Héctor Cisneros
 
 

ZONA DE DESASTRE





PERSONAJES
Clara
Lucio
Andrea
Miguel
Doña Pachita
 
 

ACTO ÚNICO

Interior de una modesta casa de reubicación después de la explosión en Guadalajara, pequeña sala al centro. El piso es de cemento. A la derecha la salida. Junto a la puerta, en forma muy visible, una alcantarilla metálica abierta. A la izquierda la entrada al interior de la vivienda. Al fondo una pequeña cocina comedor. Clara, junto al lavabo, observa la llave del agua derramar el preciado líquido. Carga una muñeca como si fuera un bebé. Tocan insistentemente a la puerta.

Doña Pachita. - (Voz de fuera.) ¡Clarita, Clarita! Soy Pachita, le traigo su encargo... ¿Hay alguien adentro?

Clara. – Se escucha nítida la voz del agua correr, alejando los olores, las fuerzas del peligro latente... ¿Cuántas veces más estallarán nuestros oídos?... ¿A dónde se fue Lucio?

Doña Pachita. - ¿Doña Clarita, pasa algo ahí adentro?

Clara.- (Se toma el pelo con desesperación, ahoga pequeños gritos de angustia, corre tropezando en los escasos muebles, cae al piso.) De pronto todo vuelve a ser tan normal, tan apacible, las personas hablan de nuestra desgracia como si hubieran terminado de ver una función de circo. ¿Huele a diesel? No... ya pasó, ya no hay nada qué hacer, el tiempo no puede regresar y lo que fue es inevitable... (Se alarma.) De cualquier manera, aléjense de sus casas, ¡fuera! Que no haya nadie exponiéndose, rozándose con el peligro... (Corre despavorida hacia la puerta, se detiene en la alcantarilla abierta.) La tierra abre su enorme boca, para devorar todo lo que encuentre a su paso... Hay que encontrar la salida. (Abre la puerta desesperada, Doña Pachita casi cae al piso, escuchaba tras la puerta, curiosa. Clara toma un poco de cordura al verla, se alinea la ropa.) ¿Qué hace usted ahí?

Doña Pachita. – Le he estado tocando mucho tiempo, creí que no había nadie... ¿Se siente mal Clarita?

Clara. – ( Se apresura a negar.) No, cómo cree. Estoy bien, muy bien.

Doña Pachita. – (La mira extrañada.) Conozco un buen doctor, aquí abajito, como a tres cuadras, yo creo que...

Clara. – No se preocupe, todo está en orden.

Doña Pachita. – La alcantarilla está abierta.

Clara. – (Titubea.) No, sí, claro, sacamos un poco de agua...

Doña Pachita. - ¿Del drenaje?

Clara. – Quiero decir, tiramos... eso es, tiramos agua...

Doña Pachita. – Ah... Mire, le traigo su pedido. (Le entrega dos cobertores en bolsa de polietileno.)

Clara. - ¿Qué es?

Doña Pachita. – Las cobijas que me encargó, para la visita, esa que está esperando.

Clara. – Sí, entiendo, la visita, la visita que espero, pero pase, tome asiento Doña Pachita por favor.

Doña Pachita. - ¿Está sola Clarita?

Clara. – Sí, los muchachos están en la escuela y Lucio anda arreglando no sé qué de las indemnizaciones.

Doña Pachita. – Hace calor ¿verdad?

Clara. – Mucho, pero no tanto como ese día, era una mañana caliente. Recuerdo que yo salí muy temprano al centro, no sé qué había ido a comprar. Iba llegando, me faltaban unas cuantas cuadras, cuando de repente la tierra comenzó a bramar, yo caí por allá, del puro impulso y vi cómo se abrió la zanja de la calle de Gante. ¡Mis hijos! Dios mío, mis dos hijos estaban ahí, sólo traía en brazos a esta pequeña, nunca la suelto, corrí como loca, pero seguía oyendo el estruendo, tuve mucho miedo... (Llora.) Más me valía no haber nacido.

Doña Pachita. – Pero en qué cabeza cabe, dejar a sus dos pequeños solos.

Clara. – Corrí como loca, el piso resonaba en mis pies enfurecido... (Hace un cambio total, ahora habla muy segura de sí.) No entiendo, la mera verdad, apenas hacía unas cuantas horas que habíamos reportado el fuerte olor a gasolina por todas las calles. Vinieron, nos dijeron que no había problema, (Extrañada como tratando de recordar algo importante.) Yo estaba... o más bien ese día... ¿Dónde andaba yo?

Doña Pachita. – Había ido al centro.

Clara. – (Arrulla a la muñeca.) Ah sí, sí, sí... Nunca más volví a ver a mis hijos, no sé si murieron o no... Si se los tragó la tierra.

Doña Pachita. - ¡Qué horror!

Entra Andrea, carga un morral, es una muchacha de 19 años, juvenil, triste.

Andrea. - ¿Quién chingados volvió a destapar la alcantarilla?

Clara. – Ya reportamos el olor a gasolina, no tardan en llegar a revisar.

Andrea. – No huela a gas madre, huele a mierda. Mientras tengas ese agujero destapado... (Dándose cuenta que ahí está Doña Pachita.) Buenas Doña Pachita.

Doña Pachita. – Buenas... (Chismeando.) ¿En qué nos quedamos Clarita?

Clara. – Déjeme recordar.

Andrea. – (Que ha entrado a la cocina.) Mamá, otra vez las llaves del agua están abiertas.

Clara. – Algo tenemos que hacer, si no llegan esos hombres a revisar.

Andrea. – Cómo me harta Mamá, han venido ya tres veces y le han demostrado que aquí no pasa nada.

Clara. – Tampoco allá pasaba nada, todo estaba controlado y mira ¿Dónde están mis hijos? ¿Dónde está mi casa? Acaso no ves... Dónde está...

Andrea. – Aquí, aquí estamos tus hijos, esta es tu casa. ¿Qué más quieres Mamá?

Clara. – ¿Mi felicidad... Dios... Dónde está?

Andrea. – Madre, por Dios, ¿cuándo vas a poder olvidar?

Clara. – Nunca, óyelo bien... ¿Cómo voy a poder hacerlo?

Doña Pachita. – Cálmese, Clarita, no se lastime por favor.

Andrea. - ¿Dónde está Miguel?

Clara. – No ha llegado.

Andrea. – (Entrando.) Avíseme cuando llegue por favor.

Clara. – Sí, yo te llamo.

Doña Pachita. – Es media geniosa Andreíta, ¿verdad?

Clara. – Desde que ocurrió la desgracia se ha puesto así. Yo no, yo soy más tranquila, trato de no pensar en ello, en mis pequeños... mejor me hubiera muerto ...

Doña Pachita. - ¿Y cuánto dinero le dieron Clarita?

Clara. – Ningún dinero paga la vida de tanta gente muerta. Mis chiquillos estaban de vacaciones. (Lloriquea.) Ese día no los vi, me salí a escondidas para que no se despertaran... (Desvaría.) Habían ido los del SIAPA a revisar las alcantarillas (Mima ser un hombre del SIAPA.) ¡No pasa nada señoras! Váyanse a dormir ¿No les da vergüenza andar a estas horas en la calle, todas encueradas? Váyanse, es una leve fuga de hexano. (Cambia.) Viejos estúpidos, sólo esta pequeña se me salvó.

Doña Pachita. – Mire nomás, que irresponsabilidad... ¿Y su visita cuándo llega?

Clara. – Es una visita muy importante, estamos esperando a.. unas gentes que vienen a ayudarnos. Para eso quiero los cobertores, para que tengan aunque sea una cobija que les ahuyente el frío.

Entra Miguel, 21 años, ojeroso, se nota demasiado distraído, como drogado.

Miguel. - ¿Cómo le va Pachita?

Doña Pachita. – Muy bien Miguelito y a ti.

Miguel. – Bien. "Amá" cómo está.

Clara. – Bien Miguel, ¿quieres subir con tu hermana? Te anda buscando.

Miguel. – Simón... (Camina unos cuantos pasos, reacciona.) Jefa, jefa, la alcantarilla está destapada.

Clara. – Tu padre la destapó.

Doña Pachita. – Huele a gas.

Miguel. – Y por qué no se han salido, órale vámonos.

Entra Andrea que alcanza a escuchar.

Andrea. – No huele a nada Miguel, quiero que tapes ese agujero ahorita mismo.

Miguel. – Me andas buscando.

Andrea. – Es para que tapes el hoyo.

Miguel. – Huele a gas.

Andrea. – Tápalo por favor.

Miguel. – No te importa si volamos en mil pedazos. (Ríe tontamente.)

Andrea. – No te burles...

Clara. - Mi niña. Llévatela Miguel. (Le ofrece la muñeca.) Nosotros ya vivimos lo que quisimos, pero ella.

Miguel. – (Toma la muñeca.) ¿A dónde quiere que la lleve?

Clara. – Lejos de aquí, es la única que me queda, no se me vaya a morir.

Andrea. – Mamá, por favor.

Miguel. – Nel pos´ mejor la vendo en el barullo, dan una lana por ella.

Andrea. – Pinche Miguel. (Le arrebata la muñeca.) Deja en paz a mi madre, tapa, pero ya, el agujero... Tome madre, su hija. (Le ofrece la muñeca a Clara, hay un rompimiento, cambio notable de luz, casi hasta quedar obscuro, en un ambiente de pesadilla.)

Clara. – Mis hijos, ¿dónde están mis hijos? Uno tenía los ojos claros y grandes bucles cayéndole por la frente.

Andrea. – Los niños están muertos madre, entiéndalo. Ya no regresarán jamás, ahora son mayores, piensan como adultos...

Clara. – No puede ser, eran tan pequeños... quiero regresar con ellos a casa, jugar por las tardes o ver televisión. Voy a dejar que hagan lo que quieran, que destrocen todo, que jueguen con fogatas, que...

Miguel. – (Mima ser otra persona.) Ya no tiene hijos señora.

Clara. – Eran dos, estaban dor...

Andrea. – (Mima ser otra persona.) Olvídelo, los cuerpos quedaron sepultados.

Clara. – Señores, búsquenlos... por favor.

Doña Pachita. – (Mima ser otra persona.) ¿Eran muy pequeños? Lo más seguro es que no haya quedado nada.

Clara. – Quiero aunque sea sus cuerpecitos muertos...

Andrea. – Firme aquí señora, podemos hacer un buen negocio.

Clara. - ¿Quién es usted?

Andrea. – Véndame los cuerpos señora, se pueden cobrar bien las indemnizaciones.

Clara. – Váyase a la chingada.

Miguel. – Esos niños ya fueron reconocidos por sus padres, podría usted ir a la cárcel por impostora.

Clara. - Yo soy la madre señor, no soy una impostora.

Doña Pachita. – Deme las actas de nacimiento... No sé, algún papel.

Clara. – Mi casa quedó derruida, no tengo nada.

Miguel. – Entonces mejor váyase señora o procederemos a arrestarla.

Clara. – Eran dos, tenían...

Andrea. – No desvaríe, o se acuerda bien o mejor no señale a nadie.

Clara. – Malditos caza oportunidades, regrésenme a mis hijos.

Miguel. – Trataremos de encontrarlos.

Andrea. – Trataremos de encontrarlos.

Doña Pachita. – Trataremos de darles cristiana sepultura.

Miguel. – Metan los trascavos.

Andrea. – Quiten rápido los escombros.

Doña Pachita. – Que nadie se entere. Borren rápido cualquier señal de la tragedia.

Miguel. – Que no queden cicatrices, hagamos un parque gigantesco.

Miguel. – Fueron dos, do, do, dos, do, do.

Clara. – ¡Son dos!

Miguel. – Dos, do, do, doscientos muertos.

Clara. - ¿Qué me importa cuantificar cuántos muertos fueron, para mí sólo fueron dos. Con palabras, con datos, con dinero, con parques y jardines, con nada pueden cerrar mis venas abiertas.

Doña Pachita. – Se está volviendo loca.

Clara. – La sangre de mi pueblo derramada.

Andrea. – Desvaría.

Clara. – Con nada pueden cubrir su negligencia, ya no queremos pan mugroso, mucho menos su circo asqueroso.

Miguel. – Está loca, llévensela de aquí.

Doña Pachita. – (Le muestra la muñeca.) Tome señora, su hija.

Andrea. – Tome madre a su hija.

Clara. - ¡Denuncio!

Miguel. – Tome señora su hija.

Clara. - ¿Dónde están todos mis muertos?

Andrea. – Tome madre a su hija.

Rompiendo, luz normal. Clara toma la muñeca.

Clara. – Venga acá mi reinita.

Andrea.- Deja de molestarla Miguel, si no sientes nada, no nos lastimes más.

Miguel, - Ya no chingues, pinche melodrama, ni quién quiera lastimar a nadie.

Andrea. – Haz lo que quieras (Entra a la habitación.)

Doña Pachita. – No tiene sentido del humor.

Clara. – Pobre de mi hija... Bueno y, ¿de a cómo van a ser los abonos Pachita?

Doña Pachita. – Pos´ ahi lo que me pueda dar ahorita y luego como se vaya pudiendo.

Clara. – (Saca unos billetes arrugados.) Tengo aquí un dinero, déjeme ver.

Miguel. – A ver. (Le arrebata por sorpresa los billetes.) Tenga Doña Pacha, un abono; sobres jefa, su cambio. (Le da un billete a cada una.) Buenas para las finanzas las ruquitas.

Doña Pachita. - ¡Ay Miguelito, ya mero no me das nada!

Miguel. – Pos´ mejor Doña Pachita, pa´ que no ande derrochando la marmaja.

Clara. – (Sin mirarlo.) Dame mi dinero.

Miguel. – Yo se lo guardo jefa, no hay pedo, luego se lo regreso.

Doña Pachita. – No quieres que te traiga algún encargo Miguel. Tengo buenos perfumes, o pantalones del otro lado.

Miguel. – Nel, no me traiga nada, no tengo dinero. Esta feria es de mi jefa, la guardé pa´ que no malgaste.

Entra Lucio, es un señor de unos cincuenta años, canoso, viste muy humilde, convencional, se nota cansado.

Lucio. – Buenas tardes.

Todos. – Buenas tardes.

Miguel trata de salir.

Lucio. – Quiero hablar contigo Miguel.

Miguel. – Ya me voy.

Lucio. – Ven aquí, tenemos que aclarar algo.

Clara. – Obedece Miguel.

Miguel. – Nel, pos´ tengo cosas qué hacer.

Lucio. – Con una chingada, ya no quieres saber nada de mí cabrón; algo pasó y yo estoy pensando muy mal, así que no voy a tomar acciones hasta oírlo de ti, de tu boca...

Miguel. - ¿Qué quiere saber? Al chile, pa´ que la hace tanto de pedo.

Lucio. – Si cada vez que llego, te largas...

Clara. – Que vengas aquí muchacho.

Doña Pachita. – Yo creo que mejor me voy.

Lucio. – (Se apena.) Disculpe usted vecina es que... (Dirigiéndose a Miguel.) Desde que ocurrió la desgracia, cada quien corrió por su lado, todos tratando de buscar su propio bien, sólo que, con tu madre platico a diario y nos miramos a los ojos. Con Andrea ahí nos hemos consolado el uno al otro, pero tú, cada vez que llego te vas, me evades, ¿por qué? ¿Tienes cola que te pisen o qué?

Miguel. – No invente.

Lucio. – Platícame, dime qué sientes, ¿qué demonios pasa por tu cabeza? Llora si quieres llorar, dime cómo viste tú las cosas.

Miguel. – Qué me gano.

Clara. – Obedece Miguel.

Doña Pachita. – (Emocionada.) Ándale Miguelito, dinos cómo te sientes.

Miguel. – ¿No se había ido ya?

Doña Pachita. – (Finge que se apena.) Perdón.

Lucio. – (Reiterativo.) Cuéntame.

Rompimiento, cambio de luz, se ilumina sólo el rostro de Miguel.

Miguel. – Abril 22 de 1992, estaba yo en la ciudad de México, atendiendo unos asuntos de mi padre. La noticia llegó por sorpresa, de plano no la esperaba, era como si estuviera soñando una pesadilla y necesitaba que alguien me despertara... Lo vi en un aparador, no sé, de pronto, todos estaban contagiados por la noticia, todas las salas de espera, los puestos de tacos, todas las gargantas al unísono... (Luz tenue.)

Doña Pachita. – (Mima ser otra persona.) ¡En Guadalajara explotó!

Miguel. - ¿Explotó?

(A manera de chisme.)

Doña Pachita. – Ya supo Don Carlos de la explosión en Guadalajara, dicen que fue peor que el terremoto del 85.

Lucio. – Que dizque había un gas en el drenaje, imagínese, todos los ductos volaron en mil pedazos, prácticamente acabó con la ciudad.

Clara. – Pos´ que una aceitera arrojaba todos los desechos tóxicos al drenaje hasta que ya no cupieron y pos´, estalló.

Miguel. – No puede ser... ¿Qué pasó? Todo estaba bien ¿A qué hora, cómo?

Clara. – Hasta acá se sintió el chingadazo, peor que un terremoto.

Doña Pachita. – Es la peor desgracia que ha ocurrido en nuestro país.

Lucio. – Decenas de muertos, miles y miles de heridos.

Miguel. - ¿Puedo llamar por teléfono?

Lucio. – Las líneas están suspendidas, se está tratando de tener comunicación.

Miguel. - ¿Hay sobrevivientes?

Clara. – La ciudad está paralizada, hay muchos muertos, no se sabe cuántos vivos, se está evacuando a gran parte de la ciudad.

Doña Pachita. – Miles de voluntarios se han dado a la tarea de rescate, pronto tendremos noticias, datos, culpables y hasta inocentes.

Miguel. - ¡Dios santo! ¿Qué pasó? Necesito claridad, quiero saber dónde fue. (Corre desesperado.) Quiero saber, ayúdenme, quiero regresar ahora mismo.

Lucio. – Imposible, no hay viajes, están suspendidos.

Miguel.- ¿Qué hago?

Doña Pachita. – Vea la tele.

Clara. – Espere.

Todos. – (Adlibitum.) Espere... Espere... Espere.

Camina dolido, sollozando, toma asiento en cuclillas en algún rincón, transcurre tiempo, las voces comienzan a escucharse nuevamente poco a poco, lejanas.

Doña Pachita. – Fíjese que encontraron un minibús enterrado, repleto de gente muerta. Ni siquiera los sacaron a ser reconocidos, estaban hechos guacamole, así mismo enterraron el minibús.

Lucio. – Ese Cabrón no tiene madre, lo agarraron ultrajando el cuerpo de una muerta, ojalá en la cárcel se la corten al desgraciado.

Doña Pachita. – Se ve cada cosa.

Miguel. – Quiero saber qué pasó con mi familia.

Clara. – Date cuenta cómo es la vida, acababan de rescatar una niña de un año dos meses, duró casi seis horas enterrada, lo único que la protegió fue el refrigerador, estaba debajo de él, llorando de hambre y frío.

Lucio. – Encontró a su hija en dos mitades un pobre señor, imagínate el trauma.

Doña Pachita. – Los muertos como quiera ya pasaron a mejor vida, pero imagínese usted que va llegando y se entera y tiene que ir a reconocer a su familia en el tendedero de muertos que pusieron en el CODE; por el color de las ropas será, si es que no se las han robado, porque del cuerpo han quedado destrozados.

Lucio. – Mucha gente está consternada, pero la verdad muchos otros desgraciados han aprovechado la situación para sacar provecho.

Todos. – (A libitum.) Para sacar provecho... Para sacar provecho... Para sacar...

Miguel. – (Grita desesperado.) ¡Nooo! (Rompimiento, todo vuelve a ser normal, Lucio, Clara y Doña Pachita toman su actitud normal.) Cómo quiere que recuerde. No quiero volverlo a sentir... Cuando logré regresar a Guadalajara, no encontré nada, ni familia, ni amigos, ni nuestro local de trabajo, ni casa, nada, ¿qué caso tiene recordarlo, cómo quiere que le cuente?

Entra Andrea.

Lucio. – Quiero saber de quién es esa firma.

Miguel. – Yo no lo sé.

Andrea. - ¿Qué pasó?

Lucio. – Alguien firmó unos documentos por mí, para cobrar la pinche indemnización por el negocio, "negocio" por el mugroso changarro, la cosa se ha puesto peor, ya de por sí lo jodido que quedamos.

Miguel. – (Al sentir la mirada inquisitiva de Andrea.) Yo no fui, me cae, seré todo menos ojete.

Andrea. – Pos´ con eso de que ahora hasta drogadicto me saliste, ya no se sabe qué creerte.

Miguel. – Ese es otro pedo, yo sabré cómo me aliviano.

Clara. - ¿Entonces quién fue?

Miguel. – Yo qué sé.

Lucio. – (Se incorpora de pronto, husmea el ambiente.) ¿A qué huele?

Andrea. – A nada Papá.

Clara. – No vaya a ser otra vez.

Doña Pachita. – Ora sí ya me voy.

Lucio. – ¡Va a explotar!

Doña Pachita. – Ave María Purísima, ahí nos vemos mañana.

Sale rápidamente.

Clara. – Abre las llaves del agua Miguel (Él corre y las abre.)

Andrea. – No huele a nada Papá, y nadie va a abrir nada (Cierra el paso del agua.)

Lucio. – (Se apresura a quitar la tapa de la alcantarilla, no ha dejado de repetir) Huele a gas... huele a gas...

Andrea. – (Corre desesperada.) Deje de destapar ese agujero, Papá ¿Qué no entiende? (Tapa la alcantarilla.)

Risas idiotas de Miguel.

Lucio. – Hay que evacuar la zona. (Trata de abrir la alcantarilla nuevamente.)

Andrea. – Ponga la tapa, padre.

Clara. – Dios mío si se cae esta casa, dónde voy a meter a mi visita.

Miguel.- Vamos a volar en mil pedazos, sentiremos cómo poco a poco se van desintegrando nuestros sentidos.

Andrea. – ( Ha corrido de un lado a otro tratando de callar al que esté hablando.) No vuelvas a decir eso Miguel...

Lucio. – La ciudad está llena de hexano.

Andrea. – Cállese.

Nuevo rompimiento. Ahora toman aspecto de reporteros y comentaristas de televisión. Menos Andrea.

Lucio. – Colector explosivo en Guadalajara provoca la peor desgracia de esta hermosa ciudad...

Andrea. – ¿Qué tiene que ver el colector carajo, él no se llenó solo de gasolina...

Miguel. – (Interrumpiendo.) La fuga de hexano que provocó la fuerte explosión proviene de la aceitera central, ubicada en...

Andrea. – Nosotros reportamos olor a gasolina. ¿Quién chingados sabe que huele a hexano?

Clara. – Un saldo mortal, hasta el momento, de 200 cadáveres, 1500 mal heridos y más de dos mil personas evacuadas...

Andrea. – Se equivocó, disculpe, querrá usted decir dos mil muertos, los que han encontrado, más los que han hecho pedazos con los trascavos, más los enterrados, más...

Todos. - ¡Doscientos!

Andrea. – (Grita.) ¡Más los que hemos muerto en vida!

Lucio. – El Señor Gobernador estaba fuera de la ciudad, actualmente recibe un informe detallado, no hay culpa...

Clara. – Hoy mismo arriba el Presidente de la República a nuestra ciudad...

Miguel. – Pérez Jácome fue nombrado representante del Gobierno Federal.

Clara. – Se pondrá todo el rigor de la ley sobre los responsables, anuncia el Señor Presidente de la República, al exigir en 72 horas un informe detallado y conciso sobre las causas...

Lucio. – Se desmorona el Gobierno Local, Gualberto Limón del SIAPA solicita licencia, así mismo, el recién electo Alcalde de la ciudad Enrique Dau Flores.

Andrea. – Que renuncien, que renuncie el Gobernador, que renuncie el...

Miguel. - Peritos de la PGR encabezados por Morales Lechuga, realizan en estos momentos una minuciosa investigación...

Andrea. – Que no se hagan pendejos, no se necesita ninguna investigación, todos sabemos quién o quienes somos culpables.

Clara. – El pueblo pide a gritos la renuncia del licenciado Guillermo Cosío Vidaurri, plantados hoy frente a Palacio de Gobierno.

Andrea. - ¿Cuántas gentes tienen que renunciar? ¿Cuántos muertos van a resucitar?

Miguel. – Arrestado hoy Aristeo Mejía, por su responsabilidad.

Clara. – Arrestados gran parte de los responsables.

Andrea. – ¡Faltan demasiados!

Lucio. – Se entrega Dau, voluntariamente.

Andrea. – Que renuncie Cosío, que castiguen a PEMEX.

Clara. – El licenciado Carlos Rivera Aceves es nombrado Gobernador interino de Jalisco al ser otorgada una licencia por un año al licenciado Cosío, el Congreso autorizó...

Andrea. – Queremos elecciones, es lo justo...

Lucio. – (Poco a poco recobrando su identidad.) Cobarrubias es nombrado Direc... ¿Qué ocurrió? Tenemos hambre, no tenemos trabajo.

Miguel. – Plantón de damnificados en la Plaza de Armas es reprimido por... urge deslindar responsabilidades ¿Quién fue? ¿Por qué no se hizo nada?...

Clara. – Más de cincuenta mil hojas son enviadas por Morales Lechuga a Guadalajara con el dictamen, dicta... ¿Dónde están mis hijos? Sólo me quedó esta pequeña que nunca suelto... ¿Dónde?...

Rompimiento. La luz regresa a la normalidad, sin embargo ellos continúan deambulando de un lado a otro.

Lucio. - ¿A qué huele?

Andrea. – No huele a nada Papá.

Clara. – Oh, Dios (Corre y abre las llaves del agua.) ¡Mis hijos!... (Desvaría.) No quiero que vuelva, no más cuerpos reventados por el asfalto.

Miguel. – Quedaremos unidos a la tierra, seremos ladrillo, adobe, mezcla con cal y sangre.

Andrea. – Cierre esas llaves Mamá, con un carajo, ¿no podemos comenzar todo de nuevo?

Lucio.- Es indispensable que no vuelva a suceder, vamos a organizarnos, destapen todos los agujeros, que la tierra respire nuestras vidas (Corre y destapa la alcantarilla.)

Andrea. – Deje de destapar ese maldito agujero padre.

Miguel. – Seremos de los muertos invisibles, de los que ni siquiera fueron estadística, seremos parte del panteón del burocratismo.

Andrea. - ¡Deja de decir pendejadas, cierra la alcantarilla!

Clara. – (Aproximándose a Andrea.) Esta pequeña empieza a vivir. (Le muestra la muñeca.) Dale la oportunidad de salvarse.

Andrea. – Déjenme en paz.

Lucio. – Alejémonos de la zona de desastre.

Miguel. – Nunca podremos hacerlo, en nuestras mentes ha quedado grabada, tatuada para siempre.

Andrea. – Cállense todos.

Miguel. – (La acosa.) Todos llevamos el desmadre dentro, somos damnificados, etiquetados, reintegrados, apendejados (Risas idiotas.) Atolondrados.

Andrea. – Lárgate de aquí infeliz. (Lo arroja con fuerza.)

Lucio. – (La acosa.) Todos somos responsables, para que no vuelva a suceder.

Clara. – (Se le acerca.) Estoy esperando una visita y tengo que ir a cambiar a la Nena.

Andrea. – Deje en paz esa muñeca madre. (La toma del pelo.) Usted no espera a nadie, grábeselo bien, esta cosa (Le arrebata la muñeca.) es un juguetito de trapo, no sirve para nada.

Clara. – (Histérica.) Desgraciada, malvada, dame a mi hija, quieres quitarme lo único que me queda de felicidad.

Miguel. – Hay que salvarnos, primero los niños y los ancianos.

Clara. – Regrésame a mi hija.

Lucio. – Huele a gas.

Andrea. – Yo soy su hija, míreme.

Clara. – Tú me la robaste desgraciada.

Andrea. – (La muestra.) Esto, es una muñeca, madre, mire. (Arroja la muñeca por la alcantarilla.)

Clara. – Noooo. (Llora.) Ya no volverá a sonreír de madrugada, ¿Andrea, qué te han hecho corazón mío?

Miguel. – (Atónito.) No quiero volver a recordar jamás.

Lucio. – Que no quede nadie desprotegido. (Mira el agujero.)

Clara. – (Se acerca a mirar.) ¿Miguelito? Mi muchacho ¿Dónde estás? ¿Hasta dónde te has ido por las venas de esta asquerosa ciudad?

Miguel. – (Se acerca también.) No lo sé... La vida ya no tiene momentos... Sólo gasolina... Drenaje... Explosión...

Andrea. – (Que ha estado llorando.) Regrese Mamá, vamos a recuperar la música de nuestras vidas. Vamos todos a comenzar.

Miguel. – El invitado llegó, se llevó a la mona rizada, se llevó los ojos azules, los sueños...

Clara. – (Trata de decir algo.) Va... Dios... Ser...

Lucio. – Nos han salvado una vez más...

Andrea. – (Solloza.) Saca la muñeca Miguel... (Imperativa.) Tapa el agujero, vamos a tratar de iniciar una vez más. (Entra lentamente al interior, sonríe un poco antes de salir totalmente.)

Miguel. – Simón, vamos a regresar... Sirol... No tiene caso. (Tapa la alcantarilla.) Ubíquense, sobres. (Toma un cojín del sillón.) Tome madre a su hija. (Clara lo recibe extrañada, no sabe si arrojarlo al piso o abrazarlo con amor.) Ahí le vamos, hay que renacer... Otra vez. (Sale a la calle.)

Lucio. – (Quedito.) Huele a humo...

Clara. – (Cotidiano.) Déjame abrir las llaves del agua. (Lo hace.)

Lucio. – (Gime.) Puta madre, otra vez no. (Trata de resistirse.) Avísenle a todos. (Reprimido.) Huele mucho. (De pronto destapa violento la alcantarilla, sale a la calle corriendo.) ¡Hay que evacuar, pronto que no quede nadie...

Clara. – (Solloza, arrulla el cojín, canta quedito.) "Te quiero, te quiero tanto hoy mi pequeña traviesa". (Camina lentamente a la cocina.) "Duerme, duerme enseguida mi amor, corazón de luna". (Hablando.) Se escucha nítida la voz del agua correr... alejando los olores... las fuerzas del peligro latente... (Grito reprimido.) ¿Cuántas veces más estallarán nuestros oídos? (La luz baja de intensidad. Tocan insistentemente la puerta.)

Doña Pachita. – (Voz de fuera.) ¿Hay alguien ahí adentro? Clarita soy yo, le traigo su encargo...
 
 

TELÓN




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