Juan Manuel Sánchez
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MADERA MOLIDA



 
 
 
 
 
 

Bueno sí, un libro es un espejo, pero ¿tres páginas?

Jorge Lich


Mi abuela se me aparece en sueños aún. En la casa era ella la que más se preocupaba por mi futuro, me decía cuando apenas era un sorgatón: un hombre pobre sin oficio no vale siete chingadas. Me sugirió además que aprendiera entre ser radio-técnico, sastre o carpintero, así podría poner luego mi taller, ah qué viejita, no fuiste a la escuela y sabías de los artificios de la producción, y que luego ya podría estudiar una carrera sin matarme tanto. Claro que la dichosa carrera la iba a terminar a su edad. Con el paso de los años y con algo de valentía, mal aprendí las tres chambas pero sin leer a Sartre. Bueno, me ha servido para darme cuenta de que un hombre pobre, aún con oficio sigue sin valer siete chingadas. Por supuesto que no siempre pienso así, en este momento porque espero afuera de su casa a una cliente de mi maistro, no llega y ya me anda del baño.

    Mi abuelita me decía también que de llegar a estudiar alguna profesión, eligiera ser doctor, ya que ella diario estaba enferma, toda la chamba que iba a tener nomás con ella, aquel parece el carro de mi patrona, no, no es... pinche patroncita, cuando empecé a trabajar en casas particulares arreglando detalles de carpintería, creí que iba a hacer un cogedero de viejas de lana; influencias de las lecturas del cartero de Buboski y de creerle a mi maistro Lupe sus alucines, que dizque muy Pepe el Toro sin discriminaciones sociales, a lo mejor ni se le para, no puede siquiera tomar jugo de naranja porque le suelta el estómago.

    Mi abuelita diario enferma, por eso era yo su nieto favorito, siempre la acompañé al Seguro, renegando y todo pero la acompañaba, si hubiera tenido dinero, apuesto a que me lo deja a mí, así no tendría que trabajarle al maistro Lupe y a esta vieja que no llega:

     -¿Pero sí es puntual su ayudante maistro? - como si desconfiara: - Claro señora, puntual y bien hecho, por eso lo mando a él, ahí estará a las nueve en punto.

    A mí siempre me dice que soy bien güevón, pero por quedar bien con los clientes y darles confianza, para que no se le vaya la chamba... mejor me hubiera levantado más tarde, por madrugar se me movió el horario intestinal.

    Pinches camioneros nunca se paran en mi barrio por las mañanas, para qué si ya viene el camión lleno, casi me mato al tomarlo al vuelo, y cargando esta caja de herramienta, pero ni le pido para el taxi, ya me sé el rosario: yo en mis tiempos llegué a subir hasta puertas de tambor en el camión. En sus tiempos, ahora apenas cabe en la puerta del microbús.

    Pinche ayudante quejumbroso, de ahí no me baja, a lo mejor le da envidia que estudie... o lástima:

    Chaflán, ¿y qué va a ser cuando se reciba de esas letras?, ¿vendedor de enciclopedias con título? Por eso no digo nada, si no me hago novelista con todo lo que sufro, pongo un taller y cuando tenga mis propios esclavos, entonces me vengo... en los chones, ya me volvieron las ganas de zurrar, es que con el zangoloteo del viaje plus... y esta patroncita hija del mais que no llega, ni que estuviera tan buena para esperarla tanto, hasta eso que sí aguanta, cuando subía las escaleras del taller yo iba detrás y que buen nalgatorio, pero ni modo que se me haga, esos sueños quedan para los ayudantes más nuevos, de vez en cuando una gata, las patronas nos ven como seres raros ¡ay abuelita que razón tenías! bueno, razón a medias, el que no estudió no vale y el que sí a veces.

    Si me hago zurrapas aquí, mejor me voy de narco con mi primo José, no sabe ni leer y trae como diez carros y veinte viejas. La honradez es la mejor recomendación del pobre: otra vez la abuela, pero de narco no piden recomendaciones, no se ocupan papeles sino huevos y un poco de suerte, al hijo de mi tío lo agarraron a la primera, no alcanzó ni a juntar para sobornar al más peor de los perjudiciales, que le decía: móchate con una lana y te dejamos ir. Se la dejaron ir más bien, todavía no sale y eso que traía poquita, los más altos reparten kilos y ni les hacen nada... hablando de kilos no me vaya a pegar una peditonitis, yo me voy a buscar un baño o de menos un baldío, aquí dejo la herramienta en la puerta por si viene la Doña vea que ya llegué, ojalá piense que fui a la tienda y no que me ando cargando, además, cuando ellos van con nosotros también piden entrar al baño, mi maistro los lleva al de su casa porque en el taller nomás hay un hoyo en el piso y muchos en la pared, eso sí, con su respectiva cucaracha cada uno. A lo mejor hasta la guarda mi maistrito de reliquia, bueno, a ver si no me tardo, no me vaya a quemar la patrona con él, luego me hace el pelo con cualquier pretexto.

    Una vez me rebajó nomás porque le dije "Maistro Lupe" delante de un cliente, pues si así se llama, y que no, que le diga Maestro. Bueno, sabe enseñar mejor que muchos que conozco, usa el pantalón a media cadera y se le alcanza a ver el fondo del canal.

    De morro me daba gota verle los peligros del pedigrí cuando se agachaba para recoger algo. A veces es medio mamila, se las quiere dar de culterano, cuando toma medidas delante de los clientes me pasa el extremo del metro y me dice: - agárreme el flexómetro ayudante -, es el único maistro que alburea y mama a la vez.

    No creo que se roben la caja, por aquí vive puro riquillo, les daría cosa llevársela, además ni la pueden, trae muchas prensas, bueno, quién sabe porque éstos no trabajan con las manos pero van al gimnasio y están bien alimentados no como uno que come puros frijoles del último saco, como dicen los albures viejos de mi maistro, pero si le pido aumento empieza con ¿en que trabajo lo dejan estudiar? además ¿quién fue el mero mero que lo enseñó a clavar? no sabía ni mover las manos... ya hasta empiezo a sudar, estas cuadras están más largas que todo mi barrio, si no le corro aquí marcho, por allá vi una casa a medio construir, ojalá no tenga velador ni perro si no me va a agarrar de aguilita con serpiente, nopal y tuna.

    Si mi abuelita me viera empezaría de nuevo: ves, todo por no estudiar, pero todavía no salen del cascarón y prefieren echarse obligaciones, no, mejor que no me vea ahorita.

Le voy a cortar unas hojas al Sensacional de luchas, chin, se le va a pegostear la cara a esta morrita que está re buena. Bueno, ni modo... con la pasta resbala mejor, al cabo ya la leí. Cuando estaba más morro me la jalaba con estas revistas, inauguraba cada cuarto de las casas donde trabajaba, ay güey que se me atoró una grapa en el ojo, a ver si no se me infecta el raspón, pinche cagadal, una más ni se nota, hasta que me descubrió el maistro laqueador Roldán y me dijo que me podía quedar loco de tanto estirarle el pescuezo al pollo.

    A lo mejor por eso él estaba loco, no, pero más bien por chemo, todo lo que ganaba se lo compraba de cemento y pastas, como si el thinner para laquear no fuera suficiente.

    No sé como se controló a su esposa, Teresa era la más bonita del barrio, mis mejores sueños se     compendian en su rostro como dijo el poeta joven que leyó en el Auditorio el otro día, y con ese cabrón vicioso que ni se mocha, bueno, que no se moche porque al chemo no le hago, una que otra cagua sí, pero no seguido, en una posada navideña del barrio, de las que se festejan en la calle, él se quedó jetón sobre el mantel y me dijo Teresa repegándoseme que deseaba que se muriera el Roldán, yo entendí que si lo mataba, y como me cae gordo pensé, bueno, aunque sea una madrina sí le pongo, lo esperé otro día en una esquina muy oscura para descontarlo pero a la hora de la hora no me animé ni a asomarme. Cuando se acercó partí carrera. De pronto me dio miedo, loco loco pero fuerte y además quien me garantiza que ella cumpliera, las mujeres... Qué mala pata allá se ve la patrona, ¿no traigo el cierre abajo? Nada más fui a dar una vuelta señora.

    Pinche vieja mentirosa, no me tardé, ella fue la que no llegó a la hora, ni porque ve la caja, ni modo que se viniera sola, pútale, trae más maquillaje que el Gabrielón de mi barrio: sí señora, no es difícil resanarle esos huecos... lo difícil es que queden bien, con tanto uso de los tornillos debe tenerlos bien abocinados y ya no aprietan, sí, también le arreglo eso suelto, el patrón me dijo que le hiciera lo que usted me pidiera. No, no es albur sino resignación de clase, el que paga manda, bien lo sé, en la prepa nocturna se lee todavía a Marx, bueno, a Rius y es igual de meritorio romper que desarrugar, en la inauguración está el brindis le habría contestado si entonces ya hubiera leído La importancia de Luis Rafael, pero el güevas todavía no la escribía, dizque le faltaba otro año de beca Gugenheim para terminarla, sí señora, si mi abuelita me dijo que el hombre vale por su honradez y que no hay mejor amigo que un peso en la bolsa y tener las bolsas bien puestas, el mandil es para no estropear este pantalón que es con el que voy a la Facultad a ver si escalo en mi porca miseria algo más que sus escalones de barcino, ni modo de cargar ropa de trabajo para dondequiera, además, en estos barrios me da gota traer los pantalones raídos que los hijos de ustedes ponen de moda, cuándo ha visto un pobre con esas garras, diario sí, pero no por gusto, pues sí, ya lo dijo un maistro muralisto, el pobre quiere tener cuadros de ricos en su pared de adobe y el rico quiere cuadritos de pobres famélicos en su pared de lambrín para no tener que ver a los que trabajan en sus fábricas escupiendo, no señora, cómo les van a pagar por escupir, si sí me entiende pero no le conviene.

    Sí señora, sí estudio como le dijo mi maistro, pero no me platique de eso porque esto se vuelve más bien sociológico y ni quien lo aguante luego, ya ve que el muro de Berlín valió puro vergantín hundido en su fuero externo y ahora lo que priva es la propiedad privada y por eso usted tiene el buen gusto en sus libreros que también se los renuevo con laca si quiere, ahí me da para un refrán sin que se entere el maistro, y yo el serrucho en la mano y claro que le corto aquí y le clavo allá, bueno sí, sin propina, no vaya a ser que pierda la chamba por hablador y por darme de churros en esa casa sola a donde fui a cantar también de dolor y ni agua le eché pues cómo.
 
 
 

Regreso a la página de Argos 13/ Narrativa