RÍO DE AGUAS AMARGAS: TESTAMENTO POÉTICO DEL EXILIO ESPAÑOL
Pedro Garfias Zurita nace en Salamanca el 27 de mayo de 1901. Publica sus primeros versos en la ciudad de Cabra en 1916. En Madrid asiste a la residencia de estudiantes; y se convierte en uno de los pontífices vanguardistas del ultraísmo con su libro el Ala del sur. En los años treinta consolida su militancia en el partido comunista y participa activamente en diferentes huelgas y luchas sociales. Al estallar la guerra civil, Garfias es un soldado y un cantor a la vez; la experiencia de la confrontación bélica se ve reflejada de una manera real y viva en su Poesía de la guerra española, donde están presentes las batallas de Villafranca y Pozoblanco.(1) Por esta obra, en 1938 obtiene junto con Emilio Prados, el Premio Nacional de Literatura.
Con el triunfo total de los nacionalistas encabezados por Francisco Franco, Garfias parte a Francia donde es retenido en campos de concentración. Más tarde recibe asilo en Inglaterra; ahí escribe Primavera en Eaton Hastings, que según Dámaso Alonso es el mejor libro del destierro español. Se embarca en el buque "Sinaia", rumbo a México, junto con Juan Rejano y Adolfo Sánchez Vázquez. En un principio radica en la capital del país y a partir de 1949 se dedica a recorrer la república mexicana; en Monterrey publica De soledad y otros pesares, y más tarde Viejos y nuevos poemas.
El último libro de Pedro Garfias, Río de aguas amargas, merece un capítulo de estudio aparte. Se publica en la ciudad de Guadalajara en 1953, no contiene partes antológicas. El poemario se divide en cuatro secciones: "Río de aguas amargas", "Sonetos", "Retratos", "Nuevos acordes". En el prólogo al volumen, Arturo Rivas Sáinz dice que la obra está impregnada de una abierta estética del dolor; Arturo Souto Alabarce, lo considera uno de sus mejores libros; Walkiria Wey lo celebra como lo mejor de su producción poética; Enrique López Aguilar lo califica de obra madurísima, y Luis Rius lo considera el río de su vivir.
En Río de aguas amargas, Pedro Garfias no se queda en la consternación de su pesar, va más allá, descifra los sufrimientos del hombre a través del elemento aéreo y el elemento líquido. Ha llegado a la evolución más alta de la pesadumbre del desterrado. Entre la desolación está la gratitud hacia la gente que le ayudó en momentos difíciles; ahora Pedro Garfias se prepara para morir y se despide del mundo. Como dice López Aguilar: "La mirada a México de Cernuda, Prados o Garfias no deja de ser la de unos agradecidos españoles trasterrados". (2)
Desde un principio el poemario está dedicado a las siguientes personas: a don Ramón Valle, expropietario del bar "El Gallo de Oro" de la ciudad de México; a Santiago Roel (Jr.), que en el sexenio lópezportillista ocupa diferentes cargos públicos de importancia; el poema "Árbol" a los señores Chidán, comerciantes libaneses. "Los sonetos" a Alfredo Gracia Vicente, exiliado español en Monterrey; a Pedro Camacho, exiliado también. Y los restantes poemas: a Ignacio Arzapalo, escritor tapatío(3); a Antonio Garfias, su padre, y de manera más concreta, los "Retratos": a Rafael del Río, poeta y funcionario de Torreón; a Antonio Mediz Bolio, poeta yucateco; Arturo Rivas Sáinz, lingüista y poeta, catedrático de la Universidad de Guadalajara; Juan Rejano, poeta español y su protector; y a Francisco Briseño, médico neurólogo tapatío.
La primera parte del poemario se caracteriza por su sentido aéreo.
Sobresalen los siguientes poemas por el tono trascendental que tienen:
[La palabra se rebela], [Cuando me tiro de noche], "Recién muerto",
"Árbol" y [Oye al árbol]. El tema del viento es universal
y al igual que el agua, tiene amplios motivos míticos: al viento
y al agua, se les considera artífices de la creación humana
y de las cosas. Del mismo modo que estos elementos, la poesía "no
es una tradición, es un sueño primitivo". (4)
De ahí el sentido mágico y humano de las palabras; el curso
del aire, similar a la peregrinación aérea del lenguaje.
El poema [la palabra se rebela], que inicia el poemario, refleja una acertada
introducción. La palabra vuela, pasa de lo concreto a lo abstracto,
de lo fijo inanimado a la vida quizá; la palabra se vuelve pájaro:
[...]
Antes de dormirte todo
hazte el dormido y espera;
pero cuando llegue, cuídala,
acomódala en su tienda,
que sienta calor y frío,
que se ajuste, que se avenga,
que respire, que se quede. (5)
El poema [Cuando me tiro de noche], resalta la contemplación
nocturna. Aquí, el poeta se nutre de soledad y desamparo; la mirada
se vuelve un vaso comunicante con la noche estrellada, una exploración
agónica de la existencia, hasta el clamor por la muerte. La cama
simboliza un féretro deseado para el hombre convencido de su fin,
sin esperanza, que duerme atando los cabos sueltos de los recuerdos con
el guiño brillante de los astros:
Cuando me tiro de noche
en el ataúd del lecho
que es menos duro que el otro
porque ya sabe mis huesos,
me pongo a mirar arriba
los astros de mis recuerdos.
El poeta se aísla de la tierra y trastoca la fábula
del sueño natural con la locura divina de la mirada. Los términos
cielo y techo, nos sugieren la oscuridad del firmamento y la losa del sepulcro:
Una voz piadosa dice
que no es cielo sino techo.
-Por mi vida, grito yo,
dejadme saber mi sueño.
Donde yo pongo los ojos
todo es cielo.
El poema vislumbra un desencanto total por lo terrestre y una desesperada
furia por asirse de lo aéreo. Este afán tiene su clímax
de ansiedad en el poema "Recién muerto" que con el estribillo "me
gustaría", le da al sentimiento fatídico un sentido estoico.
El poema inicia con la aparición de la tarde como finalización
sangrante del día y de la existencia del hombre:
Me gustaría
que fuese tarde y obscura
la tarde de mi agonía.
[...]
Me gustaría
que en el silencio del mundo
se oyese crecer la espiga.
La espiga es la figura vegetal que aspira a encontrar su equilibrio
con lo aéreo conforme crece. La exageración del ruido de
su crecimiento es altamente aguda. El poeta anhela estar muerto para escuchar
lo imperceptible, lo desconocido, el microcosmos. Acompañar al tallo
y a la raíz en el orden subterráneo. La penúltima
estrofa del poema desnuda la pasión por el lugar de origen:
Me gustaría
que me llenasen la boca
de tierra mía.
El conmovedor deseo de llevarse hasta la muerte un puñado de suelo español, magnifica el terrible drama del refugiado: la tierra perdida.(6)
El árbol representa una de las perfectas figuras en comunión
con lo aéreo. Une lo celeste con la tierra, el aire con los guijarros,
está firme entre el día y la noche. Y éste se convierte
para Pedro Garfias en mudo ser comunicante. Según Santiago Roel,
en realidad, Garfias llega a tener amistad con un árbol de la ciudad
de México, y con él habla en sus noches de embriaguez y soledad.
El resultado de esta charla es el poema "Árbol". El poeta humaniza
su relación con la dura corteza silenciosa:
Yo he conocido a un árbol
que me quería bien.
Jamás supe su nombre,
no se lo pregunté
y él nunca me dijo nada:
cuestión de timidez.
Nunca vio mi silueta,
era ciego al nacer,
por eso a mí me quiso
lo mismo que yo a él.
Le dije muchas cosas
que a nadie más diré,
más que a la vieja estrella
que alguna vez hablé.
Garfias ve en las raíces presas por el asfalto, el torpe caminar y la dureza del destierro: del campo a la ciudad, de España a México. Hay similitudes, por eso su diálogo conlleva el pesar y el entendimiento entre dos exiliados: uno vegetal y el otro humano:
Él estaba más cerca
yo palpaba su piel
a él le dolía el tronco
a mi el tronco y la sien.
Un día lo perdí,
qué amor no perderé;
pregunté a sus hermanos
que debieran saber;
a los hombres que saben
nada les pregunté.
Acaso él me buscó
como yo lo busqué,
pero los dos andamos
tan torpes de los pies.
El concepto de árbol de Río de aguas amargas difiere del árbol de Primavera en Eaton Hastings donde la natura inglesa es motivo de contemplación melancólica. El paisaje de su exilio en Inglaterra es armonioso y apacible. En México, el árbol es compañero afín de la pesadumbre del poeta, a ambos los une el dolor de prisioneros terrestres sin tierra y los recuerdos tormentosos. La segunda parte del poema [oye al árbol], cae en un alternado lamento por escuchar el dolor de la naturaleza y el universo. Utiliza la repetición, para realzar la dureza de lo aéreo, la tierra y lo divino: "Oye al árbol", "oye al campo", "oye al silencio", "Oye al viento", "Oye a Dios", "oye al hombre". La personifación logra una queja humana de lo vegetal:
Oye al árbol
cómo el tronco se le queja;
oye al campo,
cómo le duele la yerba;
[...]
Oye a Dios llorando hombres.
Entonces asoma el elemento líquido en la obra de Garfias,
que cierra el poema con una significativa hipérbole:
Que el llanto, si corre largo,
suena.
El llanto y la sensibilidad amarga, corren como el cauce extenso de un río. Y el dolor suena como el agua entre las piedras y las ramas. Desde el título Río de aguas amargas, el libro tiene una presentación trágica en una clara antítesis: el agua dulce no puede saber amarga, pero así la saborea el poeta, quien compara el río con la vida del exiliado: el agua es terrestre y no tiene un lugar fijo en la tierra, su cauce aparenta un suplicio al arrastrarse en las piedras del camino, pero es agua del mundo, tangible y cercana: sirve a los hombres, se bebe y se vive gracias a ella. Su destino de huida es inevitable. Así es el desterrado, fluye con una esperanza dulce que en el camino se amarga con la sombra de la distancia y de la muerte.
El elemento líquido se muestra en varias partes en que está
dividido el poemario:
En forma de llanto:
Paso desacompasado
caminos que no conozco
dejadme llorar un poco.
De lluvia metafórica:
A la una
comienza a llover la sangre
De río, fuente, mar:
Son los ríos eternos, son los que no conocen
su fuente, y nunca van a dar al mar.
Y el poema "Río", define exactamente el sentido acuático e ideológico del autor:
Ser río es buena cosa.
De la montaña trae agua primera
y corre por el campo sabiendo que le espera
la mar amarga, enorme y misteriosa.
aguarda la segura primavera
y no se desespera
porque la mar ignore su condición de rosa.
Sabe que un día aprenderá a volar
descenderá sobre la sierra recordada
y rebrillando al sol rodará hasta lo hondo.
Se va tranquilo abajo de la losa,
y volverá a encontrar
el guijarro que hería su carne delicada
más sumiso y redondo.
En la primera estrofa, el poeta compara al hombre con el río, con la montaña como el origen de su vida, y la "mar amarga" encierra la muerte y la adversidad desoladora. En la segunda y últimas estrofas, son equiparables a la vida del hombre: el agua lleva la dicha a cuestas pero también la tragedia. El río entiende la imposibilidad de vivir sin las cosas que le incomodan, por eso aprende a limar las asperezas de las piedras y hacerlas redondas con el tiempo. De igual manera, el exiliado encierra la misma naturaleza del agua del río: se arrastra por los duros avatares, pero logra hacer menos doloroso ese camino, y se va acostumbrando, muy a su pesar, al suelo que le da refugio. El poeta hace cotidiana su aflicción.
Si Primavera en Eaton Hastings es considerado uno de los mejores libros del exilio, Río de aguas amargas bien valdría ser considerado el testamento poético del destierro español. El exiliado sabe que no volverá, este libro se da como preparación para la muerte, es el último legado, la póstuma visión del que se queda para siempre, soñando inútilmente en el retorno.
Pedro Garfias muere cuatro años después de la publicación
de su río de consternación, agobiado por la enfermedad de
la cirrosis y el alcoholismo, con su odio a Franco y a la España
fascista.(7)
NOTAS:
1. Francisco del Castillo, comandante del batallón
de Villafranca, describe como la intervención apasionada de Pedro
Garfias logró convencer al Estado Mayor Central de que se no se
debía abandonar Pozoblanco ante la embestida del ejército
franquista:
Garfias aparece en la unidad y llama a todos los jefes de las unidades
[...] y nos hace el siguiente planteamiento: que nosotros hemos tenido
una gran victoria en Guadalajara sobre el fascismo, conocido internacionalmente,
y que esto podía hacer cambiar mucho las perspectivas internacionales
en favor de la República, y que por tanto no se puede abandonar
Pozoblanco [...] y defenderlo hasta el último momento. Eso se hizo.
Sí. Por encima de las órdenes del Estado Mayor. (Declaración
de Francisco del Castillo a Radio Nacional de España, Ateneo Radio
3, junio 3 de 1984. Transcripción de cinta magnetofónica.)
El 6 de marzo de 1937, Queipo de Llano lanza una terrible ofensiva con el apoyo de la Artillería. La batalla es durísima para ambas partes. Los republicanos al mando de Pérez Salas con refuerzos de tanquetas rusas modelo T-26, hacen retroceder a los franquistas y lanzar una contraofensiva. La actuación de Pedro Garfias se califica de heroica.
2. López Aguilar, Enrique, "Presentación" a Antología poética de Pedro Garfias, México, Lecturas Mexicanas, Tercera Serie, No. 19, CoNaCultA, 1990, p. 16.
3. Ignacio Arzapalo es autor de un solo libro: Jubileo de la forma y otros poemas (1950). Luis Alberto Navarro dice que "Arzapalo es un poeta que bebió de las fuentes clásicas y formales de la poesía española." González Martínez, Gutiérrez Hermosillo, Arzapalo: Tres poemas no coleccionados, Investigación y selección de Luis Alberto Navarro. Hojas de Utopía, revista de arte y cultura, México, No. 13, mayo-junio de 1996, p. 6.
4. Bachelard, Gaston, El aire y los sueños, México, Fondo de Cultura Económica, Breviarios No. 139, 1986, p. 224.
5. Garfias, Pedro, Poesía completa, Córdoba, Ediciones de la Posada, colección Violeta, Ayuntamiento de Córdoba, 1989. En lo sucesivo, todos los poemas citados pertenecen a esta edición.
6. La voluntad de Garfias se ve cumplida el día de su entierro: Raúl Rangel Frías deposita en el féretro no en la boca una pequeña bolsa con tierra española.
7. Como constancia de su firmeza política y su desprecio hacia los nacionalistas, Horacio López Suárez, cuenta como Pedro Garfias se negó a publicar en España:
Alonso le propuso a Pedro le entregara toda la obra publicada por
él desde su salida de España, su poesía del exilio,
comprometiéndose a publicarla con prólogo y estudio suyos.
Pedro aceptó enseguida, se hizo un silencio, una larga pausa, y
la pregunta que a continuación le hizo Garfias fue la siguiente:
¿Dónde vas a publicar el libro?" La respuesta de Alonso fue
clara: "En España, obviamente". El semblante de Garfias se desfiguró,
sus ojos se nublaron y, exaltado, dijo: "En esa España fascista;
nunca, nunca, nunca". (Horacio López Suárez, "Pedro Garfias,
poeta", Poesía y exilio. Los poetas del exilio español
en México, México, Colegio de México, 1995, pp. 106-107.)