Julio Umpiérrez
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ÉTICA Y SITUACIÓN

                         Entre el mal y yo, veremos de quién será la razón.
      (Antonin Artaud)

 
 
 
 

   Días de confusión y lamento, de dudas y fracasos, de excomuniones y arrepentimientos, de deserciones y traslados, de reescrituras y reinscripciones, de desencanto y burocrática petulancia. Los intelectuales, muchos de ellos, han perdido el rumbo, y claman, reclaman, una nueva certeza que los vuelva cómodos y seguros. Muchos se han recostado en el diletantismo posmodernista, grácil e insípido, confortable, tecnológico e incomprometido. También, por qué no decirlo, profundamente aburrido. Pero además, inseguro.

   En un mundo insípido, incoloro, neutro hasta el hartazgo, invariablemente mass-mediático, donde un chip, se cambia por otro, y el entretenimiento de tan superficial, nadie advierte si lo han cambiado o no, el intelectual es absolutamente prescindible, uno se cambia por otro, el más funcional al sistema se queda, los demás quedan cesantes.

   Así de simple. Hay un chiste paradigmático de Mafalda, enciende el televisor, pasa por todos los canales y finalmente lo apaga diciendo: ¡puf! En todos los canales hay televisión.

   Tal vez hoy esté "demodé" el compromiso sartriano, o el más cercano en el tiempo, el de "La responsabilidad de los Intelectuales" de Noam Chomsky, quien encabezaba la "lista negra" en tiempos de Nixon, pero es indudable que esa política personal de acomodar el cuerpo a la situación, colinde con los más reconocidos principios de la ética a través de los tiempos.

   El alinearse sincrónicamente con los mandatos del poder, cualquiera sea éste-, colorear con una pátina de impresentable conformismo cualquier obra que emerge a la luz pública, con un dejo suave de liberalismo panfletario, es una especie de contraseña de presentación al uso, agregándole además, con pose de perdonavidas, el infaltable guiño contrito y genuflexo del arrepentido por sus pecados juveniles de revoltoso izquierdista.
 

El rumbo de los hombres

   Hoy como ayer, la escala axiológica que debe presidir el rumbo de los hombres, tiene que estar conformada por los valores supremos de libertad, igualdad, justicia, solidaridad, fraternidad, profundo respeto por los derechos humanos; y el pensamiento y la acción de los intelectuales de hoy, consustanciados con el compromiso que se corresponde con esos mismos valores.

   Buenaventura Durrutti, miliciano libertario español, decía: "Podemos crear un mundo nuevo, porque tenemos un mundo nuevo en nuestros corazones". Esta es una síntesis precisa y perfecta del compromiso ético con su situación histórica, y también una opción de compromiso permanente con esos valores.

   Daniel Bell, filósofo y ensayista norteamericano en un trabajo que escribió hace unos cuantos años, anunciador del posmodernismo, en "El Fin de la Ideología" manifestó que: "Los intelectuales de Occidente, han perdido el interés de convertir las ideas en palancas sociales para la transformación radical, de la sociedad". Chomsky le contesta: "Parece bastante obvio que los problemas clásicos aún permanecen; incluso podría decirse con razón que han aumentado en severidad y tamaño. Por ejemplo la clásica paradoja de la pobreza en medio de la abundancia es ahora un problema en continuo crecimiento en escala internacional".

   ¡Esto está escrito hace más de treinta años! En diciembre de 1967.

   Toda esta polémica precedió en casi veinte años al libelo de Francis Fukuyama sobre el "Fin de la Historia" un borrador mal escrito, mezcla de Hegel y el prefacio a la Contribución a la Crítica
de la Economía Política de Marx, en versión neoliberal, por un gris funcionario del Departamento de Estado de los Estados Unidos, que anuncia que la llegada de la globalización, la sociedad liberal a todos los puntos del orbe, pone punto final al proceso histórico. En síntesis, otro conformista que se equivocó.

   Sólo hace falta ver la caída de las bolsas, el tribalismo guerrero homicida, la manipulación de la opinión pública, y el orgiástico desorden económico mundial finisecular que condena al hambre a grandes proporciones de la población mundial.

   En "Las tesis sobre Fehuerbach" en la número once, que dice que "los filósofos hasta hoy lo que han hecho es tratar de interpretar al mundo y de lo que se trata es de cambiarlo", Marx se equivoca, puesto, que en el pasado los intelectuales, fueran filósofos, científicos o simples escritores, libraron terribles batallas en todo el mundo por la libertad y el conocimiento humanos. Lo que no pudieron es evitar su situación histórica, su entorno histórico, que objetivamente nos condiciona, nos limita y también, claro está, nos compromete.
 

Teorías de la Ilustración

  El pensamiento ruso de fines del siglo XVIII, para citar un ejemplo de un país atrasado respecto al resto del continente europeo de entonces, enfrentó circunstancias tremendas para poder abrirse camino hacia el conocimiento, la libertad, las nuevas ideas, y su fe en el progreso que le hacen decir a Kolychev "En la ignorancia sólo encontramos el mal". A mediados del XIX Piort Yakovlevich Chaadev, quien había escuchado una conferencia en Glasgow de Adam Smith, acto de gran audacia si tomamos en cuenta la sanción que les correspondía a los que se atrevían a tales cosas, autor de "Cartas filosóficas" y director del periódico "El Telescopio" fue declarado loco por parte del poder, cerrada su publicación y prohibidos sus libros, otro tanto sucedió con Kunitzyn, con Herzen, -tal vez el más grande pensador ruso de las épocas-, sufrió años de cárcel y destierro, simplemente por atreverse a difundir las nuevas ideas, su amigo Bakunin fue encerrado, y luego desterrado a Siberia de donde se escapó audazmente.

   Todo el pensamiento universal ha librado batallas enormes por la difusión del conocimiento científico, por la libertad y la justicia. ¿Qué pasa hoy, con los intelectuales? ¿Se han conformado con esta situación? No, pienso que no. Pero creo que es importante establecer en qué campo, o en qué campos se desarrolla inevitablemente hoy, el compromiso. Pienso, que existe una trilogía indisociable que es: el conocimiento científico, la justicia social y la ética.

   Es justamente en ese terreno en donde es comprobable el compromiso del intelectual hoy. El conocimiento científico, sus notorios avances, no pueden estar alejados o divorciados de los necesarios contenidos éticos de esos mismos avances científicos: tanto en lo que se denomina las "ciencias duras", como en el resto, todo ese inmenso campo debe contemplar con extrema preocupación el avasallamiento de los derechos del ser humano, en biogenética, en la ingeniería informática, en las telecomunicaciones, en la física etc.

   En el espacio de las ciencias humanas, y más específicamente en las disciplinas jurídicas se ha dado un salto de enorme significación, con la detención del dictador Pinochet, -caso histórico de gran significación si los hay-, que pone fin, nada menos que a la impunidad del terror de estado en el mundo. Un gran salto hacia adelante para los derechos humanos en el mundo, me siento congratulado por ello, y por haberlo visto.

   Pero existen materias pendientes, asignaturas terribles que soporta la civilización global hoy, que necesita el esfuerzo, la reflexión y la propuesta de los intelectuales: el hambre, la miseria, la
intolerancia, la alienación y enajenación colectivas, la explotación y dominación del hombre por el hombre imponen la imprescindible presencia de la propuesta alternativa cuyo esfuerzo esté destinado, como no puede ser de otra forma, al logro de estructuras de justicia social, desarrollo autosustentable con respeto de la naturaleza, que ponga fin, ya mismo, a la pobreza en el mundo, con solidaridad y equidad, con una escala axiológica libertaria, que dé cabida a la ética y a la estética en el desarrollo común vital de los seres humanos. Como hoy, como ayer y siempre, el compromiso del intelectual, es renovar cotidianamente, ese, su compromiso para con la transformación social.
 
 

Publicado en: Revista U (Revista Cultural Departamental), Febrero/Marzo 1999, Año I,
Nº 7. Colonia del Sacramento, Rep. Oriental del Uruguay.
 
 

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