Alejandro Cruz
 

LA CONFIRMACIÓN DE DIOS





Quien busca a Dios no lo halla:
cada que gira su cabeza para dar con él
él también lo hace.
 

Dios está escribiendo en este momento,
leyendo un libro, bruñendo sus zapatos,
espantándose a los mosquitos, manejando un carro,
matando a un hombre.
 

La celestialidad de Dios está ahora haciéndose
grandes apuntes para la biología, está perfeccionando
el vuelo de las alas de los aviones, inventa
de qué modo pueden gastar menos energía los focos,
busca, casi de manera tormentosa, cómo levantar más
las faldas de las mujeres y volver más atractivos
a los hombres.
Dios se ama, por eso ha aprendido a mover computadoras.
 

Dios está a esta hora mandando una lluvia de sentimientos
a mi corazón. Es maravilloso que Dios pueda conmoverse
de modo tal.
 

Dios ocupa a esta hora todos los asientos
de un vuelo que cruza el océano, y de otro que cruza
la ciudad, y de uno más que cruza el desierto.
Dios está a esta hora, como se dice,
con el Jesús en la boca en la sala de espera
de algún hospital, esperando que Dios salga bien
de lo que a Dios le haya ocurrido.
 

Dios es un contenedor de agua,
la máquina que draga el río, la inmensa sierra deforestada
y vuelta a forestar, el retrato que pende de mi pared,
las palabras mudas de mi diccionario cerrado, las horas
contrarias que marcan los relojes del otro lado del mundo,
los papayos de la huerta.
 

Dios se halla en el cielo, en la tierra,
en todo lugar, porque posee la imaginación.
Dios tiene funcionando mi foco, echó a andar
el automóvil, curó la pata enferma del animal
que tengo en casa, sonó el cencerro de la basura.
 

Eríjase un templo para Dios,
socórrase a su economía, dígansele misas a diario
y permanézcase el mayor tiempo posible en su paraíso,
que al fin y al cabo, Dios nació para loar a Dios.
 
 
 

Regreso a la página de Argos 11/ Poesía