Roberto Minero Legazpi
 
 

NUEVO MILENIO EN CALIFORNIA







    El primer viernes de julio de 1999 Tránsito Cienfuegos cocinó por última vez para la familia Hearst. Habitualmente se desplazaba del este de Los Ángeles hacia el área macroelitista de Beverly Hills. Esto lo hacía tres veces por semana. Separada de su esposo y sus raíces en Los Altos de Jalisco, volvió a contraer nupcias con un "gabacho" que le propinaba tales madrizas cotidianas que los sentimientos del primero permanecían en su memoria como juegos de niños.

    Tránsito Cienfuegos iba de la incertidumbre a la zozobra y conocía los resquicios más ocultos de la miseria humana. Aquel cuatro de julio tuvo una vez más la sensación que el tiempo no pasaba, le sucedían tantas y tales desgracias que ya todo su corazón era un páramo pleno. Todo le parecía como si fuese inmóvil, desde que tenía memoria todo había permanecido igual, flotando en una misma corriente a la deriva.

    Pronto se mudaría al estado de Nuevo México (que ni es nuevo, ni México) donde le decían, el fuego del infierno era más templado. La verdad era que vivía añorando constante la oportunidad del retorno feliz. No sabía que aquellas fantasías, esperanzas e ilusiones tan sólo reavivaban más su fuego. Regresar, regresar y demostrarle al mundo y a sus cuatro hijos que ella había estudiado psicología y filosofía y que allá en Guadalajara, en su México amadísimo tendría un lugar donde se le respetaría y recobraría su dignidad de "mujer que sabe latín".

    Lo que Tránsito Cienfuegos no sabía es que forma parte de los 4.3 millones de mexicanos residentes en el sur de California que constantemente viven bombardeados por los Multimedia que funcionan con la más compleja sofisticación al servicio de los aparatos politico-ideológicos más brutales que jamás este estado (California) conoció.

    Inmersa y oscilante entre el miedo, la codicia y el odio las clases dominantes habían agudizado con toda su violencia la discriminación y el racismo.

    Cienfuegos tampoco sabría que los modelos neoliberales y los políticos de su país tan sólo eran eficaces para multiplicar la pobreza y miseria para casi todos y a cambio, construirles paraísos a tan pocos.

    Cuando emigró hacía 10 años, tan sólo existían tres o cuatro mexicanos cuyas fortuna se medían en millones de millones de dólares. Ahora, en cambio el número llegaba a trece o catorce. Éstos desde algún yate de 50 metros de eslora compran obras de arte por catálogo y sin mirarlas, las almacenan en sus penthouse de Cancún, Manhattan, el Mediterráneo, Central Park o allá en Dublín. Ellos portan auras y donan fuertes cantidades en los Estados Unidos, pero no en México porque ahí conocen los más intrincados laberintos para evadir impuestos.

    Lo que Tránsito Cienfuegos tampoco sabría afortunadamente, ya que el saberlo la arrojaría al abismo más brutal del pesimismo, ya que en su país el 20 % de los niños al nacer están destinados a ayudar a mamá y/o papá para no morir de hambre y que un 60 % están ya condenados a la marginalidad y la pobreza.

    Ni la clase política ni menos aún los empresarios parecen preparados para afrentar los maremotos de las crisis que se suceden en oleajes reciclados.

    Cienfuegos aún no se da cuenta que el imperio donde vive crea y multiplica sus propios miserables, su propio tercer mundo y que, ella y sus hijos son ya parte de esta realidad. Ella simplemente prosigue huyendo. Ya que en los últimos meses, además de constantes amenazas le han arrebatado prerrogativas y derechos de asistencia social, servicios educativos, de salud y vivienda y para no endurecer más su petrificado corazón: por su status de "ilegal" la amenazante negación de ciudadanía para sus hijos.

    Afortunadamente por la sangre de nuestro personaje corre demasiado fuego para terminar siendo aplastada totalmente. Al menos tendrá alguna oportunidad de ser aplastadora. Le han ocultado el nombre y los caminos de la liberación y cada vez se aleja más de ellos -si alguna vez tuvo vislumbres-, ahora ni tan siquiera los desea.

    No siempre la crónica de lo terrible lo redondea un final atroz. Lo peor del caso -el texto y su contexto- es que la conclusión está fuera de control. Nadie conoce, nadie sabe el lado opuesto de la encrucijada: ni la clase política ni los banqueros ni los empresarios, ni los miles de nuevos ricos que han obtenido jugosas ganancias del río revuelto. Los únicos que tienen una respuesta a tan gigantesca enfermedad son los marginados, los lumpen, quizás los académicos, ciertos intelectuales y "otros". Pero la respuesta de éstos: como magma de volcán es siempre impredecible, marcada de incertidumbre y su manifestación, su remedio podría agravar la enfermedad.

    Sin embargo Tránsito Cienfuegos proseguirá caminando.
 
 

Regreso a la página de Argos 11/ Ensayo