote, estaba celosa porque me casé con su único hijo. Pero más desgraciado era el suegro rabo verde. Nomás de acordarme me da dolor de bilis. Ella no me dejaba de moler con sus cosas y él, pos aunque ya estaba viejo, siempre andaba siguiendo a una como perro.
¾ ¿Le hizo algo?
¾ No… porque este, bueno…; pero cuando no me salía en el baño, me salía en los lavaderos o cuando andaba tendiendo la ropa en la azotea. Primero conque le diera un beso nada más y ya. Después que le pusiera alcohol en la espalda para su reuma.
¾ ¿Y se lo ponía?
¾ ¡A fuerzas! Me lo pedía enfrente de su hijo y de su mujer, mi suegra. Ésta decía que no se lo ponía porque tenía los dedos chuecos por la artritis. Mateo me volteaba a mirar como diciéndome que sí, que se lo pusiera. Y allí estoy yo que no sabía qué hacer. Yo de mala gana y con mucho asco lo hacía. Con ganas de que hubiera sido ácido para que sintiera lo que yo. Y lo más jodido de todo es que cuando estaba poniéndoselo, él se sentaba y luego se hacía para atrás hasta pegarse a mis pechos. No comadre, sólo una sabe.
¾ Sí, eso sí. ¿Nunca le dijo a mi compadre por lo claro?
¾ Me cansé de dárselo a entender con otras palabras; ya ve que uno no puede, y ni sabe hablar suave, al grano, pero él, hasta aquélla mañana, no se dio por entendido.
¾ "¿Y’ora, qué está haciendo encuerado?"
¾ ‘Tenía mucha calor y me quité la ropa’
¾ "¿Qué no está mi mujer aquí?"
¾ ‘¡Yo qué sé!’
¾ "¿Cómo de que no sabe? ¿No me diga que se le paró con el calor? Con razón Petra ya me lo había dado a entender y yo como pendejo creyendo que eran argüendes de ella. ¿Cómo voy a creer que sea tan puerco?".
¾ ‘¡Cuidado con lo que dices, que todavía soy tu padre, estás en mi casa y me debes respetar!... Se me paró porque tu mujer anda de desvergonzada; uno es hombre y…’
¾ "¡Petra…, Petra…, abre la puerta, soy yo!"
¾ " "¡Ya no hallaba qué hacer!" "
¾ "¡Recoge las cosa que ahora mismo nos jalamos a la chingada!"
¾ Todavía cuando se estaba muriendo me veía con aquella mirada de endiablado que más me hacía odiarlo.
¾ ¿Pero…le hizo algo?
¾ Pos este…este…¡Hay comadre…, pos la pura verdad me da vergüenza… pero pos, creo que sí! Todos dormíamos en el mismo cuarto. Mi marido y mi suegro casi tenían el mismo cuerpo, mi suegro un poco jorobado pero no más. Varias noches, ya dormida, sentía que se me subían, pero como a mi marido siempre se le antojaba a media noche, yo ya ni caso hacía. Fue por una semana, todas las noches. En ese tiempo Mateo andaba de enamorado y yo ni por aquí me pasaba. Puse cuánto eran dos y dos cuando, ya como ocho días después, mi marido me dijo que alguien estaba usando su colonia de rasurar. ¡Como balde de agua fría comadre!
¾ ¿Por qué?
¾ Pos que allí me di cuenta cabal: mi suegro, aprovechando que Mateo andaba de cabrón y que mi suegra era una alcahueta; que el cuarto estaba a oscuras y usando el perfume de mi marido, me montaba a deshoras de la noche. Sentí que mis entrañas se me volteaban al revés. Para entonces comencé a dormir en la cocina y con doble pantaleta y pantalón. Así ya no pudo el viejo y entonces más se calentó. Muchas veces le dije a Mateo que ya no aguantaba estar allí. Él, como siempre, no decía nada.
¾ ¿Hasta que halló en cueros al viejo? ¿Pero cómo voy a creer que su suegra, no… se diera cuenta o dijera algo comadre?
¾ No era la primera vez que se encueraba para que yo lo viera. Mi suegra se hacía de la vista gorda y se salía en cuanto mi suegro le decía que fuera "a ver si ya puso la puerca". Mi suegro me decía que no me hiciera pendeja, que al fin y al cabo era una piruja y que a la primera tocada, le abría y no sé que tanta babosada. El día que llegó Mateo, fue porque ya le había dicho que viniera a media mañana para que él mismo se diera cuenta.
¾ Hay comadre usted sí que ha sufrido.
¾ A usted nunca le ha pasado algo d’eso.
¾ ¿De qué?
¾ Pos d’eso, como lo que le acabo de contar.
¾ Hay comadre, ni pa’que negarlo. A mi me pasó con mi tío, el hermano de mi mamá. Pero yo sí lo quería un montón. Él no. Nomás me desgració en mi propia cama y cuando ya no lo dejé que se acostara conmigo, se largo p’al otro lado. Y no es que ya no lo quisiera, sino que me llegaron los celos de que lo había visto con otras mujeres muy acaramelado. No valía la pena comadre, sólo me quería para divertirse, pasar el rato sin que le costara. Me dolió mucho, pero fue mejor.
¾ ¿Nunca lo volvió a ver?
¾ No. Fue de los que se llevaron a la guerra y por allá lo descuartizaron: regresó sin piernas y sólo con una mano. También regresó loco y mariguano, lo metieron a un manicomio y un día se tragó muchas pastillas para dormir y ya no despertó.
¾ ¿No le dejó ganancia?
¾ Sí. Mi madre casi me medio mata; terca que le dijera quien había sido. Cuando por fin se lo dije, hizo como que no me creyó: me dijo que estaba loca y que me dejara de pendejadas; después, ya nada dijo, ni le contó nada a mi padre. A los pocos días me llevó con doña Eufrocia, la yerbera, la comadrona. Allí, después de rezar, me pasó un huevo de gallina coquena café y luego lo rompió y tiró lo de adentro sobre mi vientre. Si viera comadre, los ardores que me empezaron, junto con unos retorcijones que hasta veía luces por todos lados. Después, cuando ya íbamos a la casa, me dio unos remedios que estuve tomando por una semana. Por ocho días vomitaba verde y amarillo; hasta lo que no comía echaba fuera, y al octavo se me soltó una cosa por abajo. Mi padre nada supo. Si lo hubiera sabido, de seguro que la hubiera cargado contra mi madre y su familia, que de por si no se llevaban.
¾ Tengo miedo comadre.
¾Usté no se me achicopale comadre, mire que ya mero llegamos. Con suerte, dentro de dos semanas ya vamos en camino.
¾ Es que a lo mejor nos toca la chicana y ya ve que ésas son las más aguerridas para que se la den a una. ¿No se acuerda de Felipa, la de Juan Tapia? Mire comadre, se le rodaban las lagrimas de la vergüenza que le hicieron pasar. ¡Quesque la acusaron de que se quería ir de prostituta, imagínese! Y a su edad, pues...¡de sesenta años va a andar en esas mañas!
¾ Ah, pero a nosotras no nos va a pasar así. Nomás hágale como le dije. De veras que ya verá si no. De mí se acuerda.
¾ Mejor vámonos pasando a la otra fila, aunque tardemos más.
¾ ¡No comadre! Entonces si que nos amuelan, ¿no ve que esos pinches tecolotes nomás están viendo que hace mal una para sacarla de la fila pa’fuera? Ya ve que hasta los que venden los dulces aquí mandan: que hágase pa’lla, que hágase pa’ca, que póngase aquí en la fila. A todos les sale el espíritu de mandamases: mire al fotógrafo dando órdenes y haciendo que todo mundo se tome las fotografías con él.
¾ ¿Su Miguel ya tiene seis años allá, verdad?
¾ Sí. Pero él se fue chueco y allá arregló. Aquí no le iba tan mal, la verdad. Tenía un puesto de ropa en el mercado; vendía ropa del otro lado que le traían las Vergara desde Nogales o Tijuana. Pero... Pos ya ve…, de que se les mete el diablo…y con eso de que ya todo dejan pasar pa’ca, dizque legalmente…
¾ ¿Y a la mujer?
¾ Ya se la llevó con todo y chamacos; vino por los tres y también le arregló a la suegra. ¿Cuánto le costaría, verdad?… Nunca me quiso decir.
¾ ¿Por qué no se la llevó a usted?
¾ Pos ya sabe como son los hijos: nomás crecen y le dan una patada en el culo a una. Yo tuve a sus hijos y a su mujer allí en mi casa por casi un año sin que me diera un centavo. Tenía que trabajar doble pa’ mantenerlos, y ya ve, ¡es momento que todavía no le merezco al Miguel ni un mendigo peso!
¾ Es la suerte que a una le toca, comadre. Pero no todos lo hijos son iguales. Mire a mi tía Valentina: Manuel, el hijo que tiene allá, le manda cada mes sus centavos para la comedera. Si no fuera por eso, esa familia ya estaría muerta de hambre.
¾ En eso tiene razón, pero por eso no deja de dolerle a una. ¿Qué necesidad tengo yo de andar en esto? Sólo porque quiero ver a los nietos. Aunque no lo crea, me hacen falta.
¾ Pos sí duelen.
¾ Bueno…, otro avanzón más.
¾ Hay ratos que la cola ni se mueve y ratos que caminamos recio.
¾ Es que hay muchos que no traen sus papeles como se debe; rápido los sacan de la cola. Que bueno que nos fijamos en el radio cuando dijeron que había que pagar los veinte dólares por el derecho a la entrevista. ¿Se fijó que los del banco ya están bien entrenados para cobrar?
¾ Sí. Es la única sucursal que abre a las ocho de la mañana, si no habría que esperarse uno hasta las nueve que abren las otras.
¾ Hay comadre, yo la verdad creía que por ese pago ya nos daban la visa.
¾ ¡No comadre, ni esperanzas! Eso es sólo para que le revisen a uno los papeles.
¾ ¿Cuáles papeles?
¾ Pos los documentos, pues.
¾ Ah, sí. Mire, poco a poquito, entre plática y plática ya vamos llegando.
¾ Oiga…señor, ¿no sabe cómo están los oficiales?
¾ ¡Pos como siempre: muy cabronamente difíciles!
¾ ¿A usted cuánto le cobraron por llenar las formas?
¾ ¡No…, nada! Yo mismo las llené.
¾ ¡Ah!, es que usted si sabe de esas cosas.
¾ ¿Cuánto pagaron ustedes?
¾ Nos cobraron cincuenta dólares con todo y fotografías.
¾ ¿Dólares?
¾ Sí. Ai donde la ve…, todos los negocios de estos alrededores se creen gringos, sólo dólares reciben.
¾ A mí me ayudó aquel policía morenito y no me cobró nada.
¾ De haber sabido. Pero para saber; como ya no se sacan otra más que la "mordida" y la "mordida". Pero bueno, todavía quedan de los arrepentidos y de’sos se vale Dios. Bendito sea su Santo Nombre.
¾ Oiga y usté ¿a qué va al otro lado?
¾ Yo no tengo ningún problema, soy residente en Houston Texas, pero vengo a sacar visa para un familiar. Tengo todos mis documentos en orden y no creo que haya contratiempo alguno.
¾ No pos usted, como quién dice: ya l’izo. Yo voy pa’ la tercera vez que vengo. Eso sí, por si no lo sabían: sólo una vez al año le dan a uno oportunidad de sacar la visa. Si lo rechazan, no puede venir hasta el otro año.
¾ ¿Cómo de que no?…¿pos luego?
¾ No, ¿pos qué no ve que le ponen en el pasaporte que la rechazaron y que no es elegible?
¾ ¿Y a usted lo han rechazado dos veces ya?
¾ Sí. Pero me les brinco, ya sé por dónde. Sólo vengo por cuestión de orgullo. Mire, aquí traigo el domicilio de mi primo con el que siempre llego.
¾ Yo no sé leer señor, dígame qué dice.
¾ Pos eso, que él, mi primo John -porque ya se cambio el nombre el muy gringo cabrón, siendo que por acá le decíamos Juanelo- vive en el veintiuno cero cuatro gües¾o sea oeste¾ Broduey, apartamento de-sis, en la ciudad de Mesa, Arizona. Aquí,… éste mero es su número de teléfono de su casa y éste otro es de donde trabaja en la ciudad de Tempe. Trabaja arreglando jardines a los güeros.
¾ No, pos usté sí sabe inglés, luego se ve nomás con mentar el domicilio.
¾ Pos le hago la lucha,… no hay de otra.
¾ ¿Y le pagan bien?
¾ A mí no. Él dice que sí, pero a mí se me hace que es puro hablador: tiene que asistir a varios mojados en su casa para pagar sus biles. Un día de’stos su mujer lo deja, ya está enfadada de andar limpiando hediondeces ajenas. ¡Si no es que ella lo saca a él y se queda con todos!
¾ ¿Qu’es eso de biles?
¾ Pos las cuentas de todo: la renta, comida, dotores, eletricidá, agua, todo, todo cuesta allá. Ganan más que aquí pero se gasta un chingo.
¾ ¿Entonces, por qué se van?
¾ Es que por lo menos allá hay chamba. Pero la vida ta’cabrona de todas maneras. Y pa’cabarla, nadie le entiende, con esas borucas que le hacen a uno: uno no sabe si van o vienen. Ahí tiene que vivir uno donde todos somos de los mismos, lo mojado se nos ve hasta en la forma de caminar, ¡ja, ja, ja! Mi primo ya se defiende hablando inglés, pero pos uno sigue siendo mexicano, ni pa’qué esconderse…
¾ ¿Y tantos que se van a la’ventura?
¾ Algunos sí la hacen trabajando dobles turnos o con dos trabajos. Los que no, se dedican a tomar o a’ndar en malos pasos. Luego mandan a las esposas con la retahíla de hijos a pedir fudestamps al gobierno, pero hasta esto ya está cada vez más peliagudo.
¾ ¿Y a usted no lo han agarrado alguna vez?
¾ Sí. La primera vez que me les salté, pero como no traía ninguna identificación realmente mía, les di una tarjeta de socialseucuiriti con nombre de quién sabe que cristiano que me vendieron, así que no saben si ése fui yo y no me han puesto en la lista negra. Bueno, está en la lista negra el nombre del pendejo aquél.
¾ ¿Cuánto pagó por la tarjeta?
¾ La pagué en tres abonos, un total de $300 dólares. Después me di cuenta que algunos la han comprado hasta en treinta dólares. ¡Fíjese nomás!
¾ Mire comadre, a ésos no se las dieron.
¾ ¿Cómo sabe?
¾ A los que se las dan, dejan el pasaporte y a los que no, pos ahí salen con él todos escurriditos.
¾ Oiga señor, a usté que ya se la han dado, ¿cree que nos la den a nosotros con estos papeles?
¾ Yo no puedo decirle si o no, lo mejor que puede hacer es esperar y dejar que los oficiales se lo comuniquen. Si le digo que sí y luego no se la dan, yo quedo mal. Tenga paciencia, al cabo si todo está bien, no hay por qué se la nieguen.
¾ Mucha palabrería y no me sacó de aprietos.
¾ Bueno, déme usted…, ¿trae carta de empleo?
¾ No. Vendo verdura afuera del mercado, ¿quién me va a dar carta de empleo?
¾ ¿Tarjeta de crédito o cuenta bancaria de cheques?
¾ ¡No! Con trabajos gano lo del diario.
¾ ¿Escrituras de la casa donde vive?
¾ Rento en un terreno ejidal.
¾ Yo que usted mejor me iba y regresaba cuando tuviera esos documentos.
¾ Pero ya pagué en el banco.
¾ Eso no cuenta nada, además le dura un año de vigencia. No creo que le den la visa con lo que trae.
¾ Ya ve comadre, ya se lo había dicho. Mejor vámonos, ni pa’ qué perder tiempo.
¾ Quédese comadre, quien quite y tengamos suerte.
¾ Ahora ya no es cosa de suerte, señora. Ésos ya no tienen consideración de nadie; no trae los documentos que piden, entonces no entran.
¾ Tiene razón el señor comadre, vámonos antes de que nos pongan en ridículo. Además con estas fachas que traemos, menos nos la dan. ¿Verdá señor?
¾ Los documentos son más importantes que la ropa, pero siempre ayuda andar lo mejor vestido que uno puede.
¾ A mí me han rechazado dos veces, pero no se acostumbra uno a los malos modos y que lo pongan a uno abajo. La última vez me exigían que trajera un comprobante de cuenta de banco con por lo menos cinco mil dólares. Aquí lo traigo, no son míos, pero allí están en el banco. Vamos a ver qué enredo me piden ahora. Yo no me arriesgaría con lo que ustedes traen, pero ustedes saben…
¾ Sí es cierto… tiene razón... Comadre, si usted quiere quedarse es cosa suya. Yo, pos pa’otra vez será si tengo los papeles, si no, pos ni modo, al cabo que aquí nací para morirme. Yo me voy. Adiós…y que les vaya bien, ¡suerte!
¾ Está bien comadrita…, vámonos antes de que nos fichen.
1.Servicio de Inmigración y Naturalización, pero en inglés (Immigration and Naturalization Service, INS) significa "pecado".Página personal de Francisco Manzo-Robledo