Felipe Chorén
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SOBRE GUSTOS





Todo lo que me gusta es horrible. El mundo ha vivido equivocado. Los cánones de belleza actuales son como untar mierda en las paredes del manicomio. Si por mi fuera les rompería el culo a todas y cada una de las modelos top, con una verga gruesa y venosa. La última mitad de este siglo son moscas revoloteando un sorete. Un resumidero tiene mejor olor que el aliento de toda la humanidad en fila masturbándose.

Todo lo que me gusta es horrible. El mundo está en lo correcto. Para sacar sangre de tu sarpullido lo mejor es la lija doble cero. En el dolor también hay placer amigos míos. Quién no se ha dejado fusilar un día, entre la bruma del amanecer, agradeciendo al oficial su tiro de gracia que nos revienta la nuca haciéndola vomitar nuestro cerebro.

¡Desastres nucleares! Vaticino una guerra que no dejará un ser vivo. Eso me gusta. Y también me agradan las tortas de la Barraca Valenciana. Si Musollini estuviera vivo me haría un panqueque con él, lo untaría de puré y me lo zamparía. Y si Mark no hubiera disparado sobre Lenon, en las inmediaciones del edificio donde Roman Polanski filmó el bebé de Rosemarie, picaría toda su carne para liar un churro y fumármelo. Paz y amor. Eso es lo que me gusta.

Todo lo que me gusta es horrible. El mundo no sabe ni cuanto calza. Los zapatos y en general toda la línea de ropa Hugo Boss, me dan ganas de vomitar. Eso me gusta. Me gusta vomitar en la cara de los ancianos sólo para revitalizarlos. Para estirar su sufrimiento. Para alejarlos de la tumba. En lo que respecta a mí, tu padre ha muerto. Cuando digo tu padre me refiero a todos los padres, lógicamente; y es bueno que mueran. Que mueran sufriendo todos los padres, esa es mi predilección. Yo por mi parte ya enterré bien al mío.

Todo lo que me gusta es horrible. El mundo es un pésimo teórico. Amo todo lo que se llama supositorio. Lamentablemente funciono en forma regular. Con ese fin tomo hasta cincuenta pastillas de carbón cada seis horas. Una vez constipado soy feliz, que gusto da entonces cagar un sorete duro que arranque las hemorroides de raíz hasta hacer que el ojete llore sangre como una mujer menstruando. Pero no dejaré que me distraigan, hablaba de mi predilección por los supositorios, por las modelos top, después de parir al niño hecho de mierda, cuan hermoso es alimentar el ano a cucharadas con toneladas y toneladas de supositorios. Mascar chicles laxantes. Comer litros de compota de ciruela para correr luego a sentarse sobre el inodoro y cagar, cagar a chorros, cagar hasta inundar de diarrea todo este manicomio al que llamamos mundo. Un diluvio universal de mierda. Yo soy el Noé de los excrementos.
 

Regreso a la página de Argos 10/ Ensayo